Sarajevo: 1914-1994
POR EL CORRESPONSAL DE ¡DESPERTAD! EN SUECIA
Ya han transcurrido ochenta años desde que se lanzaron los malhadados disparos del 28 de junio de 1914 en Sarajevo. Las balas asesinaron al archiduque Francisco Fernando y su esposa, la archiduquesa Sofía, lo que exacerbó la enemistad entre el imperio austrohúngaro y Serbia y acabó desencadenando la I Guerra Mundial. De los 65 millones de jóvenes que fueron llevados a los campos de batalla, 9 millones nunca regresaron. Si a esto añadimos las bajas de civiles, obtenemos un total de 21 millones de muertos. Todavía hay quien habla del estallido de la guerra en agosto de 1914 como el momento en que “enloqueció el mundo”.
LAS detonaciones han vuelto a resonar en Sarajevo. Y no solo en esta ciudad, sino en varias de las seis repúblicas que configuraron en su día la federación de Yugoslavia.a El libro Jugoslavien—Ett land i upplösning (Yugoslavia, país en desintegración) dice: “Es una guerra civil en la que lucha vecino contra vecino. Las quejas y los recelos tradicionales se han convertido en odio. La animadversión ha llevado a la lucha, y esta, a su vez, a más masacres y destrucción. Es como un círculo vicioso, o mejor dicho, una espiral de odios, sospechas y matanzas”.
No es de extrañar que en junio de 1991, cuando se desataron los combates en Yugoslavia, muchos recordaran los disparos que se hicieron en Sarajevo en junio de 1914. ¿Acarrearía este conflicto secuelas tan terribles como el primero? ¿Peligraría la paz europea? ¿Se difundiría a otras regiones del globo el programa de “limpieza étnica” (el plan de asesinar y expulsar metódicamente a un colectivo racial, político o cultural)? Ha habido presiones internacionales tendentes a la finalización del conflicto. Sin embargo, ¿cuál es el auténtico trasfondo de los problemas que padece la antigua Yugoslavia? ¿Guardan relación con el magnicidio de 1914 los recientes sucesos de Sarajevo?
Yugoslavia y la I Guerra Mundial
Los enfrentamientos en la zona no son ninguna novedad. En los albores de nuestro siglo se llamaba a la península balcánica “el rincón turbulento de Europa”. El libro Jugoslavien—Ett land i upplösning dice: “Se trata de la disolución de una unión en la que se han incubado las tensiones durante mucho tiempo. En honor a la verdad, los conflictos ya existían a finales de la I Guerra Mundial, cuando se formó el Reino de los Serbios, Croatas y Eslovenos”, que era el primer nombre que recibió Yugoslavia. En nuestro examen de los antecedentes históricos, observaremos cómo se remontan a la I Guerra Mundial las contiendas actuales.
La Historia nos refiere que, al producirse el asesinato de Francisco Fernando en 1914, figuraban entre las provincias del imperio austrohúngaro los países eslavos meridionales de Eslovenia, Croacia y Bosnia-Herzegovina. El reino de Serbia, por el contrario, gozaba de la independencia desde 1878, bajo el amparo de la poderosa Rusia. Sin embargo, un buen número de serbios residía en las provincias dominadas por Austria-Hungría, lo que fundamentaba las pretensiones serbias de que el imperio desalojara todas las zonas ocupadas de la península de los Balcanes. Aunque había disputas entre Croacia y Serbia, les unía una aspiración común: liberarse de los odiosos amos extranjeros. Los nacionalistas soñaban con unificar a todos los eslavos del sur en un solo reino. Los serbios eran la mayor fuerza aglutinante para formar dicho estado independiente.
En aquel tiempo ocupaba el trono el emperador Francisco José, de 84 años de edad. Por tanto, el archiduque Francisco Fernando no tardaría en ser el nuevo soberano. Para los nacionalistas serbios, el archiduque era un impedimento a la realización del sueño de tener un estado eslavo meridional.
Entre la juventud serbia había algunos estudiantes tan obsesionados con la idea del estado libre de eslavos del sur que estaban dispuestos a morir por la causa. Eligieron a varios jóvenes para perpetrar el asesinato del archiduque. Recibieron armas y adiestramiento de la Mano Negra, un grupo nacionalista serbio de carácter clandestino. Dos de estos muchachos intentaron asesinarlo y uno de ellos lo consiguió. Se llamaba Gavrilo Princip, de 19 años.
Este crimen logró el objetivo que perseguían los perpetradores. Al concluir la I Guerra Mundial, la monarquía austrohúngara se había disuelto y Serbia podía encabezar la unificación eslava a fin de formar un Estado. En 1918 esta nación recibió el nombre de Reino de los Serbios, Croatas y Eslovenos. Esta denominación dio paso a la de Yugoslavia en 1929. Ahora bien, cuando los distintos grupos no necesitaron continuar unidos en la enemistad común hacia Austria-Hungría, se hicieron evidentes las diferencias entre ellos. Había casi veinte colectivos étnicos, cuatro idiomas oficiales y varios más de menor difusión, dos diferentes alfabetos (romano y cirílico), y tres religiones predominantes: la católica, la musulmana y la ortodoxa serbia. Aun en la actualidad, la religión es uno de los factores divisivos más importantes. En otras palabras, en el seno del nuevo Estado existían elementos disgregadores muy antiguos.
Yugoslavia y la II Guerra Mundial
Durante la II Guerra Mundial se produjo la invasión de Yugoslavia por los alemanes, en la que, según el libro The Yugoslav Auschwitz and the Vatican (El Auschwitz yugoslavo y el Vaticano), los croatas católicos que colaboraban con los nazis “asesinaron sistemáticamente a más de doscientas mil personas, en su mayoría serbios ortodoxos”. Sin embargo, el croata Josip Broz —Tito— y sus partisanos comunistas, ayudados por los británicos y estadounidenses, lograron repeler a los alemanes. Al fin de la guerra, era obvio que se había puesto a la cabeza del país, que procedió a gobernar con mano de hierro. Era un hombre independiente; tanto que ni Stalin logró obligarlo a conformar Yugoslavia al modelo que seguían los demás países del bloque comunista.
Muchos ciudadanos de la ex Yugoslavia dicen: ‘De no haber sido por Tito, la unión se hubiera disuelto mucho antes. Era el único con la fuerza de voluntad y la autoridad que se necesitaban para mantenerla unida’. Los hechos han corroborado esta afirmación. Fue después de su muerte, en 1980, cuando resurgieron los conflictos, que fueron agravándose hasta que estalló la guerra civil en 1991.
Las balas que cambiaron el mundo
En el libro Thunder at Twilight—Vienna 1913/1914 (El trueno del crepúsculo: Viena 1913-1914), el escritor Frederic Morton comenta el asesinato de Francisco Fernando: “La bala que le seccionó la yugular fue la primera detonación de la carnicería más destructiva que había conocido el hombre hasta la fecha. Puso en marcha la dinámica que conduciría a la II Guerra Mundial. [...] Muchas de las hebras que configuran el entramado de nuestro entorno se hilaron inicialmente en las riberas del Danubio, durante el año y medio que precedió al pistoletazo en la cabeza del archiduque”. (Cursivas nuestras.)
Los últimos acontecimientos ocurridos en la antigua Yugoslavia no son las únicas “hebras que configuran el entramado de nuestro entorno” cuyo origen se remonta a 1914. El historiador Edmond Taylor presenta una idea que goza del consenso de muchos historiadores: “El [estallido] de la Primera Guerra Mundial desembocó, dentro del siglo XX, en unos ‘tiempos calamitosos’ [...]. Directa o indirectamente, todas las convulsiones del último medio siglo derivan de 1914”. (La caída de las dinastías, traducción de J. Ferrer Aleu.)
Se han ofrecido diversas explicaciones de por qué fueron tan graves las secuelas de los disparos de Sarajevo. ¿Cómo es posible que los dos disparos que lanzó un “colegial” iniciaran una conflagración mundial que inauguró una era de violencia, caos y desilusión que ha continuado hasta nuestros días?
Hipótesis sobre 1914
En el libro Thunder at Twilight—Vienna 1913/1914, el escritor trata de explicar los sucesos señalando a lo que denomina “el nuevo poder” que influyó en las naciones en 1914. Según este escritor, dicho “poder” era en realidad un conglomerado de factores que actuaron conjuntamente. Las pocas voces sobrias que se alzaron quedaron ahogadas en el clamor que pedía la guerra cada vez con más fuerza. La movilización de un país aceleraba la de todos los demás. La autoridad pasó de la clase dirigente a manos de los generales. Muchos vieron en el conflicto bélico la oportunidad deseada de tener una “gran aventura nacional” que les permitiera huir de la monótona rutina cotidiana. En fecha posterior, un oficial escribió: “Tal como los hombres esperan ansiosos la tormenta que les alivie del bochorno veraniego, la generación de 1914 creía que aquella guerra sería un alivio”. El escritor alemán Hermann Hesse dijo que a muchas personas les vendría bien que los despertaran con un sobresalto de “la insípida paz capitalista”. Hay quien afirma que el escritor alemán Thomas Mann, premio Nobel de Literatura, llegó a decir que la guerra era “una purificación, una liberación, una gran esperanza”. Hasta Winston Churchill, ebrio de ideas bélicas, escribió: “Los preparativos de la guerra ejercen en mí una fascinación morbosa. Le pido a Dios que me perdone estos sentimientos tan frívolos”.
Este “nuevo poder” era la razón por la que en toda Europa se producían animadas escenas cuando los soldados marchaban a la guerra. Les fijaban ramitas verdes en las gorras y colocaban guirnaldas de rosas en torno a los cañones, tocaban las orquestas, las amas de casa ondeaban sus pañuelos desde las ventanas y los niños corrían alegres acompañando a los soldados. Era como si la gente celebrara con aclamaciones el advenimiento de la guerra. La guerra mundial vino disfrazada de fiesta.
Así era, en líneas generales, una parte de lo que el susodicho Morton denominó el “nuevo poder” que debería ayudarnos a entender los motivos de la I Guerra Mundial. Pero ¿dónde se originó este “poder”? La historiadora Barbara Tuchman escribió que la sociedad industrial había proporcionado al hombre nuevos poderes y nuevas presiones. La realidad era que la “sociedad [...] se mostraba [...] henchida de tensiones y de energía acumulada”. Stefan Zweig, que a la sazón era un joven intelectual vienés, escribió: “No puedo explicarlo más que por un exceso de vitalidad, una trágica consecuencia del dinamismo interno que se fue acumulando a lo largo de cuarenta años de paz, y que ahora procuraba liberarse violentamente”. La frase “No puedo explicarlo más que” deja traslucir que él mismo veía difícil hallar una explicación. En el prefacio del libro Thunder at Twilight, Morton escribe: “¿Por qué ocurrió en aquellos precisos momentos y lugares? ¿Y cómo? [...] ¿Sigue algún trazado este laberinto?”.
Como vemos, muchos de los que buscan una explicación para 1914 opinan que no es fácil desentrañar las razones más profundas. ¿Por qué no se limitó la lucha a las partes directamente implicadas? ¿Por qué devino una guerra mundial? ¿Por qué fue tan larga y destructiva? ¿Cuál fue el verdadero poder extraño que se apoderó del mundo en el otoño de 1914? En el siguiente artículo de la página 10 expondremos la respuesta que da la Biblia a estas preguntas.
[Nota a pie de página]
a Yugoslavia significa “Eslavia (Tierra de los eslavos) del Sur”. Las repúblicas son Bosnia-Herzegovina, Croacia, Eslovenia, Macedonia, Montenegro y Serbia.
[Comentario en la página 6]
“Tal como los hombres esperan ansiosos la tormenta que les alivie del bochorno veraniego, la generación de 1914 creía que aquella guerra sería un alivio.” (Ernest U. Cormons, diplomático austriaco.)
[Fotografía en la página 5]
Gavrilo Princip
[Fotografía en la página 6]
Entregaban flores a los alemanes que iban a la guerra
[Reconocimiento]
The Bettmann Archive
[Mapa en la página 7]
(Para ver el texto en su formato original, consulte la publicación)
El mapa de Europa en agosto de 1914
1. Gran Bretaña e Irlanda 2. Francia 3. España 4. Imperio alemán 5. Suiza 6. Italia 7. Rusia 8. Austria-Hungría 9. Rumania 10. Bulgaria 11. Serbia 12. Montenegro 13. Albania 14. Grecia
[Reconocimiento en la página 3]
Culver Pictures
[Recuadro/Fotografías en la página 8]
1914: La Biblia vaticinó las catástrofes acaecidas desde 1914
“Salió otro, un caballo de color de fuego; y al que iba sentado sobre él se le concedió quitar de la tierra la paz para que se degollaran unos a otros; y le fue dada una gran espada. Y cuando abrió el tercer sello, oí a la tercera criatura viviente decir: ‘¡Ven!’. Y vi, y, ¡miren!, un caballo negro; y el que iba sentado sobre él tenía en su mano una balanza. Y oí una voz como si fuera en medio de las cuatro criaturas vivientes decir: ‘Un litro de trigo por un denario, y tres litros de cebada por un denario; y no dañes el aceite de oliva ni el vino’. Y cuando abrió el cuarto sello, oí la voz de la cuarta criatura viviente decir: ‘¡Ven!’. Y vi, y, ¡miren!, un caballo pálido; y el que iba sentado sobre él tenía el nombre Muerte. Y el Hades venía siguiéndolo de cerca. Y se les dio autoridad sobre la cuarta parte de la tierra, para matar con una espada larga y con escasez de alimento y con plaga mortífera y por las bestias salvajes de la tierra.”
(Véanse también Lucas 21:10-24; 2 Timoteo 3:1-5.)
“La Gran Guerra de 1914-18 aparece como una franja de tierra arrasada, que divide aquella época de la nuestra. Al destruir tantas vidas que hubieran resultado útiles en los años que siguieron; al desbaratar creencias, cambiar ideas y dejar heridas incurables en el espíritu, dicho conflicto contribuyó a crear un vacío físico y sicológico entre las dos épocas.”
(1890-1914. La torre de orgullo. Una semblanza del mundo antes de la Primera Guerra Mundial, de Barbara W. Tuchman, prefacio.)
“Los cuatro años siguientes [a 1914] fueron, según escribiera Graham Wallas, ‘cuatro años del más intenso y heroico esfuerzo que ha podido realizar jamás el género humano’. Cuando la lucha hubo concluido, las ilusiones y entusiasmos que prevalecieron hasta 1914 se hundieron lentamente en un mar de profunda desilusión. Además del precio que por ello había pagado, el único beneficio que logró la humanidad fue comprobar dolorosamente el alcance de sus propios defectos.”
(Ibídem, epílogo.)
[Reconocimientos]
The Bettmann Archive
The Trustees of the Imperial War Museum, Londres
National Archives of Canada, P.A. 40136