Heno para el buitre
Tan recientemente como en el siglo diecinueve se afirmaba como regla general que a las aves de rapiña se les había dotado de un olfato muy fino y por eso podían descubrir su alimento desde lejos. Pero los experimentos que ha hecho Audubon muestran todo lo contrario. En una ocasión él consiguió un cuero de venado. Lo llenó de heno y lo colocó en medio de un campo, poniéndolo de tal modo que pareciera un animal muerto. Después de unos cuantos minutos hizo su aparición un buitre hambriento. Sin sospechar, el ave se puso a atacar al “cadáver,” como de costumbre, en los puntos más vulnerables. Dado que esto no dió resultado, el buitre, haciendo gran esfuerzo, desbarató las costuras, sinceramente resuelto a llegar a la “carne” suculenta. Al descubrir que sus esfuerzos no dieron otro resultado que el de extraer grandes cantidades de heno, el buitre enfadado abandonó su tarea con cierto desgano y emprendió su vuelo a algún otro lugar en busca de alimento. Y así Audubon probó que no es por olfato sino por vista que el buitre caza.
Pero los lectores de la Biblia, sin saber de los experimentos de Audubon o cualesquier otros, siempre han conocido la verdad del asunto. Pues en Job 39:27-29 (UTA) dice: “¿Vuela en alto el buitre por mandato tuyo, cuando coloca su nido en lo elevado? Ocupa el peñasco y hace su habitación sobre el pico del peñasco y el refugio rocalloso. Desde allí busca alimento; sus ojos ven allá lejos.” La traducción cuidadosa literal del versículo 29 por Rótherham lee: “Busca alimento, muy lejos penetran sus ojos.”