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¡Despertad! 1996
g96 8/11 págs. 4-8

La religión falsa cabalga a la destrucción

PARA averiguar si está próximo el fin de las religiones del mundo, analicemos una de las profecías más impresionantes de las Escrituras. Se centra en una misteriosa mujer simbólica descrita en el último libro bíblico: Apocalipsis o Revelación.

¿Se imagina a una reina cuyo imperio abarca a todas las naciones, y que en el curso de la historia ha influido en la vida de miles de millones de personas, dueña de grandes riquezas y engalanada con púrpura, escarlata, oro, piedras preciosas y perlas? En la frente lleva escrito un nombre largo y misterioso: “Babilonia la Grande, la madre de las rameras y de las cosas repugnantes de la tierra”. Uno de sus rasgos inconfundibles es el desorden y la promiscuidad con que vive, al grado de “fornicar” con los mandatarios del mundo. Sus pecados se han amontonado hasta llegar al cielo. Monta una bestia salvaje de color escarlata, un monstruo de siete cabezas y diez cuernos. (Revelación 17:1-6; 18:5.)

Si visualiza a esta mujer, se hará una idea de la protagonista del drama profético que contempló el apóstol Juan en una visión transmitida por un ángel, y que luego describió vívidamente en los capítulos 17 y 18 de Revelación. Léalos en su Biblia a fin de seguir los sucesos en orden, desde que se revela quién es esta misteriosa mujer hasta que sufre un fatal desenlace.

Cómo identificar a la ramera

Una pista para averiguar su identidad son los dos asientos simbólicos que ocupa la reina prostituta. En Revelación 17:18 se la llama “la gran ciudad que tiene un reino sobre los reyes de la tierra”. Por ello, se sienta sobre “muchas aguas”, o sea, “pueblos y muchedumbres y naciones y lenguas”, como indica Revelación 17:1, 15. Según el Rev 17 versículo 3 de ese capítulo, se sienta además sobre una bestia salvaje de siete cabezas; en la Biblia las bestias suelen simbolizar potencias políticas y organizaciones del mundo.

De lo anterior se desprende que la ramera, Babilonia la Grande, encarna un imperio exaltado que domina sobre otras autoridades y sus respectivos súbditos. Solo puede referirse al imperio integrado por las religiones falsas del mundo.

La injerencia de los guías religiosos en la política y los asuntos de estado es un hecho bien documentado. Señala The World Book Encyclopedia: “Tras la caída del Imperio romano occidental [en el siglo V], el Papa tuvo más autoridad que nadie en Europa. [...] Ejercía un poder tanto político como espiritual. En el año 800, el papa León III coronó como emperador de los romanos a Carlomagno, rey de los francos. [...] León III había establecido el derecho pontificio de legitimar la autoridad del emperador”.

Hallamos un ejemplo de la autoridad de la Iglesia Católica y sus “príncipes” sobre los gobernantes en el cardenal Thomas Wolsey (¿1475?-1530). Se dice que fue “el personaje más poderoso de Inglaterra por muchos años”. Durante el reinado de Enrique VIII, “asumió enseguida la dirección de todos los asuntos de estado. [...] Vivió regiamente y se regodeó en su poder”. La citada enciclopedia añade: “El cardenal Wolsey encauzó sus grandes dotes de estadista y administrador principalmente hacia la gestión de los asuntos exteriores de Enrique VIII”.

Hallamos otro ejemplo destacado de injerencia de la autoridad católica en los asuntos seculares del estado en el caso del cardenal francés Richelieu (1585-1642), quien “por más de dieciocho años [...] fue el auténtico amo de Francia”. La obra antes citada dice: “Dominado por la ambición, no tardó en ansiar un cargo superior”. Accedió al cardenalato en 1622 “y en poco tiempo se convirtió en la figura más influyente del gobierno galo”. Fue, sin duda, un hombre de acción, pues “en el asedio a La Rochela dirigió en persona el ejército real”. El artículo agrega que su “principal interés eran los asuntos exteriores”.

La constante mención que hace el periódico vaticano L’Osservatore Romano de la presentación de credenciales diplomáticas ante el soberano pontífice, manifiesta que perdura la conexión del Vaticano con las autoridades políticas. Aparentemente, el Vaticano dispone de una red mundial de fieles que informan al Papa de los acontecimientos políticos y diplomáticos.

Cabrían muchos más ejemplos de la enorme influencia de los caudillos religiosos —dentro y fuera de la cristiandad— en los asuntos políticos del mundo. El hecho de que la ramera simbólica se siente sobre las “muchas aguas” (que representan todos los “pueblos y muchedumbres y naciones”) y sobre la bestia salvaje (que simboliza todas las potencias políticas del mundo) también da a entender que la influencia que ejerce sobre los pueblos, las naciones y las potencias es de carácter más elevado, distinto del simple dominio político. Veamos de qué clase es.

Parte del largo nombre que lleva en la frente es “Babilonia la Grande”. Alude a la antigua ciudad fundada hace cuatro mil años por Nemrod, quien estaba “en oposición a Jehová”, el Dios verdadero. (Génesis 10:8-10.) Al ostentar ese nombre indica que es una copia a gran escala de aquella ciudad, con la que guarda varias similitudes. ¿Cuáles? La Babilonia de antaño estaba llena de misticismo, tradiciones pervertidas, idolatría, magia, astrología y superstición, aspectos condenados en la Palabra de Jehová.

El Diccionario teológico del Nuevo Testamento señala que en el siglo XVIII a.E.C. se entronizó a Marduk como “dios local de Babilonia” y se le puso “a la cabeza del ingente panteón sumero-acádico ([unos] 1300 dioses), bajo cuyo reinado [se] redujo a sistema la multitud de tradiciones religiosas existentes; [...] En Gn 11, vs 1-9 es censurado el proyecto babilónico de construir una torre gigantesca, como expresión del orgullo humano que desafía al cielo”.

Así pues, aquella ciudad era el punto focal de la religión falsa, que acabó infectando el mundo entero. Sus ritos, doctrinas, tradiciones y símbolos se han esparcido por toda la Tierra y se reflejan en la mezcolanza de los miles de religiones del mundo. Reinos e imperios han surgido y caído, pero la religión babilónica ha sobrevivido a todos ellos.

¿Por qué está tan próxima su ejecución?

Como se ha explicado a menudo en anteriores revistas, las profecías bíblicas y las conmociones del mundo desde 1914 indican de forma inequívoca que vivimos en “la conclusión del sistema de cosas”. (Mateo 24:3.) Esto implica que se acerca presurosamente el fin del sistema mundial de características bestiales y del monstruo de diez cuernos, la “bestia salvaje de color escarlata” que monta la ramera. (Revelación 17:3.) Esta bestia tiene que representar al conglomerado político formado por casi todas las naciones de la Tierra: las Naciones Unidas. El fin predicho significa la eliminación de la gobernación política impía que divide a la humanidad. Pero ¿y la reina prostituta que monta la bestia?

El ángel de Dios explica: “Los diez cuernos que viste, y la bestia salvaje, estos odiarán a la ramera y harán que quede devastada y desnuda, y se comerán sus carnes y la quemarán por completo con fuego. Porque Dios puso en sus corazones llevar a cabo Su pensamiento, aun llevar a cabo el solo pensamiento de ellos al dar ellos su reino a la bestia salvaje, hasta que se hayan realizado las palabras de Dios”. (Revelación 17:16, 17.)

Por lo tanto, la profecía indica que poco antes de ser destruida, la bestia salvaje política cobrará odio a su amazona y la atacará. ¿Por qué? Al parecer, los gobernantes y las administraciones creerán que la religión organizada de sus países constituye una amenaza a su poder y autoridad. De súbito, impelidos por una fuerza irresistible, llevarán a cabo el “pensamiento” de Dios, su decisión, al ejecutar su sentencia contra el adúltero y sanguinario imperio mundial de la religión falsa.a (Compárese con Jeremías 7:8-11, 34.)

El fin de las religiones falsas del mundo ocurrirá cuando aún parezcan fuertes e influyentes. La profecía indica que poco antes de ser destruida, la ramera todavía dirá en su corazón: “Estoy sentada como reina, y no soy viuda, y nunca veré lamento”. (Revelación 18:7.) Su destrucción tomará por sorpresa a sus miles de millones de súbditos. Será uno de los sucesos más inesperados y catastróficos de toda la historia humana.

Desde que surgió la antigua Babilonia, las religiones falsas ejercen muchísima influencia en la humanidad mediante sus dirigentes y partidarios; sus doctrinas, tradiciones y prácticas; sus muchos edificios imponentes para el culto, y sus fabulosas riquezas. Su desaparición no podrá pasar inadvertida. Por esta razón, el ángel con la encomienda de anunciar el castigo de la ramera se expresa sin ambages: “En un solo día vendrán sus plagas: muerte y lamento y hambre, y será quemada por completo con fuego, porque fuerte es Jehová Dios que la juzgó”. Así, el fin de Babilonia la Grande llegará fulminante como un rayo y pasará rápido, como si ocurriera “en un solo día”. (Revelación 18:8; Isaías 47:8, 9, 11.)

Este enérgico mensaje del ángel plantea las siguientes preguntas: ¿Quedará alguna religión? Y, de ser así, ¿cuál será y por qué? ¿Qué indican las profecías? Veamos las respuestas en el artículo siguiente.

[Nota]

a Se analizan con detalle estas profecías en el capítulo 33 de Apocalipsis... ¡se acerca su magnífica culminación!, editado por Watchtower Bible and Tract Society of New York, Inc.

[Ilustración de la página 7]

Esta “ramera” afecta a todo el mundo

[Reconocimiento]

Globo terráqueo: Mountain High Maps® Copyright © 1995 Digital Wisdom, Inc.

[Recuadro de la página 6]

En África la cristiandad tiene culpa de sangre

En Revelación 18:24, la Biblia dice que en Babilonia la Grande se halla la sangre de “todos los que han sido degollados en la tierra”. Piense en cuántas guerras se han librado por diferencias religiosas y porque los guías religiosos no lograron impedirlas. Un ejemplo reciente es el genocidio de Ruanda: la matanza de medio millón de personas, un tercio de ellas niños.

El escritor canadiense Hugh McCullum ofrece esta información desde Ruanda: “En Kigali [Ruanda], un sacerdote hutu señala que es inexplicable el fracaso de la Iglesia a la hora de brindar orientación moral. El lugar que ocupan los obispos en la sociedad ruandesa tendría que haber representado un papel de gran trascendencia. Sabían que se avecinaba la catástrofe mucho antes de desencadenarse las matanzas. Si los púlpitos hubieran difundido a casi toda la población un mensaje firme, tal vez se hubiera evitado el genocidio. Pero la jerarquía se quedó muda”.

Después de la peor carnicería (1994), Justin Hakizimana, anciano de una Iglesia, dijo en una pequeña reunión celebrada en una iglesia presbiteriana de Kigali: “La Iglesia secundó la política del [presidente ruandés] Habyarimana. No condenamos lo que ocurría porque estábamos corrompidos. Ninguna de nuestras iglesias —y la católica menos que ninguna— condenó las matanzas”.

En otra reunión celebrada en Ruanda después del genocidio, Aaron Mugemera, pastor eclesiástico, dijo lo siguiente: “La Iglesia ha caído en vergüenza. [...] Hemos padecido masacres desde 1959. Nadie las condenó. [...] No hablamos porque teníamos miedo y porque estábamos a gusto”.

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