De nuestros lectores
La lucha contra la enfermedad Quisiera expresarles mi agradecimiento por la experiencia de Hans Augustin publicada en el artículo “Mi lucha por la vida” (22 de abril de 1992). No gozo de buena salud, pero jamás he tenido unos problemas tan graves como los de él. Me hace recordar la fábula del hombre que se consideraba desgraciado porque no tenía zapatos... hasta que vio a otro hombre que no tenía pies. En todo caso, el relato de las dificultades de Hans Augustin me fortaleció mucho la fe, y pido a Dios que le ayude.
A. M. M., Estados Unidos
Padezco dolores de cabeza, tengo la mano y el pie derechos entumecidos, estoy perdiendo vista y siento un continuo aturdimiento. Me hicieron un escáner (TAC), pero no sacó a relucir ninguna anomalía. Me sentía deprimida porque ya no podía hacer mucho en el servicio de Dios. También me desesperaba cuando pensaba en mi futuro. Sin embargo, Hans Augustin animaba a los lectores a enfocar la atención en los valores espirituales y yo quiero imitar su actitud positiva. Ya estoy citada para hacerme más pruebas, pero esta vez, prescindiendo de cuáles sean los resultados, tengo ánimos para mirar hacia adelante y luchar contra la enfermedad.
K. T., Japón
Comercio mundial Solo unas líneas para agradecerles la serie de artículos titulada “El ascenso y caída del comercio mundial” (8 de enero a 22 de marzo de 1992). Pensaba que serían complicados, pero están tan bien redactados que no me ha costado entenderlos. Me han gustado mucho.
D. H., Estados Unidos
Trastornos del apetito Quisiera darles muchas gracias por publicar el artículo “Ayuda para los que padecen trastornos del apetito” (22 de febrero de 1992). Me ayudó a admitir por fin que padezco un trastorno del apetito. Por primera vez entiendo que mi problema no tiene nada que ver con la comida, sino con otras cuestiones, como por ejemplo, la vida de familia. Mi trastorno ha complicado muchos aspectos de mi vida, entre ellos mi carrera en el ministerio cristiano. Desde que leí el artículo he empezado a buscar información sobre el tema y me doy cuenta de que me queda un largo y duro camino hasta la recuperación. Pero el saber que Jehová es paciente y amoroso me ayuda mucho.
J. S., Estados Unidos
Tengo quince años y ya llevo varios años padeciendo un trastorno del apetito. Desde que mamá leyó el artículo se ha vuelto mucho más comprensiva, y su forma de ayudarme es también más adecuada. Ahora noto que llevo las riendas de mi vida. Debo decirles que agradezco mucho sus artículos. Siempre contienen exactamente lo que necesito.
M. G., Estados Unidos
La virginidad Gracias por el artículo “Los jóvenes preguntan... ¿Qué sentido tiene permanecer virgen?” (22 de abril de 1992). Cuando leí lo que dijo una joven de catorce años que había perdido su virginidad al cometer fornicación, me puse a llorar. A mí me pasó lo mismo. Todas las lágrimas del mundo no bastarían para mostrar el profundo pesar que siento como cristiana por no haber mantenido mi virginidad. Nunca había visto llorar a mi padre hasta el día en que se enteró de lo que había hecho. Y aunque Dios perdona bondadosamente, de vez en cuando los recuerdos me embargan y se me vuelven a saltar las lágrimas. Qué hermoso es mantener la virginidad y no tener que segar los malos resultados de haber sido el juguete de alguien.
I. M., Japón
Una chica de la escuela me ha propuesto varias veces que tengamos relaciones sexuales, pero yo siempre me he negado. Debido a ello, me ha acusado de ser homosexual. No obstante, su artículo ha fortalecido mi convicción de que vale la pena mantener la virginidad. Así tengo más probabilidades de ser feliz en el matrimonio que los que son permisivos en cuestiones sexuales.
D. L., Estados Unidos