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  • ¡Despertad! 1992
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¡Despertad! 1992
g92 22/11 págs. 25-27

Los jóvenes preguntan...

¿Por qué nada de lo que hago parece estar bien?

“Cuando empecé a trabajar para mi padre, me resultaba muy difícil agradarle. Solo tenía quince años, y el trabajo era muy complicado; cada vez que cometía un error, me lo reprochaba.”⁠—Randy.

“Mi madre parecía un detective: siempre estaba buscando fallos en lo que hacía. No había tenido tiempo de terminar mis quehaceres, cuando ya los estaba revisando para sacarles faltas.”⁠—Craig.

“Mis padres siempre me estaban sermoneando por algo. Decían que no me sabía organizar. La escuela, la casa, la congregación..., no me dejaban ni respirar.”⁠—James.

¿TE DA la sensación a veces de que nada de lo que haces complace lo suficiente a tus padres? ¿Te ha parecido alguna vez que hasta el más mínimo movimiento tuyo está siendo examinado como con un microscopio, que siempre se te está vigilando, que constantemente se te reprende pero nunca recibes el visto bueno por nada? En ese caso, posiblemente te parezca que tus padres desaprueban todo lo que haces.

Pero no eres el único que se encuentra en esa situación. La Dra. Joyce L. Vedral dice: “Según la mayoría de los adolescentes, los padres siempre les están sermoneando. [...] Se ponen machacones por todo: por que mantengas ordenada la habitación, por que saques la basura, por el tiempo que pasas en el cuarto de baño, por tu manera de vestir, por los amigos que tienes, por tus calificaciones y por que hagas los deberes escolares”. Aunque es comprensible que esto a veces te irrite, no es necesariamente algo malo. Es muy natural que los padres administren disciplina y corrección a sus hijos; esa es una manera de mostrarles amor. Según palabras de la Biblia, un padre censura “a un hijo en quien se complace”. (Proverbios 3:12.)

Si nunca recibieras una palabra de corrección de tus padres, ¿no dudarías de su interés por ti? (Proverbios 13:24; compara con Hebreos 12:⁠8.) De modo que puedes estar agradecido de tener padres que se interesan lo suficiente en ti como para corregirte. Al fin y al cabo, como eres joven y relativamente inexperto, es muy posible que a veces merezcas corrección. Sin la debida dirección, fácilmente podrías dejarte dominar por “los deseos que acompañan a la juventud”. (2 Timoteo 2:22.)

Analiza algunos de los problemas que esos deseos pueden causar a los jóvenes. El escritor Clayton Barbeau dice: “Este es un mundo peligroso para los adolescentes: cada hora muere un joven en un accidente automovilístico relacionado con la bebida; se calcula que cada año se suicidan unos doce mil adolescentes; anualmente quedan embarazadas un millón de jovencitas; actualmente hay tres millones de jóvenes alcohólicos; las enfermedades de transmisión sexual están muy extendidas” (How to Raise Parents [Cómo criar a los padres]). No es de extrañar que tus padres estén resueltos a suministrarte corrección de continuo. Como dice la Biblia, “el sabio escucha y absorbe más instrucción [...] La sabiduría y la disciplina son lo que han despreciado los que simplemente son tontos”. (Proverbios 1:5, 7; compara con Proverbios 10:⁠17.)

Por qué duele

De todas formas, “ninguna disciplina parece por el presente ser cosa de gozo, sino penosa”. (Hebreos 12:11.) Y eso es así especialmente durante la juventud. Al fin y al cabo, tu personalidad no está totalmente desarrollada; todavía estás creciendo y descubriendo quién eres. De ahí que la reprensión —aun cuando se medite bien y se dé con bondad⁠— pueda provocar resentimiento. El libro How to Survive Your Adolescent’s Adolescence (Cómo sobrevivir a la adolescencia de su adolescente) concluye que los adolescentes son “exageradamente susceptibles a la reprensión”. Como reconoce cierto joven: “Me duele que me reprendan”.

Y cuando la reprensión viene de tus padres, la herida puede ser muy profunda. En su libro Helping Your Teenager Deal With Stress (Cómo ayudar a su hijo adolescente a superar el estrés), la Dra. Bettie Youngs nos recuerda que por medio de “la aprobación o desaprobación de otros” el joven “desarrolla una opinión sobre sus propios méritos y su valía como ser humano”. Y los padres son los que más pueden ayudar a un joven a formarse este concepto de sí mismo. Por consiguiente, cuando uno de tus padres te corrige o se queja de cómo haces algo, puede ser muy doloroso, verdaderamente desolador.

Aun así, ¿deberías llegar a la conclusión de que nada de lo que haces parece estar bien? ¿O de que eres un fracasado simplemente porque tus padres te han señalado algunos de tus defectos? No olvides que todo ser humano dista mucho de la perfección. (Romanos 3:23.) Y cometer errores forma parte del proceso de aprendizaje. (Compara con Job 6:24.) El problema quizás sea que tus padres no dicen mucho cuando haces algo bien, y cuando te equivocas, no dejan de repetírtelo. Esto duele, pero difícilmente significa que seas un fracasado. Aprende a aceptar con calma toda aquella reprensión que sea razonable, sin minimizarla, pero tampoco dejando que te hunda. (Compara con Hebreos 12:⁠5.)

Cuando la reprensión es injusta

Pero ¿y si la reprensión es injusta? Es cierto que algunos padres fijan normas irrazonablemente elevadas para sus hijos. Si constantemente sermonean a sus hijos por insignificancias, pueden irritarlos. También puede darse el caso de que padres que tienen causas legítimas de queja reprendan a sus hijos de manera áspera e incluso degradante. La Dra. Bettie Youngs dice que cuando los padres “insultan, sermonean, hablan con sarcasmo, avergüenzan, culpan y amenazan” a sus hijos, están utilizando “formas de comunicación destructivas, [...] que socavan la confianza del niño en sí mismo y su sentido de valía personal”.

Cuando al justo Job lo atacaron con una andanada de reprensiones injustas, exclamó: “¿Hasta cuándo seguirán ustedes irritando mi alma y seguirán aplastándome con palabras?”. (Job 19:⁠2.) De manera similar, si los padres de un joven le reprochan constantemente todo lo que hace o juzgan su conducta según unas normas tan elevadas que no son realistas, pueden exasperarlo, hacer que ‘se descorazone’. (Colosenses 3:21.) El libro Coping With Teenage Depression (Cómo afrontar la depresión en la adolescencia), de Kathleen McCoy, incluso dice que “el no poder satisfacer las elevadas expectativas de sus padres puede provocar en los adolescentes una gran pérdida de amor propio y una depresión reactiva”.

En realidad, las reprensiones injustas suelen producir un círculo vicioso: Tus padres te reprenden. Tú reaccionas desanimándote porque crees que no haces nada bien. Al sentirte así, cuando tus padres te piden que hagas algo, piensas que no vale la pena esforzarse y realizas un trabajo deficiente. ¿El resultado? ¡Más reprensión!

El motivo de la reprensión

¿Cómo puedes detener este ciclo destructivo? En primer lugar, trata de comprender por qué opinan así tus padres. ¿Son sus sermoneos o constantes reprensiones realmente maliciosos? No es probable que este sea el caso. La Dra. Joyce L. Vedral pregunta: “¿Por qué sermonean? Lo hacen porque nadie les escucha, o por lo menos nadie admite que les escucha. Cuanto menos caso creen que les hacen, más sermonean”. ¿Verdaderamente les demuestras a tus padres que respondes a sus quejas? ¿O caen sus palabras en oídos sordos? En ese caso, no te sorprenda si los reproches son cada vez más frecuentes... y fuertes. Pero ¿podrían cesar si tú simplemente pusieras por obra las palabras de Proverbios 19:20? Ese versículo dice: “Escucha el consejo y acepta la disciplina, a fin de que te hagas sabio en tu futuro”.

A veces los padres se vuelven demasiado reprensores, no debido a alguna falta tuya en particular, sino simplemente porque están de mal humor. ¿Ha tenido tu madre un día difícil en el trabajo? En ese caso, puede que esté más predispuesta de lo normal a regañarte si tienes la habitación un poco sucia y desordenada. ¿Está tu padre disgustado y frustrado por la precaria situación económica de la familia? Entonces puede que sin darse cuenta hable irreflexivamente “como con las estocadas de una espada”. (Proverbios 12:18.) Hay que reconocer que esto es injusto. Pero “todos tropezamos muchas veces. Si alguno no tropieza en palabra, este es varón perfecto”. (Santiago 3:⁠2.) Por lo tanto, si tu madre o tu padre parece estar tenso o disgustado, lo más inteligente es andar con tiento y no dar razón para que te reprendan.

Como humanos imperfectos, los padres también pueden verse afectados por sentimientos de incapacidad. El que tú falles puede hacerles pensar que son ellos los que han fallado. La Dra. Vedral explica: “Quizás saques malas notas, y tu padre te diga: ‘¿Serás torpe? Tengo por hijo a un tonto’. Es obvio que tu padre no cree realmente que tú seas un tonto. Lo que en realidad está diciendo es: ‘Me temo que no te estoy motivando para que estudies’”.

Tales temores también pueden impulsar a los padres a fijar normas elevadas, pero poco realistas. Un joven llamado Jason se lamentó diciendo: “Nunca están satisfechos. Si recojo las hojas secas del jardín, mi padre pregunta por qué no limpié de paso el garaje. Si saco un ‘notable’ en alguna asignatura, mis padres me preguntan por qué no saqué un ‘sobresaliente’ y me dicen que soy un inútil”. Pero un tutor de la escuela habló con los padres de Jason y descubrió lo siguiente: “Las esperanzas excesivamente elevadas que se habían forjado para su hijo eran un reflejo de sus propios sentimientos de incapacidad y de lo desilusionados que se sentían con la carrera que en su día escogieron para sí mismos y con su posición económica” (Coping With Teenage Depression).

Cualquiera que sea la situación en tu casa, quizás ahora puedas apreciar mejor por qué tus padres tienden a reprenderte a veces. Pero ¿qué puedes hacer para sobrellevar los reproches de tus padres? ¿Hay alguna manera de beneficiarse de sus reprensiones? Estas preguntas se considerarán en un artículo próximo.

[Fotografía en la página 26]

Cuando uno de tus padres se queja de cómo haces algo, puede ser verdaderamente desolador

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