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g97 22/12 págs. 13-18

Moscú: su 850 aniversario

Moscú: la ciudad que ha prevalecido hasta su 850 aniversario

“VEN a mí, hermano, a Moscú.” Esta invitación que Yuri Dolgoruki hizo en el año 1147 a un príncipe aliado parece ser la primera mención de Moscú en los anales de la historia. Si bien los datos arqueológicos indican que en ese lugar ya había existido un asentamiento mucho tiempo antes, la fecha de 1147 —hace ochocientos cincuenta años— es la que comúnmente se acepta como el año de la fundación de Moscú, la capital de Rusia.

Con vistas al 850 aniversario de Moscú, se renovaron y restauraron centenares de construcciones: estadios, teatros, iglesias, estaciones de ferrocarril, parques y edificios públicos. Ha habido una magnífica transformación. “Manzanas enteras de edificios —comentó cierta moscovita— han quedado irreconocibles.”

Cuando visitamos Moscú el pasado mes de junio, vimos por todo el centro de la ciudad, cerca de la plaza Roja, cuadrillas de obreros efectuando trabajos de restauración. Las obras proseguían las veinticuatro horas del día. Y en todas partes había recordatorios del 850 aniversario: en los escaparates, en el metro, en las farolas, en los artículos para la venta..., hasta en un espectáculo del circo de Moscú que fuimos a ver se hacía referencia al aniversario.

Para el mes de septiembre, cuando miles de visitantes del mundo entero estuvieron presentes en las festividades especiales del 850 aniversario, la apariencia de Moscú había experimentado una mejora espectacular. Sí, a pesar de los terribles períodos de adversidad que atravesó a lo largo de su historia, Moscú ha sobrevivido y florecido.

Pensando probablemente en uno de esos períodos de la historia de Moscú, a principios del siglo pasado un escriturario comentó sobre la “batalla” que la Biblia asocia con “Armagedón”. (Apocalipsis 16:14, 16, Reina-Valera.) Dijo que había quienes afirmaban que el lugar de la batalla de Armagedón era Moscú, aunque él no compartía esa opinión.a

¿Por qué creían eso algunas personas? Para entenderlo, repasemos la fascinante y a menudo trágica historia de Moscú.

Prevalece durante sus primeros años

Moscú se encuentra en una intersección estratégica cerca de varios ríos importantes (el Oka, el Volga, el Don y el Dniéper) y de destacadas rutas terrestres. El príncipe Dolgoruki “colocó los fundamentos de la ciudad de Moscú”, dice una crónica fechada en el año 1156, refiriéndose aparentemente a que él construyó las primeras fortificaciones de terraplenes rematados con una muralla de madera. Este kremlin, o ciudadela, ocupaba un terreno de forma triangular situado entre el río Moscova y un pequeño afluente denominado Neglinnaia.

Desgraciadamente, tan solo veintiún años después, el príncipe de la cercana tierra de Riazán “avanzó hacia Moscú y quemó toda la ciudad”. Moscú fue reconstruida, pero en diciembre de 1237 los mongoles, bajo el mando de Batú Kan, nieto del famoso Gengis Kan, la tomaron y volvieron a quemarla por completo. Los mongoles saquearon de nuevo la ciudad en 1293.

¿No es sorprendente que Moscú lograra prevalecer tras cada uno de esos terribles ataques? En 1326, se convirtió además en el centro religioso de Rusia. En ese año, el príncipe de Moscú, Iván Kalitá, convenció al cabeza de la Iglesia Ortodoxa Rusa para que se trasladara a vivir a dicha ciudad.

Moscú logró finalmente independizarse de los mongoles durante la gobernación de Iván el Grande (de 1462 a 1505). Poco antes, en 1453, la caída de la ciudad de Constantinopla (ahora Estambul) en manos de los turcos otomanos había convertido a los gobernantes de Rusia en los únicos monarcas ortodoxos que quedaban en el mundo. Debido a ello, Moscú llegó a llamarse la “tercera Roma”, y los gobernantes rusos recibieron el nombre de zares, o césares.

Hacia finales de la gobernación de Iván el Grande —los años en que Cristóbal Colón efectuaba sus viajes a las Américas—, se agrandó el Kremlin y se construyeron unas murallas y torres de ladrillo que permanecen hasta el día de hoy prácticamente intactas. Estas murallas, que miden 2.235 metros de longitud, 6 metros de grosor y 18 metros de altura, circundan las casi 30 hectáreas que abarca el Kremlin.

Tal vez le sorprenda saber que para mediados del siglo XVI se decía que Moscú era más grande que Londres. Pero el 21 de junio de 1547 se produjo una catástrofe: un incendio devastador arrasó la ciudad y dejó a casi toda la población sin hogar. De todas formas, los ingeniosos moscovitas la reconstruyeron de nuevo. Fue en ese tiempo cuando se edificó la catedral de San Basilio, monumento a las victorias militares sobre los tártaros, o mongoles, en Kazán. Esta obra de arte de la arquitectura rusa (terminada en 1561), que se alza en la plaza Roja, sigue siendo hasta el día de hoy un símbolo inconfundible de Moscú.

Unos diez años después, en 1571, los mongoles de Crimea invadieron Moscú, causando increíbles estragos. Incendiaron prácticamente todo menos el Kremlin. Según informes, de los 200.000 habitantes de la ciudad solo sobrevivieron 30.000. “El río Moscova quedó tan lleno de cadáveres que se desvió su curso y el agua se tiñó de rojo varios kilómetros corriente abajo”, dicen los redactores de los libros de Time-Life en la obra Orígenes de Rusia.

Una vez más, Moscú tuvo que ser restaurada. Y lo fue. Con el tiempo, la ciudad volvió a extenderse en sentido radial desde el Kremlin, y las sucesivas murallas fueron englobando las secciones denominadas Kitái-górod, Ciudad Blanca y Ciudad de Madera. (Actualmente la estructura urbana de Moscú sigue un esquema circular parecido, solo que las antiguas murallas concéntricas que circundaban el Kremlin han sido sustituidas por carreteras de circunvalación.)

Durante aquella época los habitantes de Moscú vivían angustiados por la tiránica gobernación de Iván el Terrible, nieto de Iván el Grande. En 1598, Fedor, hijo y sucesor de Iván el Terrible, murió sin dejar heredero. Su muerte señaló el principio de la llamada “época de disturbios” o “época de confusión”, que según Orígenes de Rusia, fue el “período más violento y desordenado de la historia rusa”. Dicha época duró quince años.

Atraviesa una crisis sin igual

Poco después de que Borís Godunov, cuñado de Fedor, ascendiera al trono, la sequía y el hambre asolaron Moscú. Se dice que en 1602, en tan solo siete meses, murieron 50.000 personas. En total, más de ciento veinte mil moscovitas perecieron entre 1601 y 1603.

Inmediatamente después de aquella calamidad, un hombre que afirmaba ser el príncipe Demetrio, otro hijo de Iván el Terrible, invadió Rusia con la ayuda de soldados polacos. En realidad, todo parece indicar que el verdadero Demetrio había sido asesinado en 1591. Cuando Godunov murió inesperadamente en 1605, el llamado “falso Demetrio” entró en Moscú y fue coronado zar. Después de reinar sólo trece meses, sus opositores lo ejecutaron.

Más tarde se presentaron otros pretendientes al trono, entre ellos un segundo “falso Demetrio” que también contaba con el apoyo de Polonia. La intriga, la guerra civil y los asesinatos empezaron a extenderse. El rey polaco Segismundo III Vasa invadió Rusia en 1609, y con el tiempo, se firmó un tratado en el que se reconocía a su hijo Ladislao IV Vasa como el zar de Rusia. Cuando los polacos entraron en Moscú en 1610, la ciudad llegó a estar bajo el control de Polonia. Pero pronto los rusos se unieron en contra de los invasores y a finales de 1612 los expulsaron de Moscú.

Esta terrible época de confusión y disturbios convirtió la ciudad de Moscú y sus antiguas calles en ‘un erial cubierto de cardos y maleza que se extendía por kilómetros’. La muralla de la Ciudad de Madera había sido destruida por el fuego, y los edificios del Kremlin se encontraban en mal estado. Un enviado sueco que visitó el lugar concluyó: “Aquel fue el terrible y desastroso fin de la famosa ciudad de Moscú”. Pero se equivocó.

En 1613 se eligió a un zar ruso de la familia Romanov, y esta nueva dinastía de zares duró más de trescientos años. Aunque se dice que el joven y recién nombrado zar, Miguel Romanov, “no tenía donde vivir” debido a la devastación existente, Moscú fue reconstruida y volvió a ser una de las ciudades más importantes del mundo.

En 1712, el zar Pedro I el Grande, nieto de Miguel Romanov, trasladó la capital de Rusia desde Moscú hasta San Petersburgo, ciudad que él había fundado a orillas del mar Báltico. Pero Moscú siguió siendo el amado “corazón” de Rusia. De hecho, se informa que cuando el emperador francés Napoleón Bonaparte quería conquistar Rusia dijo: ‘Si tomo Petersburgo, caeré sobre la cabeza de Rusia, pero si tomo Moscú, destruiré su corazón’.

Napoleón logró invadir Moscú, aunque la historia indica que el corazón que quedó destrozado fue el suyo, no el de Rusia. Aun así, fueron tantas las cosas horribles que sucedieron en Moscú que posiblemente por ello algunas personas identificaron la ciudad con Armagedón.

Moscú resurge de las cenizas

En la primavera de 1812, Napoleón invadió Rusia con una fuerza militar que ascendía a unos seiscientos mil soldados. Los rusos emprendieron la retirada, adoptando la estrategia bélica de “tierra quemada” (evacuación de pueblos, destrucción de recursos alimenticios) y no dejaron nada al enemigo. Finalmente decidieron abandonar Moscú y dejar la semidesierta ciudad en manos de los franceses.

Muchas autoridades dicen que fueron los propios moscovitas quienes incendiaron su ciudad antes que entregársela a los franceses. “Un impetuoso viento de tormenta convirtió el fuego en un verdadero infierno”, informa un libro de la historia de Moscú. Los franceses se quedaron sin comida y sin forraje; como cuenta el mismo libro: “Los rusos no entregaron ni un solo saco de harina y ni una carretada de forraje al ejército francés”. Sin otra alternativa, los franceses abandonaron Moscú menos de seis semanas después de entrar en ella, y en la retirada perdieron casi todo su ejército.

El valor de los moscovitas había salvado su ilustre ciudad, y con todo su empeño la hicieron resurgir de las cenizas. Alexandr Pushkin, a quien muchos consideran el más grande poeta ruso, tenía 13 años cuando Napoleón invadió Moscú, su amada ciudad natal. Refiriéndose a Moscú, escribió: “¡Cuántas cosas encierra esta palabra para el corazón ruso! ¡Cuántos recuerdos!”.

Supervivencia y prosperidad

Hoy día hay muchas personas que recuerdan, sea por haberlas vivido o por haberlas visto en película, las terribles dificultades que atravesó Moscú durante las revoluciones rusas de 1917. Sin embargo, la ciudad no solo sobrevivió, sino que prosperó. Se construyó el metro y también el canal Moscú-Volga para suministrar agua a la ciudad. El analfabetismo quedó prácticamente eliminado, y para finales de los años treinta, Moscú contaba con más de mil bibliotecas.

En 1937, un anterior alcalde de Manchester (Inglaterra) escribió lo siguiente en el libro Moscow in the Making (El progreso de Moscú): “Si no estalla ninguna guerra importante, [...] creo que cuando termine el plan de diez años, Moscú se habrá casi convertido —en lo que tiene que ver con que todos los ciudadanos gocen de salud, comodidad y de las cosas agradables de la vida— en la gran ciudad mejor planificada que el mundo ha conocido jamás”.

Pero en junio de 1941, Alemania lanzó un ataque no provocado contra Rusia, nación aliada con quien menos de dos años antes había firmado un pacto de no agresión. En el mes de octubre, los soldados alemanes se hallaban a 40 kilómetros del Kremlin. La caída de Moscú parecía inevitable. Casi la mitad de los 4,5 millones de habitantes de la ciudad habían sido evacuados. Unas quinientas fábricas habían embalado y enviado su maquinaria a nuevos emplazamientos del este de Rusia. Sin embargo, Moscú se negó a caer ante el enemigo. La ciudad literalmente se atrincheró, se hizo fuerte y repelió a los alemanes.

Moscú sufrió terriblemente, al igual que otras muchas ciudades rusas. “Moscú ha pasado tanto en un solo siglo —escribió un reportero estadounidense que vivió allí en los años treinta y cuarenta—, que me parece increíble que haya sobrevivido.” Desde luego, es sorprendente que la ciudad prevaleciera hasta convertirse en una de las más grandes e importantes del mundo moderno.

Actualmente, Moscú tiene una población de más de nueve millones de habitantes y una extensión de mil kilómetros cuadrados, lo que la convierte en una ciudad más grande y poblada que Nueva York. Hay una serie de carreteras de circunvalación que rodean el Kremlin, una de las cuales, la carretera de Circunvalación de Moscú, mide más de 100 kilómetros y constituye, en líneas generales, el límite exterior de Moscú. Del centro de la ciudad parten amplios bulevares en todas direcciones, como si fueran los radios de una rueda.

No obstante, la mayoría de los moscovitas utilizan para desplazarse el magnífico metro de Moscú, que se ha extendido hasta llegar a todas partes de la ciudad y cuenta ya con nueve líneas y alrededor de ciento cincuenta estaciones. La obra The World Book Encyclopedia dice que las estaciones del metro de Moscú son “las más lujosas del mundo”. Algunas parecen palacios, pues están decoradas con hermosas arañas, estatuas, vidrieras de colores y una gran abundancia de mármol. De hecho, las primeras catorce estaciones que se construyeron contenían más de 70.000 metros cuadrados de mármol, una cantidad mayor que la de todos los palacios construidos por los Romanov en trescientos años.

La ciudad cambia de imagen

Cuando visitamos la ciudad este verano, tomamos el metro para contemplar uno de los proyectos de renovación más ambiciosos: el inmenso estadio Lenin —con capacidad para 103.000 espectadores—, construido en el sur de Moscú durante la década de los cincuenta. Cuando llegamos, estaban instalando nuevos asientos, y pudimos imaginarnos el techo movible que iba a permitir el uso del estadio durante todos los meses del año.

La fachada de los famosos grandes almacenes GUM, situados frente al Kremlin, al otro lado de la plaza Roja, presentaba una magnífica y nueva imagen. En otro lado del Kremlin, por donde en el siglo pasado fluía el río Neglinnaia antes de que desviaran su cauce para que discurriera bajo tierra, hay una zona ajardinada por la que pasa un riachuelo que simula el antiguo río. En la otra orilla del riachuelo se estaba construyendo un gigantesco centro comercial subterráneo de varias plantas que contaría con restaurantes y otros servicios. Una escritora moscovita lo llamó “el centro comercial más grande de Europa”, aunque añadió: “o así lo creen en la alcaldía”.

En otra zona no lejos del Kremlin, había grúas por todas partes y mucho movimiento de construcción. Las excavaciones desenterraron algunos tesoros arqueológicos. En un lugar, por ejemplo, encontraron escondidas más de noventa y cinco mil monedas rusas y de Europa occidental que datan de entre el siglo XV y el XVII.

Algunas iglesias estaban siendo restauradas, y otras, reconstruidas. La catedral de Nuestra Señora de Kazán, en la plaza Roja, destruida en 1936 y reemplazada por una letrina pública, ya estaba casi terminada. La gigantesca catedral de Cristo Salvador, edificada para conmemorar la victoria sobre Napoleón, había sido destruida con explosivos en 1931 durante la campaña comunista contra la religión. Cuando estuvimos allí se encontraba casi reconstruida en su emplazamiento original, donde por años había habido una enorme piscina climatizada al aire libre.

Visitar las obras fue muy interesante, especialmente porque nos permitía imaginarnos la nueva imagen que tendría Moscú para finales del año. No obstante, lo que más nos cautivó de esta ciudad fue su gente. “El visitante se queda abrumado ante la gran amigabilidad innata que poseen los moscovitas”, expresó en cierta ocasión un corresponsal enviado a Moscú. Nosotros comprobamos la certeza de esas palabras, especialmente cuando, congregados alrededor de una pequeña mesa de cocina, disfrutamos del cariño y la hospitalidad de una familia rusa.

Nos alegró comprobar también que muchos moscovitas han aprendido lo que verdaderamente significa Armagedón: una batalla con la que nuestro Creador limpiará toda la Tierra, lo cual dará comienzo a una época en la que todos los que lo aman de corazón podrán vivir juntos, no con prejuicios y sospechas, sino con comprensión y confianza, como hijos de Dios que se aman unos a otros y sirven unidamente al Creador. (Juan 13:34, 35; 1 Juan 2:17; Revelación [Apocalipsis] 21:3, 4.)—Colaboración.

[Nota]

a Comentario de la Santa Biblia, de Adam Clarke, tomo III, página 709.

[Ilustración de la página 13]

La catedral de San Basilio y las murallas del Kremlin, símbolos inconfundibles de Moscú

[Ilustración de la página 15]

En todas partes hay recordatorios del 850 aniversario

[Ilustración de la página 16]

Los famosos grandes almacenes GUM, tras su cambio de imagen

[Ilustración de la página 17]

Nueva zona ajardinada cerca del Kremlin

[Ilustraciones de las páginas 16 y 17]

Muchas estaciones de metro parecen palacios

Obras de renovación del estadio Lenin

[Reconocimiento]

Tass/Sovfoto

[Ilustraciones de la página 18]

Había grúas por todas partes y mucho movimiento de construcción

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