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¡Despertad! 1997
g97 22/11 págs. 13-17

La belleza de los parques nacionales alpinos

POR EL CORRESPONSAL DE ¡DESPERTAD! EN FRANCIA

UN TORRENTE de agua cristalina, el susurro de las hojas acariciadas por el viento, un hermoso cielo despejado y la luz del sol filtrándose por entre los árboles. Estos son los primeros sonidos y escenas que los sentidos nos regalan al llegar, y estamos convencidos de que solo son el preludio de un día magnífico. ¿Dónde nos encontramos? En el Parque Nacional de los Ecrins, enclavado en los Alpes del Delfinado (Francia).

Una de las entradas del parque está en Ailefroide, en los límites del bosque, y en ella hay unos letreros que indican las reglas del parque. Notamos que, entre otras cosas, está prohibido acampar y hacer fuego. Se nos pide que no tiremos basura, y se especifica que no se permiten perros, pues suelen asustar o molestar a la fauna autóctona.

Qué propósito cumplen

Pero ¿qué es exactamente un parque nacional, y qué propósito cumple? El primero fue el Parque Nacional de Yellowstone, en el estado de Wyoming (Estados Unidos), fundado en 1872. Desde entonces se han abierto muchos en todos los continentes. En Francia hay siete parques nacionales, tres de ellos en la sección del arco alpino que se extiende desde Francia hasta Austria. El primer parque nacional de Europa se fundó en 1914, en el cantón suizo de los Grisones. Después, en 1922, se inauguró en Italia el Parque Nacional Gran Paradiso. Otros parques nacionales del arco alpino son, por ejemplo, los de Berchtesgaden (Alemania), Hohe Tauern (Austria), Stelvio (Italia) y Triglav (Eslovenia). El primer parque nacional de Francia fue el de la Vanoise, creado en 1963.

El objetivo principal de los parques nacionales es proteger la flora y la fauna. Si bien hay muchos otros parques que no son nacionales y tienen exactamente el mismo objetivo, como el Parque Regional de Vercors (Francia) y la Reserva Karwendel (Austria), la categoría especial en la que se encuentran los parques nacionales confiere cierta autoridad a sus guardas. Estos pueden multar a los que no acatan las reglas del parque. Por ejemplo, introducir un perro en un parque nacional de Suiza puede costar una multa de hasta 500 francos suizos (350 dólares [E.U.A.]).

Tal vez haya quienes opinen que esta medida es excesiva. Pero hay razones que justifican la imposición de ciertas prohibiciones y multas. Piense un momento. Cierto día, estando en el Parque Nacional de Mercantour, en los Alpes Marítimos del sudeste de Francia, tropezamos con un pequeño rebeco. Aunque parecía estar solo y completamente indefenso, no lo tocamos, pues no quisimos que la madre percibiera nuestro olor y lo repudiara. Imagínese si hubiéramos tenido con nosotros un perro. El pobre rebeco se habría asustado mucho, y más aún si el perro hubiera empezado a ladrar.

¿Significa esto que la única labor de los guardas es hacer de policías? Claro que no. Un guarda que conocimos en el parque de Mercantour nos enseñó por dónde acababa de pasar una manada de rebecos —conocidos también por el nombre de gamuzas— que había dejado sus huellas en la nieve recién caída, y nos explicó cómo habían hecho aquellas huellas las pezuñas. Nos dimos cuenta de que la misión de los guardas no es solo la de conservar el equilibrio de la naturaleza, sino también la de informar y enseñar.

Gran diversidad biológica

Seguimos caminando por el sendero y divisamos a lo lejos, en una ladera, unos rebecos brincando en los neveros —acumulaciones de nieve compactada—. También vimos dos marmotas jugueteando en los taludes de derrubios. Algunas marmotas son sumamente mansas, y se acercan a los excursionistas para que les den algo de comer.

En algunos parques alpinos hay manadas de íbices, como es el caso del Gran Paradiso (Italia), donde abundan. Fue muy emocionante ver unos pocos en Mercantour, parque alpino meridional rico en fauna. A los muflones, o carneros salvajes, se les ve pacer libremente, y en los últimos años han vuelto a aparecer lobos. Pero los visitantes no tienen por qué temer, pues los lobos raras veces se acercan a los senderos y, además, rehúyen al hombre. Antes también deambulaban osos por los Alpes suizos, pero en 1904 se dio muerte al último de que hay constancia. Actualmente, en la Europa occidental pueden encontrarse osos pardos en los Pirineos (en la frontera entre Francia y España), en la cordillera Cantábrica (en el norte de España) y en el Parque Nacional de los Abruzos (en la región central de Italia). El Parque Nacional Suizo cuenta con una numerosa población de ciervos, lo que permite a veces oír bramar a alguno de ellos.

Aparte de los mamíferos grandes, hay también muchos animales de menor tamaño que deleitan a los visitantes. Entre ellos están los armiños y las liebres variables —llamadas así porque se vuelven blancas en invierno—, los zorros, las marmotas y las ardillas. En estas regiones abundan las bellas mariposas y las siempre trabajadoras hormigas, además de miríadas de otros insectos. Los amantes de las aves no quedan decepcionados, pues es posible divisar un águila planeando a gran altura o incluso, en el Parque Nacional Suizo y en los de la Vanoise y Mercantour, un quebrantahuesos, conocido también por el nombre de buitre barbudo. Es asimismo bastante común oír el sonido característico que hace el pájaro carpintero cuando golpea con el pico el tronco de un árbol en busca de insectos. Muchos se preguntan cómo pueden esos animales superar los crudos inviernos alpinos. Lo cierto es que están adaptados a su medio ambiente, aunque cuando las condiciones climáticas son muy rigurosas, mueren los especímenes enfermos y viejos.

Flora alpina

En los parques también se protegen las plantas. Por eso no se permite recoger flores, ni siquiera las hermosas azucenas anaranjadas que crecen a lo largo del sendero. Tal vez se pregunte por qué. Algunas plantas —como el famoso edelweiss, la anémona alpina, el rododendro, la centaura azul y algunas variedades de genciana— son poco comunes, y es imprescindible protegerlas para asegurar su supervivencia. La variedad de flores es realmente impresionante.

Los árboles que adornan los parques son otra muestra de la belleza natural alpina. En otoño, los tonos dorados de los alerces decoran el bosque. Por otra parte, el cembro es un pino que, desafiando los rigores del invierno, suministra una constante fuente de alimento a un ave llamada comúnmente cascanueces. Esta transporta en el buche su cosecha de piñones y los entierra para consumirlos más adelante, con lo que contribuye a propagar esa especie de pino hasta lugares que no habría podido alcanzar de otra forma. Es obvio que podríamos pasar todo el día observando la belleza que nos rodea, pero si queremos llegar al refugio de montaña, debemos seguir adelante.

Continuamos caminando y poco después llegamos a un sendero más difícil de transitar. Los rebecos parecen estar esperándonos en el bosque, y podemos tomarles unas fotos. Sin embargo, al acercarnos a ellos, se asustan de nuestra presencia, y huyen. Nos ponemos a reflexionar en la maravillosa promesa de Dios recogida en Isaías 11:6-9: “El lobo realmente morará por un tiempo con el cordero, y el leopardo mismo se echará con el cabrito, y el becerro y el leoncillo crinado y el animal bien alimentado todos juntos; y un simple muchachito será guía sobre ellos. Y la vaca y la osa mismas pacerán; sus crías se echarán juntas. [...] No harán ningún daño ni causarán ninguna ruina en toda mi santa montaña”. Qué regocijo nos da pensar que pronto toda la Tierra será un paraíso, un inmenso parque, en el que hombres y animales vivirán juntos sin temor.

[Ilustración de la página 13]

Rebeco en su hábitat de los Alpes franceses

[Ilustración de la página 14]

Marmota cautelosa en el Parque Nacional de la Vanoise (Francia)

[Ilustración de la página 14]

Águila en el Parque Nacional de Mercantour (Francia)

[Ilustración de la página 15]

Rebecos en las peñas de los Alpes franceses

[Ilustración de la página 15]

Cría de rebeco

[Ilustración de la página 16]

Rododendro

[Ilustración de la página 16]

Carlina

[Ilustración de la página 16]

Aguileña

[Ilustración de la página 16]

Íbice

[Ilustración de la página 17]

Azucena anaranjada

[Ilustración de la página 17]

Martagón

[Ilustración de la página 17]

Cardo de los Alpes

[Ilustración de la página 17]

Marmota

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