La adversidad no retarda la obra de testimonio en las Filipinas
Un informe de N. H. Knorr, presidente de la Sociedad
DESPUÉS de un afortunado despegue entre los cerros y nubes de la costa de la China, y con Hong Kong detrás de nosotros, nuestro avión usó poco tiempo en cruzar el mar de la China y aterrizar en Manila, capital de la República Filipina, esa tarde del 16 de abril. Eran las 8:30 cuando se detuvo el avión, y el hermano Hénschel y yo pudimos ver desde la ventana de la nave que mucha gente, quizás toda la compañía de Manila, había venido para recibirnos. Precisamente fuera de la puerta de la aduana había un mar de caras sonrientes y personas contentísimas. Todos querían decirnos ¡hola! y estrecharnos la mano y había un gran torrente de gente. Después de poder personalmente saludar a muchos de ellos y recibir su bienvenida calurosa, nos dirigimos a la ciudad. Se nos dijo que más de 400 publicadores habían venido a recibirnos en autobuses especiales.
Manila había cambiado desde mi última visita en 1947. Las carreteras habían sido mejoradas, muchos edificios nuevos habían sido levantados y los edificios del gobierno habían sido reparados, devolviéndole a la ciudad mucha de su belleza original. Había un puente nuevo sobre el río Pasig y otro estaba en construcción pero las marcas del tiempo de guerra no habían desaparecido totalmente de la escena. Y había cosas nuevas que estropeaban la apariencia pacífica—en varios puntos a lo largo del camino fuimos detenidos por la policía que nos examinó para estar segura de que no estábamos conectados con los rebeldes que ahora vagan cerca de Manila. Y dejados de la última guerra se hallaban los miles de jeeps que los filipinos emprendedores habían convertido en autobuses pequeños y en los cuales de diez a doce personas se apiñan hasta que las ruedas delanteras amenazan con levantarse del suelo. Están pintados de colores brillantes de modo que añaden un efecto de arcoiris a las congestiones de tráfico tan comunes en las muchas calles angostas de Manila. Caballos pequeños tiran de coches porque las muchedumbres de personas usan todo vehículo posible para viajar por la ciudad. Se nos dijo que la lucha en el país ha aumentado considerablemente la población del área metropolitana porque a nadie le gusta sufrir una incursión por parte de los huks en las haciendas.
La sucursal de la Sociedad está situada en la ciudad Quezón suburbana, en el barrio llamado San Francisco del Monte. Por eso tuvimos que pasar por Manila y luego salir por otra carretera a fin de llegar a la Carretera Róosevelt, la cual estaba muy polvorienta porque era la estación de secas. Yo no había visto la propiedad antes, porque había sido comprada después de mi visita anterior; y tuve gusto cuando llegamos, porque estaba situada en un cerro y había mucho lugar alrededor del edificio para permitir expansión y darle a los vientos ánimo de seguir pasando y ayudar a mantener las cosas frescas. Se dan mangos y plátanos ahí, así como también papayas, cuando es su tiempo. Hubo muchos hermanos filipinos para recibirnos, miembros de la familia Betel y algunos siervos de circuito.
Nos esperaba una semana ocupada, y lo primero en la lista fué examinar las preparaciones para la convención. El martes por la mañana caminamos al sitio de la convención, que se hallaba a una distancia aproximada de cuatro cuadras de la casa de la sucursal. El siervo de sucursal, el hermano Stewart, un graduado de Galaad que llegó a las Filipinas en junio de 1947, poco después de mi visita anterior, había llegado a sentirse en casa y tuvo mucho gusto en mostrarnos lo que se había hecho. Se nos dijo que los hermanos habían tenido mucha dificultad al tratar de hallar un lugar adecuado para la asamblea de tres días durante el siguiente fin de semana. En ocasiones anteriores habían usado el hipódromo de Santa Ana y el coliseo Rizal Memorial, pero éstos no serían adecuados en todo respecto para una asamblea grande. Habían visto todos los lugares accesibles y el resultado fué la selección de dos lotes de una hectárea en San Francisco del Monte que podían verse de la sucursal.
ACTIVIDAD ANTES DE LA CONVENCIÓN
El edificio grande que estaban arreglando para restaurante individual fué anteriormente usado como estudio de la Oriental Pictures, Inc. Fué amablemente ofrecido gratis por el propietario, que es testigo de Jehová. El otro lote de junto y propiedad de una hermana iba a ser el lugar de la asamblea misma. Había sido un arrozal pero con la estación de secas la tierra se había tostado por el ardiente sol. Aquí construyeron un pabellón de asamblea extraordinario que tuvo que hacerse por los hermanos. Acababan de terminarlo. Se nos dijo que todo el material que se usó para levantar este pabellón bien ventilado fué recogido y donado por hermanos. Los postes grandes y fuertes y el bojo (bambú liviano) vinieron de Batán. Montones de bambú fuerte vinieron de Bulacán. Los hermanos tuvieron que ir muy adentro de las montañas a fin de hallar una buena cantidad de este material necesitado para la construcción de la estructura interesante. Nos informaron que ocho semanas antes de que principiara la asamblea se levantaron los primeros postes en el terreno de la asamblea. Una armazón de bambú y bojo se colocó encima de los postes y se preparó para recibir el techo de hojas de coco nativo. Varias cargas de camión de estas hojas habían sido donadas por muchas compañías cercanas y tan pronto como llegaron a la ciudad de Quezón los hermanos de la compañía de Manila tejieron las hojas en grandes esteras que proporcionaron un abrigo espléndido contra el ardiente sol tropical. Todos los sábados y domingos vinieron voluntarios de Manila y ciudad Quezón al lote de la asamblea y no pasó mucho tiempo antes que el pabellón quedara en forma excelente.
Luego vino el asunto de los asientos. Muchos fueron hechos de bambú y los demás de madera que se compró por la Sociedad y podía revenderse. Los asientos se hicieron en forma de bancas apoyadas sobre postes enterrados en el suelo. Eran bastante cómodas. Cuando se terminaron hubo asientos para 5,000 personas. También hubo algún lugar donde permanecer de pie en la sombra.
El foro igualmente fué rústico y se levantó en la esquina del lote a una corta distancia del pabellón mismo. Ciertamente era una estructura singular. El día antes de la asamblea, paja, flores, musgo del monte, plantas tropicales y otras decoraciones nativas transformaron el foro en una cosa de rara belleza. Era de colores vívidos. Colocadas en frente de las plantas tropicales estaban las palabras hechas de madera, TESTIGOS DE JEHOVÁ.
Antes de que empezara la convención estuvimos ocupados en la sucursal. Tuvimos una reunión con los misioneros y estudiantes graduados de Galaad asignados a las Filipinas. Mientras trabajamos en la sucursal observamos cómo los hermanos respondieron al anuncio de la primera convención nacional desde 1947. Habían estado haciendo planes para ella desde que se hizo el anuncio en el estadio Yanqui de que los representantes de la Sociedad visitarían al Lejano Oriente. Delegados a la convención llegaron aun antes que nosotros, tan temprano como el día 15, aunque la convención no iba a comenzar sino hasta el día 20. Y siguieron llegando. Una barcada de 125 llegó el día 16 de Mindanao septentrional. Otra barcada de la misma cantidad llegó de la ciudad de Davao. Otros llegaron de Cotabato, Zamboanga y Lanao. Algunos viajaron más de mil seiscientos kilómetros y duraron más de una semana en el viaje. Todos estos delegados platicaron acerca de la convención mientras venían en camino y hallaron a muchas personas de buena voluntad que estaban muy interesadas en tan grande delegación viajando a una convención cristiana. Luego los días 18 y 19 autobuses llenos de convencionistas empezaron a llegar de Luzón septentrional y meridional. En conjunto eran un grupo feliz ansiosamente esperando el banquete espiritual que Jehová iba a proveer.
Un día antes de la asamblea los hermanos igorotes llegaron en varios autobuses grandes. Estas son personas de las montañas que muy raramente vienen a la gran ciudad. Por lo tanto se pensó que sería bueno que ellos acamparan en la propiedad de la Sociedad; de modo que alrededor de la sucursal hubo 160 de éstos. Muchos estuvieron viviendo en tiendas y durmiendo afuera bajo las estrellas, cocinando y gozando de la vida al aire libre.
Todo este viaje a Manila fué un gran testimonio en sí mismo porque hay mucha dificultad interna en las islas. Los huks están perturbando la paz y tranquilidad de la nación haciendo incursiones en ciudades y aldeas y tratando de hacer caer al gobierno. A menudo atacan a vehículos que pasan. A través de todo el país hay muchos lugares de inspección en las carreteras donde todo el que viaja en automóvil, autobús o a pie es detenido e interrogado y en muchos casos registrado si parece necesario. Si uno tiene una razón para viajar de un lugar a otro puede pasar. Sabiendo que miles de nuestros hermanos vendrían de muchas partes de las islas y no estarían acostumbrados a viajar a la gran ciudad de Manila, el siervo de sucursal informó de la asamblea notificando a las autoridades que mucha gente vendría. La agencia de observancia forzosa de la ley recibió esta información una semana antes que los testigos de Jehová comenzaran a llegar a Manila y a ciudad Quezón. El Departamento de la Defensa Nacional bondadosamente envió circulares a todos los lugares de inspección en las carreteras conducentes a Manila, y así los hombres de estos lugares de inspección estuvieron bien informados del propósito de que tanta gente viajara al mismo tiempo. La policía de la ciudad de Manila y la policía de ciudad Quezón cooperaron muy bien.
Para poder aprovecharse plenamente de nuestra visita a Manila, el siervo de sucursal hizo arreglos para reuniones todas las noches en la ciudad de Manila antes de que principiara la convención. El martes por la noche ambos hablamos a las unidades Paco y Sur. Estas tuvieron reuniones juntas en el Salón del Reino de la unidad Sur, que se halla en el segundo piso de un edificio. Se llenó completamente y hubo gente de pie en cada escalón hasta la planta baja. La planta baja se llenó de gente y también el patio pequeño y la calle enfrente del salón. Quinientos treinta personas se habían juntado tan estrechamente como pudieron para obtener una prueba de algunos de los gozos que se anticipaban para el fin de semana. El hermano Hénschel habló acerca de cómo se llevaba a cabo la obra en las islas del Caribe, y yo seguí con un informe sobre la obra buena que los testigos de Jehová están haciendo en el área del Pacífico.
La noche siguiente realmente fué muy activa porque tuvimos que visitar dos unidades. Fuimos al salón donde las unidades Este y Norte se juntaron y luego nos apresuramos en un jeep a otro salón donde se juntaron la unidad Tondo y la compañía Caloocan. Esta noche hablamos a un total de 473 personas. La noche siguiente fuimos a un salón donde se juntaron las unidades Binondo y Oeste y estuvieron 302 presentes. De modo que en estas tres noches se dieron informes a cerca de 1,300 personas.
Durante todo este tiempo se llevaba a cabo la publicidad para la reunión pública. Habían planeado distribuir volantes en toda la ciudad de manera especial debido a que había tantas personas viniendo a la asamblea. Cubrieron las secciones residencial y comercial extendiendo a individuos una invitación personal para oír el discurso público que se daría en la Nueva Luneta, un parque público en el corazón de la ciudad a lo largo de la bahía de Manila. Los edificios del gobierno se trabajaron completamente de esta manera, los publicadores invitando a cada quien personalmente y repartiendo las hojas de anuncio. Se informó que un senador dijo: “Sé que ustedes están haciendo mucho para levantar la gente filipina a una norma de vida más elevada. Admiro su obra muchísimo.” Este método de trabajar hizo disminuir la distribución de volantes, y por eso el público en general fué alcanzado por medio de tres principales diarios de Manila, insertando anuncios en cada uno. Los días antes de la convención fueron tan estimulantes y conmovedores y llenos de acción como la convención misma.
CONVENCIÓN DE MANILA
El viernes a las 14 horas el siervo de sucursal pronunció su discurso de bienvenida desde la tribuna bellamente decorada. Tenía apariencia de bosque. Causándoles sorpresa a todos, 5,459 habían ocupado todo el lugar de asientos en el pabellón y algunos estaban de pie alrededor de los bordes exteriores en las secciones con sombra cercanas gozando del discurso de bienvenida. Ambos hablamos a esta misma concurrencia ese día. Inmediatamente después que los hermanos Stewart y White pronunciaron sus discursos me pareció que sería oportuno averiguar si todos estaban entendiendo lo que se decía. Por eso antes que el hermano Hénschel hablara, pregunté a la concurrencia cuántos entendían el inglés y cuántos no podían. De los que mostraron que no podían, se determinó que un gran número podía entender el ilocano; de modo que después de eso todos los discursos se dieron en inglés y se interpretaron al ilocano. Más de nueve dialectos estaban representados en la concurrencia. También se dieron discursos en ilocano y tagalo durante la asamblea.
Al tiempo presente hay más personas en la verdad que hablan el idioma ilocano que cualquier otro idioma, pero se está haciendo una gran obra en todas las lenguas. Debido a que los tres idiomas principales en lo que toca a interés en la verdad son ilocano, tagalo y cebuano-bisaya, se hicieron arreglos para que las Atalayas en esos idiomas se impriman en Brooklyn antes del fin de este año y dejar de producirlas en mimeógrafo en las Filipinas. Esto será una gran ayuda en la obra de revistas en las calles y para tomar muchas suscripciones nuevas.
El restaurante individual funcionó entre las sesiones, y ésta fué una experiencia nueva para todos los hermanos filipinos. Cuando vinieron a las convenciones en el pasado generalmente trajeron consigo arroz, legumbres y otras cosas que usan ellos y ellos mismos las cocinaban en el campo o en cualquier lugar conveniente, y la mayor parte de ellos siguió haciéndolo aunque la Sociedad por medio del Informador había anunciado que habría un restaurante individual donde se servirían arroz y carne y legumbres. El coger una charola y ponerse en línea y comer de pie en una mesa fué una experiencia nueva para muchos. Nadie se quedó con hambre, ya sea que comió en el restaurante individual o hizo su propia comida.
Todo el alimento espiritual provisto por graduados de Galaad, siervos de compañía de las Filipinas y siervos de circuito, así como también por el hermano Hénschel y yo, fué apreciado muchísimo. Los hermanos filipinos concurrieron con pleno vigor todo el tiempo en que hubo sesiones. Querían aprender más acerca de la Palabra de Dios. Se discutieron algunos de sus problemas locales, y se indicó que los que están en la organización de Jehová deben alinearse con los principios de verdad y justicia de Dios. Dios no cambia sus normas, no importa dónde viva la gente en la tierra. Él no toma en consideración su nacionalidad o su país o condiciones de vida, sino que está llamando a gente de todas las naciones, tribus y lenguas para que le sirvan. Los hermanos filipinos estuvieron ansiosos de aprender más de la Palabra de Dios y vivir de acuerdo con las normas de Jehová y al mismo tiempo tener el privilegio glorioso de predicar las buenas nuevas del Reino a sus prójimos. Se dieron experiencias excelentes concernientes a la actividad del campo. Hubo una reunión de servicio y escuela, ambas bien arregladas para el beneficio de todos los concurrentes para que pudieran regresar a casa con mejores ideas de cómo conducir sus reuniones de servicio y escuela del ministerio teocrático. Fué una convención muy educativa e instructiva.
El servicio bautismal se arregló para el domingo por la mañana, y mucho antes de la hora se llenó el pabellón aunque no se esperaban hasta las ocho en punto. Se arregló que todos los que iban a bautizarse ocuparan asientos en las primeras filas. Para asegurar que todos entendían las preguntas que el graduado de Galaad que dió el discurso hizo antes de la inmersión, las preguntas se les hicieron en nueve diferentes lenguas. Fué interesante oír a todos ellos anunciar al fin de las preguntas en su propia lengua, que reconocían que habían nacido en pecado y concebidos en iniquidad y que Cristo es su Redentor y que estaban determinados por la bondad inmerecida de Dios a servirle y predicar el mensaje del Reino.
En el lote próximo al edificio del restaurante individual hay una grande piscina natatoria, propiedad de una hermana, y ella la ofreció a la Sociedad para usarla durante la convención, y ahí fué donde se efectuó la inmersión de 522 personas. Ciertamente fué un gozo el ver a todas estas personas declararse y ponerse de parte del Altísimo Dios. Eran de muchas tribus y lenguas, pero ahora todas estaban consagradas al mismo Dios y trabajando hombro a hombro predicando la única esperanza para el mundo.
El resto del tiempo esa mañana fué usado para discursos por el hermano Hénschel y yo mismo, y 5,809 estuvieron presentes. Después de eso hubo mucho tiempo para comer y tener compañerismo hasta la hora de la reunión pública que iba a efectuarse esa tarde en Manila. La hora para pronunciar el discurso “Proclamar libertad por toda la tierra” fué señalada a las 17 horas. Mientras tanto regresamos a la sucursal.
Cerca de las 15 horas detrás de los cerros nubes de lluvia se levantaban y para las 15:30 los vientos habían arrojado esta tormenta sobre la ciudad de Quezón y hubo un torrente pesado y continuo de lluvia. De hecho, treinta minutos después las carreteras parecían ríos y todo el polvo había desaparecido. Salimos a las 16 horas bajo la lluvia torrencial en automóvil para ir a Manila y examinar las cosas en Nueva Luneta, como a seis millas de distancia. Después que viajamos unas dos millas salimos del área de la tormenta y nos sorprendimos al saber que no había llovido en la sección del centro de Manila; pero la tormenta venía en esa dirección. Cuando llegamos a Nueva Luneta el ardiente sol todavía resplandecía y hacía mucho calor, pero había una fuerte brisa que soplaba de la bahía en una dirección contraria a la tormenta que descendía precipitadamente de las montañas. Sin embargo, pareció que los vientos de las montañas eran más fuertes que los de la bahía, y las nubes seguían aproximándose hasta que a las 17 horas en vez de que la muchedumbre permaneciera de pie al aire libre bajo el ardiente sol vino a tener sombra. Miles de personas se hallaban ya reunidas cuando llegamos a las 16:30. La pequeña tribuna se había levantado y algunas sillas y bancas se habían colocado en forma de “V” en dos lados de la tribuna, dejando una gran faja de césped entre las dos secciones de sillas. Se hizo esto para mantener intacta a la concurrencia en esa sección del parque al aire libre. Se colocaron los altoparlantes y el equipo de sonido y se creyó oportuno empezar la reunión unos minutos antes de las 17 horas porque miles de personas se habían juntado.
Luego que el presidente hizo las observaciones introductorias la gente empezó a acercarse alrededor de la tribuna y el sitio donde se efectuaba la reunión. Algunas personas se sentaron sobre el césped, pero la mayor parte permaneció de pie. Mostraron excelente atención y tuvieron mucho entusiasmo acerca de muchas cosas que se dijeron, mostrando su aprecio por aplauso espontáneo. El discurso se dió sólo en inglés. Los acomodadores tuvieron una tarea difícil contando la muchedumbre porque no hubo arreglo de sentar a todos. Varias personas fueron asignadas a esto y todas hicieron un recuento separado. Al final del discurso se informó que hubo más de 10,000 personas en la concurrencia.
Se me dijo después del discurso que mientras terminaba mi discurso apareció un arcoiris en el cielo detrás de mí. No había llovido. Mientras estuve hablando pude ver la puesta del sol pintando magníficos matices de color a través del cielo y sobre toda la bahía. Fué el fin de un día maravilloso y una convención maravillosa. La gente buena se juntó alrededor de la tribuna e hizo muchas preguntas al presidente y a mí y a otros que se hallaban listos para contestar preguntas. Expresaron aprecio por el mensaje y deseaban oír más. Ellos podrían oír otro discurso público la semana siguiente.
El viento de la bahía todavía soplaba y la tormenta parecía alejarse y dirigirse hacia el norte y hacia el sur. No llovió ese día en Nueva Luneta. Otra reunión se celebró en otra parte del extenso parque, a la que no molestamos y ellos tampoco nos molestaron. Por supuesto, todos los convencionistas estuvieron muy agradecidos de que no llovió nada y que este buen testimonio pudiera darse en Manila. Los siervos de Jehová estuvieron realmente llenos de entusiasmo y listos para regresar a sus casas y llevar las buenas nuevas de la asamblea a sus colaboradores que no pudieron concurrir y decirles de las instrucciones que recibieron. Tenían mucha gente a la cual llevar estas buenas nuevas.