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Ayuda para entender la Biblia
ad págs. 512-513

EMBAJADOR

(gr. pré·sbys, “hombre mayor”).

En tiempos bíblicos los embajadores eran hombres de edad, hombres maduros.

Jesucristo vino como el “apóstol” de Dios o el “enviado”. Él es quien ha “arrojado luz sobre la vida y la incorrupción mediante las buenas nuevas”. (Heb. 3:1; 2 Tim. 1:10.)

Después de que Cristo dejase la escena terrestre y ascendiese a los cielos, sus seguidores fieles fueron asignados para actuar en su lugar, “en sustitución de Cristo”, como embajadores de Dios. Pablo habla concretamente de su función como embajador. (2 Cor. 5:18-20.) Él, como todos los seguidores ungidos de Jesucristo, fue enviado a las naciones y a las personas que estaban alejadas de Jehová Dios, el Soberano Supremo, a modo de embajador a un mundo que no estaba en paz con Dios. (Juan 14:30; 15:18, 19; Sant. 4:4.) Como tal, Pablo era portador de un mensaje de reconciliación para con Dios mediante Cristo. Mientras estaba en prisión, Pablo habló de sí mismo como de un “embajador en cadenas”. (Efe. 6:20.) El hecho de que estuviera en cadenas es una demostración de la actitud hostil de este mundo para con Dios, para con Cristo y para con el gobierno del reino mesiánico, porque desde tiempos muy antiguos los embajadores han sido considerados inviolables. En consecuencia, al mostrar falta de respeto a los embajadores enviados para representar al reino de Dios bajo Cristo, las naciones pusieron de manifiesto su hostilidad en sumo grado e incurrieron en el más grave de los insultos.

Al cumplir su papel de embajador, Pablo respetó las leyes de las naciones, pero permaneció estrictamente neutral con respecto a las actividades políticas y militares del mundo. Su proceder estuvo de acuerdo con el principio de que los embajadores deben obedecer la ley del país al cual son enviados, pero no tienen que jurar lealtad a dicho país.

Como el apóstol Pablo, todos los fieles seguidores ungidos de Cristo engendrados por el espíritu santo que tienen una ciudadanía en los cielos son “embajadores en sustitución de Cristo”. (2 Cor. 5:20; Fili. 3: 20.)

La manera en que una persona recibe a estos embajadores de Dios determina cómo tratará Dios con ella. Jesucristo expresó este principio en su ilustración del hombre que era dueño de una viña y que primero envió a sus esclavos como sus representantes y luego a su hijo, a quien los cultivadores de la viña mataron. Por esta razón, el dueño de la viña trajo destrucción sobre los cultivadores hostiles. (Mat. 21:33-41.) Jesús también dio otra ilustración: el rey a cuyos esclavos les dieron muerte mientras actuaban como mensajeros invitando a los convidados a un banquete de bodas. Los que recibieron de esta manera a los representantes del rey fueron considerados sus enemigos. (Mat. 22:2-7.) Jesús enunció este principio claramente cuando dijo: “El que recibe a cualquiera a quien yo envío me recibe a mí también. A su vez, el que me recibe a mí recibe también al que me envió”. (Juan 13:20; véase también Mateo 23:34, 35; 25:34-46.)

Además, Jesús usó el trabajo en pro de la paz que efectúa un embajador para ilustrar la necesidad que tenemos de pedir la paz con Jehová Dios y dejar todas las cosas con el fin de seguir las pisadas de su Hijo y obtener el favor de Dios y la vida eterna. (Luc. 14:31-33.) Y, en contraste, también ilustró cuán necio es asociarse con los que envían embajadores para hablar en contra de aquel a quien Dios confiere poder real. (Luc. 19:12-14, 27.) Los gabaonitas son un buen ejemplo en cuanto a conseguir buenos resultados al pedir prudentemente la paz. (Jos. 9:3-15, 22-27.)

ENVIADOS PRECRISTIANOS

En tiempos precristianos no existía un cargo gubernamental oficial que correspondiera exactamente con el de embajador del día moderno. No había un oficial residente que representara a un gobierno extranjero. Es por eso que los términos “mensajero” y “enviado” describen más exactamente las obligaciones de estos personajes en tiempos bíblicos. No obstante, en muchos aspectos, algunos de los cuales serán considerados más adelante, su rango y su condición eran similares a los de los embajadores. Estos hombres eran representantes oficiales que llevaban mensajes entre gobiernos o gobernantes.

A diferencia de los embajadores de hoy día, los enviados o mensajeros de la antigüedad no residían en capitales extranjeras, por lo que eran enviados solamente en ocasiones especiales y con un propósito específico. Solían ser personas de rango (2 Rey. 18:17, 18) y su cargo era altamente respetado. En consecuencia, se les garantizaba inviolabilidad personal cuando visitaban a otros gobernantes.

El tratamiento que se les daba a los mensajeros o enviados de un gobernante era como si se le diese al gobernante y a su gobierno. Por eso, cuando Rahab mostró favor a los mensajeros que Josué había enviado como espías a Jericó, en realidad estaba actuando así porque reconocía que Jehová era el Dios y Rey de Israel. En consecuencia, Jehová, por medio de Josué, le mostró favor. (Jos. 6:17; Heb. 11:31.) Una crasa violación de la costumbre internacional de respetar a los enviados fue la acción de Hanún, el rey de Ammón, a quien el rey David envió algunos de sus siervos en gesto de amistad. El rey de Ammón escuchó a sus príncipes, que falsamente llamaron espías a los mensajeros, y públicamente humilló a estos enviados, demostrando así su falta de respeto por David y su gobierno. Este ultraje provocó la guerra. (2 Sam. 10:2-11:1; 12:26-31.)

En contraste con la práctica actual de retirar al embajador cuando se rompen las relaciones diplomáticas con un país, los pueblos de tiempos antiguos, ante situaciones de tensión, y en un intento por reanudar las relaciones pacíficas, mandaban mensajeros o portavoces. Isaías habla de estos “mensajeros de paz”. (Isa. 33:7.) Ezequías envió una súplica de paz a Senaquerib, el rey de Asiria. A pesar de que Senaquerib estaba amenazando a las ciudades fortificadas de Judá, los asirios dieron paso libre a los mensajeros porque venían como enviados de Ezequías. (2 Rey. 18:13-15.) Otro ejemplo puede verse en el registro sobre Jefté, juez de Israel. Este juez despachó mensajeros con una carta de protesta por una mala acción del rey de los ammonitas y para aclarar una disputa sobre derechos territoriales. Jefté habría zanjado la cuestión mediante sus enviados sin llegar a la guerra si el rey ammonita hubiera respondido favorablemente. A los mensajeros se les permitió pasar entre los ejércitos sin estorbo. (Jue. 11:12- 28.)

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