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ESCUELA

(gr. skjo·lé, básicamente: “ocio”; por extensión, aquello para lo cual se utilizaba el ocio: “discusión”, “conferencia”, “estudio”, “erudición”; y por metonimia, “escuela”).

El Creador colocó sobre los padres la responsabilidad de enseñar a los hijos el verdadero significado de la vida, tanto en sentido físico como espiritual. Tenían que entrenarlos conforme al camino por el que debían ir, y este entrenamiento sería una guía para ellos, no solo durante su juventud, sino también para su vejez. (Pro. 22:6.) Los padres tenían que empezar la educación del niño durante su tierna infancia. (2 Tim. 3:14, 15.) Para cumplir con esta obligación, tenían que proporcionar instrucción a los hijos en el hogar. Al parecer, en el antiguo Israel no había escuelas comunitarias. El hogar era la escuela. Los padres tenían que enseñar tanto con su ejemplo como por medio de preceptos, y la instrucción tenía que ser regular y continua. (Gén. 18:19; Deu. 6:6-9, 20-25; Pro. 6:20.)

El rey Jehosafat de Judá envió príncipes, sacerdotes y levitas por todas las ciudades de Judá para que enseñaran la ley de Dios, lo que resultó en que Jehová bendijera su gobernación con paz y prosperidad. (2 Cró. 17:7-12.)

De los exiliados llevados a Babilonia con el rey Joaquín en el año 617 a. E.C. el rey Nabucodonosor de Babilonia seleccionó algunos jóvenes israelitas, entre los cuales había algunos de la prole real y de los hijos de los nobles. En este grupo estaban Daniel y sus tres compañeros. A estos judíos se les enseñó el lenguaje caldeo y se les dio instrucción especial para servir en el palacio del rey; resultaron ser estudiantes muy aptos. (Dan. 1:2-7, 18-20.)

Parece que antes del exilio había lugares de reunión aparte del templo, donde se enseñaba la ley de Dios. (Sal. 74:8.) Después del regreso del exilio en Babilonia, tanto Esdras como Nehemías promovieron con ahínco la enseñanza de la ley de Dios como el factor verdaderamente fundamental para la restauración. Todo el pueblo fue reunido para escuchar la lectura y la explicación de la Ley que hicieron los levitas. (Esd. 7:10; Neh., cap. 8.) Las sinagogas (del gr. sy·na·gogué, “reunir”) eran lugares de instrucción, no de sacrificio, ya que este último aspecto estaba restringido al templo. (Hech. 15:21.)

Con el tiempo llegaron a existir lugares donde se impartía instrucción religiosa avanzada. Por ejemplo, Saulo (Pablo) había estudiado a los pies de Gamaliel. Los judíos ponían en tela de juicio las aptitudes de cualquiera que enseñara la ley de Dios si previamente no había estudiado en sus escuelas. (Hech. 22:3; Juan 7:15.)

El lugar de reunión de la congregación fue utilizado por Pablo y Bernabé como una escuela para instrucción religiosa. (Hech. 11:25, 26; 14:27.) Grupos cristianos se reunían en hogares u otros lugares convenientes para recibir instrucción, como en el caso de Roma. (Rom. 16:3-5.) En Colosas, el hogar de Filemón era un lugar de reunión y lo mismo ocurría con la casa de Ninfa. (Rom. 16:3-16; File. 1, 2; Col. 4:15.) En Troas se utilizó un gran aposento superior para celebrar una reunión con Pablo. (Hech. 20:6-8.) En el capítulo 14 de Primera a los Corintios se registran algunas instrucciones para mantener el buen orden durante las reuniones de congregación, y es evidente que el énfasis principal se colocaba en la enseñanza y la edificación.

Los lugares de reunión de la congregación servían como escuelas y allí se podían considerar los rollos de las Escrituras Hebreas, así como los escritos de los apóstoles y de los que se asociaban con ellos. Pocos cristianos podían poseer todos los rollos hebreos o copias de todas las cartas cristianas. Por consiguiente, las reuniones proporcionaban oportunidad para examinar y considerar cabalmente las Escrituras. (Col. 4:16.) Los cristianos pobres que no poseían otro material en el que escribir textos bíblicos para estudio y uso personal utilizaban los ostraca (pedazos de alfarería). Cuando oían la lectura de las Escrituras o tenían acceso a los rollos en la reunión podían escribir la información con tinta sobre fragmentos de alfarería. Se han hallado muchos ostraca con textos bíblicos inscritos, especialmente de los evangelios. Al mismo tiempo, se seguía proveyendo instrucción en el hogar para toda la familia como parte fundamental de la educación cristiana. (Efe. 6:4; 1 Cor. 14:35.) Ni los judíos ni los apóstoles cristianos instituyeron ningún sistema de enseñanza especial para niños, como las “escuelas dominicales” de la actualidad. Al reunirse, los niños tenían que estar con sus padres y no en un lugar aparte. El mandato divino era que tenían que sentarse, escuchar y aprender en la misma escuela que los adultos. La enseñanza era una cuestión familiar. (Deu. 31:10-13.)

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