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  • La grulla brolga, el casuario, el emú y el jabirú: aves curiosas de Australia

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  • La grulla brolga, el casuario, el emú y el jabirú: aves curiosas de Australia
  • ¡Despertad! 1996
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¡Despertad! 1996
g96 8/11 págs. 14-17

La grulla brolga, el casuario, el emú y el jabirú: aves curiosas de Australia

Por el corresponsal de ¡Despertad! en Australia

ARMADO con unas temibles uñas e incapaz de volar, el casuario tiene la reputación de ser el ave más peligrosa del mundo: puede saltar, cocear y desgarrar con una fuerza impresionante. De características similares y bien armado también, su pariente el emú no necesita las alas para desplazarse velozmente, pues corre como el viento. La grulla brolga, por su parte, proclama con su danza el gran talento de su Creador y Coreógrafo. En cuanto al alto y delgado jabirú, puede decirse que es un modelo de dignidad y elegancia aviarias cuando camina por las aguas someras. Y el águila audaz, tanto al volar como al vigilar su presa, tiene todo el aspecto de una consumada cazadora aérea. Cada una de estas magníficas aves es una verdadera maravilla de la creación. De modo que tenemos el gusto de presentarles a...

El colorido casuario: amigo de la pluviselva

El llamativo casuario común, llamado también de casco, es un ave solitaria que pesa entre 30 y 60 kilogramos y habita en las exuberantes pluviselvas del nordeste de Australia y de Nueva Guinea. Mide casi dos metros de altura, y la hembra no solo es más grande que el macho, sino también ligeramente más colorida, particularidad insólita entre las aves. Aparte de la época de celo, el macho se mantiene prudentemente alejado de la hembra. Tras el apareamiento, la hembra pone sus lustrosos huevos verdes y se va, dejando al macho la tarea de incubarlos y luego ocuparse de las crías. A continuación, la hembra se aparea con otros machos y a cada uno le deja una nidada que atender.

En vista de que la deforestación está reduciendo el número de casuarios, el Santuario Billabong, cerca de Townsville (Queensland), ha instituido un sistema de reproducción en cautividad destinado a introducir a las crías en su hábitat natural cuando estas ya pueden valerse por sí mismas. Aunque los casuarios son omnívoros, se alimentan principalmente de frutos, que engullen enteros. De este modo, las semillas de más de un centenar de especies de plantas pasan sin digerir por su intestino y terminan diseminadas por la selva en una masa fertilizante que las protege y nutre. Según los expertos que trabajan en el santuario, este hecho tal vez convierta al casuario en una especie clave, pues su desaparición resultaría en la extinción de muchas especies vegetales. Ahora bien, ¿constituye el casuario un peligro para el ser humano?

Únicamente para los que cometen la imprudencia de acercársele demasiado. En realidad, mayor peligro representa el hombre para el casuario que viceversa. En las oscuras sombras de la pluviselva, el ave emite un profundo sonido gutural para advertir al intruso de su presencia. Si se encuentra en esa situación, dése por aludido; no se acerque más. Es muy probable que el ave se aleje a la carrera por entre la maleza valiéndose de su duro casco para protegerse la cabeza. Pero cuando el casuario se ve acorralado, está herido o atendiendo a las crías, es posible que ataque si alguien se le aproxima demasiado.

El emú: ave nómada convertida en emblema nacional

El emú, muy similar al casuario aunque un poco más grande, habita en casi todas las zonas despobladas de Australia. Después del avestruz, es el ave más grande del mundo. El emú, de carácter asustadizo, posee largas y poderosas patas que lo facultan para correr a una velocidad de hasta 50 kilómetros por hora y, al igual que el casuario, tiene tres dedos en cada pata provistos de sendas uñas letales. Sin embargo, a diferencia de su pariente, que defiende su territorio, el emú es un ave nómada que se desplaza continuamente y raras veces resulta agresiva. Come prácticamente de todo: orugas, repollos y ¡hasta botas viejas! Cuando la hembra pone los huevos, de color verde oscuro —normalmente pone entre siete y diez, pero a veces hasta veinte—, hace lo mismo que la hembra del casuario: delega en el macho la tarea de incubarlos y atender a los recién nacidos.

El encuentro con los europeos supuso penalidades para los emúes. Los pobladores de Tasmania los exterminaron enseguida de la isla. Y en el continente, debido a su afición al trigo, se les consideraba una plaga y muchos murieron a manos de los cazadores de recompensas. Sin embargo, a pesar de la implacable matanza, la cantidad de emúes seguía siendo tan elevada que en 1932 se les declaró abiertamente la guerra en Australia Occidental. El gobierno literalmente hizo intervenir al ejército y a dos aviones con ametralladora Lewis incorporada. Aunque no se le considera un ave inteligente, el emú ganó la batalla. La “guerra” fue una parodia pública y una vergüenza política; diez mil batidas dieron cuenta, a lo más, de unos cuantos centenares de emúes. Pero en la subsiguiente guerra de desgaste —el emú contra el ataque de los cazadores de recompensas armados con escopetas de dos cañones y contra la distribución gratuita de municiones entre los agricultores, patrocinada por el gobierno— los emúes ya no pudieron resistir.

Hoy día, sin embargo, el emú se ha convertido en un símbolo nacional. Aparece orgullosamente de pie frente a un canguro en el escudo de armas de Australia y vaga por las zonas despobladas sin que se le moleste. Actualmente, su peor enemigo es la sequía. Existen incluso granjas experimentales dedicadas a la crianza de emúes para obtener una amplia variedad de productos: carne totalmente libre de grasa, cuero resistente y durable, plumas y aceite procedente de una acumulación de grasa en la pechuga. Esta reserva localizada de grasa es la razón por la que la carne es totalmente magra.

¿Le gusta bailar?

Puede que no, pero, desde luego, a las grullas brolgas les encanta. En su “salón de baile” de la ribera, estas grullas grises se reúnen, “desde una pareja hasta incluso una docena de parejas —dice el libro The Waterbirds of Australia (Aves acuáticas de Australia)—, se alinean más o menos una frente a otra y empiezan a bailar. Saltan hacia adelante con sus zancudas patas sacudiendo las alas medio desplegadas. Inclinan y menean la cabeza, avanzan y retroceden, emitiendo suaves gorjeos y sonidos flauteados. De vez en cuando, una se detiene y, echando la cabeza hacia atrás, trompetea a pleno pulmón. También saltan a bastante altura y planean hacia abajo con las alas, de color negro y gris, extendidas. Lanzan al aire trozos de hierba y ramitas y tratan de atraparlos o atravesarlos con el pico cuando caen”. Un espectáculo fascinante, especialmente si se toma en cuenta el enorme tamaño de esas aves: alrededor de un metro de altura y dos de envergadura.

Aunque muchas especies de aves ejecutan complejas paradas nupciales durante la época de celo, la brolga, una de las grullas más grandes, es una incansable bailarina durante todo el año. De hecho, su nombre viene de una leyenda aborigen sobre una famosa bailarina llamada Buralga que rechazó las atenciones de un mago malvado y este, por venganza, la convirtió en una delicada grulla.

El jabirú: la única cigüeña de Australia

El jabirú, cuyo hábitat son los humedales, es una cigüeña de cuello negro que frecuenta las cálidas y húmedas costas del norte y este de Australia. (El jabirú americano es una especie distinta.) Delgado, de 130 centímetros de longitud y elegante coloración, es inconfundible entre los miles de aves de las tierras pantanosas. Mientras camina con paso majestuoso por las aguas someras, hunde en ellas su largo y poderoso pico con tanta fuerza que tiene que desplegar parcialmente las alas y sacudirlas para contrarrestar el empuje.

Y qué alas más potentes tiene. Extendiéndolas unos dos metros de punta a punta, y con las plumas remeras primarias abiertas a modo de dedos, el jabirú se eleva lentamente en círculos hasta que solo parece una crucecita en el cielo. Desde luego, cuando se deja llevar por el aire, el jabirú, con sus alas, patas y cuello largos recortados contra la enorme esfera roja del sol ecuatorial al tiempo de ponerse, constituye un preciado símbolo de los humedales del norte de Australia.

El águila audaz: monarca de los cielos

A un tiro de piedra de la cima rocosa de una montaña del estado de Victoria, y en medio de un fuerte viento que había obligado a retirarse del cielo a todas las otras aves, jugaba un águila audaz. El escritor David Hollands presenció la mejor acrobacia aérea de toda su vida, y la describe así: “El águila estaba suspendida en lo alto, casi inmóvil y totalmente cómoda en aquel medio turbulento. [...] Mientras la observaba, cerró las alas y se dejó caer en picado. Descendió unos cien metros y entonces abrió ligeramente las alas, saliendo lanzada hacia arriba hasta recuperar casi toda la altura que había perdido en la caída. [...] Se enderezó con media voltereta, ascendió más [y] repitió el descenso en picado una y otra vez, lanzándose espectacularmente hacia el fondo del valle y remontando de nuevo el vuelo en una prolongada y emocionante exhibición”.

Con una envergadura de dos metros y medio y su característica cola en forma de cuña, es imposible confundir a esta elegante y poderosa monarca de los cielos con cualquier otra ave australiana. ¡Sus garras pueden ejercer una presión de tres toneladas al cerrarse! Sin embargo, hubo un tiempo en que la única manera “apropiada” de observar un águila audaz era a través de la mira de un rifle. Al igual que su pariente, el águila de cabeza blanca —propia de América del Norte y contra la que se disparaba sin misericordia para proteger la industria peletera y del salmón—, esta águila australiana fue perseguida por haber matado algún cordero que otro. “Pocas rapaces del mundo —dice el libro Birds of Prey (Rapaces)— han sido tan ferozmente perseguidas como el águila audaz [...]. Durante casi cien años se la consideró una alimaña [...], y se concedían recompensas monetarias a los que presentaban prueba de haber matado alguna.”

Sin embargo, con el paso de los años se descartaron las acusaciones, pues pudo comprobarse que se alimenta principalmente de conejos asilvestrados y de vez en cuando de mamíferos autóctonos, como por ejemplo el ualabí, que pesa el doble que ella. Gracias a esta revelación, el águila finalmente se ganó la amistad del hombre y la protección de la ley.

¡Qué papel tan asombrosamente complejo, hermoso y fundamental desempeñan las aves en el ecosistema terrestre! Con el tiempo el hombre lo reconoce, pero a menudo demasiado tarde, cuando la codicia y la ignorancia ya se han cobrado sus víctimas. No obstante, cuánto consuela saber que si prestamos atención, aun ahora nuestros oídos pueden deleitarse con los gorjeos, trinos, crotoreos, silbidos, arrullos, graznidos y trompeteos que se escuchan en los cielos, bosques y humedales de este hermoso planeta.

[Ilustraciones de la página 16]

Casuario

Grulla brolga

[Reconocimiento]

Izquierda y abajo: Australian Tourist Commission (ATC); arriba, centro y derecha: Billabong Sanctuary, Townsville (Australia)

[Ilustraciones de la página 17]

Águila

Emú

Jabirú

[Reconocimiento]

Aguiluchos y cabeza de emú: Graham Robertson/NSW National Parks and Wildlife Service, Australia; águila en vuelo: NSW National Parks and Wildlife Service, Australia; emú con crías y jabirú: Australian Tourist Commission (ATC)

[Reconocimiento de la página 15]

Izquierda: Graham Robertson/NSW National Parks and Wildlife Service, Australia; derecha: Australian Tourist Commission (ATC); arriba: Billabong Sanctuary, Townsville (Australia)

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