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¡Despertad! 1996
g96 8/7 págs. 22-25

¿Qué logró la visita papal a la ONU?

DURANTE el vuelo transatlántico que realizó para discursar en la ciudad de Nueva York ante las Naciones Unidas, el papa Juan Pablo II superó la cifra de un millón de kilómetros recorridos en sus viajes por el mundo. La del 4 de octubre de 1995 fue su visita papal al extranjero número 68. Es, sin duda alguna, el pontífice más viajero de la historia de la Iglesia Católica.

Llegó al aeropuerto internacional de Newark (Nueva Jersey) un miércoles lluvioso, resguardado por uno de los más complejos dispositivos de seguridad jamás utilizado para un dignatario. Se calcula que ocho mil agentes federales y municipales velaron por que no le ocurriera nada; en palabras de un reportaje, había “un complejo caparazón protector” que incluyó helicópteros y buzos.

¿Qué motivó la visita?

En el discurso del aeropuerto, el Papa recordó que uno de sus predecesores, Pablo VI, hizo ante la Asamblea General de la ONU un llamamiento a favor de la paz: “¡Nunca jamás la guerra! ¡Nunca jamás la guerra!”. Juan Pablo II dijo que él volvía “para expresar [su] profunda convicción de que los ideales y los propósitos que dieron vida a esta organización mundial hace medio siglo son más indispensables que nunca, en un mundo que busca una finalidad”.

Durante la celebración de Vísperas en la catedral del Sagrado Corazón de Jesús, el Papa reiteró su apoyo a la ONU: “Esta Organización existe para contribuir al bien común de la familia humana, y, por eso, es conveniente que el Papa hable allí como testigo de la esperanza del Evangelio”. Y añadió: “Nuestra oración por la paz es, por tanto, también una oración por la Organización de las Naciones Unidas. San Francisco de Asís [...] resplandece como un gran amante y constructor de paz. Invoquemos su intercesión sobre el compromiso de las Naciones Unidas en favor de la justicia y la paz en todo el mundo”.

Cuando discursó en la ONU, aplaudió los cambios políticos de carácter no violento acontecidos en 1989 en la Europa oriental, los cuales resultaron en que varias naciones hubieran recobrado la libertad. Recomendó el “verdadero patriotismo”, en contraposición a “una forma peligrosa de nacionalismo que predica el desprecio por las otras naciones y culturas”. Habló de las injusticias del sistema actual: “Cuando millones de personas sufren la pobreza —que significa hambre, desnutrición, enfermedad, analfabetismo y miseria— debemos [...] recordar que nadie tiene derecho a explotar al otro en beneficio propio”.

Luego añadió: “Ante estos enormes desafíos, ¿cómo no reconocer el papel que corresponde a la Organización de las Naciones Unidas?”. Habló de la necesidad de que la ONU se eleve a la condición de “centro moral, en el que todas las naciones del mundo se sientan como en su casa”. Indicó que era imperativo fomentar “la solidaridad de toda la familia humana”.

¿Qué origen tendrá la verdadera paz?

Es indudable que el Papa expresó muchos nobles sentimientos. Aun así, ¿hubo algún momento de su largo discurso en el que señalara a los líderes mundiales la solución que Dios tiene para los problemas del hombre, el reino divino en manos de Cristo Jesús? (Mateo 6:10.) No. De hecho, no citó ni una sola vez de la Biblia en su discurso ante la ONU. Por el contrario, dijo que “con la ayuda de la gracia de Dios, podemos construir en el siglo que está por llegar y para el próximo milenio una civilización digna de la persona humana, una verdadera cultura de la libertad”. Esta actitud les recuerda a los estudiantes de la Biblia el llamamiento similar que hace más de cuatro mil años realizaron en la antigua Babel los que pensaban que podían mantener unida la humanidad por los esfuerzos del hombre: “¡Vamos! Edifiquémonos una ciudad y también una torre con su cúspide en los cielos, y hagámonos un nombre célebre”. (Génesis 11:4.) Según esta manera de ver las cosas, serán los dirigentes políticos de la humanidad, representados en la ONU, quienes construyan una nueva civilización fundada en la libertad.

Pero ¿qué indican las profecías bíblicas tocante al futuro de los gobiernos y de la propia ONU? Los libros de Daniel y Revelación (Apocalipsis) nos explican con claridad qué porvenir les espera. Daniel vaticinó que en los últimos días Dios establecería su dominación del Reino como una gran piedra ‘no cortada por manos humanas’. ¿Qué acción tomaría? “En los días de aquellos reyes el Dios del cielo establecerá un reino que nunca será reducido a ruinas. [...] Triturará y pondrá fin a todos estos reinos, y él mismo subsistirá hasta tiempos indefinidos.” Los gobiernos del hombre serán sustituidos por un reino justo para la humanidad. (Daniel 2:44, 45.)

¿Qué le va a suceder a la ONU? El capítulo 17 de Revelación pinta a las Naciones Unidas (y a su efímera predecesora, la Sociedad de Naciones) como una bestia salvaje de color escarlata que “ha de irse a la destrucción”. (Revelación 17:8.)a El medio del que se valdrá Jehová para implantar la verdadera paz no será ningún organismo humano, por sinceros que sean sus partidarios, sino el prometido Reino de Dios en manos del resucitado Jesucristo, desde el cielo. De este modo podrá cumplirse la promesa divina de Revelación 21:3, 4: “¡Mira! La tienda de Dios está con la humanidad, y él residirá con ellos, y ellos serán sus pueblos. Y Dios mismo estará con ellos. Y limpiará toda lágrima de sus ojos, y la muerte no será más, ni existirá ya más lamento ni clamor ni dolor. Las cosas anteriores han pasado”.

¿Qué repercusiones tuvo la visita?

Cuando el Papa se refirió a la Biblia en sus discursos, ¿animó a sus feligreses a sacarla y buscar las citas? El hecho es que la gran mayoría ni siquiera la llevó. Rara vez mencionó una cita concreta para facilitar que el público siguiera la lectura.

Por ejemplo, cuando habló ante 83.000 personas en el Giants Stadium (Nueva Jersey), dijo: “Esperamos el regreso del Señor como juez de los vivos y los muertos. Esperamos su regreso glorioso, la venida del reino de Dios en su plenitud. Esta es la invitación constante de los Salmos: ‘Espera en el Señor, sé valiente, ten ánimo, espera en el Señor’”. Ahora bien, ¿de qué pasaje de los Salmos citó? Y, ¿a qué Señor se refería, Jesús o Dios? (Compárese con Salmo 110:1.) Según el periódico vaticano L’Osservatore Romano, edición semanal en lengua española, la cita era del Salmo 27:14, que se traduce mejor: “Espera en Yahveh, ten valor y firme corazón, espera en Yahveh”. (Biblia de Jerusalén.) En efecto, debemos esperar en Yahveh, o Jehová, el Dios de nuestro Señor Jesús. (Juan 20:17.)

En el transcurso de la historia, ¿han promovido la paz entre las naciones los eclesiásticos y los líderes católicos? ¿Ha ayudado la doctrina católica a zanjar las diferencias étnicas, raciales o tribales? Las matanzas que tuvieron lugar en 1994 en Ruanda, África centroriental, y las guerras sangrientas de los últimos años en el territorio de la antigua Yugoslavia, son muestra de que a menudo las creencias religiosas no logran erradicar del corazón del hombre los odios y prejuicios más profundos. Tampoco va a cambiar la manera de pensar y actuar de la gente porque haga una breve confesión u oiga misa todas las semanas. Se precisa una influencia mucho más profunda, que solo se da si el creyente deja que la Palabra de Dios penetre en su corazón y mente.

El cambio de conducta del cristiano verdadero no se funda en una reacción emocional a los ritos religiosos, sino en la comprensión racional de lo que requiere Dios de cada persona. El apóstol Pablo dijo: “No vivan ya según los criterios del tiempo presente; al contrario, cambien su manera de pensar para que así cambie su manera de vivir y lleguen a conocer la voluntad de Dios, es decir, lo que es bueno, lo que le es grato, lo que es perfecto”. (Romanos 12:1, 2, Versión Popular.) Esta nueva manera de vivir es el resultado de estudiar la Palabra de Dios, lo que permite conocer con exactitud su voluntad. Así se crea una fuerza espiritual que impulsa la mente y genera una conducta cristiana. (Efesios 4:23; Colosenses 1:9, 10.)

¿Se halla la Iglesia en una “encrucijada trascendental”?

El diario español El País habló del “extraordinario carisma” que, a sus 75 años, tiene Juan Pablo II, quien, según un rotativo estadounidense, es “perito en medios de comunicación”. Actúa con maestría al tratar con la prensa y al sintonizar con las masas, con padres e hijos. En sus viajes representa debidamente a la Santa Sede, situada en la Ciudad del Vaticano. Pero aunque el Vaticano tenga el reconocimiento de la ONU, la bendición papal sobre dicho organismo no le garantiza la bendición de Jehová Dios.

Las reacciones ante la visita pontificia fueron muy diversas. Muchos católicos que adquirieron entradas para la misa al aire libre sintieron que la experiencia los edificó emocionalmente. Sin embargo, hubo dirigentes católicos que valoraron más negativamente la visita y sus posibles repercusiones. Según el diario The New York Times, Timothy B. Ragan, presidente del Centro Nacional Católico para la Dirección Pastoral, dijo que “la visita del Papa había sido una oportunidad perdida. Aunque ‘fue edificante, y en su dimensión sacramental constituyó un punto destacado para muchos’”, no brindó a muchos dirigentes católicos “ni la oportunidad de ser escuchados, ni un marco para el diálogo”. Muchos católicos opinan que no tienen más remedio que escuchar un monólogo en asuntos como el celibato, el control de la natalidad y el divorcio.

Algunas autoridades católicas admiten que “la Iglesia se halla en una encrucijada trascendental”, y temen que muchos feligreses, “sobre todo jóvenes, estén perdiendo el sentido claro de qué significa ser católico”. James Hitchcock, católico tradicionalista, “entiende el problema como una guerra fría destructiva entre una jerarquía cada vez más conservadora y unos ‘mandos intermedios’ aún un tanto liberales”.

Con relación a los efectos que tendría la visita del Papa en la crisis que acaece en el seno de la Iglesia, Hitchcock declaró: “Él vino, fue adulado y volvió a casa sin que pasara nada. A mi entender, los resultados son decepcionantes”. Es indudable que el Papa desaprovechó la oportunidad de indicar a los políticos presentes en la ONU dónde se halla la fuente de verdadera paz.

Aunque la Carta de las Naciones Unidas y la propaganda del hombre pongan de relieve la meta de “paz y seguridad”, no permita que lo engañen. La Biblia advierte: “Cuando los hombres estén diciendo: ‘¡Paz y seguridad!’, entonces destrucción repentina ha de sobrevenirles instantáneamente, como el dolor de angustia a la mujer encinta; y no escaparán de ninguna manera”. (1 Tesalonicenses 5:3.) La auténtica paz y seguridad vendrá tan solo por voluntad de Dios y a su modo: mediante su gobernación del Reino, no mediante la ONU.

[Nota]

a Esta profecía de Revelación 17:8 se analiza en el libro Apocalipsis... ¡se acerca su magnífica culminación!, páginas 240 a 251, editado en 1988 por Watchtower Bible and Tract Society of New York, Inc.

[Reconocimiento de la página 22]

Fotos ONU

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