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GRECIA, GRIEGOS

Estos términos vienen de Grai·kói, el nombre de una tribu del NO. de Grecia. Los italianos aplicaron ese nombre (lat. Graeci) a los habitantes de Grecia en conjunto, como también hizo más tarde Aristóteles en sus escritos.

Con anterioridad, y a partir del siglo VIII a. E.C., aparece el nombre “jonios” en los registros asirios cuneiformes y en los relatos persas y egipcios. “Jonios” viene de Javán (heb. Ya·wán), hijo de Jafet y nieto de Noé. Javán fue el antepasado jafético de los pueblos primitivos de Grecia y las islas vecinas, así como de los primeros habitantes de Chipre, de algunas partes del sur de Italia, de Sicilia y de España. (Gén. 10:1, 2, 4, 5; 1 Cró. 1:4, 5, 7.)

Hoy se llama “Jónico” al mar que está entre el sur de Grecia e Italia, y Jónicas, a las islas que se encuentran a lo largo de la costa occidental de Grecia. Sin embargo, tiempo atrás el término “jónico” tuvo una aplicación más amplia y más acorde con el uso de “Javán” en las Escrituras Hebreas. En el siglo VIII a. E.C. el profeta Isaías habló del tiempo en que los exiliados que regresaron de Judá serían enviados a naciones distantes y también a “Tubal y Javán, las islas lejanas”. (Isa. 66:19.)

En las Escrituras Griegas Cristianas, se llama a esa tierra Hél·las (“Grecia”, Hechos 20:2), y a su gente, Hél·le·nes. Los mismos griegos habían empezado a usar estos nombres varios siglos antes de la era común y continúan haciéndolo. “Hellas” puede que tenga alguna conexión con “Elisá”, uno de los hijos de Javán. (Gén. 10:4.) Después de la conquista romana en el año 146 a. E.C., también se aplicó el nombre “Acaya” a la parte central y meridional de Grecia.

Grecia abarcaba la zona sur de la montañosa península balcánica, además de las islas del mar Jónico, al oeste, y las del mar Egeo, al este. Al sur limitaba con el Mediterráneo. El límite septentrional no estaba bien definido, especialmente debido a que antiguamente los javanitas de Grecia no formaban nación. Sin embargo, parece ser que en tiempos posteriores “Grecia” llegó a abarcar las regiones de Iliria (lo que hoy es aproximadamente Yugoslavia occidental y Albania) y Macedonia. Es posible que los macedonios y los griegos vinieran de un tronco común.

GOBIERNO Y ENSAYOS DEMOCRÁTICOS

A excepción de Atenas y Esparta, no se sabe mucho del tipo de gobierno de la mayoría de las ciudades-estado griegas, pero debió diferir considerablemente de los de Canaán, Mesopotamia o Egipto. En lugar de reyes tenían magistrados, consejos y una asamblea (ek·kle·sí·a) de ciudadanos. Atenas ensayó un gobierno puramente democrático (la palabra “democracia” viene del griego dé·mos, “pueblo”, y krá·tos, “gobierno”), en el que todos los ciudadanos formaban la legislatura, y tenían voz y voto en la asamblea. Sin embargo, solo una minoría eran “ciudadanos”, pues ni a las mujeres ni a los residentes nacidos en el extranjero ni a los esclavos se les reconocía el derecho a la ciudadanía. Se cree que una tercera parte de la población de muchas de las ciudades-estado estaba formada por esclavos, y sin duda fue esa mano de obra lo que les permitió a los “ciudadanos” el tiempo libre que necesitaban para participar en la asamblea política. La primera referencia que se hace de Grecia en las Escrituras Hebreas, alrededor del siglo IX a. E.C., es con respecto a los judaítas que Tiro, Sidón y Filistea vendieron como esclavos a los “hijos de los griegos [ literalmente, “javanitas” o “jonios”]”. (Joel 3:4-6.)

MANUFACTURA Y COMERCIO

Aunque su actividad principal era la agricultura, los griegos también producían y exportaban muchos productos manufacturados. Las vasijas griegas llegaron a ser famosas por todo el Mediterráneo; también eran importantes los artículos de plata y oro y los tejidos de lana. Había numerosas tiendas de artesanos, pequeñas e independientes, que tenían trabajadores, tanto esclavos como libres. En la ciudad griega de Corinto el apóstol Pablo ayudó a Áquila y Priscila en el oficio de hacer tiendas, probablemente usando tejido hecho de pelo de cabra, el cual abundaba en Grecia. (Hech. 18:1-4.)

LA RELIGIÓN GRIEGA

La información más antigua sobre la religión griega viene de la poesía épica de Homero. Según los historiadores, él escribió los dos poemas épicos titulados: la Ilíada y la Odisea. Las porciones de papiros más antiguos de estos poemas se cree que datan de poco antes del año 1 50 a. E.C. Pero como dice el profesor de griego George G. A. Murray, estos textos primitivos “difieren ‘brutalmente’ de nuestra vulgata”, es decir, del texto que se ha aceptado popularmente durante los últimos siglos. Así, a diferencia de la Biblia, los textos de Homero no se conservaron íntegramente, sino “en una condición extremadamente variable”, como afirma el profesor Murray. Los poemas de Homero trataban de héroes y dioses guerreros que se parecían mucho a los hombres.

Existe evidencia de la influencia babilonia en la religión griega. Hay una antigua fábula griega que es casi una traducción literal de un original acádico.

A otro poeta, Hesíodo, probablemente del siglo VIII a. E.C., se le atribuye el sistematizar los muchísimos mitos y leyendas griegos. Los poemas de Homero y la Teogonía de Hesíodo formaron los principales escritos sagrados o teología de los griegos.

Al considerar los mitos griegos, es interesante ver cómo la Biblia arroja luz sobre su posible, o hasta probable, origen. Como muestra Génesis 6:1-13, antes del Diluvio los hijos angélicos de Dios bajaron a la Tierra, evidentemente materializándose en forma humana, y cohabitaron con atractivas mujeres. Produjeron una prole a la que se llamó “nefilim” o “derribadores”, es decir, ‘los que hacían que otros cayesen’. Esta unión contranatural entre espíritus y humanos, y la raza híbrida que produjeron, resultó en una tierra llena de inmoralidad y violencia. (Compárese con Judas 6; 1 Pedro 3:19, 20; 2 Pedro 2:4, 5; véase NEFILIM.) Al igual que otras personas de tiempos posdiluvianos, Javán, el progenitor de las razas griegas, habría oído hablar de los tiempos prediluvianos, pues era hijo de Jafet, uno de los supervivientes del Diluvio. Nótese, ahora, lo que revelan los escritos que se atribuyen a Homero y Hesíodo.

Los numerosos dioses y diosas que ellos describieron tenían forma humana y una gran belleza, aunque a menudo eran gigantescos y sobrehumanos. Comían, bebían, dormían, tenían relaciones sexuales entre ellos e incluso con humanos, vivían como familias, se peleaban y luchaban, seducían y violaban. Aunque supuestamente eran santos e inmortales, también eran capaces de cualquier tipo de engaño y delito. Podían moverse entre la humanidad tanto de manera visible como invisible. Los escritores y filósofos griegos posteriores procuraron eliminar de los relatos de Homero y Hesíodo algunos de los actos más viles atribuidos a los dioses.

Estos relatos, aunque de una forma muy exagerada, adornada y distorsionada, probablemente sean un reflejo del auténtico relato de las condiciones prediluvianas que se halla en Génesis. Otra correspondencia destacable es que, además de los dioses principales, las leyendas griegas hablan de semidioses o héroes cuya ascendencia era en parte divina y en parte humana. Estos semidioses tenían fuerza sobrehumana pero eran mortales (Heracles [Hércules] fue el único al que se le concedió el privilegio de alcanzar la inmortalidad). Estos semidioses guardan una marcada similitud con los nefilim del relato de Génesis.

Se decía que los principales dioses griegos residían en las cimas del monte Olimpo (2.911 m. de altura), situado al sur de la ciudad de Berea. (Pablo estuvo bastante cerca de las laderas del Olimpo cuando ministraba a los habitantes de Berea durante su segunda gira misional; Hech. 17:10.) Entre estos dioses del Olimpo estaban: Zeus (llamado Júpiter por los romanos; Hech. 28:11), el dios del cielo; Hera (la romana Juno), la esposa de Zeus; Ge o Gea, la diosa de la Tierra, llamada también la Gran Madre; Apolo, un dios del Sol, el cual ocasionaba una muerte súbita disparando sus flechas mortíferas desde lejos; Ártemis (la Diana romana), la diosa de la caza, cuya adoración como diosa de la fertilidad era tan prominente en Éfeso (Hech. 19: 23-28, 34, 35); Ares (el Marte romano), el dios de la guerra; Hermes (el Mercurio romano), el dios de los viajeros, del comercio y de la elocuencia, el mensajero de los dioses (en Listra, Asia Menor, la gente llamó a Bernabé “Zeus [...], pero Hermes a Pablo, puesto que este era el que llevaba la delantera al hablar” [Hech. 14:12]); Afrodita (la Venus romana), la diosa de la fertilidad y del amor, considerada como la “hermana de la asirobabilonia Istar y la sirofenicia Astarté” (Greek Mythology, Paul Hamlyn, pág. 63); y otros muchos dioses y diosas. En realidad, parece que cada ciudad-estado tenía sus propios dioses menos importantes, adorados según la costumbre local.

Los intermediarios de los oráculos, adivinos por medio de los cuales los dioses supuestamente revelaban lo desconocido, tenían muchos devotos. Los intermediarios más famosos residían en los templos de Delos, Delfos y Dodona. Pagando cierta cantidad de dinero, las personas recibían respuestas a las preguntas que formulaban. Las respuestas solían ser ambiguas y necesitaban ser interpretadas por los sacerdotes.

Enseñanza filosófica de la inmortalidad

Ya que los filósofos griegos se interesaban en las cuestiones elementales de la vida, sus puntos de vista influían en las creencias religiosas de la gente. Sócrates, del siglo v a. E.C., enseñó la inmortalidad del alma humana. En Fedón, de Platón, se cita a Sócrates diciendo: “El alma, la parte inmaterial, siendo de una naturaleza tan superior al cuerpo, ¿puede ella, en cuanto sea separada del cuerpo, ser dispersada en nada y perecer? Muy al contrario. Más bien será este el resultado. Si parte en un estado de pureza, [...] pues entonces, preparada así, el alma parte para aquella región invisible que es de su propia naturaleza, la región de lo divino, lo inmortal, lo sabio, y luego su destino es el de ser feliz en un estado en que está liberada de temores y deseos salvajes, y de los otros males de la humanidad, y pasa el resto de su existencia con los dioses”. Contrástese con Ezequiel 18:4 y Eclesiastés 9:5, 10.

Templos e ídolos

Se edificaron templos magníficos en honor a los dioses, y se esculpieron hermosas estatuas de mármol y bronce para representarlos. Las ruinas de algunos de estos templos más famosos se encuentran en la Acrópolis de Atenas y entre estos están el Partenón, los Propíleos y el Erecteion. Fue en esta misma ciudad donde Pablo comentó ante un auditorio el notable temor a las deidades que había observado en ella, diciendo explícitamente a sus oyentes que el Creador del cielo y la Tierra “no mora en templos hechos de manos “y que, como progenie de Dios, no deberían imaginarse que el Creador es “semejante a oro, o plata, o piedra, semejante a algo esculpido por el arte e ingenio del hombre”. (Hech. 17:22-29.)

PERÍODO DE LAS GUERRAS PERSAS

El desarrollo del imperio medopersa bajo el rey Ciro (quien conquistó Babilonia en 539 a. E.C.) supuso una amenaza para Grecia. Ciro ya había conquistado Asia Menor, y también las colonias griegas que allí había. “En el tercer año de Ciro”, el mensajero angélico de Jehová informó a Daniel que el cuarto rey de Persia “[levantaría] todo contra el reino de Grecia”. (Dan. 10:1; 11:1, 2.) El tercer rey persa (Darío Histaspes) reprimió una sublevación de las colonias griegas en 499 a. E.C. y se preparó para invadir Grecia, pero la flota invasora persa naufragó debido a una tormenta en el año 492 a. E.C. En 490 a. E.C., una gran fuerza persa penetró en Grecia pero fue derrotada por un pequeño ejército de atenienses en las llanuras de Maratón, al NE. de Atenas. Cuando Jerjes, el hijo de Darío, ascendió al trono persa, se propuso vengar esta derrota. Actuando como el predicho ‘cuarto rey’, agitó a todo el imperio, consiguió formar una imponente fuerza militar y en el año 480 a. E.C. cruzó el Helesponto.

Aunque en esta ocasión diversas ciudades-estado principales griegas se solidarizaron para detener la invasión, las tropas persas marcharon a través de la parte septentrional y central de Grecia, llegaron a Atenas y quemaron la Acrópolis, su elevada fortificación. Sin embargo, en el mar, los atenienses y otros griegos que les apoyaban superaron en estrategia a sus enemigos e hicieron naufragar la flota persa (junto con los fenicios y sus otros aliados) en Salamina. Reforzaron esta victoria derrotando a los persas en tierra, en Platea, y en Micala, en la costa occidental de Asia Menor, lo cual obligó a las fuerzas persas a abandonar Grecia.

DESDE LA SUPREMACÍA ATENIENSE HASTA EL CONTROL MACEDONIO

Debido a su gran flota, Atenas consiguió el liderazgo de Grecia. Desde entonces hasta aproximadamente el año 431 a. E.C. Atenas vivió su “edad de oro”, cuando se produjeron las obras de arte y arquitectura más famosas. Atenas encabezó la Liga de Delos que estaba formada por varias ciudades griegas y diversas islas. La Liga del Peloponeso, encabezada por Esparta, se resintió de la preeminencia ateniense y como consecuencia estalló la guerra del Peloponeso. Duró desde 431 hasta 404 a. E.C., cuando los espartanos derrotaron definitivamente a los atenienses. El rígido régimen de Esparta duró hasta aproximadamente el año 371 a. E.C., y a este régimen le siguió la hegemonía de Tebas. Grecia entró en un período de decadencia política, aunque Atenas continuó siendo el centro cultural y filosófico del Mediterráneo. Finalmente, la emergente potencia macedonia, bajo Filipo II, conquistó Grecia en 338 a. E.C., año en que el país fue unificado y comenzó el control macedonio.

GRECIA BAJO ALEJANDRO

En el siglo VI a. E.C. Daniel recibió una visión profética que predecía el derrocamiento del imperio medopersa por parte de Grecia. Alejandro, el hijo de Filipo, fue educado por Aristóteles y, después del asesinato de Filipo, llegó a ser el paladín de los pueblos de habla griega. En el año 334 a. E.C. Alejandro se propuso vengarse de Persia por sus ataques a algunas ciudades griegas de la costa occidental de Asia Menor. Su conquista relámpago, no solo de toda Asia Menor, sino también de Siria, Palestina, Egipto y todo el imperio medopersa, hasta la India, cumplió el cuadro profético de Daniel 8:5-7, 20, 21. (Compárese con Daniel 7:6.) Al asumir el control de Judea en el 332 a. E.C., Grecia llegó a ser la quinta potencia mundial desde el punto de vista de la nación de Israel. Las cuatro anteriores habían sido: Egipto, Asiria, Babilonia y Medo-Persia. Para el año 328 a. E.C. las conquistas de Alejandro terminaron, y ahora tuvo su cumplimiento la parte restante de la visión de Daniel. En 323 a. E.C., siendo aún relativamente joven, Alejandro murió en Babilonia, y, tal como se había predicho, su imperio se dividió en cuatro dominios, ninguno de los cuales alcanzó el poder del imperio original. (Dan. 8:8, 21, 22; 11:3, 4.)

Sin embargo, Alejandro había conseguido introducir antes de su muerte la cultura y el lenguaje griegos en todo su vasto imperio. En muchas tierras conquistadas se establecieron colonias griegas. En Egipto se edificó la ciudad de Alejandría, la cual llegó a rivalizar con Atenas como centro cultural. Así se empezó a helenizar (es decir, introducir en un país las costumbres, la literatura y el arte griegos) a muchas de las regiones mediterráneas y del Oriente Medio. El griego koi·né (o común) llegó a ser la lingua franca internacional. Las Escrituras Hebreas de la Biblia se tradujeron a este lenguaje en la Versión de los Setenta, producida en Alejandría por eruditos judíos. Más tarde, las Escrituras Griegas Cristianas se escribieron en griego koi·né, y la internacionalidad de este lenguaje contribuyó al rápido esparcimiento de las buenas nuevas cristianas por todo el Mediterráneo. (Véase GRIEGO.)

RÉGIMEN ROMANO SOBRE LOS ESTADOS GRIEGOS

Macedonia y Grecia (una de las cuatro divisiones posteriores del imperio de Alejandro) cayeron ante los romanos en el año 197 a. E.C. Al año siguiente, el general romano proclamó la “libertad” de todas las ciudades griegas. Esto significaba que no se exigiría ningún tributo, pero a cambio Roma esperaba una total cooperación, lo cual llevó a un fuerte sentimiento antirromano. Macedonia guerreó contra los romanos, pero fue derrotada de nuevo en 167 a. E.C., y aproximadamente veinte años después llegó a ser una provincia romana. La Liga Aquea, encabezada por Corinto, se rebeló en 146 a. E.e. y los ejércitos romanos marcharon hacia el sur de Grecia, destruyendo Corinto. Se formó la provincia de “Acaya”, que para el año 27 a. E.C. llegó a incluir toda la parte meridional y central de Grecia. (Hech. 19:21; Rom. 15:26; véase ACAYA.)

El período de la dominación romana supuso para Grecia la decadencia política y económica. Lo único que prevaleció fue la cultura griega, la cual ejerció una notable influencia en los conquistadores romanos. Importaron con avidez la escultura y la literatura griegas. Templos enteros fueron desmantelados y embarcados hacia Italia. Muchos de los hombres jóvenes de Roma fueron educados en Atenas y en otros centros docentes griegos. Grecia, por otro lado, adoptó una actitud retrógrada, concentrándose en su pasado.

HELENOS Y HELENISTAS DEL PRIMER SIGLO DE LA ERA COMÚN

En el tiempo del ministerio de Jesucristo y de sus apóstoles todavía se conocía a los nativos de Grecia o de la raza griega por el nombre de Hél·le·nes (singular, Hél·len). Los griegos se referían a las personas de otras razas como “bárbaros”, que significa simplemente extranjeros o que hablaban una lengua extranjera, y en Romanos 1:14 el apóstol Pablo también contrasta a los “griegos” con los “bárbaros”. (Véase BÁRBARO.)

Sin embargo, en algunas ocasiones, Pablo usa el término Hél·le·nes en un sentido más amplio. Particularmente cuando lo contrasta con los judíos, usa el término Hél·le·nes o griegos para referirse a los representantes de todos los pueblos que no eran judíos. (Rom. 1:16; 2:6, 9, 10; 3:9; 10:12; 1 Cor. 10:32; 12:13.) De ahí que en el capítulo 1 de Primera a los Corintios, Pablo parangone a los “griegos” (vs. 22) con las “naciones”. (Vs. 23.) Este uso evidentemente se debió a la importancia y preeminencia del lenguaje y la cultura griegos en todo el imperio romano. En cierto sentido, ellos ‘encabezaban la lista’ de los pueblos que no eran judíos. Pero esto no significaba que Pablo, o los otros escritores de las Escrituras Griegas Cristianas, usara Hél·le·nes en sentido vago, como sinónimo de “gentil”, según han supuesto algunos comentaristas. Como prueba de que Hél·le·nes se usaba para identificar a un pueblo determinado, en Colosenses 3:11 Pablo se refiere a los “griegos” y los distingue del “extranjero [ bár·ba·ros]” y el “escita”.

La razón por la que a la mujer de nacionalidad sirofenicia cuya hija fue sanada por Jesús (Mar. 7:26-30) se le llamó “griega”, probablemente sea porque era de ascendencia griega. Los “griegos entre los que subieron a adorar” en la Pascua y que solicitaron ver a Jesús evidentemente eran prosélitos griegos de la religión judía (Juan 12:20; obsérvese la declaración profética de Jesús en el versículo 32 en cuanto a ‘atraer a él a hombres de toda clase’). Tanto al padre de Timoteo como a Tito se les llama Hél·len. (Hech. 16:1, 3; Gál. 2:3.) Esto puede significar que ellos eran de raza griega. Sin embargo, en vista de la supuesta tendencia de algunos escritores griegos de emplear Hél·le·nes para los que no eran griegos pero hablaban griego y eran de cultura griega, y en vista del uso que Pablo hizo de dicho término en el sentido representativo considerado anteriormente, cabe la posibilidad de que todas estas personas fuesen griegas en este último sentido. Sin embargo, el hecho de que la mujer griega estuviese en Siro-Fenicia, o que el padre de Timoteo residiese en Listra, Asia Menor, o que Tito al parecer hubiese residido en Antioquía de Siria, no es prueba de que no fueran de raza griega, pues en todas estas regiones había colonos e inmigrantes griegos.

Cuando Jesús le dijo a cierto grupo que él iba a ‘irse al que le había enviado’ y que “donde yo esté [yendo] ustedes no pueden venir”, los judíos se dijeron entre sí: “¿Adónde piensa ir este, de modo que nosotros no lo hallaremos? Él no piensa ir a los judíos dispersados entre los griegos y enseñar a los griegos, ¿verdad?”. (Juan 7:32-36.) Por la expresión “los judíos dispersados entre los griegos” ellos querían decir simplemente eso: no los judíos de Babilonia sino los que estaban esparcidos por todas las lejanas ciudades griegas y países occidentales. Los relatos de los viajes misionales de Pablo revelan la extraordinaria cantidad de inmigrantes judíos que había en tales regiones griegas.

Los griegos mencionados en Hechos 17:12 y 18:4, donde se habla de las ciudades griegas de Berea y Corinto, ciertamente eran griegos de raza, como también pudieron haberlo sido los “griegos” de Tesalónica, en Macedonia (Hech. 17:4), de Éfeso, en la costa occidental de Asia Menor, colonizada por mucho tiempo por los griegos y en otro tiempo la capital de Jonia (Hech. 19:10, 17; 20:21), e incluso de Iconio, en la parte central de Asia Menor. (Hech. 14:1.) Aunque la combinación “judíos y griegos” que aparece en algunos de estos textos puede indicar que, al igual que Pablo, Lucas utilizó el término “griegos” para representar a los pueblos no judíos en general, en realidad solo Iconio estaba situada geográficamente fuera del mundo propiamente griego.

Helenistas

En el libro de Hechos aparece otro término: Hel·le·ni·stái (singular, Hel·le·ni·stés). Este término ni siquiera se halla en la literatura griega o judía helenística; por lo tanto su significado es un tanto incierto. La mayoría de los lexicógrafos creen que se refiere a “judíos de habla griega” en Hechos 6:1 y 9 :29. En el primero de estos dos textos, estos Hel·le·ni·stái se contrastan con los “judíos de habla hebrea” (E·brái·oi [texto griego de Westcott y Hort]).

Sin embargo, la forma Hel·le·ni·stái que aparece en Hechos 11 :20 con referencia a ciertos residentes de Antioquía de Siria puede que designe a la “gente de habla griega” en general, más bien que a los judíos de habla griega. Se llega a esta conclusión debido a que hasta la llegada de los cristianos de Cirene y Chipre, la predicación de la Palabra en Antioquía se había limitado “únicamente a los judíos”. (Hech. 11:19.) Así, los Hel·le·ni·stái mencionados en este texto posiblemente fueran personas de distintas nacionalidades que habían sido helenizadas y hablaban griego.

El apóstol Pablo visitó Macedonia y Grecia tanto en su segunda como en su tercera gira misional. (Hech. 16:11-18: 11; 20:1-6.) Pasó tiempo ministrando en las importantes ciudades macedonias de Filipos, Tesalónica y Berea, y en las principales ciudades aqueas de Atenas y Corinto. (Hech. 16:11, 12; 17:1-4, 10-12, 15; 18:1, 8.) En su segunda gira dedicó un año y medio al ministerio en Corinto (Hech. 18:11), y durante ese tiempo escribió las dos cartas a los Tesalonicenses y posiblemente la de los Gálatas. En su tercera gira escribió su carta a los Romanos desde Corinto. Después de su primer período de prisión en Roma, se cree que Pablo visitó Macedonia de nuevo entre los años 61 y 64 E.C., y desde allí probablemente escribió su primera carta a Timoteo y posiblemente su carta a Tito.

[Mapa de la página 670]

(Para ver el texto en su formato original, consulte la publicación)

GRECIA

GRECIA

MAR MEDITERRÁNEO

CRETA

MAR JÓNICO

Esparta

Peloponeso

Argos

Golfo Sarónico

EGINA

SALAMINA

Cencreas

Corinto

Canal de Corinto

Gulfo de Corinto

ÉLIDE

ETOLIA

EPIRO

Dodona

TESALIA

MACEDONIA

Monte Olimpo

Berea

Tesalónica

Filipos

EUBEA

BEOCIA

ÁTICA

Atenas

Maratón

Platea

Tebas

Delfos

Termópilas

DELOS

MAR EGEO

COS

SAMOS

QUÍOS

LESBOS

Mitilene

Asón

Adramitio

Troas

Troya

Helesponto (Dardanelos)

SAMOTRACIA

TRACIA

[Ilustración de la página 666]

Zeus, dios adorado por los antiguos griegos. Se cree que esta representación en bronce data del siglo v a. E.C.

[Ilustración de la página 667]

Los picos del monte Olimpo, considerado sagrado por los antiguos griegos

[Ilustración de la página 668]

Ruinas del templo de Apolo en Delfos, donde un intermediario alegaba revelar conocimiento oculto

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