TRIBUNAL
La palabra “tribunal” tanto puede aplicar al lugar donde actúan los jueces para administrar justicia como al conjunto de jueces reunidos con ese propósito. Antiguamente solía consistir en una plataforma elevada, al aire libre, a la que se accedía mediante unas gradas y desde la cual las autoridades, sentadas, se dirigían a las muchedumbres y anunciaban sus decisiones. (Mat. 27:19; Juan 19:13; Hech. 12:21; 25:6, 10, 17.) El lugar que algunos han identificado como el tribunal de Corinto (llamado “Berna”) donde Pablo compareció ante Galión, estaba hecho de mármol blanco y azul. (Hech. 18:1, 12, 16, 17.) Junto a él había dos salas de espera con suelos de mosaico y bancos de mármol.
Jehová Dios ‘ha encargado todo el juicio a su Hijo’ (Juan 5:22, 27) y por lo tanto todos deben comparecer ante el “tribunal del Cristo”. (2 Cor. 5:10.) A este también se le llama apropiadamente el “tribunal de Dios” en el sentido de que Jehová es su originador y juzga por medio de su Hijo. (Rom. 14:10.)
En 1 Corintios 4:3 Pablo dice: “Pues para mí es asunto de ínfima importancia el que yo sea examinado por ustedes o por un tribunal humano [an·thro·pí·nes he·mé·ras]”. La expresión griega utilizada en este versículo literalmente significa “día humano”, y se refiere a un día en particular, como el día que el hombre fija para celebrar un juicio o para administrar justicia.
Pablo reconoció que los hombres, como Apolos, Cefas y él mismo, pertenecían en cierto sentido a la congregación cristiana, o, en otras palabras, eran siervos de ella. (1 Cor. 3:21, 22.) Sin embargo, algunos miembros de esa congregación, carentes de espiritualidad y orgullosos, estaban criticando y juzgando a Pablo motivados por su sectarismo, fijándose en los hombres más bien que en Cristo. (1 Cor. 9:1-4.) Pablo defendió hábilmente su ministerio (1 Cor. 9:5-27), y aconsejó a los cristianos que no se preocupasen indebidamente por el juicio de los hombres, ya fuera el de los corintios o el de cualquier posible tribunal humano. Más bien, Pablo estaba interesado en el futuro día de juicio o de evaluación por parte de Dios (a través de Jesús), quien le había dado la mayordomía a la cual él tenía que probarse fiel. (1 Cor. 1:8; 4:2-5; Heb. 4:13.)