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¡Despertad! 1992
g92 22/12 págs. 3-4

Dar produce gozo

Por el corresponsal de ¡Despertad! en Alemania

¿A QUIÉN no le gusta recibir un bonito regalo? ¡Qué alentador es saber que alguien nos quiere! Aunque recibir regalos es agradable, darlos también produce gran satisfacción. De hecho, según dijo Jesús, el fundador del cristianismo, “hay más felicidad en dar que en recibir”. (Hechos 20:35.)

La Biblia menciona muchas ocasiones en las que se dieron regalos, a veces hasta regalos valiosísimos. Cuando la reina de Seba presenció la sabiduría de Salomón, “dio al rey ciento veinte talentos de oro y grandísima cantidad de aceite balsámico y piedras preciosas”. (1 Reyes 10:10.) El valor moderno de tan solo el oro que le regaló sería de más de 46 millones de dólares (E.U.A.). También se menciona el caso del Faraón de Egipto que regaló una ciudad entera a una de sus hijas. (1 Reyes 9:16.)

Pero los regalos no tienen que ser muy costosos para producir gozo. Recuerde, por ejemplo, al bondadoso samaritano de la ilustración de Jesús, que ayudó espontáneamente a un semejante que se encontraba en necesidad (Lucas 10:30-37), o a la congregación cristiana de Corinto, que envió un “bondadoso don” a sus hermanos necesitados de Jerusalén. (1 Corintios 16:⁠3.)

No obstante, es probable que el relato bíblico más conocido respecto a ofrecer regalos sea el de los astrólogos —comúnmente conocidos como los Reyes Magos⁠— que llevaron obsequios al niño Jesús. Este hecho sirve de base a muchos para dar regalos en Navidad. (Mateo 2:2-11.)

¿Qué puede decirse de los regalos navideños?

Indiscutiblemente muchas personas, con toda sinceridad, gustan de imbuirse de lo que ellas llaman el espíritu navideño, el espíritu de dar. Algunas personas piensan con mucha antelación en lo que van a regalar y se esmeran en encontrar regalos poco comunes y tarjetas de Navidad adecuadas. Dicho sea de paso, las primeras felicitaciones de Navidad aparecieron en Inglaterra durante la década de los cuarenta del siglo pasado, aunque existen diferentes opiniones en cuanto a quién originó esta costumbre. Pero, tanto si se trata de un regalo como de una tarjeta, muchas personas derivan verdadero gozo de encontrar ese algo especial para alguien también especial.

Por otro lado, nadie negará que muchos de los que hacen regalos navideños no encajan con esta descripción. En Alemania, el dueño de cierto establecimiento dijo lo siguiente respecto a los que compraban regalos navideños: “Cuanto más nos acercamos a la Nochebuena, más nerviosa se pone la gente. Al final, se conforman con cualquier cosa que encuentran”.

La lucha por abrirse paso entre la gente que atesta los grandes almacenes y el mucho tiempo que se necesita para buscar regalos adecuados hace que algunos compradores se quejen del estrés, el ajetreo y la presión. Según un periódico austriaco, uno de cada tres compradores se queja del “paso acelerado” y dice que se sentirá aliviado “en cuanto termine todo ese apresuramiento”. Y en cuanto a los adolescentes alemanes, cuando se les preguntó lo que pensaban de la Navidad, respondieron: “Me exaspera”, “Nunca se sabe qué regalar”, “Todo es muy caro”, y otros comentarios parecidos.

Es obvio que no todas las personas experimentan esa mayor ‘felicidad que proviene del dar’ que mencionó Jesús. Sin duda la razón principal es que la Navidad se ha comercializado tanto, que para muchos se ha convertido en una verdadera causa de irritación. Según The World Book Encyclopedia, “hasta una cuarta parte de las ventas anuales de muchos establecimientos se producen en Navidad”. Por lo visto, la musiquilla navideña que más deleita el oído de los comerciantes es la que producen sus cajas registradoras.

Está claro que muchas veces el hacer regalos navideños no produce el gozo que debería sentirse al dar. “ Temo que venga la Navidad”, confesó una católica.

No es de extrañar que se ponga en duda lo apropiado de los regalos navideños. ¿Qué sentido tienen?

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