El secuestro: se comercializa el terror
“EL SECUESTRO no es como un delito contra la propiedad. Es un trato ruin, cruel e indiferente al grupo humano más fundamental: la familia”, dice Mark Bles en su libro The Kidnap Business (El negocio de los secuestros). Un secuestro provoca trastornos emocionales en los miembros de la familia. Cada minuto, cada hora que pasa, luchan entre la esperanza y la desesperación mientras se enfrentan a sentimientos de culpa, odio e impotencia. La pesadilla puede prolongarse días, semanas, meses... a veces hasta años.
En su incansable afán por conseguir dinero, los secuestradores se lucran con los sentimientos de los parientes. Una banda obligó a su víctima a escribir lo siguiente en una carta abierta a los periodistas: “Solicito a la prensa que publique estas líneas para que todo el mundo se entere de que si no regreso, será por culpa de mis raptores, pero también de mi familia, pues habrá demostrado que prefiere el dinero a mí”. A fin de ejercer presión y conseguir el dinero que piden por un rescate, los secuestradores italianos le cortan a la víctima partes del cuerpo y las envían a parientes o a estaciones de televisión. Un secuestrador mexicano incluso torturaba a sus víctimas mientras negociaba con los familiares por teléfono.
Algunos raptores, por otra parte, intentan granjearse el favor de sus víctimas. Por ejemplo, un empresario estuvo cautivo en un hotel de lujo de Manila (Filipinas), y sus captores le ofrecieron bebidas alcohólicas y lo entretuvieron con prostitutas hasta que se pagó el rescate. Sin embargo, la mayoría de las víctimas son encerradas sin que se tenga mucha consideración por sus necesidades físicas o higiénicas; muchas reciben un trato brutal. Sea como fuere, el rehén siempre tiene que padecer el horror de no saber qué va a ser de él.
Cómo superar el trauma
Es posible que las heridas emocionales de las víctimas persistan aun después de ser liberadas. Una enfermera sueca que fue secuestrada en Somalia opina: “Lo más importante de todo es hablar del asunto con amigos y parientes y conseguir ayuda profesional si es necesario”.
Los terapeutas han desarrollado un método para ayudar a las víctimas. En varias sesiones cortas, estas analizan sus experiencias con el apoyo de profesionales antes de reunirse con sus familiares y volver a la vida normal. “Si se administra terapia poco tiempo después del trance, se reduce el riesgo de sufrir daño permanente”, indica Rigmor Gillberg, terapeuta de la Cruz Roja que se especializa en crisis.
Otras consecuencias
Las víctimas y sus familiares no son los únicos afectados por los secuestros. El temor a estos puede detener el turismo y hacer que disminuyan las inversiones; también genera una sensación de inseguridad en la sociedad. En 1997, en el transcurso de solo unos meses, seis empresas multinacionales cerraron operaciones en Filipinas debido a la amenaza de los secuestros. Una mujer filipina que trabaja para un grupo denominado Ciudadanos contra el Crimen expresó: “Estamos viviendo una pesadilla”.
Un artículo de la revista The Arizona Republic dice: “Entre los ejecutivos mexicanos, el temor a ser secuestrado está llegando al borde de la histeria, y con razón”. La revista brasileña Veja informa de que los secuestradores y atracadores han reemplazado a los monstruos en las pesadillas de los niños de ese país. En Taiwan se imparten clases de prevención de secuestros en las escuelas, y en Estados Unidos se han instalado cámaras de vigilancia en los recintos preescolares.
Proliferan los servicios privados de seguridad
El incremento en el número de secuestros y las delicadas cuestiones que se derivan de ellos han generado un crecimiento repentino en el sector de las firmas privadas de seguridad. En la ciudad brasileña de Río de Janeiro existen más de quinientas de estas compañías, cuyos ingresos ascienden a 1.800 millones de dólares.
Un creciente número de empresas de seguridad que operan a nivel internacional enseñan cómo prevenir un secuestro, publican informes sobre zonas peligrosas y negocian los rescates. Además, asesoran a familias y empresas, les enseñan cuáles son las estrategias de los secuestradores y las ayudan a hacer frente al impacto psicológico. Algunas firmas incluso tratan de capturar a los perpetradores y recuperar el dinero del rescate una vez que el cautivo ha sido liberado. Por supuesto, los servicios no son gratuitos.
A pesar de tales esfuerzos, los secuestros van en aumento en muchos países. Richard Johnson, vicepresidente de la compañía de seguros Seitlin & Company, dice sobre la situación en Latinoamérica: “Todos los pronósticos apuntan a un incremento en la cantidad de secuestros”.
Razones del aumento
Los entendidos proponen una gran cantidad de razones por las que los secuestros han aumentado recientemente. Una es la desesperante situación económica que se vive en algunos lugares. Un socorrista de la ciudad de Nalchik (Rusia) indicó: “La mejor manera de conseguir dinero es con el famoso método del secuestro”. Se dice que en algunas anteriores repúblicas soviéticas raptan personas para financiar los ejércitos particulares de líderes locales.
Ahora más que nunca, la gente viaja por razones de negocio o por placer, abriendo así nuevos campos para los secuestradores. La cantidad de extranjeros secuestrados se ha duplicado en cinco años; entre 1991 y 1997 se produjeron raptos de turistas en veintiséis naciones.
¿De dónde salen todos esos secuestradores? Algunos conflictos militares están perdiendo intensidad, lo que deja a anteriores soldados sin empleo y con los bolsillos vacíos. Estos individuos tienen todas las habilidades necesarias para emprender el lucrativo negocio.
Por otro lado, la actuación cada vez más eficaz contra el robo de bancos y las drásticas medidas contra el tráfico de drogas han hecho que los delincuentes se vuelvan hacia el secuestro como fuente de ingresos. El experto en secuestros Mike Ackerman explicó: “Puesto que hemos dificultado la comisión de delitos contra la propiedad en todas las comunidades, los delincuentes se ven obligados a atacar a las personas”. La publicidad que se da al pago de exorbitantes sumas pudiera también incentivar a posibles secuestradores.
No son siempre los mismos motivos
Lo que la mayoría de los secuestradores quieren es dinero y nada más. La cuantía de los rescates va desde un puñado de dólares hasta la cifra récord de 60.000.000 de dólares, cantidad que se pidió por un magnate de bienes raíces de Hong Kong, a quien nunca pusieron en libertad a pesar de haberse efectuado el pago.
Por otra parte, el objetivo de algunos secuestradores es conseguir publicidad, alimentos, medicinas, radios y autos, así como nuevas escuelas, carreteras y hospitales. A un ejecutivo que fue raptado en Asia lo liberaron después de que sus captores recibieron pelotas y uniformes de baloncesto. Ciertos grupos recurren asimismo a los secuestros para asustar e intimidar a inversionistas y turistas del extranjero, y así detener la explotación de la tierra y de los recursos naturales.
Así que no escasean ni los motivos ni los medios ni los posibles secuestradores o víctimas. ¿Existe la misma abundancia de soluciones? ¿Cuáles son algunas? Y ¿de verdad se puede eliminar con ellas el problema? Antes de contestar dichas preguntas, analicemos algunas de las causas más profundas que subyacen tras el auge en el negocio del secuestro.
[Recuadro de la página 5]
En caso de secuestro
Los entendidos en la materia ofrecen a las víctimas de secuestro las siguientes sugerencias.
• Sea cooperador y no terco. Los rehenes hostiles son con mayor frecuencia objeto de trato cruel, y corren mayor riesgo de que los maten o los escojan para recibir castigo.
• No sucumba al pánico. Recuerde que la mayoría de las víctimas sobreviven al secuestro.
• Idee un sistema para llevar la cuenta del tiempo.
• Trate de seguir una rutina diaria.
• Haga ejercicio, aunque tenga pocas oportunidades para moverse.
• Sea observador; trate de memorizar detalles, sonidos y aromas. Fíjese en algunas características de sus secuestradores.
• Converse con ellos sobre temas triviales si es posible, e intente establecer contacto personal. Es menos probable que los secuestradores lo lastimen o lo maten si lo ven como persona.
• Sea cortés al comunicarles sus necesidades.
• Nunca intente negociar usted mismo el precio de su liberación.
• Si se realiza una operación de rescate, tírese al suelo y quédese quieto hasta que todo termine.
[Recuadro de la página 6]
El polémico seguro contra secuestro
Un negocio que debe su auge al aumento de secuestros es el de los seguros. La firma londinense Lloyd’s ha registrado un 50% de incremento anual en el apartado de seguros contra secuestro durante la década de los noventa. Cada vez hay más compañías que ofrecen este tipo de póliza, la cual incluye la asistencia de un negociador, el pago del rescate y, algunas veces, el empleo de profesionales para tratar de recuperar el dinero pagado. Sin embargo, el asunto está generando mucha polémica.
Los detractores alegan que la póliza comercializa el delito, y que no es moralmente correcto lucrarse con el secuestro. También dicen que el asegurado pudiera hacerse negligente en lo que toca a su seguridad y que el seguro facilitará a los secuestradores la obtención de dinero mediante extorsión, con lo cual fomentará dicho delito. Algunos incluso temen que anime a la gente a planear su propio secuestro para cobrar la póliza. En Alemania, Colombia e Italia, este tipo de seguro es ilegal.
Sus defensores señalan que, como sucede con cualquier otra póliza de seguros, permite pagar entre muchos las pérdidas de unos cuantos. El argumento es que se genera cierta medida de seguridad, pues pone al alcance de las familias y empresas aseguradas la asistencia de profesionales competentes, quienes pueden reducir la tensión, negociar pagos más bajos y facilitar la captura de los maleantes.
[Recuadro de la página 7]
El síndrome de Estocolmo
En 1974, el secuestro de Patty Hearst, hija del multimillonario magnate de la prensa Randolph A. Hearst, dio un sorpresivo giro cuando Patty se puso del lado de sus captores y tomó parte en asaltos a mano armada con el grupo. En otro caso, un futbolista español perdonó a sus verdugos y les deseó lo mejor.
El fenómeno recibió el nombre de síndrome de Estocolmo a principios de la década de los setenta, después del drama que vivieron unos rehenes en un banco de Estocolmo (Suecia) en 1973. En aquella ocasión, algunos de los rehenes cultivaron una amistad especial con sus captores. Dicha interacción ha servido de protección a los secuestrados, según el libro Criminal Behavior (Comportamiento delictivo), en el que se explica: “Cuanto mejor se conocen el rehén y el secuestrador, tanto más tienden a simpatizar el uno con el otro. Este fenómeno es indicio de que, después de cierto tiempo, es menos probable que el delincuente lastime al rehén”.
En Chechenia, una víctima de origen inglés que sufrió violaciones dijo: “Creo que cuando el guardia nos llegó a conocer como personas se dio cuenta de que era incorrecto que me violara. Dejó de hacerlo y se disculpó”.
[Ilustración de la página 4]
El secuestro de un miembro de la familia es uno de los trastornos emocionales más angustiosos que se puedan imaginar
[Ilustración de la página 5]
Las víctimas necesitan consuelo
[Ilustración de la página 7]
La mayoría de las víctimas son encerradas sin que se tenga mucha consideración por sus necesidades físicas o higiénicas