BIBLIOTECA EN LÍNEA Watchtower
Watchtower
BIBLIOTECA EN LÍNEA
español
  • BIBLIA
  • PUBLICACIONES
  • REUNIONES
  • ad págs. 1219-1220
  • Odio

No hay ningún video disponible para este elemento seleccionado.

Lo sentimos, hubo un error al cargar el video.

  • Odio
  • Ayuda para entender la Biblia
  • Subtítulos
  • Información relacionada
  • ¿SE DEBE ODIAR A LOS ENEMIGOS?
  • ODIO APROPIADO
  • Odio
    Perspicacia para comprender las Escrituras, volumen 2
  • Cuando odiar es necedad
    ¡Despertad! 1973
  • Cuando el odio es cosa buena... una protección
    La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1971
  • “Tiempo de amar y tiempo de odiar”
    La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 2011
Ver más
Ayuda para entender la Biblia
ad págs. 1219-1220

ODIO

En las Escrituras la palabra “odio” tiene varios significados. 1) Puede denotar hostilidad intensa, una mala predisposición arraigada acompañada a menudo por rencor. Tal odio puede convertirse en un sentimiento consumidor que intenta causar daño al objeto de su odio. 2) “Odio” puede significar también fuerte aversión, pero sin ninguna intención de ocasionar daño al objeto del odio, procurando, por el contrario, evitarlo debido a un sentimiento de repugnancia hacia él. 3) La Biblia también emplea la palabra “odio” para referirse a amar a un grado menor. (Gén. 29:31, 33; Deu. 21:15, 16.) Por ejemplo, Jesucristo dijo: “Si alguien viene a mí y no odia a su padre y madre y esposa e hijos y hermanos y hermanas, sí, y hasta su propia alma, no puede ser mi discípulo”. (Luc. 14:26.) Obviamente Jesús no quería decir que sus seguidores tenían que sentir hostilidad o repugnancia hacia sus familias y hacia ellos mismos, pues esto no estaría en armonía con el resto de las Escrituras. (Compárese con Marcos 12:29-31; Efesios 5:28, 29, 33.)

La ley de Dios a Israel decía: “No debes odiar a tu hermano en tu corazón”. (Lev. 19:17.) Uno de los requisitos para que el homicida involuntario pudiera presentarse en una de las ciudades de refugio para conseguir asilo era no haber abrigado odio hacia la persona a la que había matado. (Deu. 19:4, 11-13.)

¿SE DEBE ODIAR A LOS ENEMIGOS?

El consejo de Jesús de amar a los enemigos está en completa armonía con el espíritu de las Escrituras Hebreas. (Mat. 5:44.) El fiel Job reconoció que cualquier sentimiento de alegría maliciosa por la calamidad de alguien que le odiase intensamente hubiera sido incorrecto. (Job 31:29.) La ley mosaica impuso a los israelitas la responsabilidad de acudir en ayuda de otros israelitas a quienes ellos pudieran considerar como sus enemigos. (Éxo. 23:4, 5.) Más bien que regocijarse por la calamidad de un enemigo, a los siervos de Dios se les manda: “Si el que te odia tiene hambre, dale pan de comer; y si tiene sed, dale agua de beber”. (Pro. 24:17, 18, 25:21.)

Una de las ideas que los maestros judíos de la tradición habían añadido a la ley de Dios era que se tenía que odiar a los enemigos. Ya que la Ley mandaba que los israelitas amasen a su prójimo (Lev. 19:18), estos maestros enseñaban que ello implicaba odiar a sus enemigos. Se llegó a considerar que los términos “amigo” y “prójimo” aplicaban exclusivamente a alguien de la raza judía, mientras que todos los demás se consideraban enemigos por naturaleza. A la luz de su entendimiento tradicional de “prójimo” y en vista de su conocido odio y enemistad hacia los gentiles, se puede ver fácilmente por qué añadieron las palabras no autorizadas: “y odiar a tu enemigo” a esta declaración de la ley de Dios. (Mat. 5:43.)

Por el contrario, el cristiano está bajo la obligación de amar a sus enemigos, es decir, aquellos que se hacen a sí mismos enemigos personales. Este amor (gr. a·gá·pe) no debe confundirse, como muchos hacen, con el sentimentalismo basado en un mero apego personal. Más bien, es un amor de orden moral o social, fundamentado en un asentimiento reflexivo de la voluntad, entendiéndolo como una cuestión de principio, deber y conveniencia, que busca sinceramente el bien de la otra persona según lo que es justo. El amor a·gá·pe trasciende sentimientos personales de animadversión y nunca permite que estos hagan que una persona abandone los principios correctos y se desquite. El siervo de Dios incluso orará por aquellos que, en su ignorancia, se oponen a su proceder cristiano y lo persiguen, para que sus ojos puedan abrirse y ver la verdad concerniente a Dios y sus propósitos. (Mat. 5:44.)

ODIO APROPIADO

No obstante, bajo ciertas condiciones y en determinadas ocasiones es apropiado odiar. “Hay […] tiempo de amar y tiempo de odiar”. (Ecl. 3:1, 8.) Incluso s e dice que Jehová odió a Esaú. (Mal. 1:2, 3.) Pero esto n o s e puede atribuir a ninguna arbitrariedad por parte de Dios. Esaú demostró que no era merecedor del amor de Jehová al despreciar su primogenitura y venderla, vendiendo también, por lo tanto, las promesas y bendiciones divinas vinculadas a dicha primogenitura. Además, se propuso matar a su hermano Jacob. (Gén. 25:32-34; 27:41-43; Heb. 12 :14-16.) Dios también odia unos ojos altaneros, una lengua falsa, manos que derraman sangre inocente, un corazón que fabrica proyectos perjudiciales, pies que se apresuran a correr a la maldad, un testigo falso, así como a cualquiera que envía contiendas entre hermanos, de hecho, cualquier persona o cosa que se opone por completo a Él y a sus leyes justas. (Pro. 6:16-19; Deu. 16:22; Isa. 61:8; Zac. 8:17; Mal. 2:16.)

Por lo tanto, como muestra de verdadera lealtad a Jehová, sus siervos odian tanto las cosas como las personas que Él odia. (2 Cró. 19:2; Sal. 139:21, 22.) Pero este odio no procura infligir daño a otros y no es sinónimo de rencor o malevolencia. Más bien, expresa un total aborrecimiento de lo que es inicuo, evitando lo que es malo y a los que odian intensamente a Jehová. (Rom. 12:9, 17, 19.) Los cristianos, correctamente, odian a los enemigos declarados de Dios, tales como el Diablo y sus demonios, así como a los hombres que, de manera consciente y deliberada, han tomado su posición contra Jehová.

Aunque los cristianos no aman a aquellos que tornan la bondad inmerecida de Dios en una excusa para conducta relajada, no odian a las personas que han caído en pecado pero que merecen que se les muestre misericordia. En vez de odiar al malhechor arrepentido, odian el acto inicuo, “hasta la prenda de vestir interior que ha sido manchada por la carne”. (Jud. 4, 23.) También, al llegar a ser cristianos, las personas que en otro tiempo se odiaban, ahora dejan de hacerlo. (Tito 3:3.) El que odia a su hermano todavía anda en oscuridad, por lo que cualquier alegación por su parte de ser amador de Dios realmente sería una mentira. El odio al hermano equivale a asesinato. (1 Juan 2:9, 11; 4:20; 3:15.)

El sentimentalismo puede hacer que el punto de vista de uno en cuanto al amor y al odio se desequilibre, como al parecer, fue el caso de David con relación a su hijo Absalón. (2 Sam. 18:33; 19:1-6.) Así también, “el que retiene su vara odia a su hijo, pero el que lo ama es el que de veras lo busca con disciplina”. (Pro. 13:24.)

Al respetar la intimidad de otros y mostrar consideración amorosa, uno puede evitar el hacerse innecesariamente objeto de odio. De ahí el consejo: “Haz cosa rara tu pie en la casa de tu semejante, para que no tenga su suficiencia de ti y ciertamente te odie”. (Pro. 25:17.)

    Publicaciones en español (1950-2025)
    Cerrar sesión
    Iniciar sesión
    • español
    • Compartir
    • Configuración
    • Copyright © 2025 Watch Tower Bible and Tract Society of Pennsylvania
    • Condiciones de uso
    • Política de privacidad
    • Configuración de privacidad
    • JW.ORG
    • Iniciar sesión
    Compartir