Se derriban barreras para construir puentes
NINGUNO de nosotros escogió la nación ni la familia en que nacería; tampoco elegimos la cultura que forjaría nuestra manera de pensar. No controlamos esos factores, sino que estuvimos sujetos al tiempo y a las circunstancias. Sin embargo, ahora está en nuestra mano moldear nuestros puntos de vista sobre los demás y nuestras acciones para con ellos.
La Biblia nos dice cómo hacerlo. Analicemos algunos principios que nos permiten construir puentes de comunicación con aquellos que quizá procedan de una cultura distinta.
“El Dios que hizo el mundo y todas las cosas que hay en él, [...] hizo de un solo hombre toda nación de hombres, para que moren sobre la entera superficie de la tierra.” (Hechos 17:24, 26.) Debido a que todos pertenecemos a la familia humana, tenemos mucho en común. Si pensamos en las cosas que tenemos en común podremos comunicarnos más fácilmente. Todos queremos tener buenos amigos y necesitamos sentir que se nos ama y respeta. Todos procuramos evitar el daño físico y emocional. Gente de todas las culturas aprecia la música y el arte, cuenta chistes, pondera la cortesía y busca la manera de lograr felicidad.
‘No hagan nada movidos por espíritu de contradicción ni por egotismo, sino considerando con humildad mental que los demás son superiores a ustedes.’ (Filipenses 2:3.) Esto no significa considerar que los demás son superiores a nosotros en todo aspecto, sino aceptar que hay campos de la vida en los cuales nos superan. Jamás debemos pensar que nosotros —o nuestra cultura— poseemos el monopolio de lo que es bueno.
“Realmente, pues, mientras tengamos tiempo favorable para ello, obremos lo que es bueno para con todos.” (Gálatas 6:10.) El mero hecho de ser amigable y servicial con los demás, prescindiendo de su extracción, contribuye, como puente de comunicación, a superar cualquier diferencia.
“Sepan esto, mis amados hermanos. Todo hombre tiene que ser presto en cuanto a oír, lento en cuanto a hablar, lento en cuanto a ira.” (Santiago 1:19.) Los buenos interlocutores no se limitan a hablar; escuchan con empatía.
“El consejo en el corazón del hombre es como aguas profundas, pero el hombre de discernimiento es el que lo sacará.” (Proverbios 20:5.) Es menester percibir los sentimientos y motivos que subyacen tras la conducta de las personas. Procure conocer mejor a la gente.
‘No vigile con interés personal solo sus propios asuntos, sino también con interés personal los de los demás.’ (Filipenses 2:4.) Sea condescendiente; vea los asuntos desde la óptica de los demás. Evite el egoísmo.
Diversidad cultural en el pueblo de Jehová
La eficacia de estos principios se observa en la unidad de los testigos de Jehová, quienes realizan su labor en 232 países. Son de “todas las naciones y tribus y pueblos y lenguas” y están resueltos a seguir la dirección amorosa de Jehová en todas las cosas. (Revelación [Apocalipsis] 7:9; 1 Corintios 10:31-33.)
En el plano individual, los Testigos no desdeñan culturas distintas a la suya. Y nadie que llega a ser Testigo rechaza la cultura en la cual se crió, a menos que esta esté en contra de los principios bíblicos. En tal caso, sí efectúan cambios en su modo de vivir. Pero los Testigos reconocen que en toda cultura hay costumbres loables que incluso están más realzadas en quienes practican la adoración verdadera a Dios.
Se esfuerzan por ver nuestro planeta como Dios lo ve: brillante, azul y hermoso, girando en el espacio, un planeta con una maravillosa diversidad de gentes y culturas. Los testigos de Jehová anhelan que llegue el tiempo en que toda la humanidad disfrute de la vida como una sola familia unida.
[Ilustración de la página 8]
Los testigos de Jehová han aprendido a derribar las barreras culturales