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  • PRIVILEGIOS EN LA CONGREGACIÓN CRISTIANA
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  • MUJERES MINISTRARON A JESÚS
  • USO FIGURATIVO
  • La “mujer” de Génesis 3:15
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  • Las “langostas” simbólicas
  • 144.000 ‘no contaminados con mujeres’
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Ayuda para entender la Biblia
ad págs. 1157-1160

MUJER

(heb. ’isch·scháh [lit. “una varona”], “mujer; esposa”; gr. gy·né, “mujer; esposa”).

Persona del sexo femenino, especialmente la que ha pasado la edad de la pubertad.

CREACIÓN

Antes que Adán pidiera una compañera humana, Dios, su Creador, se la proveyó. Después de poner a Adán en el jardín de Edén y darle la ley respecto al árbol del conocimiento de lo bueno y lo malo, Jehová dijo: “No es bueno que el hombre continúe solo. Voy a hacerle una ayudante, como complemento de él”. (Gén. 2:18.) Dios no obligó al hombre a buscar una compañera entre los animales. Los animales se los trajo para que les pusiese nombre. Adán no sentía inclinación alguna por la bestialidad, y pudo determinar que no había entre los animales una compañera idónea para él. (Gén. 2:19, 20.) “Por lo tanto Jehová Dios hizo caer un sueño profundo sobre el hombre y, mientras este dormía, tomó una de sus costillas y entonces cerró la carne sobre su lugar. Y Jehová Dios procedió a construir de la costilla que había tomado del hombre una mujer, y a traerla al hombre. Entonces dijo el hombre: ‘Esto por fin es hueso de mis huesos y carne de mi carne. Esta será llamada Mujer, porque del hombre fue tomada esta’” (Gén. 2:21-23.)

SU POSICIÓN Y RESPONSABILIDADES

Por haber sido creada del hombre, la existencia de la mujer dependía de este. Al ser “una sola carne” con él, su complemento y ayudante, tenía que estar sujeta a él como su cabeza. También estaba bajo la ley que Dios le había dado a Adán en cuanto al árbol del conocimiento de lo bueno y lo malo. Era responsable de trabajar para el bien del hombre, tendrían hijos y juntos ejercerían dominio sobre los animales. (Gén. 1:28; 2:24.)

Ya que era normal que la mujer de tiempos bíblicos estuviera casada, los textos que se refieren a sus responsabilidades suelen tener que ver con su posición de esposa. El principal deber de toda mujer en Israel era servir a Jehová Dios en adoración verdadera. Un ejemplo fue Abigail, quien llegó a ser esposa de David después de la muerte de su esposo Nabal, ‘hombre que no servía para nada’. Aunque Nabal actuó mal, rehusando usar sus bienes materiales para ayudar a David, el ungido de Jehová, Abigail se dio cuenta de que no estaba obligada a seguir a su esposo en tal acción contraria a la voluntad de Jehová. Jehová la bendijo por apegarse a la adoración correcta ayudando a su ungido. (1 Sam. 25:23-31, 39-42.)

En segundo lugar, la mujer tenía que obedecer a su esposo. Su deber era trabajar arduamente para el bien de la casa y traer honra a su cabeza y marido. Esto resultaría en el mayor honor para ella. A este respecto dice el sabio: “La mujer verdaderamente sabia ha edificado su casa, pero la tonta la demuele con sus propias manos”. (Pro. 14:1.) Ella siempre tendría que hablar bien de su esposo y aumentar el respeto que otros sintieran por él, y el esposo debería poder estar orgulloso de ella. “Una esposa capaz es una corona para su dueño, pero como podredumbre en sus huesos es la que actúa vergonzosamente.” (Pro. 12:4.) En el capítulo 31 de Proverbios se describe su honorable posición y los privilegios que tiene como esposa, junto con las bendiciones que recibe por su fidelidad, diligencia y sabiduría. (Véanse ESPOSA; MATRIMONIO.)

PRIVILEGIOS EN LA CONGREGACIÓN CRISTIANA

No hay distinción, en sentido espiritual, entre hombre y mujer para los que son llamados por Dios a la herencia celestial (Heb. 3:1) a fin de ser coherederos con Jesucristo. El apóstol escribe: “Todos ustedes, de hecho, son hijos de Dios mediante su fe en Cristo Jesús […], no hay ni varón ni hembra; porque todos ustedes son una persona en unión con Cristo Jesús”. (Gál. 3:26-28.) Todos estos tienen que recibir un cambio de naturaleza en su resurrección al ser hechos copartícipes de la “naturaleza divina”, y en esta condición nadie será mujer, pues entre las criaturas espíritus no existe el sexo femenino, siendo este el medio otorgado por Dios para la reproducción de las criaturas terrestres. (2 Ped. 1:4.)

Dones del espíritu

Hubo mujeres entre los que recibieron los dones del espíritu santo en el día del Pentecostés de 33 E. C., mujeres a las que se hace referencia en la profecía de Joel como “hijas” y “siervas”. Desde aquel día en adelante las mujeres cristianas que recibieron estos dones hablaron en lenguas extranjeras que no habían entendido antes y ‘profetizaron’, no necesariamente en el sentido de hacer predicciones de importantes acontecimientos futuros, sino de proclamar las verdades bíblicas. (Joel 2:28, 29; Hech. 1:13-15; 2:1-4, 13-18; véase PROFETISA.)

En las reuniones de congregación

En algunas reuniones la mujer podía orar o profetizar, siempre que llevase una cobertura para la cabeza. (1 Cor. 11:3-16.) Sin embargo, en lo que debieron ser reuniones públicas, cuando “toda la congregación” así como los “incrédulos” se reunían en un lugar (1 Cor. 14:23-25), las mujeres tenían que ‘guardar silencio’. Si ‘querían aprender algo, podían preguntarle a su propio esposo en casa, porque era vergonzoso que una mujer hablase en la congregación’. (1 Cor. 14:31-35.)

Aunque no se le permitía enseñar en una reunión de congregación, la mujer podía enseñar fuera de la congregación a personas que deseaban aprender la verdad de la Biblia y las buenas nuevas en cuanto a Jesucristo (compárese con Salmos 68:11), así como ser una ‘maestra de lo que es bueno’ para las mujeres más jóvenes (y los niños) dentro de la congregación. (Tito 2:3-5.) Pero no tenía que ejercer autoridad sobre el hombre, o disputar con él, como por ejemplo en las reuniones de la congregación. Tenía que recordar lo que le sucedió a Eva, y lo que Dios dijo respecto a la posición de la mujer después del pecado de Adán y Eva. (1 Tim. 2:11-14; Gén. 3:16; véase FEBE.)

En el hogar

A la mujer se la describe en las Escrituras como “un vaso más débil, el femenino”. En consecuencia, su esposo ha de tratarla de acuerdo a esta condición. (1 Ped. 3:7.) Ella tiene muchos privilegios, entre otros, participa en la enseñanza de los hijos y cuida de los asuntos domésticos con la aprobación y bajo la dirección de su esposo. (1 Tim. 5:14; 1 Ped. 3:1, 2; Pro. 1:8; 6:20; cap. 31.) Tiene el deber de ser sumisa a su esposo. (Efe. 5:22-24.) Ha de rendirle el débito conyugal. (1 Cor. 7:3-5.)

Adorno

La Biblia no condena en ninguna parte el adorno en el vestir o el uso de joyas, pero manda que se haga con modestia y decoro. El apóstol dice que la mujer debería llevar vestido bien arreglado y adornarse “con modestia, y buen juicio”. No debería concederse importancia excesiva a estilos de peinados, adornos y vestiduras costosas, sino a las cosas que contribuyen a la belleza espiritual, a saber, “buenas obras”, y a “la persona secreta del corazón en la vestidura incorruptible del espíritu quieto y apacible”. (1 Tim. 2:9, 10; 1 Ped. 3:3, 4; compárese con Proverbios 11:16, 22; 31:30.)

El apóstol Pedro les dice a esas mujeres sumisas que muestran una conducta casta, respetuosa y piadosa: “Ustedes han llegado a ser hijas de ella [Sara], con tal que sigan haciendo el bien y no teman a ninguna causa de terror”. Por lo tanto, estas esposas tienen una magnífica oportunidad, de ser ‘descendientes’ de la fiel Sara, no en sentido literal, sino por medio de imitarla. Sara tuvo el privilegio de dar a luz a Isaac y llegar a ser una antepasada de Jesucristo, la ‘descendencia principal de Abrahán’. (Gál. 3:16.) Por consiguiente, las esposas cristianas que demuestran ser hijas de Sara en sentido figurado, aun con respecto a esposos incrédulos, tienen la seguridad de que Dios las recompensará abundantemente. (1 Ped. 3:6; Gén. 18:11, 12; 1 Cor. 7:12-16.)

MUJERES MINISTRARON A JESÚS

Hubo mujeres que disfrutaron de privilegios en relación con el ministerio terrestre de Jesús, aunque no de los privilegios concedidos a los 12 apóstoles y a los 70 evangelizadores. (Mat. 10:1-8; Luc. 10:1-7.) Varias mujeres ministraron a Jesús haciendo uso de sus propios bienes. (Luc. 8:1-3.) Una le ungió poco antes de su muerte, y por su acción Jesús aseguró que por todo el mundo, donde se predicasen las buenas nuevas, “lo que esta mujer ha hecho también se contará para recuerdo de ella”. (Mat. 26:6-13; Juan 12:1-8.) Entre aquellos a quienes Jesús se apareció especialmente el día de su resurrección, hubo mujeres, y también hubo mujeres entre aquellos a quienes se apareció más tarde. (Mat. 28:1-10; Juan 20:1-18.)

USO FIGURATIVO

En varias ocasiones se usa simbólicamente a la mujer para representar a congregaciones u organizaciones. También para simbolizar naciones o ciudades. Algunos ejemplos son: Moab (Jer. 48:41), Egipto (Jer. 46:11), Rabá de Ammón (Jer. 49:2), Babilonia (Jer. 51:13) y la simbólica Babilonia la Grande. (Rev. 17:1-6.) Se habla de la congregación de Cristo como su “novia”, llamada también “la santa ciudad, la Nueva Jerusalén”. (Juan 3:29; Rev. 21:2, 9; 19:7; compárese con Efesios 5:23-27; Mateo 9:15; Marcos 2:20; Lucas 5:34, 35.)

Jehová habló de la congregación o nación de Israel como su “mujer”, siendo Él su “dueño marital”, en virtud del pacto de la Ley que existía entre ellos. En las profecías de restauración Dios habla a Israel en estos términos, a veces dirigiendo sus palabras a Jerusalén, la ciudad que gobernaba la nación. Los ‘hijos e hijas’ (Isa. 43:5-7) de esta mujer eran los miembros de la nación de Israel. (Isa. 51:17-23; 52:1, 2; 54:1, 5, 6, 11-13; 66:10-12; Jer. 3:14; 31:31, 32.)

La “mujer” de Génesis 3:15

Cuando Dios sentenció a los padres de la humanidad, Adán y Eva, pronunció la promesa de una descendencia que sería producida por la “mujer” y que magullaría la cabeza de la serpiente. (Gén. 3:15.) Este era un “secreto sagrado” que Dios se proponía revelar a su debido tiempo. (Col. 1:26.) Algunos factores que concurrieron con el anuncio de la promesa profética proporcionan indicios en cuanto a la identidad de la “mujer”. Ya que su descendencia tendría que magullar la cabeza de la serpiente, no podía tratarse de una descendencia meramente humana, pues las Escrituras muestran que las palabras de Dios no se dirigieron a una serpiente literal. En Revelación 12:9 se muestra que la “serpiente” es Satanás el Diablo, una persona espíritu. En consecuencia, la “mujer” de la profecía no podría ser una mujer humana, como María, la madre de Jesús. El apóstol arroja luz sobre esta cuestión en Gálatas 4:21-31. (Véase DESCENDENCIA, SEMILLA.)

En este pasaje el apóstol habla de la mujer libre de Abrahán y de su concubina Agar, y dice que Agar corresponde a la ciudad literal de Jerusalén bajo el pacto de la Ley, siendo sus “hijos” los ciudadanos de la nación judía; mientras que Sara, la esposa de Abrahán, según dice Pablo, corresponde a la “Jerusalén de arriba”, que es la madre espiritual de Pablo y de sus compañeros ungidos por espíritu. Esta “madre” celestial también sería la “madre” de Cristo, el mayor entre sus hermanos espirituales a quienes Dios engendra como Padre. (Heb. 2:11, 12.)

Lógicamente, y en armonía con las Escrituras, la “mujer” de Génesis 3:15 tiene que ser una “mujer” espiritual. Y en correspondencia con el hecho de que la “novia” o “esposa” de Cristo no es una mujer individual, sino una mujer compuesta formada por muchos miembros espirituales (Rev. 21:9), la “mujer” que da a luz a los hijos espirituales de Dios, la ‘esposa’ de Dios (predicha proféticamente en las palabras de Isaías y Jeremías citadas anteriormente), estaría formada por muchas personas espíritus. Sería un conjunto de personas u organización, una organización celestial.

Esta “mujer” es descrita en la visión de Juan, en el capítulo 12 de Revelación. Se la ve dando a luz un hijo, un gobernante que tiene que “pastorear a todas las naciones con vara de hierro”. (Compárese con Salmos 2:6-9; 110:1, 2.) Esta visión le fue dada a Juan mucho después del nacimiento humano de Jesús y también después de su unción como el Mesías de Dios. Ya que obviamente tiene que ver con la misma persona, tiene que hacer referencia, no al nacimiento humano de Jesús, sino a algún otro acontecimiento, a saber, su instalación en el poder del Reino. En consecuencia, lo que aquí se representó fue el nacimiento del reino mesiánico de Dios.

Después se ve a Satanás persiguiendo a la “mujer”, y haciendo guerra contra “los restantes de la descendencia de ella”. (Rev. 12:13, 17.) Por tratarse de una mujer “celestial”, y ya que por entonces Satanás había sido arrojado a la Tierra (Rev. 12:7-9), no podía acercarse a las personas celestiales que integraban la “mujer”, pero sí al resto de su “descendencia” o hijos, los “hermanos” de Jesucristo que todavía estaban en la Tierra. De esa manera él persiguió a la “mujer”.

Otros usos

Después de advertir a Israel de las calamidades que le sobrevendrían por su infidelidad, Jehová dijo por medio del profeta Isaías: “Y siete mujeres realmente se agarrarán de un solo hombre en aquel día, diciendo: ‘Comeremos nuestro propio pan y nos vestiremos de nuestras propias mantas; solo que se nos llame por tu nombre para quitar nuestro oprobio’”. (Isa. 4:1.) En los dos versículos precedentes (Isa. 3:25, 26) Dios indicó que los hombres de Israel morirían en guerra. Así le informó a Israel del efecto que tales condiciones tendrían en el número de varones de la nación, dejando tan pocos que varias mujeres se apegarían a un solo hombre. Aceptarían con gusto su nombre y algunas de sus atenciones, aunque tuvieran que compartirlo con otras mujeres. Aceptarían también la poligamia o el concubinato con tal de tener alguna participación, aunque pequeña, en la vida de un hombre. De ese modo sería menor el reproche por causa de la viudez o de la soltería y el no tener hijos.

En una profecía de consuelo para Israel, Jehová dijo: “¿Hasta cuándo te dirigirás para acá y para allá, oh hija infiel? Pues Jehová ha creado una cosa nueva en la tierra: Una simple hembra estrechará en derredor a un hombre físicamente capacitado”. (“La mujer cortejará al varón” CI.) (Jer. 31:22.) Hasta entonces Israel, con quien Dios estaba en una relación de matrimonio debido al pacto de la Ley, estaba dando vueltas “para acá y para allá” en infidelidad. Jehová invitó a la “virgen de Israel” a que erigiera marcas de camino y postes de señal para guiarse en su regreso y a que fijara su corazón en la calzada por donde habría de volver. (Vs. 21.) Jehová pondría su espíritu en ella de manera que estuviese muy ansiosa de regresar. Por lo tanto, tal como una esposa se abrazaría a su esposo a fin de restaurar las buenas relaciones, así Israel se estrecharía en derredor de Jehová Dios con el fin de restaurar buenas relaciones con Él como su esposo.

En cuanto al “rey del norte”, la profecía de Daniel dice que “al Dios de sus padres no dará consideración; y al deseo de las mujeres y a todo otro dios no dará consideración, sino que sobre todos se engrandecerá. Pero al dios de las plazas fuertes, en su posición dará gloria”. (Dan. 11:37, 38.) En este texto las “mujeres” pueden representar las naciones más débiles que llegan a ser ‘criadas’ del “rey del norte” como vasos más débiles. Ellas tienen sus dioses a quienes desean y adoran, pero el “rey del norte” no les presta atención y rinde homenaje a un dios del militarismo.

Las “langostas” simbólicas

En la visión de las “langostas” simbólicas de Revelación 9:1-11, se describe a estas langostas con “cabellos como cabellos de mujeres”. En armonía con el principio bíblico de que el cabello largo de la mujer es señal de sujeción a su cabeza marital, el cabello de estas “langostas” simbólicas debe representar la sujeción de aquellos a quienes simbolizan, a quien se representa en la profecía como su cabeza y rey. (Véase ABADÓN.)

144.000 ‘no contaminados con mujeres’

De los 144.000 que se ven en Revelación de pie con el Cordero sobre el monte Sión, se dice que han sido “comprados de la tierra. Estos son los que no se contaminaron con mujeres; de hecho, son vírgenes”. Se dice de ellos que tienen una relación con el Cordero más íntima que cualquier otra persona, ya que son los únicos que aprenden la “canción nueva”. (Rev. 14:1-4.) Esto indica que ellos forman la “esposa” del Cordero. (Rev. 21:9.) Son personas espíritus, como lo muestra e l que están de pie sobre el monte Sión celestial con el Cordero. Por lo tanto, el que ‘no se contaminen con mujeres’ y que sean “vírgenes” no significa que ninguno de estos 144.000 nunca se haya casado, pues las Escrituras no prohíben que los que han de ser coherederos con Cristo se casen mientras están en la Tierra. (1 Tim. 3:2; 4:1, 3.) Tampoco implica que todos los 144.000 sean hombres, pues “no hay ni varón ni hembra” en lo que tiene que ver con la relación espiritual de los coherederos de Cristo. (Gál. 3:28.) Por lo tanto, estas “mujeres” deben ser simbólicas, organizaciones religiosas como Babilonia la Grande y sus ‘hijas’; cualquier unión y participación con estas organizaciones religiosas falsas haría imposible que uno se mantuviese sin mancha. (Rev. 17:5.) Esta descripción simbólica armoniza con el requisito recogido en la Ley según el cual el sumo sacerdote de Israel solo podía tomar a una virgen por esposa, pues Jesucristo es el gran Sumo Sacerdote de Jehová. (Lev. 21:10, 14; 2 Cor. 11:2; Heb. 7:26.)

Con referencia a que Jesús se dirigiera a María como “mujer”, véase MARÍA NÚM. 1 (Respetada y amada por Jesús).

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