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g93 22/1 págs. 3-8

Nuestra deteriorada Tierra: atacada por diversos flancos

EN JUNIO del año pasado se celebró en Río de Janeiro (Brasil) la Cumbre de la Tierra sobre cuestiones ambientales. Ese mismo mes, coincidiendo con la cumbre, la revista India Today publicó un artículo de fondo redactado por su director asociado, el señor Raj Chengappa, cuyo título era: “Una Tierra herida”. Los primeros párrafos eran muy gráficos:

“Cuando en 1971 Edgar Mitchell viajó a la Luna a bordo del Apolo 14, su primer vislumbre de la Tierra desde el espacio le dejó extasiado, y con gran efusión comunicó por radio a la base de Houston [Texas, E.U.A.] el siguiente mensaje: ‘Parece una joya resplandeciente de color azul y blanco [...] adornada con blancos velos que giran lentamente a su alrededor [...]. Es como una pequeña perla en un mar misterioso, denso y negro’.

”Si ahora, veintiún años después, Mitchell fuese enviado de nuevo al espacio, esta vez con lentes especiales que le permitieran ver los gases invisibles de la atmósfera terrestre, contemplaría algo muy distinto. Sobre la Antártida y América del Norte vería unos gigantescos agujeros en la protectora capa de ozono. En lugar de una joya resplandeciente de color azul y blanco, vería una Tierra apagada y sucia, llena de unas oscuras nubes de dióxidos de carbono y de azufre.

”Si Mitchell sacase su cámara, tomase imágenes de la cubierta forestal de la Tierra y las comparara con las que tomó en 1971, se quedaría asombrado de la gran regresión que esta ha experimentado. Y si utilizara su telescopio especial para examinar la suciedad de las aguas de la Tierra, vería tiras de veneno entrecruzando las masas de tierra y oscuras bolas de alquitrán recubriendo mucho del suelo oceánico. ‘Houston —habría sido su mensaje por radio—, ¿qué hemos hecho?’

”En realidad, no necesitamos adentrarnos 36.000 kilómetros en el espacio para saber lo que hemos hecho. Hoy día podemos beber, respirar, oler y ver la contaminación. En cien años, especialmente en los pasados treinta, el ser humano ha dejado la Tierra al borde del desastre. Al arrojar a la atmósfera una exorbitante cantidad de gases que retienen el calor, estamos provocando cambios climáticos dañinos. Los gases que utilizan nuestros refrigeradores y acondicionadores de aire reducen la protectora capa de ozono, lo que nos deja expuestos a enfermar de cáncer de piel y altera la estructura genética de animales más pequeños. Al mismo tiempo, el hombre ha degradado enormes extensiones de terreno, ha destruido bosques a un ritmo vertiginoso, ha vertido indiscriminadamente en los ríos toneladas de veneno y ha arrojado grandes cantidades de sustancias químicas tóxicas en los mares.

”La mayor amenaza actual a la humanidad es la destrucción del medio ambiente de la Tierra. Para detener el holocausto hace falta un cambio de procedimientos y actitudes en todo el globo terráqueo.”

Tras enumerar muchos problemas relativos al medio ambiente que las naciones deben esforzarse por resolver, Raj Chengappa concluye su artículo de fondo con estas palabras: “Todo esto tiene que hacerse sin demora. Ya no es que el futuro de sus hijos corra peligro. El peligro está aquí y ahora”.

Así que los médicos que están tratando a la Tierra se reúnen a la cabecera de su cama, celebran conferencias y sugieren remedios, pero no se ponen de acuerdo. Discuten. ‘No está realmente enferma’, dicen algunos. ‘¡Se está muriendo!’, exclaman otros. La retórica aumenta, los remedios proliferan, los médicos no se deciden y, mientras tanto, la paciente empeora. No se hace nada. Necesitan efectuar más estudios. Firman recetas que nunca se despachan. Cuántos de estos trámites no son más que una táctica dilatoria para dejar que la contaminación continúe y las ganancias se acumulen. La paciente nunca recibe la medicación, sus males aumentan, la crisis empeora, y la Tierra sigue deteriorándose.

La Tierra y la vida que hay en ella son muy complejas, están entretejidas de forma intrincada. A los millones de criaturas vivas estrechamente vinculadas entre sí se les llama red de la vida. Si a esa red se le corta uno de los hilos, puede empezar a deshacerse. Es como hacer caer una ficha de dominó, que provoca la caída en serie de las demás. La regresión de una pluviselva tropical sirve de modelo.

Las pluviselvas se valen del proceso de la fotosíntesis para tomar dióxido de carbono del aire y producir oxígeno. También absorben enormes cantidades de agua, de las que solo utilizan una pequeña porción para fabricar su alimento. La mayor parte la reciclan y la devuelven a la atmósfera en forma de vapor de agua. Este forma nuevas nubes, que descargan más lluvia para el beneficio de las pluviselvas y de los millones de plantas y animales que se alimentan bajo su verde dosel.

Pero cuando se tala una pluviselva, el dióxido de carbono permanece suspendido como una manta y retiene el calor del Sol. Se aporta poco oxígeno al aire para beneficio de los animales. Se recicla poca agua de lluvia para que vuelva a precipitarse. Más bien, la poca lluvia que cae resbala sobre el terreno y arrastra a su paso el mantillo del suelo, tan necesario para que las plantas vuelvan a crecer. Las corrientes de agua y los lagos se cargan de cieno, y los peces mueren. El agua arrastra el cieno hasta los océanos y lo deposita sobre los arrecifes tropicales, que mueren como consecuencia. Desaparecen millones de plantas y animales que en un tiempo medraban bajo el verde dosel, disminuyen las intensas lluvias que antes regaban la tierra y empieza el largo y lento proceso de la desertización. Recuerde: hubo un tiempo en que el gran desierto africano del Sahara estaba cubierto de vegetación, pero ahora se ha convertido en la mayor extensión de arena de la Tierra y poco a poco se está acercando a algunos extremos de Europa.

En la Cumbre de la Tierra, Estados Unidos y otros países acaudalados presionaron para tratar de conseguir que Brasil y otros países en vías de desarrollo dejen de talar sus pluviselvas. “Estados Unidos afirma —según un despacho recibido por el periódico New York Times— que en el mundo en vías de desarrollo, los bosques, especialmente los bosques tropicales, están siendo destruidos a un ritmo alarmante, y que el planeta entero se verá perjudicado. Según Estados Unidos, los bosques son un haber mundial que ayuda a regular el clima al absorber el dióxido de carbono que retiene el calor, y también son el hábitat de un importante porcentaje de las especies vivas del mundo.”

Las naciones en vías de desarrollo no tardaron en acusar a Estados Unidos de hipocresía. Según The New York Times, esas naciones “se resienten por lo que consideran un intento de limitar su soberanía de parte de países que hace mucho tiempo talaron sus propios árboles por lucro, pero que ahora quieren colocar la principal responsabilidad de conservar los bosques de la Tierra sobre los hombros de países que están luchando por la supervivencia económica”. Una diplomática de Malaysia se expresó sin rodeos: “Desde luego, no vamos a conservar nuestros bosques para aquellos que han destruido los suyos y ahora tratan de reclamar los nuestros como parte de la herencia de la humanidad”. En el litoral pacífico del noroeste norteamericano, a Estados Unidos solo le queda el 10% de los bosques primarios, y continúa talándolos; sin embargo, ese país quiere que Brasil, que todavía conserva el 90% de sus selvas amazónicas, abandone toda su explotación forestal.

Los que predican a otros que “no destruyan sus bosques” mientras ellos destruyen los suyos, nos recuerdan a los que se describe en Romanos 2:21-23: “Tú, sin embargo, el que enseñas a otro, ¿no te enseñas a ti mismo? Tú, el que predicas: ‘No hurtes’, ¿hurtas? Tú, el que dices: ‘No cometas adulterio’, ¿cometes adulterio? Tú, el que expresas aborrecimiento de los ídolos, ¿robas a los templos? Tú, que te glorías en ley, ¿por tu transgresión de la Ley deshonras a Dios?”. O dicho en términos ambientales: ‘Tú, el que predicas: “Conserva tus bosques”, ¿talas los tuyos?’.

Un problema vinculado estrechamente al de la destrucción de los bosques es el del calentamiento de la Tierra. Aunque la dinámica química y térmica es compleja, la preocupación se centra sobre todo en un componente químico de la atmósfera, el dióxido de carbono, que constituye uno de los factores principales en el calentamiento terrestre. El año pasado, investigadores del Centro de Investigación Byrd Polar dijeron que “todos los glaciares de montaña de mediana y baja altitud están derritiéndose y retrocediendo —algunos bastante deprisa—, y que el hielo de estos glaciares indica que durante los últimos cincuenta años las temperaturas han sido mucho más elevadas que en cualquier otro período de cincuenta años” del que hay datos. Muy poco dióxido de carbono podría significar un clima más frío; demasiado podría significar el derretimiento de los casquetes y glaciares polares y la inundación de las ciudades costeras.

Respecto al dióxido de carbono, India Today publicó:

“Puede que solo constituya una fracción de los gases atmosféricos: el 0,03% del total. Pero sin dióxido de carbono, nuestro planeta sería tan frío como la Luna. Al retener el calor que emana de la superficie de la Tierra, regula las temperaturas del planeta alrededor de los 15 grados Celsio, lo que permite la conservación de la vida. No obstante, si su cantidad aumenta, la Tierra podría convertirse en una gigantesca sauna.

”Si lo que dicen los centros que estudian los cambios climáticos de la Tierra es confiable, la situación se está caldeando. En la década de los ochenta hubo seis de los siete veranos más cálidos desde que se empezaron a registrar las variaciones climáticas, hace unos ciento cincuenta años. La supuesta causa: un aumento del 26% en la cantidad de dióxido de carbono que hay en la atmósfera en comparación con el nivel existente antes de la revolución industrial.”

Se cree que el problema radica en los 1.800 millones de toneladas de dióxido de carbono que arroja todos los años a la atmósfera la quema de combustibles fósiles. Un anhelado tratado para que las naciones controlaran más las emisiones de dióxido de carbono recibió tan poco apoyo en la reciente Cumbre de la Tierra que se dice que “calentó los ánimos” de los climatólogos presentes. Uno de ellos estaba tan acalorado que dijo: “No podemos seguir actuando como si no hubiera pasado nada. Es un hecho indisputable que la cuenta bancaria mundial de gases se ha desequilibrado. Hay que hacer algo o pronto tendremos millones de refugiados ambientales”. Se refería a los que huirían de sus lugares de origen por haberse inundado su tierra.

Otra cuestión candente tiene que ver con los llamados agujeros de la capa de ozono que protege la Tierra de los cancerígenos rayos ultravioleta. Los principales culpables de ese problema son los CFC (clorofluorocarbonos), gases que se utilizan en la refrigeración, el acondicionamiento de aire, los disolventes para limpieza y también como agentes insufladores en la fabricación de espuma de plástico. Además, muchos países todavía los utilizan en los aerosoles. Cuando los CFC llegan a la estratosfera, los rayos ultravioleta del Sol los descomponen, y se propagan átomos de cloro libre, cada uno de los cuales puede destruir por lo menos 100.000 moléculas de ozono. Los agujeros de la capa de ozono son zonas en las que los niveles de ozono se han reducido drásticamente. Se han encontrado tanto en la Antártida como en latitudes septentrionales, lo que significa que más rayos ultravioleta llegan a la superficie de la Tierra.

Estos rayos matan el fitoplancton y el krill, que constituyen los primeros eslabones de la cadena alimentaria oceánica. También producen mutaciones en las moléculas de ADN que contienen el código genético de la vida. Además, afectan las cosechas. En el ser humano, las radiaciones ultravioletas contribuyen a la aparición de cataratas y de cáncer de piel. Cuando los investigadores de la NASA encontraron elevadas concentraciones de monóxido de cloro en regiones septentrionales de Estados Unidos, Canadá, Europa y Rusia, uno de ellos dijo: “Todo el mundo debería estar alarmado por la situación. Es mucho peor de lo que imaginábamos”. Lester Brown, presidente del Instituto Worldwatch, informó: “Los científicos calculan que la degradación acelerada de la capa de ozono en el hemisferio norte provocará, tan solo en Estados Unidos, otras 200.000 muertes de cáncer de piel durante los próximos cincuenta años. En todo el mundo hay millones de vidas en peligro”.

La biodiversidad —mantener con vida en sus hábitats naturales tantas plantas y animales como sea posible— es otra preocupación actual. La revista Discover publicó un extracto del reciente libro del biólogo Edward O. Wilson titulado The Diversity of Life (La diversidad de la vida), en el que él mencionó la extinción de miles de especies de aves, peces e insectos, así como de especies que normalmente se pasan por alto por considerarse insignificantes: “Muchas de las especies desaparecidas son hongos micorrizantes, hongos que por unión simbiótica acrecientan la absorción de nutrientes por parte del sistema de raíces de ciertas plantas. Los ecologistas se han preguntado por mucho tiempo qué les sucedería a los ecosistemas terrestres si estos hongos desaparecieran, y pronto lo descubriremos”.

En ese libro Wilson también formuló, y luego respondió, esta pregunta acerca de la importancia de salvar las especies:

“¿Qué importa que algunas especies se extingan, que hasta desaparezca la mitad de todas las especies de la Tierra? Déjenme enumerar las pérdidas. Se pierden nuevas fuentes de información científica. Se acaba con un vasto potencial de riqueza biológica. Medicinas, cosechas, fármacos, madera, fibras, pasta papelera, vegetación que restaura el suelo, sustitutivos del petróleo y otros productos y cosas que aún están sin explotar nunca se descubrirán. En algunos ámbitos está de moda desechar lo pequeño y desconocido, los insectos y la hierba, olvidando que una mariposa de América Latina casi desconocida salvó los pastos de Australia de una invasión de cactos, que la Vinca rosea suministró el remedio para la enfermedad de Hodgkin y la leucemia linfocítica infantil, que la corteza del tejo Taxus brevifolia ofrece esperanza a las mujeres que padecen cáncer de ovarios y de mama, que una sustancia química de la saliva de las sanguijuelas disuelve coágulos de sangre durante operaciones quirúrgicas..., y la lista seguiría, una lista bastante larga e ilustre a pesar de la poca investigación que se efectúa en este campo.

”Con una mente amnésica también es fácil pasar por alto los servicios que proporcionan a la humanidad los ecosistemas. Enriquecen el suelo y crean el aire que respiramos. Sin estos factores, la existencia futura de la raza humana en la Tierra sería desagradable y breve.”

Todo lo que se ha dicho hasta aquí no es más que —repitiendo la tan trillada expresión— la punta del iceberg. ¿Cuándo dejará el hombre de deteriorar la Tierra? ¿Y quién pondrá fin a ese proceso? En el siguiente artículo hallará la respuesta.

[Comentario en la página 4]

Hubo un tiempo en que el gran desierto africano del Sahara estaba cubierto de vegetación

[Comentario en la página 5]

‘Tú, el que predicas: “Conserva tus bosques”, ¿talas los tuyos?’

[Comentarios en la página 5]

Muy poco dióxido de carbono: clima más frío

Demasiado: derretimiento de los glaciares

[Comentario en la página 6]

“¿Qué importa que algunas especies se extingan?”

[Comentario en la página 6]

Sin microorganismos, la existencia de la raza humana sería breve y desagradable

[Fotografía en la página 8]

Vertidos químicos tóxicos que contaminan el aire, el agua y el suelo

[Reconocimiento]

Feig/Sipa

[Fotografías en la página 7]

La pluviselva amazónica en toda su prístina belleza

[Reconocimientos]

Abril Imagens/João Ramid

Más pluviselvas, tras la acción destructiva del hombre

F4/R. Azoury/Sipa

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