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  • ¿Por qué hablar de Dios?

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¡Despertad! 1994
g94 22/9 págs. 13-15

Los jóvenes preguntan...

¿Por qué hablar de Dios?

“Cada uno tiene su religión. No has de imponer tu Dios a otros.”—Racish, 14 años, Guyana.

“Me cuesta hablar de Dios porque me avergüenza que después se rían de mí.”—Rohan, 17 años, Guyana.

“Debemos hablar de Dios, pues es nuestro Creador y le debemos la vida.”—Marco, 13 años, Alemania.

ESCUCHA atentamente a un grupo de jóvenes y seguro que llegarás a esta triste conclusión: Dios no es precisamente su tema de conversación favorito, al menos no para la mayoría. Menciona los deportes, la ropa, las últimas películas o el sexo contrario y seguro que suscitarás una discusión muy animada. Osa mencionar a Dios, y puede que un silencio sepulcral se cierna sobre la conversación.

Algunos jóvenes sencillamente no creen en Dios. Quizás razonen que como no pueden verlo, no existe, así que hablar de él es una pérdida de tiempo. No obstante, los jóvenes ateos son una minoría. Según una encuesta Gallup, cerca del 95% de los jóvenes norteamericanos creen en Dios. De hecho, el Sr. Gallup concluyó: “Para mucha gente joven, Dios no es un principio abstracto vago, sino un Dios personal que observa sus acciones y los recompensa o castiga en consecuencia”. Entonces, ¿por qué se muestran los jóvenes tan reticentes a hablar de lo que creen?

Qué se lo impide

Muchos sencillamente piensan que hablar de temas religiosos es de mal gusto y que es mejor guardarse las creencias para uno mismo. A algunos jóvenes parece avergonzarles la simple idea de hablar de Dios. ‘Hacerlo no queda bien’, alegan.

Sin importar qué crean tus compañeros, ¿qué opinas tú de este asunto? Esta es una pregunta especialmente pertinente si has crecido como testigo de Jehová. ¿Por qué? Porque dar testimonio de Dios o hablar a otros acerca de él constituye la mismísima esencia de tu fe. (Isaías 43:9, 10; Mateo 24:14.)

Aun así, hay jóvenes Testigos que se retraen de participar en la predicación pública porque les desanima la hostilidad con que a veces se encuentran, o quizás participen solo porque sus padres los obligan. Otros toman parte en dicha obra, pero en su interior esperan que ninguno de sus amigos de la escuela los vea. En el colegio, algunos tratan de ocultar sus creencias religiosas. A menudo se debe al temor a las burlas de sus compañeros de clase. “Me daba miedo hablar de Dios —admite un joven llamado Ryan—, pues mis compañeros empezaban a ponerme apodos y no era capaz de terminar la conversación.”

Los hay también que se retienen porque creen que no son capaces de vivir de acuerdo con las normas bíblicas. Al sentir el atractivo de “los deseos que acompañan a la juventud”, piensan que es mejor no identificarse como cristianos por si acaso hacen algo malo. (2 Timoteo 2:22.)

Algunos sencillamente no hablan de Dios por no sentirse capacitados para ello. Un joven de 19 años llamado Wilton lo expresó de la siguiente manera: “Me resulta difícil hablar de Dios a mis compañeros de trabajo porque creo que no estoy capacitado para defender lo que digo de él. Me parece que no podría dar una respuesta satisfactoria si cuestionaran mis creencias”.

Una obligación cristiana

¿Pudiera ser que hayas evitado hablar de Dios por razones similares a estas? Si así es, no eres el único. Otros jóvenes han combatido estos mismos sentimientos. Sin embargo, muchos de ellos se han dado cuenta de que, a pesar de todo lo que los desanima, existen razones de peso para hablar a otros acerca de Dios. ¿Cuáles son algunas de ellas?

Marco, mencionado al principio, lo expresó bien cuando dijo que Dios “es nuestro Creador y le debemos la vida”. (Revelación 4:11.) Sí, esta es una dádiva preciosa. El salmista dijo acerca de Dios: “Contigo está la fuente de la vida”. (Salmo 36:9.) Habiendo recibido esta dádiva, ¿no deberías mostrar agradecimiento por ella?

Una manera de mostrar gratitud es alabando a Jehová Dios en presencia de otras personas. Él es el Creador del sol, la luna, la lluvia, el aire que respiramos y el alimento que tomamos. (Hechos 14:15-17.) “Toda dádiva buena y todo don perfecto es de arriba”, dijo el discípulo Santiago. (Santiago 1:17.) ¿Le agradeces a Dios tales dádivas? (Colosenses 3:15.) ¿Qué mejor manera de expresar nuestro agradecimiento que hablando de él? (Lucas 6:45.)

Es más, Dios nos manda hablar de él. Su hijo, Jesucristo, prescribió para los cristianos: “Vayan, por lo tanto, y hagan discípulos de gente de todas las naciones”. (Mateo 28:19, 20.) No se excluye a los jóvenes de la responsabilidad de participar en esta obra. El salmista exhortó: “Alaben a Jehová [...] ustedes los jóvenes y también ustedes las vírgenes, viejos junto con muchachos. Alaben ellos el nombre de Jehová, porque solo su nombre es inalcanzablemente alto. Su dignidad está por encima de tierra y cielo”. (Salmo 148:7, 12, 13.) Pero no debes ver esta asignación como una carga. En realidad, es un privilegio; puedes ser uno de los “colaboradores de Dios”. (1 Corintios 3:9.)

Ahora bien, ¿qué pasa si sencillamente no sientes que reúnes las condiciones para hacerlo? El profeta Jeremías de los tiempos bíblicos tuvo la misma sensación. “¡Ay, oh Señor Soberano Jehová! —dijo él—. Mira que realmente no sé hablar, pues solo soy un muchacho.” ¿Cuál fue la respuesta de Jehová? “No digas: ‘Solo soy un muchacho’. Antes bien, a todos aquellos a quienes te envíe, debes ir; y todo lo que yo te mande, debes hablar.” (Jeremías 1:6, 7.) Eso fue precisamente lo que Jeremías hizo con la ayuda de Jehová durante cuarenta años.

Lo mismo sucede en el caso de los cristianos de hoy; “el estar nosotros adecuadamente capacitados proviene de Dios”. (2 Corintios 3:5.) Incluso si eres tímido y retraído por naturaleza, Dios te puede ayudar a tener el valor necesario para hablar. En la congregación cristiana existen provisiones para ayudarnos a estar más “adecuadamente capacitados” como maestros de la Palabra de Dios. En caso de que creas que necesitas ayuda personal, ¿por qué no hablas con uno de los superintendentes de la congregación? Puede que solo necesites elaborar un programa de estudio bíblico o trabajar con alguien más experimentado.

Lo que puedes conseguir

Hablar de Dios puede darte un gran sentido de logro. Muchos de tus compañeros están buscando respuestas a sus preguntas, pidiendo ayuda a gritos. Carecen de dirección y no cuentan con una visión clara del futuro. Se preguntan: ‘¿Por qué estamos aquí? ¿Adónde nos dirigimos? ¿Por qué está tan lleno de problemas el mundo?’. Por ser cristiano, sabes las respuestas, y es muy posible que tu situación sea la mejor para transmitir esta información a tus compañeros. Eres como ellos, y es probable que prefieran hablar con alguien de su edad en lugar de con un adulto.

Es cierto que a veces te rechazarán, mas también encontrarás a personas receptivas al mensaje de la Biblia. Una joven Testigo estaba sentada en el autobús leyendo el libro Lo que los jóvenes preguntan. Respuestas prácticas,a cuando el joven que estaba sentado junto a ella comenzó a leer de reojo. “¡Este libro es muy bueno! —exclamó—. Habla mucho acerca de Dios. La mayoría de la gente no está interesada en la religión.” La joven Testigo aprovechó la oportunidad para entablar una profunda conversación en torno al nombre de Dios.

Claro, cuando te identificas como cristiano, estás obligado a comportarte como tal. (1 Pedro 2:12.) Pero una conducta cristiana excelente añadirá credibilidad a tu mensaje. Fíjate en lo que le ocurrió a un joven llamado Eric. Le impresionó la conducta excelente de los jóvenes Testigos de su escuela, lo que despertó su interés en aprender más acerca de Dios. Se comenzó un estudio bíblico con él, y hoy es un cristiano bautizado que sirve en la central mundial de los testigos de Jehová en Nueva York.

Hablar de Dios puede también ayudarte a ti mismo. Puede protegerte. Una vez que tus compañeros se enteren de que eres testigo de Jehová, muchos te respetarán. Es posible que al darse cuenta de que tienes principios elevados, te presionen menos para que participes en actividades incorrectas, y también te facilitará las cosas para que les respondas dándoles testimonio.

Por supuesto, todo lo anterior no significa que debas citar de la Biblia cada vez que abras la boca. Seguirán interesándote los deportes, la ropa o la música, y querrás seguir hablando de ello de vez en cuando. Recuerda, no obstante, que “de la abundancia del corazón habla la boca”. (Mateo 12:34.) Si el amor a Jehová está de verdad en tu corazón, te resultará natural querer hablar de él. En un artículo futuro trataremos algunas maneras de hacerlo de forma eficaz.

[Nota a pie de página]

a Publicado por Watch Tower Bible and Tract Society of New York, Inc.

[Fotografía en la página 15]

¿Te avergüenzas de que tus compañeros de clase te vean mientras participas en la predicación pública?

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