La lenta asfixia de las megalópolis
POR todo el mundo existen las megalópolis, gigantescos núcleos urbanos a los que acuden millones de personas en busca de trabajo, vivienda y las ventajas de la vida metropolitana. Pero lo pagan caro. Hasta respirar se está volviendo cada día más peligroso en estas aglomeraciones de crecimiento descontrolado.
Según un reciente estudio del PNUMA (Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente) y la OMS (Organización Mundial de la Salud), la contaminación del aire ha empeorado drásticamente en veinte de las poblaciones más grandes del mundo. “En algunos casos —explica Our Planet, revista editada en Kenia por el PNUMA— la contaminación del aire es tan mala como las infames nieblas tóxicas de Londres de hace cuarenta años”. Los habitantes de Ciudad de México son los más afectados por este problema, aunque los millones de ciudadanos de urbes como Bangkok, El Cairo, Pekín y São Paulo no salen mucho mejor parados.
¿Qué peligro reviste el aire en estas localidades? Los elevados niveles que alcanzan los principales contaminantes —dióxido de azufre, monóxido de carbono y plomo, por citar algunos— son perjudiciales en muchos aspectos. Repercuten en el organismo de maneras muy diversas: dolencias respiratorias y cardiovasculares, lesiones neurológicas y afecciones en la médula espinal, el hígado y los riñones.
¿A qué se debe la polución? En estos núcleos de población el factor más contaminante por sí solo es —según la revista Our Planet— el parque automovilístico. Dado que se espera que la cantidad de vehículos existentes en el mundo —630 millones— “se duplique en los próximos veinte o treinta años, principalmente en las zonas urbanas”, el futuro del aire de las ciudades es muy sombrío. La situación se agrava aun más porque se han adoptado pocas medidas preventivas, pues, como señala el artículo, en la mayoría de las macrociudades “no hay apenas conciencia de la gravedad del problema”. No es de extrañar que la revista Our Planet apremie a estos centros urbanos para que den la máxima prioridad a las medidas tendentes a purificar el aire. De no hacerlo, el futuro será aciago. Según expone la citada publicación, “estas ciudades se enfrentan a la asfixia lenta al ir empeorando la calidad del aire”.