Un ruego de todo corazón
EN ¡DESPERTAD! del 8 de mayo de 1996 se publicó una serie de artículos sobre el tema de la adopción. Nos ha sorprendido gratamente la reacción de los lectores de todo el mundo. La siguiente carta es especialmente conmovedora.
“Me siento obligada a puntualizar que muchas de las mujeres que entregamos a nuestros hijos, en realidad queríamos quedarnos con ellos. Yo era una adolescente soltera; todavía iba al colegio. Tan pronto como mis padres descubrieron que estaba embarazada, me dijeron que debía anteponer el bienestar de la criatura al mío propio y darla en adopción, que ‘un bebé necesita tanto una madre como un padre’, el cual yo no podría suministrarle. Mis padres no querían que me quedara con el bebé; de hacerlo, no habría sitio para mí en su casa. ¿Qué podía hacer? Argumentaron que ‘le guardaría rencor al bebé por quitarme la libertad’.
”En cuanto empezó a notárseme el embarazo, me sacaron del colegio y me mandaron a vivir lejos con un pariente. Cuando me fui, sabía que no me aceptarían de vuelta hasta que diera a luz al bebé y lo entregara.
”Me enviaron a un hogar para madres solteras. Cuando la trabajadora social me preguntó si estaba segura de que deseaba dar al bebé en adopción, me di cuenta de que ella no comprendía que no tenía alternativa. ¡QUERÍA QUEDARME CON EL BEBÉ! He anhelado siempre verlo riéndose feliz. Sus lectores tienen que saber que muchas madres naturales comparten mis sentimientos.
”En realidad, no tuve alternativa. Por eso hice lo que me dijeron que sería lo ‘más conveniente’ para el niño. Desde entonces llevo una herida muy honda. Me angustia pensar que mi hijo crea que nunca me importó y que no lo deseaba.
”Ahora, como cristiana, valoro siempre la advertencia que da la Biblia sobre las grandes dificultades que nos acarreamos por no aplicar la Palabra de Dios en la vida. Estas demuestran los efectos dolorosos y de gran alcance del razonamiento mundano. Sin embargo, los adoptados necesitan saber que el hecho de que sus madres los hayan dado en adopción no significa en sí que no los quisieran. ¡Por favor, háganselo saber!”