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  • La crisis del sistema carcelario
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¡Despertad! 2001
g01 8/5 pág. 3

La crisis del sistema carcelario

“Construir más prisiones para detener el delito es como construir más cementerios para detener las enfermedades mortales.”—Robert Gangi, experto en el sistema penitenciario.

EN UN MUNDO en el que lo políticamente correcto suele encubrir el lado desfavorable de la realidad, tratamos de evitar el sombrío término prisión. Preferimos hablar de “centros penitenciarios” o “correccionales” que ofrecen “formación profesional” y “servicios sociales”. Hasta el vocablo preso nos parece inhumano, y optamos por el de interno. Sin embargo, si profundizamos un poco, descubriremos los serios problemas que afronta hoy el sistema carcelario, entre ellos la elevadísima inversión económica que supone mantener entre rejas a los delincuentes y el creciente abismo que media entre los objetivos de la encarcelación y los verdaderos efectos de esta.

Hay quienes cuestionan la eficacia de las cárceles, pues dicen que si bien la cantidad mundial de presos supera ya los ocho millones, el índice de criminalidad no ha disminuido considerablemente en muchos países. Además, aunque un alto porcentaje de reclusos está en prisión por delitos relacionados con las drogas, la disponibilidad de estas en las calles sigue siendo muy preocupante.

Pese a ello, muchos ciudadanos consideran que el encarcelamiento es la pena ideal. A su modo de ver, cuando el infractor es encarcelado, recibe su merecido. Una periodista asemejó este afán de meter entre rejas a los delincuentes a una fiebre, “la fiebre de encerrarlos”.

La encarcelación persigue cuatro fines principales: 1) castigar al infractor, 2) proteger a la sociedad, 3) evitar delitos futuros y 4) reformar al delincuente, enseñándole a ser un ciudadano decente y productivo tras su puesta en libertad. Veamos si las prisiones están logrando estos fines.

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