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La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1951
w51 15/11 págs. 677-681

Aumento de la Teocracia en la China

Este artículo continúa la serie de informes de los viajes asiáticos del presidente de la Sociedad, N. H. Knorr, y su secretario, M. G. Hénschel

EL SIERVO de sucursal estuvo en el aeropuerto de Bangkok para recibirnos al mediodía, pero cuando nos bajamos del avión y entramos en la aduana a las 12:30 no vimos ninguna señal de él. Supimos unos diez minutos más tarde cuando él nos encontró en el cuarto de la aduana que había estado hablándole a una joven de Siam y que ella se interesó mucho en la verdad. El hermano Babinski le hablaba en el idioma siamés y después que salimos de la aduana nos la presentó. Ella usaba el título de “princesa” porque es prima hermana del rey actual. Es escritora y proporciona relatos históricos y educativos a las publicaciones de Bangkok y también hace algún trabajo de superintendente en el aeropuerto. Ella podía entender y hablar inglés con facilidad, pero prefiere el siamés. La dejamos en el local de su editor, y luego seguimos a la oficina de la sucursal. Allá encontramos de nuevo a los hermanos y por la tarde se celebró la reunión de servicio de costumbre, de manera que hablé después del programa y les di un informe del buen trabajo que nuestros hermanos están haciendo en Birmania.

El hermano Hénschel y yo partimos de Siam a la 1:30 que eran las 3:30, hora de Hong Kong, casi al amanecer. Esta vez cuando nos despedimos no prometimos volver a verlos muy pronto, pero nuestra esperanza es que cuando algún día volvamos a visitarlos encontremos una organización mucho más grande establecida en Siam. Es muy evidente que hay cientos y quizás miles de personas, aunque sean budistas, quienes aman la vida y la buscarán. A medida que se extienda la verdad, como Pablo lo expresó, ellos oirán, y si oyen creerán, pero nunca podrán oír sin predicadores. De modo que nuestros publicadores siameses están determinados, por la gracia de nuestro Dios en los cielos, de predicar para que muchos oigan y algunos crean.

Para las 9:30 estaríamos en Hong Kong, la preciosa joya del Lejano Oriente de la Gran Bretaña. El tiempo era un problema. Cerca del mes de abril hay un cambio en el monzón y la neblina gris cubre los cerros y vías de agua alrededor de Hong Kong. Antes de nuestra llegada había habido una serie de treinta días nublados.

HONG KONG

Este día, el 14 de abril, las nubes se habían disipado de sobre el agua, pero seguía gris con vientos tempestuosos que parecían silbar por las colinas que lindan con el aeropuerto. Cinco misioneros e igual número de publicadores de compañía se habían juntado ahí ese día para darnos la bienvenida al llegar de Bangkok. Un oficial amigable de la compañía de aviación les informó que el avión estaba en lo alto y que de un momento a otro aparecería a través de las nubes. Estábamos allá arriba preguntándonos qué veríamos al bajar por las nubes. Hacía justamente cuatro años que habíamos volado arriba de los cerros cubiertos de granito mirando hacia abajo sobre un Hong Kong con cicatrices de batalla que había sobrevivido a los ataques aéreos y la ocupación japonesa. Recordamos como la última vez que estuvimos en Hong Kong había un hermano norteamericano empleado temporalmente en Hong Kong que estaba testificando algo, pero eso era el alcance de la obra en Hong Kong en aquel entonces. Habíamos estado allí al tiempo del Memorial y fué necesario que una mujer china horneara un pedacito de pan sin levadura para la ocasión. Fuimos cuatro los congregados en los confines fríos de un cuarto de hotel. Pero aun entonces tuvimos la esperanza de que algo podría hacerse por la gente de buena voluntad en Hong Kong de una manera teocrática. Dos años más tarde dos misioneros establecieron residencia y empezaron la obra de testimonio en una tierra nueva. Muchas personas mostraron buena voluntad. Algunas se mostraron sumamente bondadosas para con los misioneros. Se agregaron otros graduados de Galaad, hasta el número de cinco. Después de estudios y argumentos largos y tediosos unos pocos nativos chinos llegaron a captar la substancia del mensaje del Reino y el segundo año de labranza ardua finalizó con un promedio de seis publicadores de compañía. Queríamos saber cómo les iba por allá y tuvimos gusto cuando nuestro avión descendía sobre el mar, y debajo de ese techo de nubes de 500 pies pudimos ver las laderas y los muchos edificios—¡Hong Kong! Un hermano que tenía relaciones con una compañía de aviación nos encontró cerca del avión y detrás de la cerca pudimos ver a otros. Sentimos gozo al estar con ellos.

Cuando nos juntamos con ellos les preguntamos cómo iba la obra. Nos dijeron que para el tiempo del Memorial tuvieron 15 publicadores de compañía en el campo; ése fué el informe de marzo. Se regocijaban porque 91 personas de buena voluntad y publicadores habían llenado el Salón del Reino y se desbordaron en dos recámaras contiguas en donde pudieron oír pero sin ver lo que sucedía. Noventa y una personas fué la cifra más grande de concurrencia para cualquier reunión hasta aquel entonces. Antes de eso había sido 40. Ahora tenían una visita del presidente de la Sociedad y se estaban aprovechando plenamente de ella. Para este evento especial se habían enviado por correo 150 cartas de invitación, 1,000 anuncios se imprimieron, así como también 20,000 hojas sueltas. ¿Cuál sería la cosecha?

Dos teatros de cine se habían ofrecido gratis. Un equipo de sonido se instaló gratis en el Teatro Estrella que escogieron. Unas personas de buena voluntad proporcionaron publicidad periodística. Siervos voluntarios distribuyeron las hojas. Todo parecía estar listo para un testimonio cumbre. Toda esta publicidad fué en Keulun, en la tierra firme frente a la ciudad isleña de Hong Kong, pues todavía no se había dado un testimonio ordenado en Hong Kong mismo. Los publicadores habían estado trabajando diligentemente durante la asamblea que fué empezada el viernes y se regocijaban en esta asamblea teocrática, la primera celebrada en Hong Kong. Hacía dos años y medio que los misioneros no habían asistido a una asamblea y ahora se aprovechaban de lleno de las bendiciones de ésta.

Primero fuimos a la casa misionera y luego al salón de asamblea situado en la calle principal de Keulun, Carretera Natán. Este salón se proporcionó gratis para la ocasión. La conferencia de bautismo se acababa de terminar cuando llegamos, y dos jóvenes chinos habían convenido en hacer la voluntad de Jehová y otros estaban contemplando seriamente el hacerlo. Se fueron a la inmersión y pronto llegó la hora de las reuniones. Al hermano Hénschel y a mí nos gustó hablarle a esta concurrencia, pues parecieron absorber cada palabra en ésta su primera asamblea. Los intérpretes hablaron en el dialecto cantonés para que todos los concurrentes pudieran entender. Hubo 34 en asistencia.

REUNIÓN PÚBLICA

Amaneció el domingo con más calor y más claridad. ¿Qué concurrencia podíamos esperar en el Teatro Estrella? Se colocaron los carteles y se distribuyeron las demás hojas sueltas en inglés y chino. Faltaban quince minutos y una muchedumbre esperaba afuera. Cuando vieron las puertas abiertas entraron precipitadamente. Para las 10:30 de la mañana entraban como un río. La planta baja del teatro se llenó, así que fué necesario abrir la galería. Se retardó el principio de la conferencia unos minutos para que todos se sentaran. Hubo 707 para escuchar “Proclamad libertad por toda la tierra”. Todos quedaron emocionados con tanta concurrencia y se alegraron de que la visita hubiera proporcionado suficiente estímulo para fijar una meta tan alta. La atención fué de la mejor y al finalizar el discurso centenares de folletos fueron regalados. Más de veinte nombres fueron entregados para contacto futuro. El discurso había sido hábilmente traducido al cantonés, el dialecto chino local. El número de publicadores que tomaron parte en anunciar la reunión había crecido a 20, lo cual quiso decir un aumento del 100 por ciento sobre el número máximo del año pasado.

La tarde y la noche fueron gozosas, por cuanto esta rica bendición en la reunión pública casi había abrumado a los publicadores. El hermano Hénschel habló en el salón en la Carretera Natán y yo tuve el privilegio de cruzar el puerto a Hong Kong para visitar a una hermana que yacía enferma en un hospital. Era una de las publicadoras más celosas de la compañía y su enfermedad repentina había sido un golpe grande porque deseaba mucho estar en la convención. Ella había estado ocupada escribiendo cartas de invitación a sus amigos y se deleitó en saber que más de setecientas personas habían estado en la reunión esa mañana. El visitar a los enfermos es un privilegio cristiano y aquí vi cuánto le aprovecha a un afligido. La hermana no sabía cómo expresar sus gracias.

Mientras hablaba el hermano Hénschel un extranjero entró al salón. Tenía en la mano una Biblia y se sentó y hacía señas afirmativas con la cabeza cuando se citaron las profecías. Después de la reunión uno de los publicadores se acercó a él y él contó cómo esa mañana había ido a la iglesia y al regresar a su casa algunas damas que asistieron al discurso público le contaron de su experiencia y del excelente discurso que habían escuchado. Le dijeron dónde se iban a celebrar otras reuniones y él vino en seguida. Hace años había sido secretario de la Y.M.C.A. (Asociación Cristiana de Jóvenes) en Swatow y luego emprendió un negocio en Shangai. Luego vino el dominio comunista de Shangai y tuvo que salir. Sin embargo, a su esposa no le permitieron salir por cuanto es doctora y los comunistas retienen a toda gente profesional, si les es posible. Su Biblia estaba bien gastada y dijo que él buscaba un lugar en donde la gente tuviera interés en el estudio de la Biblia. Demostró gozo por lo que había oído y dijo que regresaría. De hecho, esa noche cuando hablé él regresó. De modo que se hicieron arreglos para estudiar la Biblia con él regularmente y concurrirá a todas las reuniones. Esto muestra cómo la verdad puede extenderse en una ciudad de dos millones con sólo cinco misioneros.

El hermano Carnie encontró al hijo de un doctor al estar en el servicio y se hicieron los arreglos para tener un estudio bíblico de casa. El estudio se celebra ahí mismo en la sala de cirugía. Este joven se interesa tanto que invita a toda clase de personas a que asistan: profesores, estudiantes y personas de toda religión. Hizo los arreglos con el director de la escuela para que el misionero diera una conferencia en la Iglesia de Inglaterra. Luego uno de los profesores de las Escrituras abrió su casa para un estudio bíblico y algunos estudiantes asisten.

Otra experiencia fué con el hijo de un budista. El budista ingresó en una iglesia pero el hijo mostró interés en la verdad. Un día el predicador llegó y le dijo al muchacho que quemara los libros, pero él no lo hizo y esto despertó más interés en el mensaje del Reino. Estudió y trajo amigos de la escuela. Ahora seis de los muchachos van al Salón del Reino y dos publican regularmente.

Un día al trabajar en una sección china uno de los misioneros se puso en contacto con un club literario inglés. Se mostró mucho interés en el mensaje y ahora el misionero habla semanalmente a una clase de aproximadamente 25, usando el libro “La Verdad Os Hará Libres”.

En otra ocasión al ir de casa en casa una mujer invitó al publicador a pasar y dijo que su hija tenía muchísimo interés en la Biblia, pero no sabía qué pensar de su hijo. No le interesaban tales cosas absolutamente nada. Se hicieron revisitas. El muchacho se enfermó y el publicador le visitaba y le hablaba. El muchacho aceptó la verdad muy rápidamente. Pronto fué al estudio de La Atalaya. Ahora es un publicador regular trabajando aproximadamente 60 horas al mes en el servicio. Distribuyó la mayor parte de las hojas sueltas al tiempo de la asamblea. Entretanto la madre no ha progresado, aunque muestra buena voluntad. De manera que se está conociendo la verdad en Hong Kong y Keulun y una de las organizaciones religiosas ya ha publicado literatura denunciando a los fieles ministros de Jehová por su obra de enseñar.

La vida no es fácil en Hong Kong. Los robos son muchos y a veces hay refriegas de tiros entre la policía y los bandidos en las calles. Muchas veces la gente tiene miedo de abrir la puerta porque muchos han sido tratados con violencia. La crisis en la China ha traído a toda clase de gente a Hong Kong. Los edificios están atestados y muy a menudo muchas personas viven en un solo cuarto. Para conseguir un cuarto hay que pagar honorarios exorbitantes de “dinero de llaves”. Pueden encontrarse en Hong Kong hombres de negocios educados y ricos de las ciudades de la China. Huyeron dejando atrás sus negocios y riquezas, prefiriendo retener la vida y no ser acusados y castigados por los agentes comunistas. Sus relatos eran solamente de dificultades para el pueblo de la China, relatos que siempre acompañan al comunismo.

MENSAJE DESDE SHANGAI

Tuvimos un mensaje de nuestros hermanos en Shangai confirmando que las cosas no marchan bien para la gente que vive allí. Es especialmente difícil que los extranjeros hagan algo. A menudo son insultados o puede que se les dé una bofetada y no hay modo de recurrir a la policía. Es sólo asunto de soportarlo. Los misioneros allí están apoyando a los publicadores chinos locales y quieren ayudarlos en todo lo que puedan para que lleguen a ser maduros en la verdad y sigan en el servicio. En 1947 había 9 publicadores en la China, y el informe para 1951 muestra 46; de manera que ha habido un aumento. Ciento cinco concurrieron al Memorial en Shangai este año. También hay unos pocos publicadores en otras ciudades. Oramos que siga la buena obra en la China y que la gente que sufre pueda tener alguna oportunidad para oír la verdad.

Quizá algún día haya una gran organización de publicadores en Hong Kong y puede que tengan oportunidad de ir al interior de la China para predicar la verdad a la gente. El progreso hecho en Hong Kong es muy animador y esperamos que siga así. Bien se podrían usar más misioneros allá ahora, pues el interés en el nuevo mundo de Jehová es grande. Verdaderamente es un privilegio saber de la bendita provisión de Jehová para los que aman la justicia y que ese nuevo sistema de cosas empieza a funcionar bajo el Rey reinante, Cristo Jesús. Ese es el conocimiento que le hace falta al pueblo de la China y a todo el mundo, y da gozo el ver que hay perspectivas para que algunos del pueblo chino participen del bendito nuevo mundo de justicia.

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