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  • ¡Despertad! 1993
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¡Despertad! 1993
g93 22/6 págs. 4-7

Trabajar mucho. ¿Es peligroso para la salud?

UN VENDEDOR de seguros de mediana edad se desplomó sobre su automóvil, vomitó y sufrió un colapso. Todavía agarraba con fuerza su maletín, el símbolo de su trabajo. Durante aquel mes había recorrido en automóvil unos 3.000 kilómetros trabajando bajo el lema de su compañía: “Estamos en un momento crucial. Esfuércense al ciento cincuenta por ciento”. Falleció cuatro días después de sufrir el colapso.

Este no es un caso aislado. Los “guerreros corporativos”, como se les denomina en Japón, se ven perturbados por la pesadilla del karoshi, o muerte por exceso de trabajo. Cierto abogado especializado en estos casos calcula que “en Japón [mueren] de karoshi todos los años por lo menos 30.000 personas”. No es de extrañar que más del 40% de los oficinistas japoneses encuestados recientemente temieran la posibilidad de morir por exceso de trabajo.

Aunque quizás resulte difícil demostrar qué relación hay entre el exceso de trabajo y ciertos trastornos de la salud, los familiares de las víctimas no tienen la menor duda. De hecho, la expresión “muerte por exceso de trabajo” la acuñaron los propios familiares dolientes, que reclamaban indemnizaciones. “Desde un punto de vista médico —dice Tetsunojo Uehata, del Instituto de Sanidad Pública de Japón—, se refiere a muerte o incapacidad causada por apoplejía cerebral, infarto de miocardio o insuficiencia cardíaca aguda como resultado de un trabajo pesado que agrava un estado de hipertensión o de arteriosclerosis.” Un informe reciente del Ministerio de Sanidad y Seguridad Social de Japón advierte que trabajar horas extraordinarias constantemente roba a la persona tiempo de sueño y degenera en mala salud y enfermedad.

Sin embargo, tal como los fumadores se niegan a admitir los peligros del tabaco y los alcohólicos los del alcohol, los laboradictos son reacios a reconocer los riesgos de trabajar demasiadas horas. Pero la muerte no es el único peligro al que se enfrentan.

Extenuación y depresión

Aunque algunos laboradictos quedan minusválidos o mueren, hay otros que caen extenuados. “La extenuación no tiene una definición médica precisa —explica la revista Fortune—, pero algunos de los síntomas aceptados comúnmente son fatiga, desaliento, absentismo, más problemas de salud y drogadicción o alcoholismo.” Algunas víctimas se vuelven hostiles, mientras que otras empiezan a cometer errores por descuido. Pues bien, ¿cómo cae alguien víctima de la extenuación laboral?

Por lo general, los que terminan extenuados no son los inadaptados ni los que padecen trastornos emocionales. Suelen ser las personas que dan mucha importancia a su trabajo. Puede que estén luchando por sobrevivir a la competencia cruel o que estén afanándose por ascender en la escala empresarial. Trabajan mucho y durante muchas horas tratando de cumplir bien con su responsabilidad. Pero cuando su devoción inquebrantable al trabajo y su continua actividad no les producen la satisfacción y la recompensa esperadas, se desilusionan, se sienten agotadas y caen víctimas de la extenuación laboral.

¿Cuáles son las consecuencias? En Tokio se ha abierto un servicio telefónico denominado Cuerda de Salvamento con el fin de ayudar a personas con tendencias suicidas; dicho servicio cada vez recibe más llamadas de oficinistas de mediana edad y mayores que están desesperados. De los más de veinticinco mil suicidios contabilizados en Japón en 1986, nada menos que un 40% correspondió a personas de entre 40 y 50 años, y el 70% eran hombres. “Esto se debe a que aumenta la incidencia de la depresión en los asalariados de mediana edad”, se lamenta Hiroshi Inamura, profesor de Psiquiatría.

Luego está lo que ha recibido el nombre de neurosis de los días de fiesta. ¿Qué síntomas presenta? A la persona le exaspera no hacer nada durante los días de fiesta. Como el laboradicto es un trabajador compulsivo, la conciencia le molesta durante los días libres. Al no poder hallar paz mental, camina de un lado a otro de su pequeña habitación como un animal enjaulado. Cuando llega el lunes, le alivia volver a la oficina.

Un tipo extraño de depresión que actualmente lleva al médico a bastantes trabajadores de mediana edad es el denominado síndrome de fobia al hogar. Estas personas, agotadas, se quedan por las cafeterías y los bares después del trabajo. Con el tiempo, dejan de ir a su casa totalmente. ¿Por qué temen regresar a casa? Aunque un factor que puede contribuir a esa reacción es que tengan un cónyuge poco comprensivo, ‘muchos han estado trabajando demasiado y ya no son capaces de adaptarse al mundo exterior, en muchos casos ni siquiera a su propia familia’, dice el Dr. Toru Sekiya, que ofrece un “Sistema de Hospital Nocturno” para tales pacientes.

Acaban con la vida de familia

Es posible que el laboradicto no sea quien más sufre. El enviciamiento con el trabajo “suele dar más problemas a las personas que comparten su vida con el laboradicto”, comenta la revista Entrepreneur. La vida matrimonial del cónyuge puede convertirse en una pesadilla. El laboradicto “ya ha encontrado el amor de su vida —dice la revista The Bulletin, de Sydney (Australia)—, y aceptar el segundo puesto no siempre resulta fácil”. ¿Qué sucede en tales matrimonios?

Veamos el caso de Larry, un estadounidense empleado por una empresa japonesa en Estados Unidos. Trabajaba muchas horas extraordinarias sin que se las pagaran, llegando a incrementar la productividad de la fábrica hasta en un 234%. ¿Resultó en su triunfo y felicidad? “¡Está loco!”, exclamó su esposa ante el tribunal que los divorciaba.

Aún peor fue el caso de un ejecutivo japonés que todos los días se iba a trabajar a las cinco de la mañana y no regresaba a casa antes de las nueve de la noche. Su esposa empezó a darse a la bebida. Un día, al discutir por lo mucho que bebía, el hombre la estranguló. El juez le declaró culpable de homicidio y dijo: “Como usted estaba completamente dedicado al trabajo, no se dio cuenta de la soledad de su esposa y no se esforzó lo suficiente por darle razones para disfrutar de la vida”.

Estrangular al cónyuge es un resultado extremo; sin embargo, la sobredosis laboral puede acabar con la vida de familia también de otras maneras. Cuando el esposo está en casa los domingos, quizás se limite a acomodarse frente al televisor para ver su programa deportivo favorito y pasar el resto de la tarde dormitando. Estos esposos no se dan cuenta de lo poco que están al corriente de otros aspectos de la vida. Agobiados por el trabajo, desatienden una cosa sumamente valiosa en la vida: su familia. Al pasar por alto la necesidad de que haya comunicación en la familia, lo que hacen es preparar el terreno para una vida solitaria tras la jubilación.

Viejos e insatisfechos

Un libro sobre el trabajo titulado At Work advierte lo siguiente en la introducción: “En nuestra sociedad [...] es tan fuerte el vínculo entre el trabajo, el amor propio y la posición social, que algunas personas encuentran que tras la jubilación les resulta en extremo difícil ajustarse a una vida en la que no desempeñan su anterior función laboral”. Los que centran su vida en el trabajo deben formularse esta pregunta: “¿Qué me quedaría si me quitaran mi puesto de trabajo?”. Recuerde que cuando una persona se jubila, su vida probablemente tenga que girar en torno a su familia y su comunidad.

Los que han desatendido la necesidad de comunicarse con su familia y sus vecinos no saben de qué hablar con ellos una vez jubilados. “Siegan las consecuencias de no haber querido pensar más que en el trabajo, ¿verdad? —dice una experimentada consejera de matrimonios de mediana edad en Japón—. En su vida faltaba el aspecto humano, y por el simple hecho de mantener a la familia lo daban todo por sentado. Sin embargo, al jubilarse, parece que la situación cambia.”

Esos treinta o cuarenta años de trabajar tanto, supuestamente para la familia, pueden resultar en lo contrario de lo que se esperaba. Qué triste sería que después de muchos años de trabajo arduo, los miembros de la familia llegaran a considerar a aquel que los mantenía como un simple “desecho industrial”, o como nureochiba (hojas caídas y mojadas). Esta última expresión se utiliza en Japón para designar a los maridos jubilados que no tienen otra cosa que hacer más que haraganear alrededor de su esposa todo el día. Por eso se les asemeja a hojas caídas y mojadas que se pegan a la escoba y que no se desprenden por mucho que se sacudan; no son más que una molestia.

En vista de todos los riesgos implicados, es natural preguntar: ¿Qué hacer para que el hábito de trabajar mucho sea una auténtica virtud? ¿Existe algún trabajo que produzca verdadera satisfacción? En el siguiente artículo de esta serie se tratan estas preguntas.

[Fotografía en la página 5]

La extenuación laboral a veces conduce a graves problemas

[Fotografía en la página 7]

Los cabezas de familia que son laboradictos suelen arruinar la vida de aquellos a los que deberían estar más unidos

[Recuadro en la página 6]

Advertencia oportuna

“Si su marido pierde el apetito, sufre insomnio y no quiere hablar, está enviando señales de socorro. Dígale que disfrute de otras cosas aparte del trabajo y que trate de relacionarse con personas ajenas a su empresa.” —Toru Sekiya, Clínica Neurológica Sekiya, Tokio (Japón).

“Me gusta trabajar muchas horas, pero si por ello hay que perder al esposo o a la familia, no estamos haciendo las cosas bien. No tiene gracia contar el dinero a solas.” —Mary Kay Ash, presidenta de la empresa Mary Kay Cosmetics.

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