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SACERDOTE

(heb. ko·hén; gr. hi·e·réus).

El significado original de la palabra ko·hén no se conoce, pero su significado bíblico se puede entender claramente al examinar los muchos pasajes en los que aparece. En Hebreos 5:1 se da una excelente definición: “Todo sumo sacerdote tomado de entre los hombres es nombrado a favor de los hombres sobre las cosas que tienen que ver con Dios, para que ofrezca dádivas y sacrificios por los pecados”. El sacerdote ‘se acerca a Jehová’ (Éxo. 19:22) como representante suyo ante el pueblo al cual sirve, instruyendo a las personas en cuanto a Él y Sus leyes y, a su vez, representando al pueblo ante Dios, dirigiéndose a Él a favor de este, ofreciendo sacrificios e intercediendo y rogando por ellos. (Núm. 16:43-50; Heb. 6:20; 7:25.)

EN TIEMPOS PRIMITIVOS

En los tiempos de los patriarcas, el cabeza de familia servía como sacerdote para su familia y la responsabilidad pasaba al primogénito en caso de que muriese el padre. Así, en tiempos primitivos Noé representó a su familia en capacidad sacerdotal. (Gén. 8:20, 21.) El cabeza Abrahán tenía una gran familia con la cual viajaba de lugar en lugar, edificando altares y haciendo sacrificios a Jehová en los diversos lugares donde acampaba. (Gén. 14:14; 12:7, 8; 13:4.) Sin embargo, la Biblia no llama específicamente a estos hombres ko·hén o hi·e·réus. Por otro lado, a Jetró, el cabeza de familia y suegro de Moisés, se le llama “sacerdote [ko·hén] de Madián”. (Éxo. 2:16; 3:1; 18:1.)

Melquisedec, el rey de Salem, era un sacerdote (ko·hén) singular. La Biblia no da ninguna relación de sus antepasados, su nacimiento o su muerte. Su sacerdocio no lo recibió por herencia y él no tuvo ni predecesores ni sucesores en ese puesto. Melquisedec desempeñaba tanto el puesto de rey como el de sacerdote. Su sacerdocio era mayor que el sacerdocio levítico, pues en realidad Leví presentó diezmos a Melquisedec, ya que él todavía estaba en los “lomos de Abrahán” cuando este ofreció diezmos a Melquisedec y fue bendecido por él. (Gén. 14:18-20; Heb. 7:4-10.) En estas cosas Meiquisedec prefiguró a Jesucristo, el “sacerdote para siempre a la manera de Melquisedec”. (Heb. 7:17.)

Entre la prole de Jacob (Israel), los cabezas de familia hicieron de sacerdotes hasta que Dios estableció el sacerdocio levítico. Por consiguiente, cuando Dios condujo al pueblo al monte Sinaí, mandó: “Que también los sacerdotes que con regularidad se acercan a Jehová se santifiquen, para que Jehová no irrumpa contra ellos”. (Éxo. 19:22.) Esto fue antes de que se estableciera el sacerdocio levítico. Pero a Aarón, aunque todavía no estaba designado como sacerdote, se le permitió subir con Moisés a la montaña parte del camino. Esta circunstancia armonizaba con la posterior asignación de Aarón y sus descendientes como sacerdotes. (Éxo. 19:24.) Esta fue una indicación temprana de que Dios pensaba reemplazar el antiguo sistema (sacerdocio ejercido por el cabeza de familia) por un sacerdocio de la casa de Aarón.

BAJO EL PACTO DE LA LEY

Cuando los israelitas estaban en esclavitud en Egipto, Jehová santificó para sí mismo cada hijo primogénito de Israel cuando Él destruyó a los primogénitos de Egipto en la décima plaga. (Éxo. 12:29; Núm. 3:13.) Por consiguiente, estos primogénitos pertenecían a Jehová para ser usados exclusivamente en un servicio especial a Él. Dios podía haber designado a todos estos varones primogénitos de Israel como sacerdotes o cuidadores del santuario. Sin embargo, le pareció mejor usar varones de la tribu de Leví para este servicio. Por esta razón, Él permitió que la nación canjeara los varones levitas por los varones primogénitos de las otras doce tribus (los descendientes de Efraín y Manasés, los hijos de José, fueron contados como dos tribus). El censo indicó que había 273 primogénitos no levitas más, de un mes de edad para arriba, que varones levitas, de manera que Dios exigió un precio de rescate de cinco siclos por cada uno de los 273, y el dinero fue cedido a Aarón y sus hijos. (Núm. 3:11-16, 40-51.) Antes de esta transacción, Jehová ya había apartado a la familia de Aarón de la tribu de Leví como la que iba a constituir el sacerdocio de Israel. (Núm. 1:1; 3:6-10; véase INSTALACIÓN.)

Requisitos

Jehová estableció los requisitos para los del linaje familiar de Aarón que sirvieran en el altar de Dios. Un sacerdote tenía que estar sano físicamente y tener una apariencia normal. De otra manera no podría acercarse con ofrendas al altar ni tampoco a la cortina que estaba entre los compartimientos del tabernáculo llamados Santo y Santísimo. No obstante, aún en estas circunstancias, tenía el derecho de recibir ayuda del diezmo y podía participar de las “cosas santas” provistas como alimento para el sacerdocio. (Lev. 21:16-23.) La edad para emprender el sacerdocio no se especifica y no existía la jubilación para los sacerdotes. (Núm. 8:25, 26; véase JUBILACIÓN.)

Manutención

Dios habló de la tribu de Leví como “míos” (Núm. 3:12) y no le fue concedida ninguna porción de terreno como herencia. Los levitas estaban ‘esparcidos en Israel’, en las 48 ciudades que les fueron dadas para vivir con sus familias y ganado. Trece de estas ciudades eran para los sacerdotes. (Gén. 49:5, 7; Jos. 21:1-11.) Hebrón, una de las ciudades de refugio, era una ciudad sacerdotal. (Jos. 21:13.) La razón por la que los levitas no recibieron ninguna región como herencia tribual era porque, como Jehová dijo: “Yo soy la parte que te corresponde, y tu herencia, en medio de los hijos de Israel”. (Núm. 18:20.) Los levitas cumplían con el trabajo asignado de su ministerio y mantenían sus casas y las dehesas de las ciudades que les fueron asignadas. También tenían que cuidar otros terrenos que los israelitas dedicasen al uso del santuario. (Lev. 27:21, 28, 29.) Jehová dispuso que los levitas recibieran un diezmo de todo el producto de la tierra de las otras doce tribus. (Núm. 18:21-24.) De este diezmo o décima parte, los levitas, a su vez, tenían que dar una décima parte de lo óptimo que recibían como un diezmo para el sacerdocio. (Núm. 18:25-29; Neh. 10:38, 39.) De modo que el sacerdocio recibía un uno por ciento del producto nacional, lo cual le permitía dedicar todo su tiempo al servicio a Dios.

Cuando Israel se descuidaba en su adoración y se volvía negligente en pagar sus diezmos, el sacerdocio sufría, como también los levitas no sacerdotales, los cuales tenían que buscar otro trabajo para mantener a sus familias. A su vez, esta mala actitud hacia el santuario y su manutención hizo que la nación sufriera aún más por falta de espiritualidad y conocimiento de Jehová. (Neh. 13:10-13; véase también Malaquías 3:8-10.)

Aparte de 1) el diezmo regular, el sacerdocio también recibía: 2) el precio de redención por los primogénitos, tanto de los hijos varones como de los machos de las bestias; en el caso de un toro, un cordero o un macho cabrío que fueran primogénitos, ellos recibían la carne como alimento (Núm. 18:14-19); 3) el precio de redención por los hombres y las cosas que se apartaban como santas así como también las cosas dedicadas a Jehová (Lev., cap. 27); 4) ciertas porciones de las diversas ofrendas que llevaba el pueblo llegaban a ser de los sacerdotes, así como el pan de la proposición (Lev. 6:25, 26, 29; 7:6-10; Núm. 18:8-14); 5) se beneficiaban de las ofrendas de lo mejor de los primeros frutos maduros del grano, el vino y el aceite (Éxo. 23:19; Lev. 2:14-16; 22:10 [la palabra “extraño” en el último texto se refiere a uno que no era sacerdote]; Deu. 14:22-27; 26:1-10); con la excepción de ciertas porciones especificadas que solo los sacerdotes podían comer (Lev. 6:29), sus hijos e hijas, y en algunos casos los demás de la casa del sacerdote (incluso los esclavos) podían participar legítimamente de aquellas ofrendas (Lev. 10:14; 22:10-13); 6) los sacerdotes sin duda participaban del diezmo que se hacía en el tercer año para los levitas y los pobres (Deu. 14:28, 29; 26:12); 7) participaban del botín de guerra. (Núm. 31:26-30.)

Vestimenta

Los sacerdotes servían descalzos en el desempeño de sus responsabilidades, pues el santuario era suelo santo. (Compárese con Éxodo 3:5.) En las instrucciones para la manufactura de las prendas de vestir especiales de los sacerdotes no se mencionaban las sandalias. (Éxo. 28:1-43.) Llevaban calzoncillos de lino que se extendían desde las caderas hasta los muslos por decoro, “para cubrir la carne desnuda [...] para que no incurran en error y ciertamente mueran”. (Éxo. 28:42, 43.) Encima llevaban un traje talar de lino fino ceñido con una banda de lino. Luego se ‘envolvían’ un tocado sobre la cabeza. (Lev. 8:13; Éxo. 28:40; 39:27-29.) Parece que este tocado era algo diferente del turbante del sumo sacerdote, el cual posiblemente estaba cosido en forma de envoltura y colocado sobre su cabeza. (Lev. 8:9.) Parece que en época posterior los sacerdotes de vez en cuando llevaban efods de lino, aunque estos no estaban tan lujosamente bordados como el efod del sumo sacerdote. (1 Sam. 2:18.)

Disposiciones reglamentarias y funciones

Se requería que los sacerdotes mantuvieran personalmente tanto limpieza física como elevadas normas morales. Al entrar en la tienda de reunión y antes de presentar una ofrenda en el altar, tenían que lavarse las manos y los pies en la palangana que estaba en el patio, “para que no mueran” (Éxo. 30:17-21; 40:30-32.) Con una advertencia similar se les mandó que no bebieran vino ni licor embriagante cuando sirvieran en el santuario. (Lev. 10:8-11.) No se podían contaminar tocando un cadáver o lamentándose por los muertos; esto los dejaría temporalmente inmundos para el servicio. Sin embargo, los sacerdotes (pero no el sumo sacerdote) podían contaminarse por alguien con quien tuvieran un estrecho vínculo familiar: madre, padre, hijo, hija, hermano y hermana virgen que fuese próxima a él (al parecer que viviese con él o cerca de él); posiblemente la esposa también estaba incluida entre las personas próximas a él. (Lev. 21:1-4.) Cualquier sacerdote que se quedase inmundo por lepra, por un flujo, por un cadáver u otra cosa inmunda, no podía comer de las cosas santas o llevar a cabo un servicio en el santuario hasta ser limpio, de otra manera debía morir. (Lev. 22:1-9.)

A los sacerdotes se les mandaba que no se afeitaran la cabeza o las extremidades de las barbas, ni se hicieran incisiones, pues estas cosas eran prácticas comunes entre los sacerdotes paganos. (Lev. 21:5, 6; 19:28; 1 Rey. 18:28.) Mientras que el sumo sacerdote solo se podía casar con una muchacha virgen, los sacerdotes se podían casar con una viuda, pero no con una mujer divorciada o con una prostituta. (Lev. 21:7, 8; compárese con los versículos 10, 13, 14.) Es evidente que todos los miembros de la familia del sumo sacerdote tenían que mantener la elevada norma de moralidad y la dignidad que se debía al puesto de sacerdote. Por consiguiente, si una hija de un sacerdote se hacía prostituta, tenía que dársele muerte, quemándola después como algo detestable a Dios. (Lev. 21:9.)

Los sacerdotes eran responsables de tocar las trompetas santas, con el fin de dirigir al pueblo, tanto en el caso de establecer o levantar el campamento, como de reunirse, entrar en batalla o celebrar alguna fiesta a Jehová. (Núm. 10:1-10.) Los sacerdotes y los levitas estaban exentos de reclutamiento militar, aunque tocaban las trompetas y cantaban delante del ejército. (Núm. 1:47-49; 2:33; Jos. 6:4; 2 Cró. 13:12.)

Los deberes de los sacerdotes cuando desempeñaban su asignación en el santuario eran: degollar los sacrificios traídos por el pueblo, rociar la sangre sobre el altar, cortar en pedazos los sacrificios, mantener ardiendo el fuego del altar, cocer la carne y recibir todas las otras ofrendas, como las de grano, y ocuparse de los casos de inmundicia y de los votos especiales correspondientes, etc. (Lev., caps. 1-7; 12:6; caps. 13-1 5; Núm. 6:1-21; Luc. 2:22-24.) Ellos se encargaban de las ofrendas quemadas de la mañana y del atardecer y todos los otros sacrificios que se hacían regularmente en el santuario, excepto los que eran responsabilidad del sumo sacerdote; también quemaban incienso sobre el altar de oro. (Éxo. 29:38-42; Núm. 28:1-10; 2 Cró. 13:10, 11.) Ponían en orden las lámparas, las mantenían abastecidas de aceite (Éxo. 27:20, 21) y cuidaban del aceite santo y del incienso. (Núm. 4:16.) Bendecían al pueblo en asambleas solemnes según se indica en Números 6:22-27. Pero cuando el sumo sacerdote entraba en el Santísimo para hacer expiación, ningún otro sacerdote podía estar en el santuario. (Lev. 16:17.)

Los sacerdotes eran los que principalmente tenían el privilegio de explicar la ley de Dios y desempeñaban un papel importante en juzgar a Israel. En las ciudades que les estaban asignadas, los sacerdotes ayudaban a los jueces y participaban con ellos en casos extraordinarios que no podían decidir los tribunales locales. (Deu. 17:8, 9.) Tenían que estar presentes junto con los ancianos de la ciudad en los casos de asesinato aún no resueltos, a fin de asegurarse que se siguiera el procedimiento debido para quitar de la ciudad la culpa por derramamiento de sangre. (Deu. 21:1, 2, 5.) Si un esposo celoso acusaba a su esposa de haber cometido adulterio en secreto, ella tenía que ser llevada al santuario, donde el sacerdote llevaba a cabo la ceremonia prescrita en la cual se apelaba al conocimiento que Jehová tenía de la inocencia o la culpabilidad de la mujer, con el fin de que Él juzgara directamente. (Núm. 5:11-31.) En todos los casos tenía que respetarse el juicio emitido por los sacerdotes o los jueces nombrados; la falta de respeto o desobediencia deliberada era castigada con la pena de muerte. (Núm. 15:30; Deu. 17:10-13.)

Los sacerdotes eran maestros de la Ley para el pueblo; la leían y la explicaban a los que iban al santuario para adorar. Cuando no estaban desempeñando sus deberes asignados, también tenían una amplia oportunidad para tal enseñanza, tanto en la zona del santuario como en otras partes del país. (Deu. 33:10; 2 Cró. 15:3; 17:7-9; Mal. 2:7.) Al regresar a Jerusalén procedente de Babilonia, el sacerdote Esdras reunió al pueblo y pasó horas leyendo y explicándoles la Ley ayudado por otros sacerdotes y los levitas. (Neh. 8:1-15.)

La administración sacerdotal servía como una salvaguarda para la nación tanto en limpieza religiosa como en salud física. El sacerdote tenía que juzgar entre lo que era limpio e inmundo en los casos de lepra, tanto en el caso de un hombre, como de una prenda de vestir o una casa. Se aseguraba de que las reglas legales de cuarentena se llevasen a cabo. También oficiaba en la limpieza de los que habían sido contaminados por un cuerpo muerto o estaban inmundos por flujos anormales, etc. (Lev., caps. 13-15.)

Organización

De las veinticuatro divisiones o relevos de sacerdotes que estableció el rey David, dieciséis eran de la casa de Eleazar y ocho de la casa de Itamar. (1 Cró. 24:1-19.) Sin embargo, al menos al principio, solo regresaron del exilio en Babilonia sacerdotes de cuatro de las divisiones. (Esd. 2:36-39.) Hay quien opina que, con el fin de continuar la anterior organización, las cuatro familias que regresaron fueron divididas de manera que de nuevo hubo veinticuatro relevos. El doctor Edersheim, en The Temple, apunta que esto se llevó a cabo sacando cada familia cinco suertes por los que no habían regresado, formando así de entre ellos veinte relevos más a los que dieron los nombres originales. Zacarías, el padre de Juan el Bautista, era un sacerdote de la octava división, la de Abías. Sin embargo, si el Dr. Edersheim estuviese en lo cierto, puede que Zacarías no fuese descendiente de Abías, sino que solo perteneciese a la división que llevaba su nombre. (1 Cró. 24:10; Luc. 1:5.) Al no haber información más completa, no se pueden establecer conclusiones definitivas.

En el servicio del templo los sacerdotes estaban organizados bajo diversos oficiales. Se echaban suertes para asignar ciertos servicios. Cada una de las veinticuatro divisiones servía durante una semana a la vez, por lo que estaban asignados a desempeñar su responsabilidad dos veces al año. Se desprende que todo el sacerdocio en conjunto servía en las temporadas de fiesta cuando el pueblo ofrecía miles de sacrificios, como sucedió en la dedicación del templo. (1 Cró. 24:1-18, 31; 2 Cró. 5:11; compárense con 29:31-35; 30: 23-25; 35:10-19.) Un sacerdote podría servir en otras ocasiones siempre que no interfiriera con los servicios específicos de los sacerdotes asignados durante este tiempo del año.

Probablemente el servicio diario que se consideraba de más honor era el de quemar incienso sobre el altar de oro. Esto se hacía después de ofrecer el sacrificio. Mientras se quemaba el incienso, el pueblo estaba reunido en oración fuera del santuario. La tradición rabínica dice que se echaban suertes para este servicio, pero que a alguien que hubiera oficiado previamente no se le permitía participar a menos que todos los presentes hubieran realizado ese servicio antes. Si esto era así, por lo general un sacerdote sólo tendría este honor una vez en su vida. Era este servicio el que Zacarías estaba llevando a cabo cuando el ángel Gabriel se le apareció para anunciarle que él y su esposa Elisabet tendrían un hijo. Cuando Zacarías salió del santuario, la muchedumbre reunida allí pudo discernir por su apariencia y su incapacidad para hablar que Zacarías había visto algo sobrenatural en el santuario; por lo tanto, el suceso llegó a ser de conocimiento público. (Luc. 1:8-23.)

Parece ser que cada sábado los sacerdotes tenían el privilegio de cambiar el pan de la proposición. También era en sábado que la división sacerdotal de esa semana completaba su servicio y empezaba el nuevo relevo para la siguiente semana. Estas y otras funciones necesarias eran llevadas a cabo por los sacerdotes sin que representase un quebrantamiento del sábado. (Mat. 12:2-5; compárese con 1 Samuel 21:6; 2 Reyes 11:5-7; 2 Crónicas 23:8.)

Lealtad

Cuando las diez tribus se separaron del reino bajo Rehoboam y establecieron el reino septentrional bajo Jeroboán, la tribu de Leví permaneció leal y se adhirió al reino de dos tribus de Judá y Benjamín. Jeroboán constituyó como sacerdotes a hombres que no eran de la tribu de Leví para que sirvieran en la adoración de becerros de oro y expulsó a los sacerdotes de Jehová, los hijos de Aarón. (1 Rey. 12:31, 32; 13:33; 2 Cró. 11:14; 13:9.) Más tarde, en Judá, aunque muchos de los sacerdotes fueron infieles a Dios, a veces el sacerdocio ejercía gran influencia para mantener a la nación fiel a Jehová. (2 Cró. 23:1, 16; 24:2, 16; 26:17-20; 34:14, 15; Zac. 3:1; 6:11.) Para el tiempo del ministerio de Jesús y los apóstoles los sumo sacerdotes habían llegado a ser muy corruptos, pero había muchos sacerdotes con un corazón bueno para con Jehová, tal como lo demuestra el que poco después de la muerte de Jesús “una gran muchedumbre de sacerdotes empezó a ser obediente a la fe”. (Hech. 6:7.)

Otras aplicaciones del término

En el Salmo 99:6 se llama sacerdote a Moisés en virtud de su papel como mediador y de su designación para llevar a cabo el servicio de santificación en el santuario, donde Aarón y sus hijos fueron instalados en el sacerdocio. Moisés intercedió por Israel, invocando el nombre de Jehová. (Núm. 14:13-20.) La palabra “sacerdote” también se usó a veces con el sentido de “lugarteniente” o “ministro u oficial principal”. En la lista de los oficiales principales del rey David, el registro dice: “En cuanto a los hijos de David, llegaron a ser sacerdotes”. (2 Sam. 8:18; compárese con 2 Samuel 20:26; 1 Reyes 4:5; 1 Crónicas 18:17.)

EL SACERDOCIO CRISTIANO

Jehová había prometido que si Israel guardaba su pacto, llegaría a ser para Él “un reino de sacerdotes y una nación santa”. (Éxo. 19:6.) Sin embargo, el sacerdocio del linaje de Aarón sólo continuaría hasta que llegara el sacerdocio mayor que este prefiguraba. (Heb. 8:4, 5.) Perduraría hasta el final del pacto de la Ley y la inauguración del nuevo pacto. (Heb. 7:11-14; 8:6, 7, 13.) La oportunidad de llegar a ser sacerdotes de Jehová en el prometido reino de Dios se ofreció en primer lugar y de manera exclusiva a Israel. Con el tiempo esta posibilidad también se extendió a los gentiles. (Hech. 10:34, 35; 15: 14; Rom. 10:21.)

Solo un resto de los judíos aceptaron a Cristo, por lo que la nación no llegó a proporcionar los miembros del verdadero reino de sacerdotes y nación santa. (Rom. 11:7, 20.) Debido a la infidelidad de Israel, Dios le había advertido de esto por medio de su profeta Oseas siglos antes, diciendo: “Porque el conocimiento es lo que tú mismo has rechazado, yo también te rechazaré de servirme como sacerdote; y porque sigues olvidando la ley de tu Dios, yo me olvidaré de tus hijos, aun yo”. (Ose. 4:6.) De manera correspondiente, Jesús les dijo a los líderes judíos: “El reino de Dios les será quitado a ustedes y será dado a una nación que produzca sus frutos”. (Mat. 21:43.) No obstante, como Jesús estaba bajo la Ley cuando vivió en la Tierra, reconoció al sacerdocio aarónico y mandó a los que curó de lepra que fueran al sacerdote y llevasen la ofrenda prescrita. (Mat. 8:4; Mar. 1:44; Luc. 17:14.)

El día del Pentecostés del año 33 E.C. el pacto de la Ley llegó a su fin y se inauguró el “pacto correspondientemente mejor”, el nuevo pacto. (Heb. 8:6-9.) Ese día Dios puso de manifiesto el cambio mediante el derramamiento del espíritu santo. Luego el apóstol Pedro explicó a los judíos presentes procedentes de muchas naciones que su única salvación dependía ahora de arrepentirse y aceptar a Jesucristo. (Hech., cap. 2; Heb. 2:1-4.) Más tarde, Pedro habló de los edificadores judíos que rechazaron a Jesucristo como la piedra angular y entonces dijo a los cristianos: “Pero ustedes son ‘una raza escogida, un sacerdocio real, una nación santa, un pueblo para posesión especial’”. (1 Ped. 2:7-9.)

Pedro también explicó que el nuevo sacerdocio es una “casa espiritual para el propósito de un sacerdocio santo, para ofrecer sacrificios espirituales aceptos a Dios mediante Jesucristo”. (1 Ped. 2:5.) Jesucristo es su gran Sumo Sacerdote, y ellos, al igual que los hijos de Aarón, forman un cuerpo de sacerdotes. (Heb. 3:1; 8:1.) Sin embargo, a diferencia del sacerdocio aarónico, que no tenía nada que ver con la realeza, en este “sacerdocio real” de Cristo y sus coherederos se combinan las dos responsabilidades. El apóstol Juan dice en el libro de Revelación con respecto a los seguidores de Jesucristo: “Nos desató de nuestros pecados por medio de su propia sangre —e hizo que fuéramos un reino, sacerdotes para su Dios y Padre—”. (Rev. 1:5, 6.)

Este último libro de la Biblia también revela el número que compone este cuerpo de sacerdotes. Se ve a los que Jesucristo hizo “que fueran un reino y sacerdotes para nuestro Dios” cantando una canción nueva en la que dicen que fueron comprados con la sangre de Cristo. (Rev. 5:9, 10.) Más adelante se dice que los que cantan la canción nueva son 1 44.000 “comprados de entre la humanidad como primicias para Dios y para el Cordero”. (Rev. 14:1-5.) Finalmente se ve que este sacerdocio resucita a vida celestial y se une a Jesucristo en su gobernación, llegando a ser “sacerdotes de Dios y del Cristo” y ‘reinando’ con Cristo durante su reinado de mil años. (Rev. 20:4, 6.)

Al examinar el sacerdocio de Israel y sus funciones y beneficios para las personas de aquella nación (Heb. 8:5), se llega a tener cierta idea de los beneficios y bendiciones que las personas recibirán del sacerdocio perfecto y eterno de Jesucristo y su cuerpo de sacerdotes cuando reinen juntos sobre la Tierra por mil años. Tendrán el privilegio de enseñar a las personas la ley de Dios (Mal. 2:7), lograr un perdón completo de los pecados sobre la base del sacrificio de rescate del gran Sumo Sacerdote (administrando los beneficios de ese sacrificio) y efectuando la curación de todas las enfermedades. (Mar. 2:9-12; Heb. 9:12-14; 10:1-4, 10.) También harán una distinción entre lo que es limpio e inmundo a la vista de Dios, quitarán toda inmundicia (Lev., caps. 13-15), juzgarán a las personas con justicia y harán que la ley justa de Jehová se ponga en vigor por toda la Tierra. (Deu. 17:8-13.)

Tal como la tienda de reunión en el desierto era un lugar donde Dios moraba con los hombres, un santuario donde ellos podían acercarse a Él, así la tienda de Dios estará de nuevo con la humanidad, más cerca de ella y de un modo más duradero y beneficioso. Dios tratará con la humanidad de manera representativa mediante su gran Sumo Sacerdote Jesucristo y los 144.000, los cuales sirven con Cristo como sacerdotes en el gran templo espiritual que fue prefigurado por el tabernáculo sagrado, o tienda de reunión, en el desierto. (Éxo. 25:8; Heb. 4:14; Rev. 1:6; 21:3.) Con tal sacerdocio real, las personas con toda seguridad serán felices, tal como lo era Israel cuando el reino y el sacerdocio actuaban fielmente para con Dios, un período durante el cual “Judá e Israel eran muchos, como los granos de arena que están junto al mar por su multitud, y comían y bebían y se regocijaban” morando “en seguridad, cada uno debajo de su propia vid y debajo de su propia higuera”. (1 Rey. 4:20, 25.)

SACERDOTES PAGANOS

Las naciones antiguas tenían sacerdotes por medio de los cuales se podían dirigir a sus dioses. Estos hombres eran reverenciados por el pueblo y siempre ejercían gran influencia, estando por lo general entre la clase dirigente, o siendo consejeros allegados de los gobernantes. El sacerdocio era la clase más educada y por lo general mantenía al pueblo en ignorancia. De esta manera podían aprovecharse de la superstición de la gente y su temor a lo desconocido. Por ejemplo, en Egipto las personas eran inducidas a adorar al río Nilo como un dios y consideraban a sus sacerdotes como poseedores de un control divino sobre sus desbordamientos regulares, de los cuales dependían sus cosechas.

Esta manera de fomentar la ignorancia supersticiosa estaba en contraste directo con el sacerdocio de Israel, el cual constantemente leía y enseñaba la Ley a la nación entera. Cada hombre tenía que conocer a Dios y su Ley. (Deu. 6:1-3.) Las personas sabían leer y escribir, y Dios les mandaba que escribieran sus mandamientos sobre sus puertas y sobre los postes de las puertas, y que leyeran y enseñaran la ley de Dios a sus hijos. (Deu. 6:4-9.)

Prácticas repugnantes de los sacerdotes paganos

Los sacerdotes egipcios del día de Moisés se opusieron a Moisés ante el faraón, intentando desacreditarle tanto a él como a su Dios Jehová por medio de las artes mágicas. (Éxo. 7:11-13, 22; 8:7; 2 Tim. 3:8.) Pero se vieron obligados a admitir su derrota y humillación. (Éxo. 8:18, 19; 9:11.) Los adoradores de Mólek de Ammón sacrificaron a sus hijos e hijas quemándolos en el fuego. (1 Rey. 11:5; 2 Rey. 23:10; Lev. 18:21; 20:2-5.) Los adoradores cananeos de Baal siguieron la misma práctica detestable, autolacerándose y haciendo ritos inmorales obscenos y repugnantes. (Núm. 25:1-3; 1 Rey. 18:25-28; Jer. 19:5.) Los sacerdotes del dios filisteo Dagón y los sacerdotes babilonios de Marduk, Bel e Istar practicaron la magia y la adivinación. (1 Sam. 6:2-9; Eze. 21:21; Dan. 2:2, 27; 4:7, 9.) Todos adoraban imágenes hechas de madera, piedra y metal. Incluso el rey Jeroboán del reino de diez tribus de Israel colocó sacerdotes para dirigir la adoración de los becerros de oro y los “demonios de forma de cabra” con el fin de impedir que el pueblo practicase la adoración verdadera en Jerusalén. (2 Cró. 11:15; 13:9; véase MIQUEAS NÚM. 1.)

Dios condena los sacerdocios no autorizados

Jehová estaba opuesto de manera inalterable a todas estas prácticas, las cuales en realidad constituían adoración de demonios. (1 Cor. 10:20; Deu. 18:9-13; Isa. 8:19; Rev. 22: 15.) Cada vez que estos dioses o el sacerdocio que les representaba participaban en desafiar abiertamente a Jehová, eran humillados. (1 Sam. 5: 1-5; Dan. 2:2, 7-12, 29, 30; 5:15.) A menudo sus sacerdotes y profetas sufrían la muerte. (1 Rey. 18:40; 2 Rey. 10:19, 25-28; 11:18; 2 Cró. 23:17.) Y ya que durante la existencia del pacto de la Ley Jehová no reconoció ningún sacerdocio aparte del de la casa de Aarón, se desprende que el único camino para acercarse a Jehová es el prefigurado por el puesto de Aarón, es decir, el sacerdocio de Jesucristo, que a su vez es también el gran Sumo Sacerdote a la manera de Melquisedec. (Hech. 4:12; Heb. 4:14; 1 Juan 2:1, 2.) Cualquier sacerdocio que se oponga a este Rey-Sacerdote ordenado por Dios y a su cuerpo de sacerdotes tiene que ser evitado por los verdaderos adoradores de Dios. (Deu. 18:18, 19; Hech. 3:22, 23; Rev. 18:4, 24; véase SUMO SACERDOTE.)

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