¿Qué solución hay?
LOS entendidos debaten acaloradamente las soluciones a los complejos problemas que plantea a la humanidad el suministro de agua. El Banco Mundial desea que se inviertan 600.000 millones de dólares en sanidad y programas de administración del agua durante el próximo decenio. Si esto no se hace, el costo puede ser aún mayor. En Perú, por ejemplo, recientemente hubo una epidemia de cólera de diez semanas causada por agua contaminada que costó unos 1.000 millones de dólares, el triple de lo que se había invertido en el suministro de agua del país durante toda la década de los ochenta.
Los programas de administración del agua no suelen servir de mucho a los indigentes a pesar de las buenas intenciones de quienes los fomentan. El crecimiento de las megaciudades del mundo en desarrollo es explosivo y caótico. Los pobres viven hacinados en casuchas miserables que carecen de agua corriente y servicios sanitarios. Como no tienen acceso a los servicios de distribución de agua subsidiados por el gobierno, han de pagar precios altos a vendedores particulares por agua que muchas veces está contaminada.
Evidentemente, la crisis mundial del agua es compleja; en ella intervienen diversos factores relacionados entre sí: la escasez del líquido, la contaminación, la pobreza, las enfermedades y las demandas crecientes de una población en aumento. Está claro que el hombre no puede solucionar estos problemas.
Razones para ser optimistas
Las perspectivas futuras, sin embargo, no son tan funestas como muchos predicen. ¿Por qué? Porque la solución a la crisis mundial del agua no está en manos del hombre, sino de Dios. Él es el único que tiene capacidad y voluntad para resolver todos los problemas relacionados con el agua.
Es incuestionable que Jehová Dios puede solucionar estos problemas. Él es el Artífice y el Creador, no solo de la tierra, sino también de las aguas que hay en ella. Fue él quien puso en movimiento el maravilloso ciclo del agua y todos los demás ciclos naturales que hacen posible la vida en este planeta. Revelación 14:7 identifica a Jehová como el que “hizo el cielo y la tierra y el mar y las fuentes de las aguas”.
Jehová tiene el poder para controlar el agua del globo terráqueo. Es “Aquel que da lluvia sobre la superficie de la tierra y envía aguas sobre los campos rasos”. (Job 5:10.) La Biblia dice de Dios: “Convierte un desierto en un estanque de agua lleno de cañas, y la tierra de una región árida en manaderos de agua”. (Salmo 107:35.)
Jehová ha demostrado en numerosas ocasiones su capacidad para suministrar agua. Por ejemplo, durante los cuarenta años que pasaron los israelitas en el desierto, les abasteció de agua, a veces milagrosamente. La Biblia dice: “Se puso a hacer que salieran arroyos de un peñasco y a hacer que descendieran aguas justamente como ríos. [...] ¡Miren! Golpeó una roca para que aguas manaran, y torrentes mismos salieran inundando”. (Salmo 78:16, 20.)
¿Qué hará Dios?
Dios no permitirá que la crisis del agua continúe para siempre. La Biblia predice que llegará el momento en el que intervenga en favor de toda persona que desee vivir bajo la dominación amorosa de su gobierno celestial, el cual pronto asumirá el control de la Tierra. (Mateo 6:10.)
Este gobierno, o Reino, pondrá fin a las enfermedades transmitidas por el agua, así como a todas las demás dolencias. La Biblia asegura a los que son leales a Dios: “[Dios] ciertamente bendecirá tu pan y tu agua; y verdaderamente [apartará] la dolencia de en medio de ti”. (Éxodo 23:25.) Además, los que contaminan las aguas del planeta desaparecerán cuando él ‘cause la ruina de los que están arruinando la tierra’. (Revelación 11:18.)
Toda la Tierra florecerá bajo el cuidado amoroso de Dios. Nunca más tendrá que luchar continuamente la gente para obtener agua dulce limpia. El Dios Todopoderoso, que siempre dice la verdad, inspiró a su profeta para que escribiera con respecto al futuro: “Pues en el desierto habrán brotado aguas, y torrentes en la llanura desértica. Y el suelo abrasado por el calor se habrá puesto como un estanque lleno de cañas; y el suelo sediento, como manantiales de agua”. (Isaías 35:6, 7; Hebreos 6:18.)
[Ilustración de la página 10]
Dios promete: “En el desierto habrán brotado aguas, [...] y el suelo sediento [será] como manantiales de agua”. (Isaías 35:6, 7.)