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  • ¿Por qué he de obedecer a mis padres?
  • ¡Despertad! 1994
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¡Despertad! 1994
g94 22/12 págs. 25-27

Los jóvenes preguntan...

¿Por qué he de obedecer a mis padres?

AUNQUE los padres de Stan eran cristianos devotos, al cumplir 16 años se rebeló contra la educación que le habían dado. “Quería conocer a más personas —explica— y sentirme integrado. Me apetecía tener todo lo que poseían los demás.” Para alcanzar sus fines, se le ocurrió hacerse traficante de drogas. Como es obvio, tuvo que mentir para encubrir sus movimientos y justificar los ingresos que llevaba a casa. “Tenía la conciencia muerta”, señala Stan.

John recibió el bautismo cristiano a la edad de 11 años. “Lo cierto es que no sentía la verdad como algo mío —admite—. Me bauticé porque mi familia así lo esperaba. Cuando entré en la escuela secundaria, me descontrolé. Además, el rock era una mala influencia en mi vida. Me aficioné al surf, de modo que pasaba mucho tiempo en la playa, donde estaba con chicos que no seguían las normas de la Biblia, y tenía muchas drogas a mi alcance.” No tardó en independizarse y vivir en radical oposición a lo que le habían enseñado.

La causa de la rebelión

Es normal que el muchacho desee ver hasta donde llegan sus facultades y quiera tener una cierta independencia. Pero la conducta rebelde, escandalosa y autodestructiva es algo muy distinto. ¿Qué provoca este comportamiento? Hay muchas razones, y de lo más diversas. “Cuando uno es joven —explica John—, anda en busca de diversión. Lo que quiere es gozar.” El problema es que el adolescente, en virtud de su falta de experiencia en la vida, no siempre actúa con prudencia. (Hebreos 5:14.) Por consiguiente, el padre juicioso fija límites razonables para sus hijos, restricciones que incomodan muchísimo a algunos jóvenes.

Es triste, pero algunos muchachos han abandonado los principios que les inculcaron sus padres piadosos. (Efesios 6:1-4.) Jesús dijo que el cristianismo sería un modo de vivir ‘angosto’ o “estrecho”. (Mateo 7:13, 14.) Por esta razón, en muchos casos los jóvenes cristianos no pueden actuar igual que sus compañeros de estudios. La mayoría saben llevar las limitaciones con entereza, pues comprenden que las leyes de Dios no son en realidad gravosas. (1 Juan 5:3.) Sin lugar a dudas, estas leyes los protegen de bastantes problemas, como los embarazos extramatrimoniales, la toxicomanía y las enfermedades de transmisión sexual. (1 Corintios 6:9, 10.) Otros jóvenes, sin embargo, no quieren ver las cosas desde este ángulo, ya que creen que las leyes bíblicas coartan su estilo de vida.

El resentimiento puede alcanzar altas cotas cuando el hijo entiende que los padres son demasiado severos en campos como la disciplina y el esparcimiento. Cierta muchacha se quejó así: “Creo que mis padres se pasan de estrictos con nosotros”. Es comprensible que algunos se molesten cuando les prohíben actividades que otros padres cristianos permiten. (Colosenses 3:21.) Cuando esto ocurre, algunos jóvenes exteriorizan su frustración desobedeciendo.

Por otro lado, hay jóvenes que se apartan del buen camino porque sus padres no tienen el más mínimo respeto a los principios de Dios. “Mi padre era alcohólico —comenta John—. Mamá no hacía más que discutir con él por culpa de la bebida. Nos mudamos varias veces para perderlo de vista.” Los alcohólicos y los drogodependientes no pueden atender de manera adecuada las necesidades de sus hijos. En estos hogares, el hijo puede padecer a diario agresiones verbales y otras humillaciones.

Otros muchachos se rebelan porque sus padres llegan al punto de abandonarlos o tratarlos como si no existieran. Pudiera parecerles que rebelándose captarán su atención o herirán sus sentimientos. “Que yo recuerde, mis padres casi nunca estaban en casa —comenta una joven llamada Taylor, de familia acomodada—. Es que era hija única, y como mis padres casi nunca estaban cerca de mí, siempre me dejaban un montón de dinero.” Al no tener a nadie que estuviera encima de ella, empezó a frecuentar las salas de fiestas y a emborracharse. Sus padres no se percataron de que algo iba mal hasta que la detuvo la policía por conducir en estado de embriaguez.

Además, a veces ocurre lo que explicó el apóstol Pablo a un conjunto de cristianos: “Ustedes estaban corriendo bien. ¿Quién les causó estorbo para que no siguieran obedeciendo la verdad?”. (Gálatas 5:7.) Es frecuente que el problema se deba a las malas compañías. (1 Corintios 15:33.) “Me junté con mala gente”, explica una adolescente llamada Elizabeth. Ella reconoce que la presión de sus compañeros la llevó a “consumir tabaco y otras drogas”. Agrega que “la fornicación era algo de todos los días”.

Por qué es tonto rebelarse

Tal vez te parezca que tu situación es frustrante o incluso opresiva. Quizás te sientas tentado a desobedecer a tus padres y hacer lo que te apetezca. Pues sigue el consejo que recibió el justo varón Job: “Cuida que la furia no te atraiga a [actuar] con rencor [...]. Manténte alerta para que no te dirijas a lo que es perjudicial”. (Job 36:18-21.)

Si actúas con rencor y das un escándalo, tal vez consigas que tus padres reaccionen, aunque, lo más seguro, de una manera nada agradable. Si acaso, te pondrán más limitaciones. Además, les dolerá mucho tu conducta destructiva. (Proverbios 10:1.) ¿Demuestras así tu cariño? ¿Van a mejorar las cosas de este modo? Es mucho más sensato que dialogues con ellos si crees que tienes quejas justificadas.a Puede que estén dispuestos a tratarte de un modo algo diferente.

Debes analizar también qué efecto tendrán tus acciones en Dios. ‘¿En Dios?’, quizás preguntes. Efectivamente, pues rebelarte contra tus padres equivale a rebelarte contra Dios, dado que él te ordena honrarlos. (Efesios 6:2.) ¿Cómo se siente ante tal desobediencia? Tocante a la nación de Israel, la Biblia dice: “¡Cuán a menudo se rebelaban contra él en el desierto [...]!”. ¿Con qué resultado? “Lo hacían sentirse herido.” (Salmo 78:40.) Es cierto que quizás te enfades con tus padres porque crees que son muy restrictivos. Pero ¿de verdad quieres herir el corazón de Jehová, la persona que más te quiere y que desea que vivas eternamente? (Juan 17:3; 1 Timoteo 2:4.)

La “libertad” cuesta cara

Por tanto, existen buenas razones para hacer caso a nuestro amoroso Padre celestial. No dejes que te engañen con vanas promesas de “libertad”. (Compáralo con 2 Pedro 2:19.) A veces parecerá que algunos jóvenes no reciben su merecido. Pero el salmista advierte: “No te muestres acalorado a causa de los malhechores. No envidies a los que hacen injusticia. Porque, como hierba, rápidamente se marchitarán, y como hierba verde nueva se desvanecerán”. (Salmo 37:1, 2.) La juventud rebelde suele pagar un precio muy alto por su “libertad”. La Biblia dice en Gálatas 6:7: “No se extravíen: de Dios uno no se puede mofar. Porque cualquier cosa que el hombre esté sembrando, esto también segará”.

Fíjate en el caso de Stan, mencionado al principio. Como esperaba, consiguió gozar de la simpatía de sus amigotes. “Me sentía integrado”, señala. Sin embargo, las cosas empezaron a salirle torcidas. Explica: “Me han disparado, me han recluido en centros de detención y ahora me van a encarcelar. Y no hago más que preguntarme: ‘¿Ha valido la pena?’”.

¿Y qué ocurrió con la búsqueda de “libertad” de John? Después de ser arrestado por posesión de estupefacientes, se le expulsó de la congregación cristiana. A partir de ese momento se degradó aún más. “Robaba automóviles para tener dinero —relata—. Estaba hecho un salvaje.” La delincuencia le reportó grandes sumas de dinero. Sin embargo, John explica qué ocurrió: “Lo derroché todo. Era increíble cuánta droga consumíamos”. Si no estaba enzarzado en riñas, robando o emborrachándose, estaba huyendo de la policía. “Me han detenido unas cincuenta veces. Normalmente no podían probar ningún cargo, aunque una vez me pasé todo un año en la cárcel.” En vez de ser libre, estaba metido hasta el fondo en las “cosas profundas de Satanás”. (Revelación [Apocalipsis] 2:24.)

Otro tanto puede decirse de Elizabeth. Los enredos en que se metió con sus amigos mundanos la llevaron a la cárcel. Esta es su confesión: “Hasta me quedé embarazada, pero las drogas me hicieron perder al niño. Las drogas eran mi vida. Parecía que solo me importaba estar eufórica. Me acabaron echando del apartamento. No podía volver a casa y me daba vergüenza pedirle ayuda a Jehová”.

Se podrían citar muchos ejemplos parecidos de jóvenes que han pagado muy caro el repudiar los principios piadosos. La Biblia da esta advertencia: “Hay un camino que uno cree recto, y va a parar a la muerte”. (Proverbios 14:12, Biblia del Peregrino.) En vez de rebelarte contra tus padres, lo más lógico es que trates de llevarte bien con ellos y dialogues para analizar las limitaciones que te parezcan injustas.

Ahora bien, ¿qué ocurre con los jóvenes a los que les llega tarde esta información, que ya viven inmersos en la mala vida? ¿Tienen algún modo de arreglar la relación con sus padres y, sobre todo, con Dios? El siguiente artículo del próximo número analizará estas preguntas.

[Nota a pie de página]

a Hay varios artículos que dan consejos útiles al respecto. Entre otros, puedes consultar la sección “Los jóvenes preguntan...” de los números de ¡Despertad! del 8 de enero de 1985, 8 de agosto de 1992 y 8 de noviembre de 1992.

[Fotografía en la página 26]

Tal vez tengas más “libertad” al rebelarte contra tus padres, pero ¿has pensado en las consecuencias?

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