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  • El payaso emplumado del lago Victoria
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¡Despertad! 1993
g93 22/3 pág. 31

El payaso emplumado del lago Victoria

Por el corresponsal de ¡Despertad! en Kenia

NUESTRA barca se desliza por las plácidas aguas del lago Victoria, cuando de repente aparece ante nuestra vista un nido de ave enorme encajado en la horquilla principal de un viejo árbol cuyas ramas cuelgan sobre el lago. Su diámetro es de unos 1,8 metros, suficiente como para hacernos temer que el nido lo habite una criatura del tamaño de un pterodáctilo.

Sin embargo, estamos decididos a verlo, por lo que amarramos la barca a una gran roca situada cerca de la base de un árbol enorme, y todos trepamos hasta la horquilla para echarle un vistazo; todos, menos el conductor de la barca. Los que viven cerca del lago eluden cualquier contacto con el ave, pues incluso su nombre, ave martillo, suena mal aquí.

Cuando nos acercamos al nido, comprobamos que no se parece a ninguno de los nidos que hayamos visto antes. Un ave martillo macho y una hembra emplean entre tres y cuatro días de trabajo febril tan solo en poner “los cimientos” de su hogar: una plataforma de construcción muy ligera que tiene forma de platillo a base de cañas, palos y paja. Cuando terminan esta etapa de la construcción, levantan las paredes de alrededor y comienzan a poner el techo desde la parte de atrás. Con el techo a medio construir, la hembra se instala en el nido, donde se quedará mientras el macho va en busca de otros materiales de construcción.

Tras completar la entrada principal, aplican un revestimiento de barro a la misma y también a la cámara interna. Con varios materiales sueltos, que se añaden a los lados y al techo, se consigue que el nido sea cálido e impermeable. Por último, “decoran” su hogar: colocan sobre el nido latas, trozos de piel de serpiente, trapos..., en realidad, cualquier cosa que el macho encuentre. Toda la operación dura entre cinco y seis semanas.

Terminada la inspección del nido, subimos de nuevo a la barca y esperamos. No mucho tiempo después un ave martillo hace su magnífica aparición, aterrizando precisamente sobre el tejado. Para nuestra sorpresa, no se trata de un pájaro gigante. Tan solo mide unos 56 centímetros de largo, es de un color marrón pardusco y su apariencia resultaría muy ordinaria si no fuera por su cabeza. Un pico duro y un enorme penacho de plumas en el dorso le asemejan a la cabeza de un martillo para clavos, de ahí su nombre.

El ave martillo macho comienza pronto la rutina que le ha dado su reputación de payaso emplumado. Emite un cacareo muy agudo y comienza a bailar y brincar por todas partes. De pronto aparece su compañera, que salta sobre la espalda del macho y se une a la loca coreografía. Sin embargo, la rutina del pájaro no ha terminado todavía. Desciende de su mansión del lago y aterriza sobre la espalda de un hipopótamo dormido. Cuando el hipopótamo se mueve, revuelve el fondo lodoso del lago. Las ranas asustadas nadan hasta la superficie, solo para ser atrapadas por el ave martillo. Peces pequeños, gusanos, insectos y crustáceos también forman parte del menú del ave martillo.

Sea que lo considere un payaso o un maestro de la construcción, el ave martillo es fascinante, otro ejemplo de la imaginación sin límites de nuestro Creador.

[Fotografías en la página 31]

El ave martillo y su nido

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