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  • g97 22/11 págs. 18-20
  • ¿Cómo puedo encararme al favoritismo?

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  • ¿Cómo puedo encararme al favoritismo?
  • ¡Despertad! 1997
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¡Despertad! 1997
g97 22/11 págs. 18-20

Los jóvenes preguntan...

¿Cómo puedo encararme al favoritismo?

“Mi hermana es dos años menor que yo y acapara toda la atención.... No me parece justo.”—Rebecca.a

CUANTA más atención recibe tu hermano o hermana, más excluido puedes sentirte. Y si él o ella son muy talentosos, se hallan en graves dificultades, o poseen intereses o rasgos de personalidad afines a los de tus padres, es probable que tengas una verdadera lucha para que te concedan algo de atención. Mientras más lo piensas, más dolido y enojado te sientes.b

No obstante, la Biblia amonesta: “Agítense, pero no pequen. Digan lo que quieran en su corazón, sobre su cama, y callen”. (Salmo 4:4.) Cuando uno está molesto y enfadado, es mucho más fácil decir o hacer cosas que después lamenta. Recuerda cuánto se agitó Caín porque su hermano Abel gozaba del favor divino. Dios le advirtió: “Hay pecado agazapado a la entrada, y su deseo vehemente es por ti; y tú, por tu parte, ¿lograrás el dominio sobre él?”. (Génesis 4:3-16.) Caín no dominó sus sentimientos, y las consecuencias fueron desastrosas.

Es verdad que no estás a punto de convertirte en un homicida como Caín, pero el favoritismo sí puede despertar sentimientos y emociones malsanos; así que puede haber peligros agazapados a tu puerta. ¿Cuáles son algunos de ellos? Y ¿cómo puedes dominar la situación?

Refrena la lengua

Cuando Beth tenía 13 años le parecía que su hermano era el favorito de sus padres y que a ella no le daban un trato justo. “Mi mamá y yo nos gritábamos mucho la una a la otra —recuerda—, pero esto de nada nos servía. Ni yo escuchaba lo que ella decía, ni ella escuchaba lo que yo decía; de modo que no lográbamos nada.” Quizás tú también hayas descubierto que los gritos solo empeoran la situación. Efesios 4:31 exhorta: “Que se quiten toda amargura maliciosa y cólera e ira y gritería y habla injuriosa, junto con toda maldad”.

No hace falta gritar para hacerse entender y, de todas maneras, plantear el problema con calma suele ser más eficaz. Proverbios 25:15 dice: “Por paciencia se induce a un comandante, y una lengua apacible misma puede quebrar un hueso”. De modo que si tus padres parecen ser culpables de favoritismo, no vociferes ni lances acusaciones. Espera el momento oportuno, y entonces habla con ellos calmada y respetuosamente. (Compáralo con Proverbios 15:23.)

Si te concentras en los defectos de tus padres o les reprochas lo “injustos” que son, lo único que lograrás será alejarlos de ti o ponerlos a la defensiva. Concéntrate, más bien, en cómo te afectan sus acciones. (“De veras me duele cuando actúan como si yo no existiera.”) Es más probable que esto los induzca a tomarte en serio. Además, sé “presto en cuanto a oír”. (Santiago 1:19.) Bien puede ser que tus padres tengan motivos que justifiquen la atención extra que dan a tu hermano o hermana. Tal vez él o ella tengan problemas que tú desconoces.

¿Y si eres de los que pierden fácilmente los estribos y hablan irreflexivamente cuando se enfadan? Proverbios 25:28 compara al “hombre que no tiene freno para su espíritu” con una ciudad “que no tiene muro”: es fácil que lo invadan y venzan sus propios impulsos imperfectos. Por otra parte, la facultad de dominar los sentimientos es una señal de verdadera fortaleza. (Proverbios 16:32.) ¿Por qué, entonces, no aguardas a que te calmes antes de expresar tus sentimientos, y esperas tal vez hasta el día siguiente? También pudiera ser provechoso que te alejaras de la situación, quizás dando un paseo o haciendo algún ejercicio. (Proverbios 17:14.) Si reprimes tus labios, evitarás decir algo hiriente o necio. (Proverbios 10:19; 13:3; 17:27.)

Desobediencia sutil

Otra trampa que hay que evitar es la desobediencia. Marie, de 16 años, notaba que a su hermanito nunca lo castigaban cuando perturbaba el desarrollo del estudio bíblico de la familia. Descontenta con esta aparente parcialidad, decidió declararse “en huelga” y no participar en él. ¿Alguna vez has dejado de hablar a tus padres o has efectuado una campaña de no cooperación por algo que considerabas injusto?

Si es así, comprende que este tipo de táctica sutil es contrario al mandamiento bíblico de honrar y obedecer a tus padres. (Efesios 6:1, 2.) Además, la desobediencia socava tu relación con ellos. Es mejor que trates los problemas con tus padres. Proverbios 24:26 indica que “quien responde derechamente” se gana el respeto de los demás. Cuando Marie le expuso el asunto a su madre, llegaron a un común acuerdo y los asuntos empezaron a mejorar.

El peligro del aislamiento

Otra forma contraproducente de encarar el favoritismo es alejándose de la familia o procurando la atención de personas no creyentes. Eso fue lo que le sucedió a Cassandra: “Me aislé de mi familia y recurrí a amigos mundanos del colegio. Incluso tuve novios sin que mis padres lo supieran. Entonces me deprimí mucho, y me empezó a remorder la conciencia porque sabía que no estaba haciendo lo que era correcto. Quería salir de aquella situación, pero no hallaba cómo contárselo a mis padres”.

Es peligroso que te aísles de tu familia y de tus compañeros de creencia, sobre todo si estás molesto y no estás pensando con lucidez. Proverbios 18:1 previene: “El que se aísla buscará su propio anhelo egoísta; contra toda sabiduría práctica estallará”. Si te cuesta trabajo abordar a tus padres en ese momento, busca un amigo cristiano como el que se describe en Proverbios 17:17: “Un compañero verdadero ama en todo tiempo, y es un hermano nacido para cuando hay angustia”. Con frecuencia, tal “compañero verdadero” se encuentra más fácilmente entre los miembros maduros de la congregación.

Cassandra halló “un compañero verdadero” cuando lo necesitó: “Mis padres me animaron para que trabajara con el superintendente de circuito [ministro viajante] durante su visita a nuestra congregación. Él y su esposa eran personas muy realistas y mostraron verdadero interés en mí. Con ellos podía hablar de verdad, sin temor a que me censuraran. Sabían muy bien que el simple hecho de que uno se haya criado en un hogar cristiano no significa que sea perfecto”. Su estímulo y consejo maduro fueron justamente lo que Cassandra necesitaba. (Proverbios 13:20.)

El peligro de la envidia

Proverbios 27:4 advierte: “Hay la crueldad de la furia, también la inundación de la cólera, pero ¿quién puede estar de pie ante los celos?”. Movidos por la envidia y los celos que sienten de un hermano a quien los padres muestran preferencia, algunos jóvenes han actuado precipitadamente. Una mujer confesó: “De niña, yo tenía el cabello castaño, fino y poco abundante, mientras que mi hermana tenía una hermosa melena dorada que le llegaba a la cintura. Mi padre siempre estaba alabando su cabellera. La llamaba su ‘Rapunzel’. Una noche, mientras ella dormía, tomé las tijeras de costura de mi madre y, acercándome de puntillas a su cama, le corté todo el pelo que pude”. (Siblings Without Rivalry [Sin rivalidad entre hermanos], por Adele Faber y Elaine Mazlish.)

No es de extrañar, por lo tanto, que la Biblia incluya la envidia entre las inicuas “obras de la carne”. (Gálatas 5:19-21; Romanos 1:28-32.) Sin embargo, la “tendencia hacia la envidia” existe en todos nosotros. (Santiago 4:5.) Por eso, si descubres que estás ideando la manera de meter a tu hermano en dificultades, de hacerlo quedar mal o de bajarle los humos de cualquier otra forma, bien puede ser que la envidia esté “agazapad[a] a la entrada”, tratando de dominarte.

¿Qué debes hacer si te das cuenta de que estás abrigando esta clase de sentimientos dañinos? En primer lugar, pide a Dios que te dé su espíritu, pues Gálatas 5:16 dice: “Sigan andando por espíritu y no llevarán a cabo ningún deseo carnal”. (Compáralo con Tito 3:3-5.) Asimismo puede serte útil reflexionar sobre tus verdaderos sentimientos hacia tu hermano. ¿Puedes decir, en realidad, que no sientes ningún amor por él, pese a tu resentimiento? Pues bien, las Escrituras nos dicen que “el amor no es celoso”. (1 Corintios 13:4.) Por lo tanto, rechaza los pensamientos negativos que despiertan la envidia. Intenta regocijarte con tu hermano o hermana por la atención especial que recibe de tus padres. (Compáralo con Romanos 12:15.)

Conversar con tus padres también puede beneficiarte. Si se convencen de que deben prestarte más atención, esto te será muy valioso para sobreponerte a la envidia que sientas de tus hermanos. Pero ¿y si las cosas no mejoran en casa y el favoritismo persiste? No te encolerices, ni grites, ni te rebeles contra tus padres. Procura mantener un espíritu de colaboración y obediencia. Si es preciso, busca en la congregación cristiana el apoyo de personas maduras. Y, sobre todo, acércate a Jehová Dios. Recuerda las palabras del salmista: “En caso de que mi propio padre y mi propia madre de veras me dejaran, aun Jehová mismo me acogería”. (Salmo 27:10.)

[Notas]

a Se han cambiado algunos nombres.

b Consulta el artículo “¿Por qué recibe mi hermano toda la atención?”, en ¡Despertad! del 22 de octubre de 1997.

[Ilustración de la página 19]

Explicar que te sientes menospreciado puede ser la solución al problema

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