MESÁ
(heb. mei·schá‛, “Liberación”).
Rey de Moab del tiempo de los reyes Jehosafat de Judá y Acab, Ocozías y Jehoram de Israel. Bajo la dominación del reino norteño de Israel los moabitas pagaron un tributo al rey Acab de 100.000 corderos y 100.000 carneros sin esquilar, al parecer de una raza destacada por la calidad de su lana. Después de la muerte de Acab, Mesá se rebeló contra el rey Ocozías de Israel. Ocozías murió después de un corto reinado y fue sucedido por su hermano Jehoram, quien consiguió una alianza con Jehosafat de Judá y un rey de Edom al que no se identifica, con el fin de volver a someter a Mesá. Habiendo tomado una difícil ruta por el sur del mar Muerto, sus fuerzas se quedaron sin agua. Pero el profeta Eliseo les aseguró que, si cavaban zanjas en el valle torrencial seco, Jehová las llenaría de agua. (2 Rey. 1:1; 3:4-19.)
Así fue, y el reflejo del sol de madrugada sobre el agua hizo que a los moabitas les pareciese sangre, posiblemente debido a la arcilla roja de las zanjas recién cavadas. La ilusión óptica les engañó y les hizo pensar que los ejércitos aliados de Israel, Judá y Edom se habían vuelto unos contra otros. No era irrazonable que ellos pensasen esto, pues sabían de los celos que existían entre Israel y Judá. Los edomitas tampoco amaban a los judaítas, aliados en esta ocasión con Israel. (Compárese con 2 Crónicas 20:10, 11, 24, 25.)
Pensando que sus enemigos se habían dado muerte unos a otros, los moabitas gritaron: “Así es que ahora, ¡al despojo, oh Moab” y entraron en el campamento de Israel solo para que se les pusiese en fuga. A continuación Israel destruyó las ciudades moabitas, cegando sus manantiales y llenando de piedras sus porciones de tierra hasta que llegaron a la ciudad de Quir-haréset (Quir de Moab). (2 Rey. 3:20-25.)
Cuando el rey Mesá se encontró atrapado, tomó setecientos hombres que desenvainaban espada e intentó un contraataque para abrirse paso hasta el rey de Edom (quizás debido a que pensaba que allí apenas encontraría resistencia), pero no pudo hacerlo. “Por fin él tomó a su hijo primogénito, que había de reinar en lugar de él, y lo ofreció como sacrificio quemado sobre el muro”. (2 Rey. 3:26, 27.)
La mayoría de los comentaristas están de acuerdo en que Mesá ofreció a su propio hijo como sacrificio a su dios Kemós. Los pocos que piensan de otra manera dicen que a quien sacrificó fue a un hijo capturado del rey de Edom, y para ello citan como evidencia Amós 2:1, donde se dice que Moab “quemó los huesos del rey de Edom para cal”. Aunque gramaticalmente el hebreo permitiría tal interpretación, esta última opinión parece contraria a los demás hechos conocidos. Por ejemplo, el que los moabitas y los ammonitas, vecinos de Israel, ofrecieran a sus enemigos como sacrificios a sus dioses era algo que no tenía precedente, pero sí era una práctica conocida de su religión ofrecer a sus propios hijos como sacrificios quemados para aplacar la ira de sus dioses. (Deu. 12:30, 31; Miq. 6:6, 7.) Por lo tanto, se comprende por qué Mesá, adorador de Kemós, recurrió a tales medidas drásticas al encararse a un inminente peligro de derrota.
LA PIEDRA MOABITA
La “Piedra Moabita” se descubrió en Dibán (Dibón) en 1868 y mide 112 cm. de alto, 71 de ancho y 36 de espesor. Por lo general se atribuye a Mesá, y su contenido casi siempre se asigna al período abarcado por los acontecimientos registrados en el tercer capítulo de Segundo de los Reyes. En esta famosa inscripción Mesá conmemora la ruptura de la dominación de Israel, la cual, según él, duró cuarenta años. También hay diversos comentarios en cuanto a los lugares que Mesá capturó (Medebá, Atarot, Nebo, Jáhaz). Debido a su religiosidad, al jactarse de edificar ciudades y de construir una carretera, Mesá da todo el crédito al dios Kemós. Mesá también sabía de Jehová el Dios de Israel, pues en la decimoctava línea de este documento se halla el Tetragrámaton. Allí Mesá alardea: “Y tomé de allí los [vasos] de Yahweh, arrastrándolos ante Kemós”. (La Sabiduría del Antiguo Oriente, de James B. Pritchard, pág. 248.) Sin embargo, su propia derrota y el sacrificio de su hijo, como es de esperar, se omiten.
[Imagen de la página 1118]
La Piedra Moabita