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  • El arte de tallar bastones
  • ¡Despertad! 1998
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¡Despertad! 1998
g98 22/3 págs. 26-27

El arte de tallar bastones

De nuestro corresponsal en Gran Bretaña

“SIEMPRE me ha asombrado que haya extensas regiones de las islas británicas en las que nadie tenga la menor idea de lo que uno quiere decir cuando indica que su afición es la de stick dressing (tallar bastones)”, comenta cierto maestro tallista.

Casi todo el mundo sabe lo que es un bastón para andar o un cayado de pastor. Son artículos comunes, pero si se tallan, se convierten en magníficas obras de arte. Esta fascinante técnica artesana, practicada durante siglos por pastores y granjeros, requiere considerable destreza, y mucha paciencia. Pero ¿qué abarca exactamente la talla de bastones?

La selección de la madera

Lo primero que hay que hacer es seleccionar la madera. Con tal de que tenga las proporciones adecuadas, puede utilizarse la de cualquier árbol, como por ejemplo, el endrino, el manzano o el peral. Muchas veces se escoge el acebo por el atractivo que le confieren sus prominentes nudos. Pero un buen número de tallistas prefieren usar la madera de avellano. A veces a un árbol le crece un brote formando un ligero ángulo con una rama o una raíz. Cuando se da este caso, se puede fabricar el bastón entero —la empuñadura y la vara— con una sola pieza de madera.

¿Cuándo es el momento ideal para cortar un vástago? Por lo general se aconseja hacerlo cuando el árbol se encuentra aletargado y la savia no fluye. No obstante, muchos tallistas afirman que el mejor momento es tan pronto como se encuentre, antes de que otro se le adelante. En cualquier caso, una vez satisfecho con el vástago conseguido, se deben engrasar o pintar los extremos cortados para que no se agriete. A continuación ha de dejarse curar la madera, proceso que puede tomar dos años o más, hasta que quede lista para que el artesano la trabaje.

El tallado de la empuñadura

Si la vara no cuenta con ningún brote que sirva de mango, o empuñadura, se puede fabricar con un cuerno de vaca, oveja o cabra. El asta, o cuerno, debe dejarse curar al igual que la madera, aunque en su caso suele bastar con un año. Entonces, el tallista la sujeta con un tornillo de banco y le va dando forma hasta conseguir el diseño deseado. Los pastores han recurrido por generaciones a la fragua, al agua hirviendo, a las ascuas de turba o hasta al calor que emana de un quinqué para conferir cierta maleabilidad al asta y poder convertirla en lo que su imaginación y destreza les permitan. Por ejemplo, pueden tallar la empuñadura en forma de collie, de ave, de trucha, de cabeza de faisán o de cualquier otro animal pequeño.

A medida que va tallando el asta, el artesano es muy meticuloso con los detalles. Por ejemplo, si está haciendo una trucha, se vale de un hierro candente para grabar las espinas de la cola y las aletas, y con un punzón circular va formando las escamas una a una. Los ojos pueden hacerse de cuerno de búfalo cafre. Para dar color al cuerpo se utiliza tinta en lugar de pintura. Hay que aplicar más de una capa, y dada la textura pulida del asta, la tarea puede resultar bastante lenta. Como toque final, se sella el color aplicando una capa de barniz.

Una obra de arte acabada

La empuñadura de asta se une a la vara con un tornillo de acero, un clavo o una espiga de madera. A continuación, el tallista lija hábilmente su obra de arte con estopa de acero fina. Luego le da brillo y barniza la vara. “Hacer una trucha, tallar las aletas y demás, formar las escamas del cuerpo, aplicarle el color y pulirla para que sea digna de ganar un concurso, me tomaría unas cien horas”, escribe un tallista experimentado.

La talla de bastones es sin duda una labor que requiere gran minuciosidad. Pero se pueden crear verdaderas obras de arte, algunas de las cuales han llegado a competir en concursos. Sea como fuere, el tallista ve en su arte reminiscencias de una era más tranquila, y le sirve de antídoto contra las tensiones de la vida moderna.

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