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  • ¡Despertad! 1997
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¡Despertad! 1997
g97 22/1 págs. 7-9

Flexibilidad, pero supeditada a las normas divinas

“NUNCA es necio el tolerante, ni tolerante el necio”, dice un proverbio chino. Y no anda descaminado, pues actuar con tolerancia es un reto que exige sujetarse a buenas normas de conducta. ¿Pero cuáles son esas normas? ¿No son, lógicamente, las que dicta el Hacedor del hombre en su Palabra, la Santa Biblia? El mejor ejemplo de conducirse en conformidad con los preceptos divinos lo da Dios mismo.

El Creador nos pone el mejor ejemplo

Jehová, el Dios Omnipotente, guarda perfecto equilibrio al ejercitar la tolerancia: ni demasiada, ni muy poca. Ha tolerado durante milenios a quienes difaman su nombre, corrompen al hombre y esquilman la Tierra. Como consta en Romanos 9:22, el apóstol Pablo escribió que Dios “toleró con mucha y gran paciencia vasos de ira hechos a propósito para la destrucción”. ¿Por qué ha demostrado tolerancia por tanto tiempo? Porque esta tiene una finalidad.

Dios es paciente con los seres humanos “porque no desea que ninguno sea destruido; más bien, desea que todos alcancen el arrepentimiento”. (2 Pedro 3:9.) El Creador les ha proporcionado la Biblia y ha dado a sus siervos la comisión de difundir por doquier sus normas de conducta, a las que se sujetan los cristianos verdaderos. Ahora bien, ¿indica esto que los siervos de Dios deban ser rígidos en toda circunstancia?

Firmes, pero flexibles

Jesucristo instó a quienes buscan la vida eterna a ‘entrar por la puerta angosta’; pero la mentalidad no tiene que ser estrecha porque lo sea la puerta. Si tendemos a las imposiciones y el dogmatismo en nuestras relaciones, haremos la vida más agradable para todos dominando esta tendencia. Pero ¿cómo? (Mateo 7:13; 1 Pedro 4:15.)

Theofano, estudiante griega, indicó que convivir con personas de distinta extracción la ayudaba a entenderlas mejor. “Es esencial —dijo— tratar de comprender su mentalidad sin imponerles la nuestra.” Por tanto, al conocer mejor a alguien, quizás descubramos que sus gustos gastronómicos, aun el acento, no son tan raros. Si no llevamos siempre la voz cantante ni procuramos tener la última palabra, aprenderemos muchas cosas útiles escuchando sus opiniones. Sin duda, la persona de miras amplias le saca mayor partido a la vida.

En cuestión de gustos conviene ser flexible y dejar que cada uno disfrute de los suyos. No obstante, cuando entra en juego la obediencia al Creador, hay que ser firme. El Dios Omnipotente no tolera todo tipo de conducta, como lo demostró en el trato con sus siervos de la antigüedad.

El exceso de tolerancia es una trampa

Elí, sumo sacerdote de la antigua nación de Israel, fue un siervo de Dios que cayó en la trampa de ser demasiado indulgente. Los israelitas habían entrado en una relación de pacto con Dios, aceptando obedecer sus leyes. Pero los dos hijos de Elí, Hofní y Finehás, eran codiciosos, inmorales y obraban con grave falta de respeto al Todopoderoso. Pese a ser docto en la Ley de Dios, Elí se limitaba a reprenderlos levemente, sin imponer disciplina estricta. Erró al creer que Dios toleraría la maldad. Pero el Creador distingue la debilidad de la perversión. Por su violación deliberada de la Ley divina, los malvados hijos de Elí sufrieron, con toda justicia, un severo castigo. (1 Samuel 2:12-17, 22-25; 3:11-14; 4:17.)

Sería trágico pecar de indulgentes con la familia haciendo la vista gorda a los males cometidos repetidamente por los hijos. Es mucho mejor criarlos “en la disciplina y regulación mental de Jehová”, lo que implica seguir nosotros mismos las normas divinas de conducta e inculcarlas en los hijos. (Efesios 6:4.)

De igual modo, la congregación cristiana no puede tolerar perversiones. Si algún miembro peca gravemente y se niega a arrepentirse, debe ser removido. (1 Corintios 5:9-13.) Pero fuera del círculo familiar y de la congregación, los cristianos verdaderos no tratan de cambiar la sociedad en conjunto.

Una sólida relación con Jehová

La intolerancia prospera en un clima de ansiedad. Ahora bien, si tenemos una relación íntima y personal con Dios, gozaremos de un sentido de seguridad que nos ayudará a mantener el equilibrio. Leemos en Proverbios 18:10: “El nombre de Jehová es una torre fuerte. A ella corre el justo, y se le da protección”. Ni a nosotros ni a nuestros seres queridos nos sobrevendrá daño alguno que el Creador no subsane a su debido tiempo.

Alguien que se benefició mucho de su relación estrecha con Dios fue el apóstol Pablo. Cuando era judío y se llamaba Saulo, persiguió a los seguidores de Jesucristo e incurrió en culpa de sangre. Pero se hizo cristiano, llegó a ser el apóstol Pablo y se dedicó por entero a la evangelización. Pablo fue de mente abierta y predicó a todos, “tanto a griegos como a bárbaros, tanto a sabios como a insensatos”. (Romanos 1:14, 15; Hechos 8:1-3.)

¿Cómo logró cambiar? Obtuvo conocimiento exacto de las Escrituras y así creció en amor al imparcial Creador. Pablo aprendió que Dios es justo, pues no juzga a nadie por la cultura o la raza, sino por lo que es y hace. Así pues, para Dios las obras son relevantes. Pedro señaló que “Dios no es parcial, sino que, en toda nación, el que le teme y obra justicia le es acepto”. (Hechos 10:34, 35.) El Todopoderoso no tiene prejuicios, a diferencia de los líderes mundiales, que a veces recurren premeditadamente a la intolerancia para lograr sus fines.

Tiempos de cambio

De acuerdo con John Gray, de la Universidad de Oxford (Inglaterra), la tolerancia es “una virtud a la que no le va muy bien últimamente”. Pero la situación cambiará. La tolerancia equilibrada por la sabiduría divina prevalecerá finalmente.

En el cercano nuevo mundo de Dios, habrá desaparecido la intolerancia. Sus formas extremas, como el prejuicio y el fanatismo, no existirán. La cerrazón dejará de amargarnos la vida. Entonces existirá un paraíso muy superior al que hubiera podido existir en el valle de Cachemira. (Isaías 65:17, 21-25.)

¿Anhela vivir en dicho nuevo mundo? Será un privilegio grandioso y muy emocionante.

[Ilustración de la página 8]

La relación que el apóstol Pablo tenía con Dios le permitió mantener el debido equilibrio

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