Por qué conservar la virginidad
“EL CULTO a la virginidad.” Así llama Randall Balmer, profesor adjunto de Religión del Barnard College de la Universidad de Columbia, a la tendencia, por lo visto cada vez más común entre los adolescentes, de posponer su actividad sexual hasta ser más maduros.
Como es de esperar, gran parte de los llamados a la abstinencia sexual proviene de organizaciones religiosas. “Pero el motivo que subyace tras el culto a la virginidad es seglar, no religioso —señala el doctor Balmer—. La verdadera razón por la que muchos siguen vírgenes es el temor; no el temor al castigo divino, sino a contraer una enfermedad mortal.” Después de eso, el doctor contrasta “el culto de la Virgen María”, en el que se ponía de relieve la abstinencia como ideal religioso, con el moderno “culto a la virginidad”, que ve la abstinencia más como una cuestión de salud.
“El hecho de que el incentivo para mantener una conducta moral sea el temor a contraer una enfermedad —añade el doctor Balmer—, pone de manifiesto el lamentable estado de la religión en los noventa. Los guías religiosos, tan preocupados por no ofender, han ofrecido ya sea una moralidad inoperante o ninguna en lo absoluto. Por esa razón se ha dejado en manos de los científicos y el personal de la salud pública la tarea de aconsejar a los adolescentes en cuanto a su vida sexual.”
Sin embargo, esto no ocurre en el caso de los cristianos verdaderos. Piense, por ejemplo, en lo que le sucedió a Chad, un adolescente testigo de Jehová. Una muchacha se acercó a conversar con él. Pero enseguida quedó claro que la intención de ella no era solo hablar. “Inmediatamente pensé —dice Chad— que no debía decepcionar a Jehová. Sabía que siempre tenía que agradarle; por lo tanto, le dije a la muchacha que debía irme.”
Al igual que Chad, muchos jóvenes testigos de Jehová observan una excelente conducta moral, no solo por motivos de salud, sino principalmente porque quieren agradar a su Creador, Jehová Dios. Su motivación para mantener una conducta moral no es el temor a contraer alguna enfermedad, sino el deseo de seguir el consejo de Eclesiastés 12:1: “Acuérdate, ahora, de tu Magnífico Creador en los días de tu mocedad”.