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¡Despertad! 1993
g93 22/4 págs. 3-4

El papel de la religión en las guerras

“NUNCA ha habido ningún pueblo que no haya tenido alguna forma de religión”, dice The World Book Encyclopedia (edición de 1970). Sin embargo, los historiadores Will y Ariel Durant escribieron: “La guerra es una de las constantes de la historia”. ¿Se encuentran estas dos constantes —guerra y religión— vinculadas de alguna forma?

Hay que reconocer que la guerra y la religión han sido inseparables a lo largo de la historia. Respecto a Egipto —una de las primeras potencias mundiales de la historia—, Lionel Casson explicó lo siguiente en su libro Ancient Egypt (El antiguo Egipto): “A los dioses se les daba tributo por cada victoria militar, por lo que los sacerdotes, deseosos de aumentar sus riquezas, compartían el afán de los faraones por conquistar nuevas tierras”.

En Asiria —otra potencia mundial de la antigüedad— sucedía algo parecido. El clérigo W. B. Wright dijo: “La nación se dedicaba a la lucha, y los sacerdotes la promovían constantemente. Su manutención procedía mayormente del botín de guerra”.

Por otra parte, Gerald Simons escribió sobre lo que él llamó la “Europa bárbara”: “Su sociedad era sencilla, organizada claramente para una única actividad: la guerra”. Y la religión participaba de lleno. “Hay muchas leyendas sobre espadas poseídas por demonios o que servían de instrumentos de los dioses”, comentó Simons.

En el Imperio romano, al que se considera civilizado, la situación era semejante. “A los romanos se les criaba para la guerra”, explicó Moses Hadas en el libro Imperial Rome (La Roma imperial). Los soldados romanos iban a la batalla con estandartes que llevaban emblemas de sus dioses. Una enciclopedia explica: “No era raro que un general ordenara lanzar el estandarte a las filas enemigas para provocar un ataque más enérgico de sus soldados, quienes se veían incitados a recuperar lo que para ellos era quizás la cosa más sagrada de la Tierra”.

La guerra y los que dicen ser cristianos

La aparición de la cristiandad en el escenario mundial no cambió las cosas. De hecho, Anne Fremantle escribió lo siguiente en el libro Age of Faith (La era de la fe): “De todas las guerras que han hecho los hombres, las que se han peleado con más ardor son las libradas en el nombre de una fe. Y las más sangrientas y prolongadas de estas ‘guerras santas’ han sido las Cruzadas cristianas de la Edad Media”.

Aunque parezca extraño, en este campo las cosas no han cambiado mucho en nuestros días. “Persisten las violentas peleas y muertes bajo banderas religiosas —comentó la revista Time—. En el Ulster, protestantes y católicos se matan unos a otros en una especie de movimiento perpetuo inútil. Árabes e israelíes siguen con tensión las disputas sobre cuestiones territoriales, culturales y religiosas.” Además, una serie de diferencias étnicas y religiosas han originado horribles masacres en las anteriores repúblicas de Yugoslavia.

Lo que no se entiende es que personas que dicen ser cristianas vayan a la guerra contra miembros de su propia fe. Así, católicos matan a católicos en los campos de batalla. El historiador católico E. I. Watkin reconoció: “Aunque sea doloroso admitirlo, no podemos negar ni pasar por alto, en pro de un supuesto bien espiritual o de una falsa lealtad, el hecho histórico de que los obispos han apoyado siempre todas las guerras libradas por los gobiernos de sus respectivos países. De hecho, no conozco ni un solo caso en el que la jerarquía religiosa de una nación haya condenado alguna guerra por considerarla injusta. [...] Prescindiendo de cuál sea la teoría oficial, en la práctica, la máxima que los obispos católicos han seguido en tiempos de guerra es la de ‘mi país siempre tiene razón’”.

Pero esa no es una máxima solo de los católicos. Un artículo editorial del periódico The Sun, de Vancouver (Canadá), decía: “El protestantismo no tiene ninguna base para decir que se libra de estas fuerzas de división nacionalista. El hecho de que la Iglesia siga la bandera posiblemente sea una debilidad de toda religión organizada. [...] ¿Qué guerra se ha librado en la que cada bando no haya dicho que Dios estaba a su favor?”.

Obviamente ninguna. Harry Emerson Fosdick, clérigo protestante, admitió: “Hasta en nuestras iglesias hemos puesto las banderas de combate. [...] Por un lado de la boca hemos alabado al Príncipe de Paz y por el otro hemos glorificado la guerra”. Y el columnista Mike Royko dijo que los cristianos nunca han tenido “escrúpulos de guerrear contra otros cristianos”, añadiendo que “si los hubieran tenido, la mayoría de las guerras europeas más enconadas jamás se habrían producido”. Un ejemplo notable de ello fue la guerra de los Treinta Años, que enfrentó en Alemania a protestantes y católicos.

Desde luego, los hechos son bien claros. La religión ha apoyado las guerras y, a veces, hasta las ha promovido. De ahí que muchos se hayan preguntado: ¿Realmente favorece Dios a una nación en perjuicio de otra en tiempo de guerra? Cuando las naciones pelean, ¿se pone Dios de parte de alguna de ellas? ¿Llegará alguna vez el día en que ya no haya más guerras?

[Comentario en la página 3]

Los soldados romanos lanzaban a las filas enemigas estandartes que llevaban emblemas de sus dioses

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