32 ELISEO
“Oh, Jehová, te ruego que le abras los ojos”
AQUELLA mañana, el sirviente de un profeta se levantó temprano, salió de su casa y vio una escena estremecedora: un gran ejército sirio con caballos y carros de guerra había llegado durante la noche a Dotán. Esta ciudad amurallada se encontraba sobre una colina situada en un valle de Israel. Y ahora estaba rodeada de soldados. El objetivo de aquel temible ejército era atrapar a un hombre, justo al amo de este sirviente: el profeta Eliseo. Muerto de miedo, el sirviente fue enseguida a decirle a Eliseo que corrían peligro.
Esta no era la primera vez que Eliseo se enfrentaba a una situación peligrosa. Años atrás, Jehová le había pedido a Elías que nombrara a Eliseo como su sucesor y lo capacitara. A partir de entonces, Eliseo tuvo que enfrentarse junto a su maestro al rey Acab, su esposa —la reina Jezabel— y su hijo Ocozías, que eran terriblemente malvados. Después de un tiempo, bajó del cielo un carro de fuego, separó a estos dos compañeros y Elías fue llevado al cielo en medio de una tempestad de viento. Quizás Eliseo nunca lo volvió a ver, pero siguió haciendo el trabajo que le había enseñado su amigo y maestro. Y lideró a “los hijos de los profetas” en la lucha de Jehová contra la adoración a Baal (2 Rey. 2:15).
Jehová le dio a Eliseo la capacidad de hacer muchos milagros. Por ejemplo, en una ocasión curó a Naamán —un destacado jefe del ejército sirio—, alguien muy valorado por el rey Ben-Hadad. Pero, en vez de mostrar agradecimiento, ese rey siguió enviando tropas de asalto contra Israel. Cada vez que lo hacía, Jehová le decía a Eliseo dónde sería el siguiente ataque y así frustraba los planes de Ben-Hadad. Furioso, el rey de Siria les preguntó a sus siervos quién de ellos estaba traicionándolo y revelándole sus planes al enemigo. Uno de ellos le explicó que en realidad había sido Eliseo, el profeta de Jehová. Le dijo: “Él es quien le cuenta al rey de Israel lo que tú dices en tu propio dormitorio”. Así que, cuando Ben-Hadad se enteró de que Eliseo estaba en Dotán, envió a sus hombres a capturarlo.
Parecía que Eliseo y su sirviente se encontraban atrapados y en inferioridad numérica, pero había algo que el sirviente no sabía
El primero que vio al ejército sirio fue el sirviente de Eliseo. Entonces, fue corriendo a buscar al profeta y le dijo: “¡Ay, mi señor! ¿Qué vamos a hacer?”. Eliseo pudo ver la angustia en los ojos de su sirviente, así que para tranquilizarlo le dijo: “¡No tengas miedo!”. Y a continuación pronunció unas palabras que han dejado huella hasta el día de hoy: “Son más los que están con nosotros que los que están con ellos”. ¿Se imagina al sirviente mirando a Eliseo lleno de incredulidad? ¡Qué eran dos hombres en comparación con un ejército tan grande! Luego Eliseo le suplicó a Dios: “Oh, Jehová, te ruego que le abras los ojos para que vea”.
Jehová respondió de inmediato, y de repente el sirviente vio lo que estaba pasando en la región espiritual. Había un ejército mucho más grande y poderoso que cualquier fuerza militar humana. La Biblia dice: “¡La región montañosa estaba llena de caballos y carros de fuego alrededor de Eliseo!”.
El ejército sirio no podía ver al ejército de ángeles de Jehová, así que fue a la ciudad para capturar a Eliseo. Entonces, Eliseo le pidió a Jehová que los dejara ciegos, y él lo hizo. No es que aquellos hombres se quedaran ciegos literalmente, sino que al parecer Jehová hizo que no pudieran identificar o entender lo que veían. Así que Eliseo se ofreció a enseñarles dónde estaba el hombre al que buscaban. Pero los llevó a Samaria, a unos 16 kilómetros (10 millas), y ahí le pidió a Jehová que les abriera los ojos. Cuando él lo hizo, de repente se dieron cuenta de dónde se encontraban. Estaban atrapados en la mismísima capital de Israel, justo en medio de Samaria. En cuanto el rey de Israel los vio, quiso matarlos. Pero Eliseo fue compasivo y le dijo que les diera de comer y los enviara de vuelta a casa. El relato termina diciendo que “las bandas de saqueadores de los sirios no volvieron a meterse nunca más en la tierra de Israel”.
Eliseo sabía que aquel ejército de ángeles estaba allí. Lo vio con los ojos de la fe. Gracias a sus años de servicio a Jehová, había aprendido que los siervos de Dios nunca están solos. Jehová y sus ángeles siempre están cerca de ellos y listos para ayudarlos. Eso debió darle mucho valor a Eliseo. ¿Y verdad que también nos ayuda a nosotros a ser valientes?
Lea el relato bíblico
¿Qué diría?
¿De qué maneras demostró valor Eliseo?
Investigue un poco más
1. ¿Qué hizo Eliseo cuando Jehová lo eligió como profeta, y qué nos enseña eso sobre su forma de ser? (1 Rey. 19:19-21; it “Eliseo” párr. 2). A
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2. ¿Por qué le pidió Eliseo a Elías “una porción doble” de su espíritu? (2 Rey. 2:9; w03 1/11 31).
3. ¿Por qué es lógico pensar que la ceguera que Jehová les causó a los sirios era mental y no literal? (it “Ceguera” párr. 6).
4. ¿Qué cosas hizo Eliseo como profeta? (it “Eliseo” párrs. 27, 28).
Piense en las lecciones
¿En qué situaciones puede ayudarnos “ver” a los ángeles con los ojos de la fe? B
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¿Qué pueden aprender los ancianos y el resto de la congregación de la forma en que Eliseo animó a su sirviente?
¿De qué maneras puede usted copiar el ejemplo de valor de Eliseo?
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¿Qué me enseña este relato sobre Jehová?
¿Cómo se relaciona este relato con el propósito de Jehová y el tema principal de la Biblia?
¿Qué me gustaría preguntarle a Eliseo cuando resucite?
Para saber más
¿Qué pueden aprender de Eliseo los hermanos que reciben nuevas responsabilidades?
Descubra más detalles sobre la vida de Eliseo.
“Eliseo vio carros de fuego. ¿Los ve usted?” (w13 15/8 28-30)