Lo vendieron como esclavo
Por un corresponsal de ¡Despertad! en África
OLAUDAH EQUIANO nació en 1745 en la región que hoy corresponde al este de Nigeria. La vida en su aldea era la habitual de la época. Los miembros de la familia cultivaban juntos maíz, algodón, ñame y frijol. Los hombres cuidaban vacas y cabras. Las mujeres hilaban el algodón y lo tejían.
El padre de Equiano era un anciano eminente del clan y juez de la comunidad. Equiano iba a heredar su posición, pero no llegó a hacerlo, pues fue raptado cuando era niño y vendido como esclavo.
Pasó de un negrero a otro, y no conoció a los europeos sino hasta que llegó a la costa. Años más tarde puso por escrito sus impresiones: “Lo primero que me saltó a la vista al llegar a la costa fue el mar y un barco de esclavos fondeando a la espera de la mercancía. Ambas cosas me llenaron de asombro, que pronto dio paso al horror cuando me subieron a bordo. Algunos miembros de la tripulación me tocaron y me lanzaron al aire a fin de ver si estaba sano. Para aquel entonces estaba convencido de que me hallaba en un mundo de espíritus malignos que querían matarme”.
Al mirar en torno suyo, Equiano vio a “una multitud de negros de toda clase, encadenados, con rostros transidos de abatimiento y pesar”. Abrumado, se desmayó. Sus compañeros africanos lo reavivaron y consolaron. Equiano prosigue: “Les pregunté si aquellos blancos nos iban a comer”.
Equiano fue enviado a Barbados, luego a Virginia y por último a Inglaterra. Al ser adquirido por el capitán de un barco, recorrió mucho mundo. Aprendió a leer y escribir, llegó a comprarse la libertad, y desempeñó un papel clave en el movimiento abolicionista británico. En 1789 publicó su biografía, uno de los pocos relatos —posiblemente el mejor— sobre la trata de esclavos redactado por una víctima africana.
Pero millones de africanos no corrieron igual fortuna. Desgajados de sus familias y hogares, fueron enviados a través del Atlántico en condiciones inhumanas. Ellos, y los hijos que tuvieron, fueron objeto de compraventa, al igual que el ganado, y se les obligó a trabajar afanosamente sin paga para enriquecer a extraños. La mayoría de estos oprimidos vivieron sin derechos, sujetos a los castigos, abusos e incluso al asesinato por parte de dueños caprichosos. Para los más de los esclavos, la única liberación era la muerte.