De nuestros lectores
Educación sexual Escribo para darles las gracias más sinceras por sus artículos sobre “¿Quién debería impartir la educación sexual?” (22 de febrero de 1992). Tengo dos hijos, y nunca había hablado con ellos de este tema, primero porque no había recibido tal educación y segundo porque no sabía qué decirles ni cómo. Pero después de leer esos artículos, mantuve una conversación con ellos por separado. Es una experiencia tan bonita que ningún padre debería perdérsela.
M. A. P., España
Estos artículos no fueron nada chocantes, pues explican con toda claridad cómo podemos educar a nuestros hijos respetuosamente en este campo. Tengo que darles las gracias porque me han ayudado a darme cuenta de que algunas veces había descuidado esta cuestión. Ya lo he remediado, y todo gracias a estos maravillosos artículos.
V. B., Francia
Soy una mujer de veinticinco años que ahora reconoce el valor de lo que la Biblia dice sobre la moralidad sexual. El llamado placer que produce la fornicación no compensa la inevitable pérdida de paz mental. Aunque ya no soy una niña ni tampoco una adolescente, creo que he aprendido unas lecciones muy valiosas de esos artículos.
S. H., Estados Unidos
Jamás había leído algo semejante en toda mi vida. Es extraordinario que enseñen la manera de impartir la educación sexual a los niños ayudándolos al mismo tiempo a cultivar unos valores morales elevados.
N. C., Italia
Soy madre de dos hijas adolescentes, y he podido tener bonitas conversaciones con ellas sobre todo lo relacionado con el sexo. Pero también soy madre de dos hijos, uno de once años y otro de nueve. Aunque he hablado con ellos de manera general sobre el sexo, no les he explicado los cambios corporales que experimentarán. Esta misma tarde llegó por correo su maravillosa revista. Estoy segura de que me ayudará a tratar este tema con mis dos hijos.
P. W., Australia
Como joven que soy, me he beneficiado mucho de leer esta revista. Mis padres no supieron darnos una educación sexual apropiada, pero, gracias a la ayuda de Jehová, no me he desviado de sus normas morales. De todas formas, espero que estos artículos ayuden a los padres que todavía no han hablado con sus hijos del tema del sexo.
A. M., México
Su sugerencia de que la educación sexual se considere un “secreto de familia” podría involuntariamente provocar serias dificultades a algunos de sus lectores. Actualmente, asistentes sociales, maestros, enfermeras y otros profesionales han recibido preparación para detectar cualquier señal que haga sospechar de que se está abusando de algún menor. El que un niño utilice la palabra “secreto” es indicio de tales abusos, puesto que muchos perpetradores de abusos sexuales dicen a los niños que mantengan el asunto en secreto.
E. R. N., Estados Unidos
Bastantes lectores nos han mencionado esto, y lamentamos haber alarmado a algunas personas preocupadas por la cuestión del abuso de menores. Creemos que su comentario está bien fundado. Para evitar posibles malentendidos, quizás sería mejor que los padres calificaran el tema de la sexualidad como algo “privado” en lugar de como un “secreto”.—La dirección.