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  • El suave vuelo de la muerte
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¡Despertad! 1993
g93 8/5 págs. 13-17

El suave vuelo de la muerte

Por el corresponsal de ¡Despertad! en Nigeria

No es una guerra que acapare los titulares, aunque se ha cobrado millones de vidas humanas. No se pelea con balas y bombas, pero rivaliza o hasta supera a las guerras convencionales en términos de sufrimiento y muertes. En esta guerra la muerte no llega en las bodegas de enormes bombarderos enemigos, sino sobre las frágiles alas de un mosquito hembra.

ES DE noche, y toda la familia duerme. Un mosquito hembra revolotea por el dormitorio batiendo sus alas de doscientas a quinientas veces por segundo. Está sediento de sangre humana. Se posa suavemente sobre el brazo de un niño, que ni siquiera se mueve, pues el peso del mosquito es de tan solo 3/1.000 g. A continuación desenvaina un estilete serrado situado en el extremo espinoso de sus piezas bucales, y con él atraviesa la piel del niño sobre un capilar. Dos bombas situadas en su cabeza succionan la sangre. Al mismo tiempo, los parásitos de la malaria, o paludismo, pasan de las glándulas salivares del mosquito a la corriente sanguínea del niño. La operación termina rápidamente; el niño no se entera de nada, y el mosquito hembra huye volando, cebado con una cantidad de sangre equivalente a tres veces su propio peso. Pocos días después, el niño enferma de muerte. Tiene malaria.

Esta situación se ha repetido miles de millones de veces, ocasionando muchísimo sufrimiento y muerte. Sin ninguna duda, la malaria es una enemiga cruel e insaciable de la humanidad.

Búsqueda paciente para hallar al enemigo

Uno de los descubrimientos capitales en la guerra contra la malaria se atribuye a un cirujano del ejército británico estacionado en la India y no a los grandes científicos europeos. La ciencia y la medicina del siglo XIX concordaban con la creencia de los dos mil años anteriores: daban por sentado que la gente enfermaba por respirar el aire contaminado de las zonas pantanosas.a El Dr. Ronald Ross, en cambio, creía que los mosquitos transmitían la enfermedad de una persona a otra. Pero los investigadores siguieron buscando claves en el aire y el agua de las marismas incluso después de descubrirse que la malaria estaba relacionada con la presencia de parásitos en la corriente sanguínea humana. Mientras tanto, Ross estudiaba el estómago de los mosquitos.

Si se tiene en cuenta el rudimentario equipo de laboratorio con el que tenía que trabajar, se ve que el estudio del estómago de los mosquitos no era una tarea fácil. Mientras trabajaba, nubes de mosquitos y de jejenes pululaban a su alrededor, decididos, según Ross, a vengar por su cuenta “la muerte de sus amigos”.

Por fin, el 16 de agosto de 1897 Ross descubrió en las paredes estomacales del mosquito anofeles unos organismos esféricos que habían aumentado de tamaño de la noche a la mañana. Eran los parásitos de la malaria.

Lleno de júbilo, Ross apuntó en su cuaderno de notas que había descubierto el secreto que salvaría a “una miríada de hombres”. También escribió un versículo del libro bíblico de Corintios: “¿Dónde está tu aguijón, oh muerte? ¿Dónde está tu victoria, oh sepulcro?”. (Compárese con 1 Corintios 15:55.)

Los estragos de la malaria

El descubrimiento de Ross marcó un hito en la lucha contra el paludismo, pues contribuyó a despejar el camino para la primera ofensiva importante del hombre contra dicha enfermedad y los insectos transmisores.

Durante la mayor parte de la historia, la humanidad ha sufrido muchas bajas a causa del paludismo. Los jeroglíficos y papiros egipcios revelan que la malaria causó una gran mortandad mil quinientos años antes de que viniese Jesucristo a la Tierra. Hizo estragos en hermosas ciudades de las tierras bajas de la antigua Grecia y acabó con Alejandro Magno en la flor de la vida. Diezmó ciudades romanas y obligó a los ricos a trasladarse a las tierras altas. Durante las Cruzadas, la guerra civil estadounidense y las dos guerras mundiales, mató a más hombres que muchas de las batallas más importantes de dichos conflictos.

En África, la malaria contribuyó a que el África occidental se ganase el calificativo de “la tumba del hombre blanco”. De hecho, la enfermedad obstaculizó tanto la lucha europea por colonizar dicho continente, que una universidad del África occidental declaró al mosquito héroe nacional. En Centroamérica, la malaria contribuyó al fracaso de los intentos franceses por construir el canal de Panamá. Se afirma que en Sudamérica, durante la construcción de la vía férrea brasileña Mamoré-Madeira, la malaria se cobró una vida humana por cada tramo colocado.

La lucha por vencer

Desde la antigüedad ha habido maneras de defenderse del mosquito, aunque no se supiera de la enfermedad. En el siglo XVI a.E.C., los egipcios utilizaban el aceite del árbol Balanites wilsoniana como repelente de mosquitos. Mil años después, Heródoto escribió que los pescadores egipcios colocaban sus redes alrededor de la cama por la noche para alejar a los insectos. Diecisiete siglos más tarde, Marco Polo informó que los habitantes ricos de la India dormían en camas con cortinas protectoras que podían cerrarse por la noche.

En otros lugares, los hombres han descubierto remedios naturales de auténtico valor. En China se ha tratado satisfactoriamente el paludismo durante más de dos mil años con una planta llamada qinghaosu, un remedio herbal redescubierto en los últimos años. En Sudamérica, los indios peruanos utilizaban la corteza del árbol de la quina. Esta llegó a Europa en el siglo XVII, y en 1820 dos farmacéuticos parisinos extrajeron de ella un alcaloide llamado quinina.

Nuevas armas

Se tardó bastante tiempo en reconocer el valor de la quinina para la prevención y el tratamiento de la malaria, pero una vez reconocido, se convirtió en el fármaco recomendado durante cien años. A principios de la II Guerra Mundial, las tropas japonesas se apoderaron de importantes plantaciones de quina en el Extremo Oriente. Las consiguientes graves restricciones de esta sustancia en Estados Unidos motivaron una investigación intensiva para conseguir un fármaco antimalárico sintético. El resultado fue la cloroquina, un fármaco relativamente inocuo, muy eficaz y de bajo costo.

La cloroquina se convirtió rápidamente en un arma poderosa contra la malaria. En los años cuarenta también se introdujo el insecticida DDT, un potente eliminador de mosquitos que no solo los mata cuando se pulveriza, sino también después, debido a su presencia residual en las paredes.b

Avance esperanzador

Tras la II Guerra Mundial, científicos armados con DDT y cloroquina organizaron una ofensiva mundial contra la malaria y los mosquitos. Había dos frentes de combate: se utilizarían fármacos para matar a los parásitos del cuerpo humano, y se eliminarían los mosquitos mediante rociaduras masivas con insecticidas.

El objetivo era la victoria total. Había que erradicar la malaria. A la cabeza del ataque marchaba la Organización Mundial de la Salud (OMS), entonces recién creada, que hizo del programa de erradicación su objetivo primordial. Aquella determinación recibió apoyo económico. Entre 1957 y 1967, las naciones gastaron 1.400 millones de dólares (E.U.A.) en la campaña mundial. Los primeros resultados fueron espectaculares. Se logró vencer la enfermedad en Europa, Norteamérica, la Unión Soviética, Australia y algunos países de Sudamérica. El profesor L. J. Bruce-Chwatt, veterano en la lucha contra la malaria, dijo: “Resultaría difícil describir hoy el inmenso entusiasmo que el concepto de erradicación evocaba en todo el mundo en aquella época de tranquilidad”. La malaria se tambaleaba. La OMS declaró con orgullo: “La erradicación de la malaria se ha convertido en una realidad a nuestro alcance”.

La malaria contraataca

Pero no se había logrado la victoria. Hubo generaciones de mosquitos que sobrevivieron a la matanza química y se hicieron resistentes a los insecticidas. El DDT ya no conseguía eliminarlos con tanta facilidad como antes. Además, los parásitos de la malaria en el hombre se hicieron resistentes a la cloroquina. Estos y otros problemas infligieron terribles derrotas en algunos países donde la victoria había parecido segura. Por ejemplo, se pensaba que en Sri Lanka, la malaria había sido casi eliminada en 1963, pero solo cinco años después un brote epidémico afectó a millones de personas.

Para 1969 se había generalizado la idea de que la malaria era un enemigo invencible. En vez de la palabra “erradicación”, se puso de moda el término “control”. ¿Qué se entiende por “control”? El Dr. Brian Doberstyn, director de la unidad de malaria de la OMS, explica: “Todo lo que podemos hacer por ahora es tratar de mantener las muertes y el sufrimiento dentro de límites razonables”.

Otro funcionario de la OMS se lamenta: “Tras los esfuerzos realizados para la erradicación de la malaria en los años cincuenta y el empleo del DDT contra los insectos, la comunidad internacional ha aflojado el paso. La pobreza, la falta de infraestructuras y la resistencia a los fármacos y a los insecticidas han contribuido a la persistencia de la enfermedad. En realidad, la enfermedad nos ha derrotado”.

Sin embargo, hay otro factor: las compañías farmacéuticas se han retirado de la investigación. Un investigador del paludismo dijo: “La cuestión es que se requiere una gran inversión, pero no es rentable y el estímulo es prácticamente nulo”. Es cierto que se han ganado muchas batallas, pero la guerra contra la malaria dista mucho de haber terminado. Sin embargo, la Biblia señala que se acerca un tiempo en que “ningún residente dirá: ‘Estoy enfermo’”. (Isaías 33:24.) Hasta entonces, la enfermedad y la muerte seguirán su suave vuelo.

[Notas a pie de página]

a El término “malaria” se deriva de la expresión italiana mala aria (mal aire).

b Tras descubrirse que el DDT es perjudicial para el medio ambiente, su empleo se ha prohibido o controlado mucho en 45 países.

[Reconocimiento en la página 13]

H. Armstrong Roberts

[Recuadro en la página 14]

El mosquito contra el hombre

Es una amenaza directa para casi la mitad de la población humana en más de cien países, principalmente en los trópicos. África, en particular, es una de las zonas endémicas.

Es un hecho conocido que los mosquitos entran en los aviones en las zonas tropicales y luego transmiten la enfermedad a personas que viven cerca de los aeropuertos internacionales.

Bajas. Ataca a más de doscientos setenta millones de personas al año, con una incidencia mortal cercana a los dos millones. Se ensaña sobre todo con las mujeres embarazadas y los niños, y ocasiona la muerte de dos jóvenes por minuto.

Ataca a los que visitan las zonas tropicales. Todos los años se informan en Europa aproximadamente diez mil casos de malaria “importada” y más de mil en Norteamérica.

Tácticas. El mosquito anofeles hembra infecta al hombre principalmente por la noche. La enfermedad también se transmite mediante transfusiones de sangre y, a veces, mediante agujas contaminadas.

Solo ha sido en años recientes cuando el hombre ha dispuesto del conocimiento y los medios para contraatacar. Sin embargo, pese a los esfuerzos conjuntos de los 105 países que están tratando de vencer esta plaga, la humanidad pierde terreno.

[Recuadro en la página 16]

“No hay ningún remedio milagroso”

Aunque la perspectiva de victoria total parece remota, la batalla contra la malaria continúa. En una conferencia internacional sobre el paludismo celebrada en octubre de 1991 en Brazzaville (Congo), los representantes de la OMS pidieron que se abandonara el “fatalismo reinante” y recomendaron una nueva movilización mundial para controlar la malaria. ¿Cuánto éxito tendrán esos esfuerzos?

“No hay ningún remedio milagroso para la malaria —dijo recientemente Hiroshi Nakajima, director general de la OMS—. Por lo tanto, tenemos que pelear en muchos frentes.” Hay tres frentes de batalla que recientemente han recibido mucha publicidad:

Vacunas. Los científicos llevan años trabajando en la obtención de una vacuna contra la malaria, y a veces los medios informativos hablan de los “progresos” que se hacen en la investigación. Con la intención de refrenar el optimismo indebido, la OMS previene contra “el error de pensar que en un futuro próximo se dispondrá de una vacuna antimalárica”.

Uno de los obstáculos que dificultan la obtención de una vacuna es que el parásito de la malaria ha tenido muchísimo éxito en eludir los esfuerzos del sistema inmunitario humano por acabar con él. Incluso después de muchos años de ataques repetidos, el ser humano solo adquiere una inmunidad limitada a la enfermedad. El Dr. Hans Lobel, epidemiólogo del Centro para el Control de la Enfermedad, ubicado en Atlanta (E.U.A.), comenta: “No se adquiere la inmunidad después de unos cuantos ataques. Así que [al investigar para encontrar una vacuna] estamos tratando de mejorar la naturaleza”.

Fármacos. En vista de la creciente resistencia del parásito de la malaria a los fármacos existentes, la OMS está impulsando un nuevo fármaco, denominado arteméter, derivado del extracto herbal chino qinghaosu.c La OMS espera que el qinghaosu sea la fuente de un tipo de fármacos naturales completamente nuevo, que podría presentarse a la comunidad mundial en el plazo de unos diez años.

Mosquiteros. Esta protección contra los mosquitos, que tiene dos mil años de antigüedad, todavía resulta eficaz. Como los mosquitos que transmiten la malaria suelen atacar de noche, un mosquitero los mantiene alejados. Los más eficaces son los que van impregnados de insecticida, como por ejemplo el comercializado con el nombre inglés de permethrin. Los estudios efectuados en África revelaron que en la zonas donde se han utilizado mosquiteros impregnados con insecticida las muertes han disminuido en un 60%.

[Nota a pie de página]

c El qinghaosu es un extracto de la planta del ajenjo (Artemisia annua).

[Recuadro/Fotografía en la página 15]

Protéjase de las picaduras del mosquito

Duerma en una cama bien cubierta con un mosquitero. Los mejores son los impregnados de insecticida.

Utilice un acondicionador de aire por la noche, si lo tiene, o duerma en habitaciones que tengan tela metálica en las puertas y en las ventanas. Si las puertas y las ventanas no están protegidas con tela metálica, manténgalas cerradas.

Al anochecer, es aconsejable llevar pantalones largos y ropa de manga larga. Recuerde que los colores oscuros atraen a los mosquitos.

Aplique repelente de insectos a las partes del cuerpo que no estén protegidas por la ropa. Elija uno que contenga dietiltoluamida o dimetiltafalo.

Pulverice la habitación con insecticidas o queme espirales antimosquitos con piretro.

Fuente: Organización Mundial de la Salud.

[Reconocimiento]

H. Armstrong Roberts

[Recuadro/Fotografía en la página 17]

¿Piensa viajar a los trópicos?

Si está planeando viajar a un lugar en el que existe el peligro de contraer la malaria, debería hacer lo siguiente:

1. Consulte a su médico o a un centro de vacunación.

2. Siga exactamente las instrucciones que se le den, y si toma algún fármaco antimalárico, hágalo durante unas cuatro semanas después de haber abandonado la zona de riesgo.

3. Protéjase de las picaduras de mosquito.

4. Conozca los síntomas de la malaria: fiebre, dolores de cabeza, dolores musculares, vómitos y diarrea. Tenga en cuenta que la malaria puede manifestarse hasta un año después de haber abandonado una zona de riesgo, aun cuando se hayan tomado fármacos antimaláricos.

5. Si nota los síntomas, consulte al médico. La malaria puede agravarse rápidamente y provocar la muerte en menos de cuarenta y ocho horas después de la aparición de los primeros síntomas.

Fuente: Organización Mundial de la Salud.

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