Inspectores de sanidad alados
Si se preguntara cuál es el ave que más animadversión despierta, muchos responderían que el buitre.
Pocas aves han sido tan difamadas como el buitre. Es la odiosa ave cuya siniestra silueta planea en círculo sobre los cadáveres y los moribundos. Se dice que su presencia anuncia gran mortandad, desolación y desesperanza. Pero esta imagen dista mucho de la realidad.
Prueba de ello es que muchas personas se han sentido cautivadas por el vuelo elegante de los buitres y por la ternura con que cuidan a sus crías. También han percibido el importante papel que desempeñan en la ecología, por lo que, además de imponentes, los consideran indispensables.
Hay que admitir que, aparte de sus desagradables hábitos alimentarios, los buitres tienen unas cuantas cosas en su contra. Desde luego, no ganarían ningún concurso de belleza, y su voz ha sido calificada de áspera, maullante, gruñente, graznante y silbante. Sin embargo, tienen algunas cualidades encantadoras.
Las aves carroñeras toman muy en serio el cuidado de las crías. Cada año un “hijo único” recibe la total atención de ambos progenitores hasta que puede valerse por sí mismo. Desde luego, un pollo indefenso que permanece durante varios meses en un nido construido sobre un saliente rocoso inaccesible, necesita el cuidado compasivo de ambos progenitores. Por ejemplo, una cría de cóndor de los Andes necesita ser alimentada durante seis meses antes de poder abandonar el nido. Cuando lo hace, es ya casi adulto y comienza su vida independiente.
Además, las aves carroñeras tienen la virtud de ser sumamente útiles. Cierto es que muchas aves benefician al ser humano de una forma u otra, pero las carroñeras prestan un servicio singular. Actúan como verdaderos inspectores de sanidad.
Inspección sanitaria
Limpiar los cadáveres no es la tarea cotidiana favorita de casi nadie, pero es una labor importante. Para que haya un saneamiento adecuado, hace falta una rápida eliminación de los cadáveres, pues estos pueden ser peligrosas fuentes de enfermedades infecciosas tanto para el hombre como para los animales.
Las aves carroñeras son especialistas en este campo. Hasta carne contaminada de ántrax o de toxinas botulínicas es engullida sin peligro hasta que no queda nada más que los huesos.
Algunas aves carroñeras incluso se especializan en comer huesos. El quebrantahuesos de Eurasia y África deja caer los huesos desde gran altura sobre una superficie rocosa, y, una vez partidos, se come el tuétano y los trozos más pequeños.
Felizmente, a diferencia de sus homólogos humanos, estos inspectores de sanidad nunca se declaran en huelga. Si no desempeñaran su labor, las llanuras tropicales se cubrirían de cadáveres cargados de enfermedades.
Acompañemos a un grupo de buitres en una de sus típicas jornadas de trabajo.
Patrulla aérea
Poco después del amanecer, un grupo de buitres levanta el vuelo, y cada uno se encarga de abarcar una zona en particular. A lo largo del día, nuestro escuadrón de buitres patrulla incansablemente por el aire en busca de animales muertos. Cuando uno de ellos por fin localiza un cadáver, se lanza en picado hacia él. Este vuelo capta la atención de los demás, que también se apresuran hacia el botín. En cuestión de minutos llegan docenas de buitres.
Antes de ponerse a comer, los buitres saltan alrededor del cadáver en actitud expectante. A pesar de su reputación, son criaturas extremadamente tímidas. Por fin uno de ellos empieza a desgarrar el cadáver, lo que sirve de señal para que todo el grupo se lance a la comida. Parece una riña, todos emiten sonidos silbantes, empujan y tiran y la escena adquiere todo el aspecto de una melé en el curso de un partido de rugby. El que tiene más hambre y protesta con más fuerza suele ser el primero en comer, pero si el cadáver es grande, habrá suficiente comida para todos.
En cuestión de minutos acaban con la comida y solo dejan los huesos. Seguidamente alzan el vuelo de nuevo y continúan la búsqueda. La vida de los buitres no es fácil. Pueden pasar dos o tres días antes de que vuelvan a encontrar comida.
Su agudeza óptica y labor de equipo
Los buitres están equipados admirablemente para la vigilancia aérea. El diseño de sus alas es perfecto para planear y remontarse, permitiéndoles volar por horas sin apenas mover las alas. Saben utilizar a la perfección las corrientes térmicas —columnas ascendentes de aire caliente— para mantenerse en el aire con el mínimo esfuerzo. Dean Amadon, eminente ornitólogo estadounidense, dijo que eran una de “las expresiones de vuelo más elocuentes de la naturaleza”.
Una pregunta que intrigó a los ornitólogos por muchos años fue cómo se las arreglan los buitres para encontrar los cadáveres tan deprisa.
Una mezcla de agudeza óptica y labor de equipo, resultó ser la respuesta. Se ha calculado que un buitre que está volando en círculo a una altura de 750 metros puede divisar en el suelo un objeto de menos de 13 centímetros de longitud. Pero aun con esa visión tan penetrante, le costaría mucho encontrar comida si estuviese solo.
Por consiguiente, la labor de equipo es esencial. Se ha observado que los buitres se separan para patrullar diferentes zonas. Si un buitre desciende hacia un cadáver, su característico vuelo en picado indica a sus congéneres cercanos que hay comida en perspectiva, e inmediatamente vuelan en esa dirección. Su cambio de trayectoria es divisado por otros buitres más alejados, que también se apresuran hacia el lugar señalado. Este sistema de telegrafía aérea es tan eficaz que a un observador le puede parecer que todos los buitres llegan casi a la vez.
Lo lamentable es que ni dicha eficacia ni su innegable utilidad han bastado para garantizar la protección y supervivencia de las aves carroñeras.
El cóndor pasa
A pesar de ser considerado una de las aves rapaces más grandes e impresionantes, el buitre se encuentra en peligro de extinción en muchas partes del mundo. Su alimento tradicional ha desaparecido de las llanuras, y a menudo sucede que los cadáveres que por fin encuentra han sido envenenados. Su lenta tasa de reproducción también dificulta la recuperación de sus diezmadas poblaciones.
Sin embargo, se han conseguido algunos éxitos esperanzadores. Un programa para la reproducción artificial del cóndor de California parece tener buenos resultados, y se espera que pronto puedan devolverse más cóndores a su hábitat natural. Gracias a los esfuerzos de los conservacionistas franceses, el buitre leonado se ha reintroducido en el Macizo Central de Francia después de muchos años de ausencia.
De modo que el ave que en un tiempo solía despertar animadversión en la gente se ha convertido en un símbolo de los esfuerzos del hombre por salvar las especies que él mismo ha puesto en peligro. No hay duda de que el majestuoso vuelo del cóndor sobre las sierras de América del Norte y del Sur es un espectáculo demasiado precioso como para permitir que desaparezca.
Mientras tanto, en África y Asia las aves carroñeras siguen realizando con modestia una tarea que no se agradece: la de ser inspectores de sanidad alados.
[Reconocimiento en la página 10]
Foto: Cortesía del Zoo de Madrid, Madrid (España)
[Recuadro en la página 12]
Récords en el mundo de las aves
LAS aves carroñeras son de las más grandes del mundo y también de las que más escasean. Además, ostentan el récord de altitud aviaria.
El cóndor de California es una de las especies en peligro de extinción que se encuentra en situación más crítica. Con el fin de evitar su desaparición, se están llevando a cabo esfuerzos intensos por conservar la especie mediante un programa de reproducción entre las dos docenas que hay en cautividad. En 1986 solo quedaban en su hábitat natural tres cóndores de California.
El cóndor de los Andes y el marabú de África son las aves terrestres de mayor envergadura alar: más de tres metros. Dicho cóndor es también el ave rapaz de mayor peso, llegando a alcanzar a veces los 14 kilogramos.
Otro récord de las aves carroñeras es la gran altura a la que vuelan. En 1973 un buitre africano (Gyps rueppellii) colisionó con un avión que volaba sobre Côte d’Ivoire (Costa de Marfil), en África occidental, a una altitud de 11.300 metros.