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SANAR, CURAR

Restituir a uno la salud que había perdido; hacer volver a una persona a su condición general de bienestar. Varias palabras hebreas y griegas en la Biblia comunican un sentido tanto literal como figurado a la acción de sanar. Algunas veces la curación se producía a través de un proceso gradual, mientras que en otras ocasiones era instantánea.

Entre las bendiciones que Dios ha dado a toda la humanidad, está la capacidad de regeneración de sus organismos físicos y la facultad del cuerpo para sanarse a sí mismo cuando está herido o enfermo. Un médico puede recomendar ciertas medidas para acelerar el recobro, pero en realidad son las facultades de recuperación dadas por Dios, y que están dentro del cuerpo, las que llevan a cabo la curación. Por lo tanto, el salmista David reconoció que, aunque nació imperfecto, su Creador podía sostenerle durante la enfermedad y sanar todas sus dolencias. (Sal. 51:5; 41:1-3; 103:2-4.) Fue Jehová quien restauró la salud corporal del afligido Job. (Job 42:10.) La curación física se menciona con referencia a dolencias tales como la lepra y las heridas recibidas en batalla. (Éxo. 15:26; Lev. 14:3, 4; 2 Rey. 8:29; 9:15.)

De Jehová está escrito que Él puede herir y sanar y lo hace literal y figurativamente. Por esta razón, para Él hay un tiempo de herir y un tiempo de sanar. (Deu. 32:39; compárese con Eclesiastés 3:1, 3.) Por ejemplo: Jehoram, el infiel rey de Judá, fue castigado por Jehová con un trastorno físico de los intestinos para el cual no había curación. (2 Cró. 21:16, 18, 19.) También, Moisés reconoció que fue Jehová quien había herido a Míriam con lepra, así es que suplicó al Único que podía curarla, diciendo: “¡Oh Dios, por favor! ¡Sánala, por favor!”. (Núm. 12:10, 13.) Y por último, en relación con la facultad de procreación, Jehová sanó al rey Abimélec, a su esposa y a sus esclavas después que hubo pasado la situación crítica en la que se vio envuelta Sara y que hubiese afectado a la descendencia prometida. (Gén. 20:17, 18.)

En la Biblia el quebranto espiritual más bien que el físico, y a su vez la curación espiritual, tienen una significación especial. Se llama la atención a la responsabilidad de los caudillos del Israel natural a este respecto. “Desde el profeta aun hasta el sacerdote, cada uno [estaba] obrando falsamente” en los días de Jeremías, simulando al mismo tiempo sanar el quebranto del pueblo de Dios. (Jer. 6:13, 14; 8:11.) En este sentido, eran muy parecidos a los consoladores de Job, “médicos de ningún valor”. (Job 13:4.)

CURACIONES POR JESÚS Y SUS DISCÍPULOS

Para Jesucristo, ‘enseñar y predicar las buenas nuevas del Reino’ era la actividad prioritaria en su ministerio, mientras que “[curar] toda suerte de dolencia y toda suerte de mal entre el pueblo” era secundario. Por eso se compadeció de las muchedumbres principalmente “porque estaban desolladas y desparramadas como ovejas sin pastor”. (Mat. 4:23; 9:35, 36; Luc. 9:11.)

Este gran Maestro también se compadeció de las multitudes que le seguían con la esperanza de que él sanaría sus males físicos. (Mat. 12:15; 14:14; 19:2; Luc. 5:15.) Su obra curativa milagrosa sirvió como una señal visible a su generación y contribuyó a demostrar que él era el Mesías, como se había profetizado. (Mat. 8:16, 17.) También prefiguró las bendiciones de curación que se extenderán a la humanidad bajo el dominio del reino de Dios. (Rev. 21:3, 4.) Jesús sanó y restableció la salud de muchos: cojos, mancos, ciegos, mudos (Mat. 15:30, 31), epilépticos, paralíticos (Mat. 4:24), una mujer que sufría de hemorragia (Mar. 5:25-29), un hombre con una mano seca (Mar. 3:3-5), otro con hidropesía (Luc. 14:2-4), y en muchas ocasiones liberó a endemoniados de su esclavitud y cautiverio satánicos. (Mat. 12:22; 15:22-28; 17:15, 18; Mar. 1:34; Luc. 6:18; 8:26-36; 9:38-42; Hech. 10:37, 38.)

Jesús empleó diversas maneras de curar en diferentes ocasiones. En una ocasión todo cuanto dijo fue: “Levántate, toma tu camilla y anda”, y el enfermo que estaba cerca del estanque de Betzata fue curado. (Juan 5:2-9.) En otra ocasión Jesús sólo dio la orden, y el enfermo, a pesar de encontrarse lejos, se curó. (Mat. 8:5-13.) Otras veces puso su mano sobre el enfermo (Mat. 8:14, 15) o tocó una herida y la sanó. (Luc. 22:50, 51.) Varias personas enfermas simplemente tocaron el fleco de la prenda de vestir de Jesús, o le tocaron a él, y fueron sanadas. (Mat. 14:36; Mar. 6:56; Luc. 6:19; 8:43-47.) Y no importaba que las personas hubieran estado afligidas con la enfermedad por muchos años. (Mat. 9:20-22; Luc. 13:11-13; Juan 5:5-9.)

Lo que sanaba al enfermo no era la aplicación del propio poder de Jesús, su conocimiento o su sabiduría. Tampoco se usó la terapia por hipnosis, la psicoterapia o cualquier otro método similar. Más bien, fue el espíritu y el poder de Jehová lo que efectuaba tales curaciones. (Luc. 5:17; 9:43.) Sin embargo, no todos fueron lo suficientemente agradecidos como para dar a Dios la gloria por estas curaciones. (Luc. 17:12-18.) Actualmente, tampoco todas las personas reconocen los eternos beneficios curativos que se hacen disponibles por medio del sacrificio de rescate de Cristo. (1 Ped. 2:24.)

Jesús delegó este poder divino de sanar a otros que estaban estrechamente asociados con él en su ministerio. Cuando los doce apóstoles fueron enviados, y luego los setenta discípulos, recibieron poder para curar a los enfermos. (Mat. 10:5, 8; Luc. 10:1, 8, 9.) Después del Pentecostés de 33 E.C., algunos —incluyendo a Pedro, Juan, Felipe y Pablo— también recibieron este poder divino de sanar. (Hech. 3:1-16; 4:14; 5:15, 16; 8:6, 7; 9:32-34; 28:8, 9.) Cuando el cristianismo empezó a estar firmemente arraigado, y los apóstoles murieron, cesaron los “dones de curaciones”. (1 Cor. 12:8, 9, 28, 30; 13:8, 13.)

Era importante que aquel que llevase a cabo la curación tuviese fe y confianza completas en Jehová, y reconociese, como hizo Jesús, que las curaciones se realizaban por medio del poder de Dios. (Mat. 17:14-20; Juan 5:19.) Sin embargo, no era necesario que los afligidos tuvieran fe antes de ser curados. (Juan 5:5-9, 13.) No obstante, muchos tuvieron gran fe. (Mat. 8:5-13; 15:28; Mar. 5:34; Luc. 7:1-10; 17:19; Hech. 14:8-10.)

La curación milagrosa sería una “señal” de apoyo divino. (Hech. 4:22, 29, 30.) Los que rehusaron admitir y reconocer esta señal estaban ciegos y sordos. (Isa. 6:10; Juan 12:37-41.) Como aquellas curaciones divinas tenían que servir de señal para los incrédulos, no se solían efectuar en favor de quienes ya eran cristianos engendrados por espíritu. Así, cuando Timoteo tuvo problemas de estómago, en lugar de realizar una curación milagrosa, Pablo recomendó que tomase un poco de vino para ayudarle. (1 Tim. 5:23.)

CURACIÓN ESPIRITUAL

Jehová sana espiritualmente a los que se arrepienten. En un sentido figurado, significa volver a tener su favor y disfrutar nuevamente de sus bendiciones. (Isa. 19:22; 57:17-19; Jer. 33:6.) Esa curación resulta en fortalecer las manos débiles y las rodillas que bambolean, abrir los ojos de los ciegos y restablecer el oído a los sordos, sanar a los cojos y dar habla a los mudos, en un sentido espiritual. (Isa. 35:3-6.) Pero aquellos que son incorregibles en su apostasía nunca experimentan una curación o restablecimiento a buena salud y prosperidad espiritual. (2 Cró. 36:15-17; Isa. 6:10; Jer. 30:12, 13; Hech. 28:24-28.) De manera similar, no habría ninguna curación para Egipto, su faraón, ni para el “rey de Asiria”. (Jer. 46:11; Eze. 30:21; Nah. 3:18, 19.)

Las Escrituras prescriben el remedio para las personas que están enfermas espiritualmente. (Heb. 12:12, 13; Sant. 5:14-16; Rev. 3:18.)

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