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  • g94 8/12 págs. 4-6
  • ¿Es la prosperidad material garantía de felicidad?

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  • ¿Es la prosperidad material garantía de felicidad?
  • ¡Despertad! 1994
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¡Despertad! 1994
g94 8/12 págs. 4-6

¿Es la prosperidad material garantía de felicidad?

“EN NUESTRA escuela, de cada cincuenta estudiantes aproximadamente, solo uno o dos llevaban zapatos —recuerda un hombre de 45 años llamado Poching, que creció en el sur de Taiwan en los años cincuenta—. No teníamos con qué comprarlos. Aun así, nunca nos consideramos pobres, pues disponíamos de todo lo necesario.”

De eso hace ya unos cuarenta años. Desde entonces, la vida de Poching y del resto de los veinte millones de habitantes de la isla ha cambiado de manera espectacular. Como explica el libro Facts and Figures—The Republic of China on Taiwan (Hechos y números. La República de China en Taiwan): “Taiwan dejó de ser una sociedad agrícola y se transformó en una activa sociedad industrial”. Hacia finales de los años setenta, se la reputaba de “sociedad estable y próspera”.

En efecto, la pujante economía de Taiwan se percibe por todas partes: desde las elevadas y ultramodernas torres de oficinas que proliferan en la isla, hasta las autopistas atestadas de costosos vehículos importados. Otros países en vías de desarrollo envidian su prosperidad. El China Post, el diario en inglés de mayor circulación del país, se jacta de que “en la actualidad la población taiwanesa disfruta del nivel de vida más elevado de la historia de China”.

‘Una multitud de problemas espinosos’

¿Ha proporcionado tal nivel de bienestar económico verdadera felicidad y satisfacción a la gente? No cabe duda de que los taiwaneses tienen mucho de lo que sentirse orgullosos; pero en esta feliz historia también hay un lado oscuro. Como destaca el China Post, “la gran expansión económica ha traído como consecuencia una multitud de problemas complicados y espinosos”. Taiwan ha tenido que pagar un precio a cambio de su prosperidad material.

Con respecto a los “problemas complicados y espinosos” que acosan a esta isla, en la que en un tiempo apenas se cometía un delito, el mismo diario observa: “En los últimos años, la criminalidad y el desorden han aumentado de modo alarmante en nuestra opulenta sociedad, amenazando cada vez más la vida y la propiedad de todos los ciudadanos observantes de la ley”. En un artículo titulado “La riqueza convierte a Taiwan en un país de lujuria”, el Post reprueba el aumento en el número de “bares y restaurantes atendidos por jóvenes ligeras de ropa” y de burdeles ilegales que funcionan bajo el disfraz de barberías. La extorsión y el secuestro con la finalidad de cobrar un rescate constituyen otro de los problemas. Un informe dice que el secuestro de niños es “la nueva industria en auge de Taiwan”. Muchas personas recurren a esta clase de delitos con el fin de saldar sus deudas de juego o compensar otras pérdidas económicas.

Los niños no son solo víctimas inocentes del crimen, pues cada vez son más los que participan en hechos delictivos. Según informes, tan solo en 1989 el número de delitos cometidos por menores se incrementó en un 30%. Algunos atribuyen la delincuencia juvenil a la desintegración familiar, un hecho que parecen apoyar las estadísticas. Por ejemplo, entre los años 1977 y 1987 se registró un descenso en el número de parejas taiwanesas que contrajeron matrimonio, mientras que la tasa de divorcios aumentó a más del doble. Como la cultura china tradicionalmente acentúa la importancia de la familia en una sociedad estable, no sorprende que a muchas personas les preocupe el deterioro de las condiciones actuales.

La raíz del problema

Se han dado diversas razones en un esfuerzo por determinar las causas de la descomposición social en una sociedad acaudalada. Algunos afirman, en términos un tanto filosóficos, que es el precio que hay que pagar por el éxito. Pero culpar de ello al éxito o a la prosperidad es como culpar al alimento de la glotonería. No todos los que comen son glotones, como tampoco son materialistas ni delincuentes todas las personas acomodadas. No, la prosperidad material no es en sí la causante del delito ni del desorden social.

Un artículo de fondo del China Post señaló a un factor de mayor relevancia, diciendo: “Durante décadas hemos recalcado con demasiada insistencia la importancia del progreso económico. He ahí la razón del menoscabo de los valores morales y espirituales de nuestra sociedad”. (Cursivas nuestras.) En efecto, el dar demasiado énfasis a la búsqueda de posesiones materiales engendra un espíritu materialista y codicioso, y promueve el egocentrismo. Es precisamente tal espíritu lo que lleva a la desestructuración familiar y a la proliferación de los males sociales. Estas palabras de la Biblia registradas hace dos mil años siguen en vigor: “El amor al dinero [no el dinero en sí] es raíz de toda suerte de cosas perjudiciales”. (1 Timoteo 6:10.)

Un problema mundial

Miles de taiwaneses han emigrado a otras naciones en busca de paz, tranquilidad y seguridad. Pero los problemas que afectan a Taiwan no son exclusivos de este país: se hallan extendidos por todo el mundo.

Un estudio efectuado hace algunos años reveló que el condado más rico de California (E.U.A.) poseía la tasa de divorcios más elevada del país. Cerca del 90% de todas las transacciones de bienes inmuebles realizadas en algunas zonas fueron el producto de las rupturas matrimoniales. La cantidad de suicidios fue el doble del promedio nacional. El índice de alcoholismo fue uno de los más altos del país, y se contabilizaron más psiquiatras y otros especialistas de la salud mental por persona que en cualquier otra parte de Estados Unidos.

Jesucristo señaló a una verdad fundamental cuando dijo: “No de pan solamente debe vivir el hombre, sino de toda expresión que sale de la boca de Jehová”. (Mateo 4:4.) Por más posesiones materiales que tenga una persona, estas no pueden satisfacer todas sus necesidades ni garantizarle la felicidad. Al contrario, a menudo sucede como reza un proverbio chino: “Cuando uno está bien alimentado y abrigado, empieza a pensar en excesos y placeres carnales”. Así lo demuestra la situación de Taiwan y de otras partes de la Tierra: la prosperidad material sola resulta ser, por lo general, el preludio de la decadencia social y moral y de sus problemas concomitantes.

Entonces, ¿qué se necesita a fin de que la prosperidad material sea una parte de la felicidad real y duradera? Sírvase leer el siguiente artículo para encontrar la respuesta.

[Comentario en la página 6]

“Cuando uno está bien alimentado y abrigado, empieza a pensar en excesos y placeres carnales.” (Proverbio chino.)

[Fotografía en la página 5]

La opulencia transformó pequeños pueblos en bulliciosas ciudades repletas de anuncios luminosos

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