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¡Despertad! 1997
g97 8/1 pág. 21

Colisión cometaria

EN JULIO de 1994, la colisión de unos veinte fragmentos del cometa Shoemaker-Levy 9 con el planeta Júpiter cautivó durante una semana la atención de los astrónomos de todo el mundo. Los observadores del cometa quedaron maravillados, pues el fenómeno se convirtió, según palabras de un astrónomo, en “el espectáculo celeste del siglo”. ¿Por qué superó este evento todas las expectativas?

En primer lugar, los fragmentos cometarios, que viajaban a 200.000 kilómetros por hora, causaron explosiones de una magnitud que solo los pronósticos más aventurados habían anunciado. Al adentrarse en la atmósfera de Júpiter, los fragmentos generaron destellos de apenas unos segundos de duración. Luego, los gases sobrecalentados salieron disparados de la atmósfera y formaron inmensas bolas de fuego, las mayores de las cuales, al momento de explotar, sobrepasaron la temperatura de la superficie del Sol. Durante los siguientes diez a veinte minutos ascendió un gran penacho que alcanzó una altura de 3.200 kilómetros.

Además, las condiciones que en un principio se creyó que serían poco propicias para la visibilidad resultaron casi idóneas. Dado que los impactos ocurrieron en la cara oculta de Júpiter, los brillantes destellos y los penachos se detectaron más fácilmente. En algunos casos se vio la cúspide de los penachos elevándose por encima del horizonte de Júpiter, y diez minutos después del choque, la rotación del planeta hizo posible ver directamente desde la Tierra las zonas impactadas. Otros diez minutos más tarde, dichas zonas entraron en el campo de la luz solar. Para entonces los penachos ya se habían desvanecido, y en su lugar quedaban gigantescas manchas oscuras. Estas manchas, la mayor de las cuales doblaba el tamaño de la Tierra, no figuraban en los pronósticos de los astrónomos; sin embargo, fueron los rasgos más visibles del fenómeno.

La sonda espacial Galileo suministró imágenes directas de los choques. El telescopio espacial Hubble, en órbita de la Tierra, observó los impactos en las longitudes de onda de la luz visible y ultravioleta. Otros observatorios midieron los efectos de los choques en diversas longitudes de onda elegidas específicamente a fin de recabar datos valiosos. El sol nunca salió en el polo Sur, lo que facilitó la observación ininterrumpida desde el Telescopio Explorador de Infrarrojos del polo Sur.

Los observadores del cielo disfrutaron de una experiencia poco común. ¿Cuándo ocurrirá el siguiente espectáculo cometario? El cometa Hale-Bopp, que ya se distingue a simple vista, tal vez sea el más brillante que divisemos este siglo. Pasará a 198 millones de kilómetros de nuestro planeta. Los observadores de cometas del hemisferio norte podrán verlo durante el mes de abril de 1997. Todo esto nos recuerda que vivimos en un universo cambiante y dinámico creado por Jehová, “el Padre de las luces celestes”. (Santiago 1:17; Salmo 115:16.)

[Ilustración de la página 21]

Manchas oscuras en las zonas donde los fragmentos del cometa colisionaron con Júpiter

[Reconocimiento]

Hubble Space Telescope Comet Team y NASA

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