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  • La adopción. Por qué y cómo efectuarla
  • ¡Despertad! 1996
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¡Despertad! 1996
g96 8/5 págs. 4-8

La adopción. Por qué y cómo efectuarla

¿POR qué ha disminuido tan notablemente en Gran Bretaña el número de hijos adoptivos en los últimos veinte años? Se aducen dos razones: el recurso del aborto legal y la aceptación, cada día mayor, de la madre que cría a sus hijos sin el esposo. En la sociedad actual, sacar adelante a una familia monoparental se considera un desafío superable.

Sin embargo, hace solo cien años la situación era muy distinta. Cuando Polly, la madre del escritor inglés de novelas policíacas Edgar Wallace, quedó encinta del hijo de su jefe, se alejó y dio a luz en secreto. Nueve días después, la partera se encargó de que la esposa de George Freeman, cargador del mercado de pescado de Billingsgate (Londres), criara a Edgar. Los Freeman tenían diez hijos, y Edgar creció con el nombre de Dick Freeman. Polly hizo contribuciones regulares para coadyuvar a la manutención del pequeño; el padre nunca supo de su existencia.

Hoy en día, el Estado suele asumir la responsabilidad de cuidar de los hijos no deseados. A muchos niños se les acoge para protegerlos de abusos o debido a que padecen deficiencias físicas o mentales. Los huérfanos que la atrocidad de la guerra deja a su paso y las criaturas que nacen de violaciones, hacen que aumente la cantidad de niños que necesitan desesperadamente el cariño y la protección de unos padres, en otras palabras, la adopción.

¿Adoptar o no adoptar?

Adoptar un pequeño no es fácil, por lo que nunca debe tomarse apresuradamente una decisión de esa índole. Cuando se pierde un hijo, lo más aconsejable es esperar hasta que hayan pasado la conmoción y el dolor para tomar la decisión definitiva de adoptar un bebé. Lo mismo puede decirse de la pareja que se entera de su infertilidad.

Cada niño hereda un peculiar perfil genético. Los padres, a menudo se sorprenden hasta de las inclinaciones de sus propios hijos; por otra parte, es difícil encauzar el potencial mental y emocional de una criatura si no se conoce a sus padres.

¿Le concede usted mucha importancia al rendimiento académico? Si así es, ¿cómo se sentiría si su hijo adoptivo no llegara a la altura de sus expectativas? ¿Cree que podría resignarse a criar a un hijo disminuido mental o físicamente?

El personal capacitado de las agencias de adopción, o los trabajadores sociales, le plantearán este tipo de preguntas antes de que usted tome una decisión definitiva. Sus intereses primordiales son la seguridad y felicidad del niño.

Si decide adoptar

Cada país tiene sus propias leyes y normas al respecto, y estas deben analizarse cuidadosamente. En Gran Bretaña hay centenares de centros de adopción que, por lo general, cooperan con las autoridades gubernamentales. Todos estos centros tienen sus propias normas.

Especialmente en dicho país son muy comunes las fiestas de adopción, en las que los posibles padres se relacionan con los niños sin la presión emocional que conlleva una presentación personal. El ambiente distendido facilita a los padres en perspectiva el decir que no, y evita que los niños se sientan desilusionados, pues a ninguno de ellos se le aísla o convierte en el foco de atención.

Con frecuencia se fija un límite de edad para los padres adoptivos, que pudiera ser de 35 ó 40 años; si bien este se exige en el caso de los bebés, no así de los niños. Aunque los centros de adopción consideran las expectativas de vida de los posibles padres, saben bien que la edad trae aparejada la experiencia.

Hace años, la adopción se otorgaba exclusivamente a los matrimonios, pero ahora puede concederse a personas no casadas. Por otra parte, el desempleo y la discapacidad no necesariamente son razones válidas para denegarla. La cuestión fundamental es: ¿Qué ventajas ofrece la situación al niño?

Incluso cuando la adopción finalmente se ha concertado, es posible que se observe con regularidad la actuación de los padres para cerciorarse de que todo marcha bien.

¿Un hijo de otra raza?

Hace treinta años, en Gran Bretaña, era difícil que familias de raza negra adoptaran un pequeño, por lo que muchos niños de color fueron concedidos a padres blancos. Pero desde 1989 la norma británica ha sido otorgar los hijos adoptivos a padres del mismo grupo étnico, pues se cree que el pequeño se identificará más fácilmente con ellos o con su raza y cultura. No obstante, este procedimiento ha originado situaciones singulares.

Hace poco el periódico The Sunday Times comentó que algunos padres blancos habían sido “reclasificados como ‘negros’” para permitirles adoptar un niño de esta raza. No es raro que padres blancos acojan a un niño negro, es decir, que cuiden de él temporalmente; pero si más tarde se les niega el derecho de adoptarlo permanentemente, las consecuencias son traumáticas tanto para los padres como para el pequeño.

Un matrimonio escocés, que durante seis años acogió a dos niños de la India, acaba de pasar por el típico problema de la adopción interracial. El tribunal les ha concedido la adopción con la condición de que “hagan su mejor esfuerzo por ayudar a los niños a conocer su identidad [étnica] y los mantengan al tanto de su origen y tradiciones étnicas”, informó The Times. En este caso, los padres ya estaban obrando así. Enseñaban a los pequeños el idioma punjabi, y en ocasiones los vestían con atuendos tradicionales.

Muchos están de acuerdo con la portavoz del Departamento de Servicios Sociales de Gran Bretaña, quien opina que las adopciones raciales deben otorgarse con mayor libertad. “Vivimos en una sociedad multicultural —dijo—, lo que debería reflejarse al adoptar o acoger niños.”

¿Un niño del extranjero?

Según el periódico The Independent, las adopciones de niños del extranjero están ‘en auge’. Las criaturas extranjeras que se dan en adopción en Gran Bretaña proceden principalmente de Europa oriental, aunque algunos informes indican que no todas se consiguen de forma legal.

Por ejemplo, algunas mujeres violadas durante la desintegración de la antigua Yugoslavia abandonaron a sus bebés, y se dice que otras habrían abortado si algún “agente de adopciones” no les hubiese prometido que la criatura sería adoptada después del alumbramiento. No obstante, a las autoridades de los países occidentales les preocupa saber que se hicieron pagos a fin de conseguir algunas de estas adopciones.

Más preocupante aún es la acusación de que algunos médicos adulteran los registros después de atender los partos. El rotativo The European informó de acusaciones relacionadas con madres ucranianas a quienes se dijo que sus hijos habían nacido muertos, pero se afirma que fueron vendidos después. Es probable que a otras madres se les haya dicho que sus hijos nacerían con retraso mental. Con esa presión, es fácil persuadir a las madres angustiadas a firmar documentos de adopción. Es posible también que otros niños nunca hayan llegado a los orfanatos donde fueron enviados, sino que hayan terminado en algún país extranjero.

En los países en vías de desarrollo se ve cada día una mayor inconformidad. Se alega que los países prósperos de Occidente deberían hacer más para ayudar a las familias autóctonas a cuidar de sus hijos en su entorno en vez de quitárselos para darlos en adopción en una cultura extranjera.

En Occidente también debe entenderse que la antigua costumbre de tener una familia numerosa es la columna vertebral de la comunidad en muchas culturas. El niño, por lo general, no carece de cuidados cuando vive en una comunidad de tipo tribal, incluso tras el fallecimiento de sus padres. Además de los familiares más cercanos —como los abuelos—, los tíos y las tías ven al pequeño como parte de su familia, y cualquier ofrecimiento de adopción puede malinterpretarse como una intromisión inaceptable.a

No es fácil concertar una adopción, y cuando esta por fin llega, se necesita trabajar arduamente para que tenga éxito. Pero, como veremos, también hay muchas alegrías.

[Nota a pie de página]

a Para una explicación detallada de la costumbre de “prestar” los hijos a otros miembros de la familia, véase La Atalaya del 1 de septiembre de 1988, páginas 28 a 30, editada por Watchtower Bible and Tract Society of New York, Inc.

[Recuadro de la página 5]

¿Me buscará mi hijo?

MIS padres se divorciaron cuando yo tenía 11 años. Necesitaba desesperadamente sentirme amada, de modo que cuando llegué a la universidad, tuve una relación amorosa intentando encontrar afecto. Entonces, con pesar me di cuenta de que estaba embarazada. La situación era absurda; mi novio y yo éramos muy inmaturos. Yo nunca había consumido drogas, bebidas alcohólicas o cigarrillos, pero él había quedado muy afectado por el LSD.

Aunque alguien me recomendó abortar, mi padre me disuadió. No me agradaba estar encinta, pero tampoco quería acabar con una vida. En 1978, cuando nació mi hijo, preferí no registrarlo con el apellido de su padre para que este no pudiera encontrarlo. Además, acepté cederlo en adopción desde la cuna, por lo cual me lo quitaron desde el principio y lo pusieron en custodia temporal; ni siquiera podía verlo. Pero entonces, cambié de parecer: Me llevé a mi hijo y traté por todos los medios de criarlo; como no lo conseguí, estuve al borde de una crisis nerviosa.

Cuando mi hijo tenía unos seis meses, se dictó la sentencia de adopción y tuve que entregarlo. Recuerdo que sentí como si me hubieran clavado un puñal en el corazón; estaba muerta en sentido emocional. Solo la atención profesional que he recibido en los dos últimos años me ha permitido restablecer significativamente mi relación con los demás. No podía llorar la pérdida de mi hijo, pues no había muerto, y tampoco podía pensar en él porque yo misma no me lo permitía. Era horrible.

Lo que más me dolía era escuchar a la gente decir: “Si entregaste a tu hijo en adopción fue porque no lo amabas”. Eso no era verdad, al menos no en mi caso. Lo había dado en adopción precisamente porque lo amaba. Hasta el último momento estuve preguntándome: ‘Pero, ¿qué voy a hacer? ¿Qué puedo hacer?’. No tenía alternativa. Sabía que no podía criarlo, que mi nene sufriría si yo trataba de retenerlo.

La sociedad inglesa de la actualidad acepta a las familias monoparentales, pero no era así cuando yo di a luz. Ojalá hubiese podido cuidar bien de mi hijo. Creo que el consejo que he recibido recientemente me ha ayudado, pero ya es demasiado tarde. ¿Vive mi hijo? ¿Qué clase de muchacho es ahora que ha crecido? Cuando los hijos adoptivos cumplen 18 años, tienen el derecho legal de buscar a sus padres biológicos. A menudo me pregunto si me buscará mi hijo.—Contribuido.

[Ilustración y recuadro de la página 8]

El resultado fue favorable en nuestro caso

ÉRAMOS una familia inglesa, feliz y unida, con dos hijos adolescentes. La idea de tener una hija —por cierto, de distinta raza— nunca se nos había ocurrido. Pero entonces, Cathy entró en nuestra vida. Ella nació en Londres (Inglaterra), y aunque era católica, de pequeña asistió con su madre a unas cuantas reuniones al Salón del Reino de los Testigos de Jehová. Pero a la edad de 10 años fue entregada a un orfanato.

Pese a que la situación era más difícil, se las arregló para seguir asistiendo a las reuniones del Salón del Reino, donde la conocimos. Cathy era una niña muy prudente. Cuando mi esposa y yo la visitamos en el orfanato, notamos que sobre la pared de su cama había láminas de animales y escenas campestres, lo que la distinguía de las demás chicas que tenían carteles de estrellas de música pop.

Tiempo después, Cathy compareció ante un comité de evaluación que le preguntó si le gustaría dejar el orfanato y vivir con una familia. “Solo con una familia de testigos de Jehová”, contestó. Cuando nos contó lo sucedido y lo que ella había dicho, nos hizo pensar. Teníamos un cuarto libre, pero, ¿podríamos asumir la responsabilidad de acogerla? Hablamos y oramos al respecto como familia. Mucho tiempo después nos enteramos de que este procedimiento —preguntar la opinión de los niños— era un ensayo nuevo del Departamento de Servicios Sociales, un experimento que se estaba documentando.

El Departamento de Servicios Sociales preguntó por nuestros antecedentes a la policía y a nuestro médico de cabecera, y consiguió otras referencias. Poco después se llegó a un acuerdo. Se nos dijo que podíamos llevarnos a Cathy a prueba y que podíamos devolverla si no nos gustaba. Aquello nos horrorizó, y dijimos con firmeza que nunca haríamos tal cosa. Cathy tenía 13 años cuando pasó a ser miembro oficial de la familia.

El singular vínculo de amor que nos une a todos sigue fortaleciéndose. Actualmente, Cathy es precursora (evangelizadora de tiempo completo) en una congregación francesa de los testigos de Jehová en el norte de Londres. El año en que salió de casa para realizar el servicio de precursor nos escribió una nota conmovedora: “Se dice que ‘la familia no se escoge’; sin embargo, ustedes me eligieron a mí, y por ello quiero darles las gracias de todo corazón”.

Estamos muy agradecidos de que Cathy forme parte de la familia. Su presencia enriqueció nuestra vida. En nuestro caso, la adopción fue favorable.—Contribuido.

[Ilustración]

Cathy con sus padres y hermanos adoptivos

[Ilustración de la página 7]

Muchos niños necesitan desesperadamente el cariño y la protección de unos padres

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