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¡Despertad! 1992
g92 22/6 págs. 22-24

¿Qué tiene de particular el lino?

Por el corresponsal de ¡Despertad! en Irlanda

¿PAGARÍA usted 5.000 dólares (E.U.A.) por una camisa? Ese era el precio de una camisa de lino de máxima calidad en algunas partes del Imperio romano en el siglo IV E.C. Dicha cantidad representaba el salario de veinticinco semanas de trabajo del tejedor de lino mejor pagado de la época.

Hoy día la gente todavía valora mucho los artículos finos de lino. Y si usted ha dormido alguna vez entre frescas y tersas sábanas de lino en una noche muy calurosa, sabrá que el lino tiene algo de particular. ¿Qué es?

Sus antiguos orígenes

“El tejido de lino se conoce desde hace mucho tiempo, por lo menos desde los días de los antiguos egipcios —dijo Roy, director de sección de la Ulster Weaving Company, una tejeduría irlandesa⁠—. Estos lo consideraban sagrado porque la planta crecía a orillas del río Nilo, y hasta pensaban que sus dioses iban vestidos de lino.

”En las inmediaciones del Nilo debió de haber una próspera industria linera. Con el lino no solo se vestía a los vivos, sino también a los muertos, pues los egipcios lo utilizaban cuando preparaban los cadáveres para su entierro.” ¡Imagínese lo que eso costaba! Un tejedor tejía tan solo unos tres metros de lino a la semana, y, sin embargo, para enterrar a un rey se utilizaban hasta ¡900 metros de lino!

La durabilidad del lino se demuestra por los fragmentos que han sobrevivido miles de años en las tumbas de los faraones. El tejido de lino también era un símbolo de prestigio y de elevada posición económica, como puede verse por lo que hizo el Faraón de Egipto cuando quiso honrar a José. La Biblia dice que “lo vistió con prendas de vestir de lino fino”. (Génesis 41:42.) Un detalle digno de mención es que José, un hombre rico de Arimatea, envolvió el cadáver de Jesús en lino limpio y fino. (Mateo 27:57-59.)

Algunos de los israelitas que abandonaron Egipto con Moisés sabían tejer lino. Cuando estaban en el desierto, estos artesanos hicieron “lino fino retorcido” para la construcción del tabernáculo. (Éxodo 26:1, 31, 36; 35:⁠35.)

Como el lino es un tejido fresco y cómodo, los israelitas debieron de apreciarlo. Además, el lino es fácil de lavar y de mantener limpio, cualidad verdaderamente práctica en vista de que las leyes de Israel exigían el lavado de las prendas de vestir por razones de limpieza e higiene. (Levítico 11:25, 40; 13:34; 15:5-13; 16:4, 32.) En la Biblia se dice apropiadamente que el “lino fino, brillante y limpio [...] representa los actos justos de los santos”. (Revelación 19:⁠8.)

“Cuando se lava el lino —explicó Roy⁠—, se elimina una capa microscópica de su superficie, con lo que su suave y limpia textura se renueva tras cada lavado. Como sus fibras se hacen más resistentes al mojarse, el lino aguanta bien repetidos lavados.” ¿Y de dónde sale este tejido tan sobresaliente?

La extracción de las fibras

En tiempos muy remotos el hombre aprendió a obtener de los tallos de la planta del lino la fibra textil conocida con el mismo nombre. La extracción de las fibras que finalmente producen el fino y hermoso lino no es un proceso sencillo. Consideremos brevemente el trabajo implicado según el proceso que se seguía antiguamente en Irlanda, importante centro linero durante siglos.

En abril o mayo se plantaban a mano las semillas de lino. Estas eran cuidadosamente atendidas durante unas dieciséis semanas hasta convertirse en plantas altas de tallo delgado, coronadas de delicadas flores azules. La cosecha tenía lugar a finales de agosto, cuando el lino adquiría un color pardusco. Las plantas se arrancaban a mano de raíz. Quitadas las hojas y las semillas (de estas se extrae el aceite de linaza), empezaba el duro trabajo de separar las fibras del tallo.

Primero se ponían en remojo los tallos en albercas de agua estancada durante unas dos semanas para que la corteza leñosa se pudriese. Según una autoridad en este campo, “esta etapa [denominada enriado] es una de las más características e indudablemente la más desagradable de todo el proceso de transformación del lino”. Estar de pie en la alberca con el maloliente agua hasta la cintura, sacando con cuidado las plantas putrefactas y procurando por todos los medios no romper ninguno de los largos tallos, era, en efecto, un trabajo desagradable.

El hediondo lino se esparcía sobre la hierba para que se secase al sol durante otras dos semanas. Una vez seco y quebradizo, se majaban los tallos a fin de extraer las fibras de su interior. Este proceso se denominaba agramado. Cierto escritor afirma, por experiencia propia, que “no hay nada más laborioso en el agotador trabajo del ser humano que el antiguo método de agramar a mano”.

La fabricación del tejido

Cuando se extraía de los tallos la masa de sedosas fibras, se peinaba para separar los enmarañados filamentos. Los más cortos se utilizaban para productos bastos como bramante, redes para pescar, lonas alquitranadas y velas de barco. Hilando las fibras más largas se conseguían hilos excepcionalmente finos, mucho más finos que los procedentes del hilado de la lana o del algodón, de fibras más cortas.

Para tejer el lino se utilizaba un telar. Sin embargo, hacían falta otros pasos adicionales para transformar el tejido sencillo que salía del telar en un hermoso lino blanco de suave brillo satinado. Por ejemplo, había que golpear repetidas veces el tejido para aplanar las fibras, y luego había que blanquearlo.

Los holandeses se convirtieron en los grandes maestros del arte del acabado y el blanqueado. Un escritor explicó: “El sistema holandés, según se practicaba en Irlanda, consistía en remojar el tejido durante ocho o diez días en una solución alcalina (orina de vaca o lejía de ceniza de algas); lavarlo y meterlo dos o tres semanas en suero de leche o en agua de salvado; volver a lavarlo, macearlo [golpearlo con mazos de madera para conseguir un gran lustre] y someterlo a un prolongado enriado sobre el prado [dejarlo expuesto al sol y al aire]”. Se dice que el entero proceso tomaba siete u ocho meses.

En la actualidad, la mecanización y métodos más científicos obviamente eliminan mucho del duro trabajo vinculado a la fabricación del lino. Los métodos modernos también han facilitado y agilizado la producción no solo de linos de tejido liso, sino también de tejidos más complicados, como el adamascado.

El término “adamascado” se deriva de “Damasco”, ciudad en la que, durante la Edad Media, los tejedores fabricaban un tipo de tejido de diseño muy característico. La complejidad del tejido adamascado se observa en un juego de tapetes que envió un fabricante de Belfast a la reina Victoria de Gran Bretaña en el año 1887. Cada uno de aquellos tapetes adamascados medía solo 43 por 38 centímetros, y, sin embargo, tenía 3.060 hilos de urdimbre y 4.012 de trama, ¡un total de 4 kilómetros de hilo en cada tapete!

Pero, dado que todos los hilos son del mismo color, ¿cómo se logra que resalte el dibujo? En su libro Discovering Textile History and Design (Historia y diseño textiles), K. G. Ponting explica: “La mayoría de los dibujos [en el adamascado] se perciben gracias a los diferentes reflejos de luz producidos por la urdimbre y la trama. El lino adamascado, casi siempre en blanco, depende enteramente de este efecto de luz”.

La próxima vez que examine un artículo de lino, seguro que apreciará mejor el trabajo y el cuidado que se requirió para fabricarlo. Reconocerá lo que hombres y mujeres han sabido durante miles de años: ¡el lino tiene mucho de particular!

[Fotografía en la página 23]

Tallos de lino ya secos

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