Los jóvenes preguntan...
¿Qué puedo hacer para que deje de gustarme?
“TENGO 20 años y soy testigo de Jehová bautizada. No obstante, comencé a salir con un [incrédulo] de 28 años. Lo amaba, y creo que él también me amaba. Mis padres no estaban enterados de nada de todo esto, pues yo sabía que no lo hubieran aprobado. Cuando lo descubrieron, se sintieron heridos y sorprendidos. No podían entender que hubiera llegado a enamorarme de un mundano.”
Esto fue lo que escribió una joven cristiana a la que llamaremos Monique.a Lamentablemente, algunos jóvenes se han visto en esa misma situación: se han enamorado de un incrédulo, que, como tal, no comparte sus creencias cristianas ni sus normas morales. El artículo anterior de esta sección (¡Despertad! del 22 de mayo de 1994) mostró que tales relaciones no solo desagradan a Dios, sino que también ponen en peligro la felicidad y el bienestar del cristiano. Otra joven llamada Ruth llegó a reconocer este hecho. “Mantuve una relación muy estrecha con un incrédulo —confesó—, pero me di cuenta de que si quería tener una relación con Jehová, debía cortar con él”.
En caso de que seas cristiano, es probable que te sepas de memoria las palabras de la Biblia recogidas en Santiago 4:4: “¿No saben que la amistad con el mundo es enemistad con Dios? Cualquiera, por lo tanto, que quiere ser amigo del mundo está constituyéndose enemigo de Dios”. Claro que si te has enamorado de una persona incrédula, estas palabras pueden parecerte difíciles de poner en práctica. De hecho, tal vez te abrume la idea de romper. Quizás sientas que algo se desgarra en tu interior. Es posible que te preguntes: ‘¿Qué puedo hacer para que deje de gustarme?’.
El apóstol Pablo dijo en cierta ocasión: “Verdaderamente me deleito en la ley de Dios conforme al hombre que soy por dentro, pero contemplo en mis miembros otra ley que guerrea contra la ley de mi mente y que me conduce cautivo a la ley del pecado que está en mis miembros. ¡Hombre desdichado que soy!”. (Romanos 7:22-24.) Al igual que Pablo, puede que estés luchando contra tus sentimientos. Sin embargo, varios jóvenes cristianos han ganado la batalla y han sido, por decirlo así, ‘arrebatados del fuego’. (Compara con Judas 23.) ¿Cómo? Poniendo fin a estas relaciones destructivas antes de que les causaran un daño irreversible.
Cómo conseguir ayuda
Mark, por ejemplo, llegó a “perder la cabeza”, como él mismo dijo, por una incrédula cuando solo tenía 14 años. En vez de buscar ayuda, trató de ocultar sus sentimientos, pero lo único que consiguió fue que se hicieran más fuertes. Al poco tiempo comenzó a telefonearla a escondidas. Cuando ella empezó a llamarlo, no pasó mucho tiempo antes de que sus padres imaginaran lo que estaba pasando.
No cometas el mismo error de intentar solucionar el problema por tu cuenta. Proverbios 28:26 asegura: “El que confía en su propio corazón es estúpido, pero el que anda con sabiduría es el que escapará”. Francamente, ¿estarías en esta situación si no hubieras perdido en parte tu buen juicio? En ocasiones las emociones vencen a la razón, y necesitamos la ayuda de alguien con un punto de vista más objetivo. Probablemente tus padres sean las personas más idóneas para ayudarte, en especial si son temerosos de Dios. Con toda probabilidad, son quienes mejor te conocen. Además, fueron jóvenes en su tiempo y pueden entender lo que estás pasando. En Proverbios 23:26, el escritor bíblico Salomón dice: “Hijo mío, de veras dame tu corazón, y que esos ojos tuyos se complazcan en mis propios caminos”. ¿Por qué no das tu corazón a tus padres y les confiesas que necesitas ayuda?
Así lo hizo un joven llamado Jim, que mantenía una lucha interna porque se había enamorado de una compañera de escuela. Él dijo: “Por fin le pedí ayuda a mis padres. Aquella fue la clave para vencer mis sentimientos, pues me ayudaron mucho”. Como él recibió el apoyo amoroso de sus padres, aconseja: “Creo que otros jóvenes cristianos no han de dudar en hablar con sus padres. Comunícate con ellos; te entenderán”.
En una situación parecida, un joven de nombre Andrew dispuso de otro tipo de ayuda. Él comenta lo siguiente respecto a su asistencia a una asamblea de circuito de los testigos de Jehová: “Uno de los discursos me hizo pensar. El superintendente de circuito dio consejo firme que prevenía contra las relaciones emocionales con personas del sexo opuesto que no fuesen cristianas. Sabía que debía corregir mi forma de pensar cuanto antes”. ¿Qué hizo al respecto? Como vive en un hogar monoparental, habló primero con su madre, de cuyo consejo se benefició mucho. Después abordó a uno de los ancianos de la congregación de los testigos de Jehová de su localidad, que le pudo dar ayuda regularmente. Los ancianos de la congregación pueden ser “como escondite contra el viento y escondrijo contra la tempestad de lluvia” para los angustiados. (Isaías 32:2.) ¿Por qué no abordas a uno de ellos y le hablas de lo que te preocupa?
Romper por completo
Cuando los padres de Mark descubrieron la relación que mantenía en secreto, reaccionaron de inmediato. “Me dijeron con toda claridad que rompiera mi relación —cuenta Mark—. Al principio reaccioné con rebeldía, por lo que la discusión subió de tono, y luego me encerré en mi habitación. Pero al poco tiempo empecé a ver los hechos con realismo, y me di cuenta de que ella y yo teníamos metas distintas y de que no iba a funcionar.” Sí, meditar en la situación tal y como es en realidad puede ayudar a que tus sentimientos se enfríen. Pregúntate: ‘¿Comparte esa persona mis metas, convicciones y normas morales? En caso de que nos casáramos, ¿me apoyaría en mi adoración a Dios? ¿Tiene el mismo entusiasmo que yo por lo espiritual? Sinceramente, ¿qué armonía podría existir en una relación como la nuestra?’. (Compara con 2 Corintios 6:14-18.)
Sin embargo, romper por completo no es fácil. Monique, a quien mencionamos al principio, admite: “Intenté romper con él en dos ocasiones, pero no lo logré. No quería dejarlo totalmente. Traté de darle testimonio con la esperanza de que aceptaría a Jehová. Llegó a asistir un domingo a la reunión. Pero no tenía verdadero interés en Jehová. Me di cuenta de lo apropiado que era separarme de él por completo”.
Este caso nos recuerda las palabras de Jesús anotadas en Mateo 5:30. Él habló sobre lo que podría estorbar la entrada en el Reino de los cielos, e incluyó algo tan preciado como la mano derecha. A pesar de ello, aconsejó: “Córtala y échala de ti. Porque más provechoso te es que uno de tus miembros se pierda y no que todo tu cuerpo vaya a parar al Gehena [un símbolo de destrucción eterna]”. En armonía con este principio, aborda con valentía a la persona con quien sales y ‘habla la verdad’ con él o ella. (Efesios 4:25.) En un lugar público —no a solas ni en una situación romántica— hazle saber sin ambigüedades que la relación ha terminado. Una joven llamada Sheila recuerda: “Lo que funcionó en mi caso fue tomar medidas concretas. Se acabó el comer juntos y el vernos en los períodos de estudio. Le hice ver con claridad cuál era mi postura”. Una cristiana que se llama Pam fue igual de tajante: “Al final le dije que me dejara en paz y sencillamente ya no le hice caso”.
Cómo recuperarse del dolor
Tras una ruptura puedes sentirte como el salmista que se lamentó: “Me he desconcertado, me he inclinado hasta grado extremo; todo el día he andado triste”. (Salmo 38:6.) Es natural que te sientas apenado durante un tiempo. En la Biblia se reconoce que existe un “tiempo de llorar”. (Eclesiastés 3:4.) Pero eso no significa que estarás siempre así, pues el dolor se mitigará con el tiempo. “Sí —admite Mark—, pasé por momentos muy tristes. Mis padres lo notaron y fomentaron mi relación con otros jóvenes cristianos, lo cual fue una gran ayuda.” Andrew, que también se sintió deprimido tras la ruptura, dice: “Los ancianos de mi congregación me ayudaron. También me dediqué a mayor grado a la obra de predicar y estreché mi amistad con algunos cristianos con quienes me llevaba bien”. Sí, manténte ocupado en quehaceres espirituales. (1 Corintios 15:58.) Alguna actividad o ejercicio físico también puede ayudarte. No te aísles. (Proverbios 18:1.) Concéntrate en lo que sea animador y edificante. (Filipenses 4:8.)
Tampoco olvides que a Jehová le agradará tu valentía. Órale con toda libertad por ayuda y apoyo. (Salmo 55:22; 65:2.) “Oré muchísimo”, recuerda Sheila. No, no es fácil acabar con una relación perjudicial. Sheila confiesa: “Aunque todo ha terminado, en ocasiones pienso en él y me pregunto qué estará haciendo. Pese a todo, sigues adelante porque sabes que estás agradando a Jehová”.
[Nota a pie de página]
a Se han cambiado los nombres.
[Fotografía en la página 18]
Dile con toda claridad que la relación ha terminado