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  • ¡Despertad! 1995
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¡Despertad! 1995
g95 22/10 págs. 17-19

¿Por qué construir con madera?

POR EL CORRESPONSAL DE ¡DESPERTAD! EN JAPÓN

RELUCIENTES como escamas plateadas bajo el frío sol de la Rusia noroccidental, se erigen las veintidós cúpulas bulbiformes de una iglesia de madera. Una mirada más de cerca revela que las cúpulas están recubiertas de miles de tablillas de madera, ya desgastadas por el paso del tiempo. Esta edificación, situada en una isla del lago Onega, afronta desde hace casi trescientos años los crudos inviernos rusos, testimoniando en silencio la asombrosa durabilidad de la madera.

Otros edificios ofrecen un testimonio aun más contundente. Por todo el norte de Europa se hallan construcciones de madera de mucha más antigüedad. En Noruega, por ejemplo, todavía se ven esparcidas por los campos las edificaciones que fueron el resultado del auge de la arquitectura con madera experimentado en el país alrededor del siglo XII. Y en Inglaterra hay un edificio de este material cerca de Ongar (Essex) que fue construido hacia 1013 y aún aguanta las conocidas inclemencias del tiempo en esa región. Pero la construcción de madera aparentemente más antigua de todas es un templo centenario que se encuentra en Japón.

El edificio de madera más antiguo

¿Cómo ha podido subsistir por tanto tiempo este templo de madera, llamado Horyuji? Esencialmente, gracias a lo bien que conocían los carpinteros originales la madera. Sabían cuál debían escoger y qué partes de ella debían utilizar para cada función determinada. En este caso eligieron la de hinoki (ciprés japonés), procedente de árboles de al menos mil años de antigüedad en el momento de su tala.

El maestro carpintero Tsunekazu Nishioka, que murió recientemente, dedicó gran parte de su vida a la restauración del templo. Él afirmó que los clavos —fabricados de la misma forma que los sables de los samuráis, martilleándolos y templándolos repetidas veces— también han contribuido significativamente a la longevidad del templo. En las obras de restauración se emplearon los clavos antiguos porque, según él, “los clavos modernos no duran ni veinte años”.

Habrá quien cuestione si el templo Horyuji tiene realmente mil trescientos años de antigüedad, ya que en este siglo se ha reemplazado el 35% de la edificación. No obstante, muchos pilares principales, vigas maestras y aleros son de la madera original. Nishioka dijo: “Creo que el templo durará otros mil años”.

Con madera de tal calidad en su derredor, no es de extrañar que a los antiguos japoneses les encantara la madera. Incluso en la actualidad sus casas reflejan que han heredado esta afición.

Las casas japonesas

Para los interiores se utiliza mucha madera, pero sin pintar. El acabado de las columnas, las puertas, los muebles, etc., permite que se admire la fibra y la coloración naturales. A las tablas del porche no se les da ninguna clase de acabado para que formen un vínculo natural con los árboles y arbustos del jardín. El efecto es armonioso y relajante en lugar de excitante.

Muchos japoneses dicen que esta es la casa de sus sueños. Sin embargo, la madera que se requiere para construir este tipo de casa es actualmente de precio prohibitivo para el obrero común y corriente. Aun así, a los japoneses les gusta usar madera siempre que pueden, porque la historia les ha enseñado que, además de su bonito aspecto, es un material adecuado para las condiciones medioambientales del país, que incluyen terremotos frecuentes, tifones, veranos cálidos y húmedos e inviernos fríos.

La madera es idónea para los países con alto riesgo de terremotos, pues se dobla y retuerce dócilmente cuando se ve sometida a presiones que otros materiales, como la piedra, no resistirían. Posee también las magníficas propiedades de retener la humedad y aislar. A pesar de que de junio a agosto el clima en Japón es lluvioso y húmedo, la madera de las casas no se pudre, sino que se adapta al ambiente y provee cierto bienestar, ya que absorbe la humedad del aire y después se seca. Pero este material resulta atractivo para la persona de término medio por razones muy diferentes.

La belleza de la madera

La mayoría de las personas de todo el mundo eligen la madera por su belleza. Albert Jackson y David Day explican en la publicación Collins Good Wood Handbook: “Como la madera es un producto de la naturaleza, cada pieza es única. Todas las piezas extraídas de un árbol, o hasta de una misma tabla, difieren. Tal vez tengan la misma dureza o el mismo color, pero no la misma disposición de las fibras. Es esta diversidad en la calidad, la dureza, el color, la facilidad de trabajarla y aun en el olor lo que confiere atractivo a la madera”.

¿Por qué varía tanto la disposición de las fibras? Pues bien, para empezar, mientras algunos árboles tienen fibras rectas, otros las tienen nudosas, y otros onduladas o incluso rizadas. Por otra parte, durante el crecimiento, los árboles con frecuencia se retuercen o se inclinan en otra dirección, echan ramas y son refugio de insectos. Todos estos factores crean formas interesantes. El aspecto de la madera también varía según la dirección del corte. Cierta madera de color pardo rojizo cortada de modo que presente vetas casi negras recibe en algunos países el nombre de “madera de cebra” y en otros “madera de tigre”.

Otro factor que realza la belleza de la madera es su tremenda variedad de colores. No toda la madera es marrón. De la India y de Sri Lanka procede el ébano, que tiene el corazón negro; del África occidental, el palo rojo, cuyo color va del rojizo al pardo violáceo, y de América Central y del Sur, la caoba, de tono rojo intenso. El palo del Brasil, de color rojo anaranjado brillante que se vuelve pardo rojizo intenso a la intemperie, es originario de dicho país. Algunas maderas son verdes y otras rosadas. La de un tipo de ciprés de Alaska (Chamaecyparis nootkatensis) es de color amarillo pálido, y la del arce blanco europeo es de tono aún más tenue. Al extremo de la gama de colores se hallan las maderas pálidas, casi blancas, de árboles como el tulipanero o álamo amarillo.

A muchas personas también les atrae el olor de la madera. Un ejemplo de madera aromática es el enebro, que usaron los carpinteros de Salomón para revestir el piso del templo. (1 Reyes 6:15.) Quizás el olor de dicha madera impregnaba el aire y se mezclaba a veces con el del incienso. (2 Crónicas 2:4.) El enebro es célebre no solo por su fragancia, sino también por su durabilidad y resistencia a la putrefacción.

Podría decirse muchísimo más en favor de la madera. Son tantas sus virtudes que uno se pregunta si acaso pudiera decirse algo en contra de ella.

La madera: un obsequio del Creador

Hay que reconocer, sin embargo, que no todos los tipos de madera son inmunes a los insectos destructivos, ni tampoco todos resisten la putrefacción ni perduran cientos de años. La principal preocupación a la hora de construir con madera es el fuego. No obstante, al ser sometida a un calor intenso la madera pesada tarda en carbonizarse y perder su fuerza, y no se desploma tan rápidamente como el acero. Pero pocas casas actuales tienen vigas y pilares de madera pesada como las de antes. Por ello, en caso de incendio habría que abandonar la casa lo más rápido posible.

La madera no es un material de construcción de calidad inferior. Al contrario: con madera escogida y tratada cuidadosamente se puede construir un edificio bien aislado que dure cientos de años. Algunos entendidos afirman que si la cuidáramos adecuadamente, nunca se pudriría. Sea cierto o no, la madera es, sin duda alguna, uno de los mejores materiales de construcción que nos ha regalado el Creador.

[Fotografía en la página 17]

Cúpulas bulbiformes de una iglesia de madera situada en una isla del lago Onega

[Reconocimiento]

Tass/Sovfoto

[Fotografías en la página 18]

El templo japonés de Horyuji, construido con madera

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