El viajar aumenta el testimonio
JESÚS fué un viajero activo. Él infundió en la mente de sus seguidores la idea de que deberían viajar con el fin de predicar las buenas nuevas. Después de que terminaba de trabajar en un lugar, iba “viajando de ciudad en ciudad y de aldea en aldea, predicando y declarando las buenas nuevas del reino de Dios. Y los doce estaban con él.” (Luc. 8:1, NM) Quizás usted recuerde que al principio de su carrera Jesús puso el modelo que él quería seguir. Él no reunió sólo un grupo pequeño alrededor de él y permaneció con él siempre; les dió a todos la oportunidad de oír las buenas nuevas y luego se dirigió a nuevos campos, porque fué enviado por Jehová para testificar a todos los descendientes de Israel. Cuando las multitudes trataron de detenerlo para que no se marchara de ellas él dijo, “También a otras ciudades debo declarar las buenas nuevas del reino de Dios, porque para esto fuí enviado.”—Luc. 4:43, NM.
Aunque en su viaje se enfrentó con la objeción de que era dominado por los demonios debido a sus buenas obras, y aunque recibió persecución y sufrió muchas pruebas y penalidades, continuó su recorrido de todas las ciudades y pueblos. Al viajar siempre miró a multitudes y “sintió afecto compasivo por ellas, porque estaban despellejadas y arrojadas acá y allá como ovejas sin pastor. Entonces les dijo a sus discípulos: ‘Sí, la cosecha es grande, pero los trabajadores son pocos. Por lo tanto, rueguen al Señor de la cosecha que envíe trabajadores a su cosecha.’” (Mat. 9:36-38, NM) Y por eso Cristo Jesús seleccionó a doce apóstoles para hacer la misma clase de obra que él hacía, y los envió a que predicaran. Más tarde en su ministerio envió a setenta discípulos a predicar, y con el tiempo hombres y mujeres por cientos, hasta miles, emprendieron la predicación del mensaje de buenas nuevas y viajaron hasta los términos de la tierra. Fué el viajar lo que ayudó grandemente a aumentar el testimonio.
¿Por qué fueron los apóstoles y los cristianos primitivos viajeros activos como su Señor Cristo Jesús? Su única razón fué para que las palabras de Jesús se cumplieran cuando dijo que las buenas nuevas del Reino deberían predicarse en todo el mundo para testimonio.
Hoy en día vemos que los testigos de Jehová todavía viajan. La mayoría de ellos se hallan en los miles de ciudades y pueblos en todo el mundo, trabajando como publicadores de compañía y yendo de casa en casa, de aldea en aldea y de pueblo en pueblo en su territorio asignado. Los publicadores teocráticos que se hallan en posición de salir de su casa van a distancias mayores y, emprendiendo el servicio de precursor, viajan a territorios no alcanzados por los publicadores de compañía. Y luego hay otros que llegan a ser misioneros, quienes van a países muy distantes, hasta los confines de la tierra. El visitar a estos hermanos en todas partes de la tierra es un privilegio muy bendecido para cualquiera de la organización de Jehová. Muchos de los que han viajado hasta los términos de la tierra se congregaron en el estadio Yanqui de la ciudad de Nueva York durante el verano de 1950 y disfrutaron del compañerismo de los hermanos de igual fe preciosa y luego regresaron con fortaleza renovada a sus territorios para contarles a otros acerca de sus experiencias y de la obra progresiva del Reino.
Es bueno que de vez en cuando alguien de la oficina principal de la Sociedad en Brooklyn visite a estas congregaciones, casas misioneras y sucursales distantes para ayudarles con sus problemas. Por eso, N. H. Knorr, presidente de la Sociedad, y M. G. Hénschel arreglaron otro viaje para visitar a los que se hallan en campos distantes ocupados en la gran obra de cosecha, o sea de congregar a algunas de las “otras ovejas”. En el curso del viaje el hermano Knorr envió informes de sus experiencias, que La Atalaya tiene gusto en publicar aquí.
El viernes, 23 de febrero, era una mañana brillante, despejada y soleada en Nueva York. Desayunamos con la familia Betel y luego el hermano Hénschel y yo fuimos transportados al campo LaGuardia por algunos de nuestros cotrabajadores de la oficina principal, para empezar nuestro viaje al Lejano Oriente. Abordamos un Constelación TWA en el aeropuerto y despegamos a las 10 horas. Soplaba un viento bueno y eso ayudó al avión a despegar rápidamente. También hizo a un lado mucha de la bruma y humo que suelen cubrir a la ciudad de Nueva York, y esto nos proporcionó una excepcionalmente excelente vista del área metropolitana de Nueva York. El capitán voló hacia el oeste hasta que cruzamos el río Hudson, luego se ladeó hacia el sur y voló sobre Jersey City. Pudimos ver todos los rascacielos famosos de la ciudad, así como la bahía y los ríos y los puentes a través de los ríos. Los automóviles y los trenes eran visibles aunque estábamos a varios miles de pies de altura. Vimos claramente la casa Betel y luego las torres de radio de la estación de la Sociedad, WBBR, levantándose en el cielo en la Isla del Estado. Después de este placer especial—un enorme banquete para la vista—partimos al oeste hacia Chicago. Volamos sobre Sunbury, Pensilvania, en el camino y no vimos nubes hasta llegar a Ohío. En el terreno escabroso de Pensilvania, que durante la estación invernal se ve bronceado, había aquí y allí secciones de nieve, y de vez en cuando veíamos centellear un lago congelado a la luz brillante del sol. Ríos y arroyos seguían sus cursos serpenteantes a través de los valles. Vimos algunas minas de hulla, con sus enormes montones de escoria negruzca y manchados edificios de madera. Volábamos a más de 200 millas por hora, por eso no pasó mucho tiempo antes de que la tierra se perdiera de nuestra vista y veíamos en cambio un mar de nubes blancas mullidas abrillantado por el sol que se extendía tan lejos como el horizonte. Nos sumergimos en las nubes cuando nos acercamos a Chicago y aterrizamos ahí con veinte minutos de adelanto.
Algunos pasajeros dejaron la nave en Chicago y otros tomaron sus lugares. Dentro de poco tiempo volábamos de nuevo elevadamente sobre los Estados Unidos con rumbo a Los Ángeles. En los modernos aviones de pasajeros es fácil leer y escribir cuando el tiempo no es tempestuoso. De modo que nos ocupamos de alguna correspondencia y otros asuntos que no habían podido terminarse en la oficina. Tomamos una ruta meridional, pasando sobre Kansas City y Albuquerque. Vimos la puesta del sol al acercarnos al río Colorado, y debido al tiempo sentimos unas sacudidas al volar sobre California. En la obscuridad pudimos ver las luces de una ciudad abajo y notamos que las mismas luces podían verse de vez en cuando. Para mantener a los pasajeros informados, el capitán anunció que muchos aviones trataban de aterrizar en el Aeropuerto Internacional de Los Ángeles y que nosotros estábamos volando en círculo sobre la ciudad de Riverside. Esto duró por cerca de cinco minutos y luego el aeropuerto notificó que ya podía acercarse a Los Ángeles. Pero sobre Los Ángeles de nuevo fué necesario volar en círculo sobre la ciudad y esperar órdenes adicionales. Pasamos unos quince o veinte minutos dando vueltas sobre la ciudad y manteniendo la misma altitud para que otros aviones que también estaban en la cercanía no chocaran con el nuestro. Siete u ocho veces vimos los mismos teatros al aire libre para autos y las mismas esquinas de negocios dándonos la sensación de haber estado colgando en el cielo por horas. Fué como música dulce cuando oímos bajar el tren de aterrizaje, porque sabíamos que el campo estaba libre para aterrizar.
PARADA EN CALIFORNIA
Cuando llegamos al suelo supimos por qué estaban las cosas tan difíciles en el aeropuerto. El sol de California había tenido un día ocupado extrayendo humedad del océano Pacífico y, ahora que la obscuridad había llegado, una lluvia suave podía soltarse sin que la viera la Cámara de Comercio. Cuando se detuvo el avión cerca de los edificios principales vimos a un hombre cubierto con un impermeable y con una capucha sobre la cabeza saltar sobre la escalera y subir hasta la puerta del avión. Tenía consigo cerca de cuarenta paraguas rojos y negros, y cuando abrió la puerta y entró se identificó como verdadero californiano, porque dijo: “¡Bienvenidos a Miami!” Nos sentimos agradecidos por el servicio de paraguas y nos reímos bastante con los hermanos que nos recibieron debido a la maravillosa recepción de California. Había sido un viaje largo y algo de jocosidad al final de él debería apreciarse.
Después de conseguir nuestro equipaje salimos del aeropuerto en auto. Dondequiera había agua. Nos dió cierta satisfacción bromear acerca del tiempo al viajar por la ciudad. El bulevar Mánchester parecía un río. Hubiera sido apropiado llevar barcazas allí, porque el agua cubría el estribo. Teníamos hambre y por eso nos detuvimos unos minutos en un pequeño café. Pero aun ahí no pudimos olvidar la lluvia, porque, al estar sentados esperando nuestro alimento, del techo empezó a caer agua sobre nosotros por una gotera. Luego seguimos y cuando llegamos a los límites de la ciudad no hallamos lluvia y la luna llena brillaba.
Permanecimos en California del 24 al 27 de febrero. Durante ese tiempo tuvimos nieve, granizo, lluvia, días borrascosos, y días llenos de sol. California nos ofreció toda la variedad que uno podría pedir. Nuestra visita con varios de los hermanos resultó ser muy gozosa. Se nos dió la oportunidad de visitar el Observatorio Palomar, donde está situado el telescopio Hale de 200 pulgadas, y acerca del cual la revista ¡Despertad! ha informado hace algún tiempo. Aunque es una cosa maravillosa contemplar los cielos a simple vista, el ver algunas de las fotografías que se han tomado por medio del telescopio gigantesco le hace apreciar la inmensidad del gran universo de Jehová. Aun con este enorme “ojo” uno puede ver sólo una pequeña porción de la creación magnífica y gloriosa de Dios. Conocimiento tal como éste debería ayudar a toda la humanidad a apreciar al Creador, pero se dice que la mayoría de los científicos que usan este telescopio maravilloso no declaran la majestad y honra del nombre de Jehová. En realidad, las personas que han buscado conocer al Altísimo y han estudiado Su Palabra saben más de Su gloria, honra y poder que los científicos famosos.
La Sociedad tiene un depósito de abastecimiento en Lýnwood, y es un pequeño lugar muy ocupado donde hay hermanos que trabajan duro en la producción de millones de volantes cada año para anunciar las reuniones públicas. Se hacen envíos de literatura a compañías y precursores en la parte occidental de los Estados Unidos por medio de este depósito, con un ahorro considerable para la Sociedad. Fué interesante ver que tenían pedidos a la mano por más de siete mil ejemplares de la New World Translation of the Christian Greek Scriptures (Traducción del Nuevo Mundo de las Escrituras cristianas griegas), y no había ni siquiera un ejemplar en existencia para llenar estos pedidos. No que tuviera yo gusto de que no podían llenar los pedidos, sino que demuestra que la demanda es mayor que la existencia y que la gente dondequiera desea leer esta excelente traducción. (Después íbamos a encontrar que la demanda en los países que visitamos también excede a la existencia.) Hay gran interés por la verdad en la parte occidental de los Estados Unidos, y se nos informó que en California cientos de más personas están poniéndose de parte del Reino y participando en la gran obra de cosecha. Hallamos que el espíritu y celo de los hermanos en California eran excelentes, y ellos están empujando adelante en la buena obra.
El martes por la noche (del día 27) hacía mucho frío. Poco antes de la medianoche algunos de los hermanos locales vinieron al aeropuerto Internacional para desearnos un buen viaje y para enviar saludos a sus hermanos en el extranjero, añadiendo entusiasmo a la partida. Ciertamente apreciamos su interés en el viaje y su hospitalidad al conversar con nosotros. Unos minutos antes de la medianoche se nos avisó por la Pan American Airways que abordáramos su Estratocrusero que esperaba con destino a Honolulú. Al abordar nuestro avión nos despedimos de los hermanos. Tomamos nuestros asientos, nos abrochamos los cinturones de seguridad y empezamos a mirar al interior del avión. Los asientos eran grandes y cómodos y en todo sentido parecía que el avión era más grande y mejor. Después de que despegamos a medianoche nos cayó grato el dormir.
Por la mañana supimos que el vuelo había sido hecho a una altitud comparativamente baja, a sólo 12,000 pies. El vuelo fué muy suave y el capitán nos dijo que siempre escogen la altitud donde encuentran las mejores condiciones de tiempo. Este vuelo nos convenció de que el Estratocrusero es uno de los mejores aviones para viajes de larga distancia. Sus dos cubiertas permiten que se camine un poco y hacen posible un cambio de ambiente. La pequeña cubierta inferior es un lugar de descanso donde se sirven refrescos. La vista de la tierra abajo no se obstruye por las alas o los motores, lo que no puede decirse de la cubierta superior o principal.
HAWAII
La luz de la mañana hizo que se vieran los picos cubiertos de nieve de la gran isla del grupo hawaiano, Mauna Loa y Mauna Kea en las islas de Hawaii. Estas estaban al sur de nosotros. Las nubes cubrieron las demás islas hasta que el avión bajó a cerca de 2,000 pies y se preparó para aterrizar. Después al norte de nosotros pudimos ver Koko Head y Diamond Head, dos cráteres apagados en la costa de la isla de Oahú, y luego Honolulú y Bahía Perla. La entera isla estaba muy verde, en contraste marcado con lo que habíamos visto en el continente. Al aterrizar y correr el avión hacia el edificio terminal pudimos ver que había llovido y pudimos sentir el calor del aire. Pero el aire no es la única cosa calurosa en las islas hawaianas. En el edificio terminal esperaba un grupo de unos cien publicadores, llevando guirnaldas y preparados para darnos una calurosa bienvenida. Muchos estaban vestidos con estilo y colores típicos hawaianos. Reconocimos a los graduados de Galaad y a muchos de los publicadores que estaban en Honolulú cuando habíamos visitado ahí en 1947. Una verja mantenía a los espectadores fuera del campo, pero al pasar por la puerta un publicador tras otro nos puso una guirnalda alrededor del cuello. Las guirnaldas estaban hechas de fragantes claveles, gardenias, orquídeas y otras flores frescas, y estaban arregladas en una forma muy bella. Los dos estuvimos tan cargados de guirnaldas que finalmente tuvimos que ponerlas en los brazos. Cámaras fotográficas se pusieron en acción y un representante de la prensa pidió un relato, y éste se publicó después en uno de los diarios de Honolulú. La bienvenida a Hawaii es algo que no se olvida, y ese último día de febrero se recordará por mucho tiempo.
Nos abrimos paso a través del edificio terminal y entramos en el automóvil que nos esperaba. Nos dirigimos a Honolulú viajando por tráfico bastante cargado y pronto llegamos a la calle Pensacola 1228, la sucursal de la Sociedad para el territorio de Hawaii. En el Salón del Reino en la parte trasera de la sucursal y en el patio próximo a él había considerable actividad—iba a efectuarse una convención en Honolulú y el restaurante individual se levantaría en el Salón del Reino. Como generalmente sucede cuando se visita una sucursal, nos esperaba correspondencia y había muchas preguntas que contestar y trabajo de oficina que hacer. Pero nuestro trabajo para el primer día fué reducido, porque los publicadores en Oahú habían hecho arreglos para un picnic internacional tal como sólo ellos pueden hacerlo. La playa en la bahía Hanauma cerca de Koko Head fué de ellos durante toda la tarde.
Para que nosotros encajáramos bien en el grupo, y, para nuestra comodidad, uno de los hermanos nos proporcionó camisas llenas de colorido típicas, las que usamos con gusto. Salimos en coche hacia el extremo oriental de la isla. Sólo había unas cuántas millas hasta la playa y completamente disfrutamos viendo los campos de pasto verdes, las elevadas palmeras y las multitudes de flores creciendo alrededor de las casas modernas por todo el camino. Sin saberlo ya habíamos llegado a nuestro destino. El área de estacionamiento para coches no era como se esperaría que fuera en una playa; estaba en la cima de una gran colina. Aparentemente la bahía Hanauma fué una vez cráter de un volcán activo, tres lados del cual todavía permanecen y uno ha desaparecido en el mar. Tuvimos que descender por una vereda construída al lado de un peñazco inclinado. Abajo estaban la blanca arena y los arrecifes de coral de la playa que en un tiempo fué la morada de una arboleda grande de palmeras. Afuera hacia la boca de la bahía las enormes olas se estrellaban en las rocas y enviaban la espuma del mar elevadamente en el aire, pero el arrecife moderaba la fuerza del océano y a lo largo de la playa las aguas eran tranquilas. Aunque no llovía estaba nublado y no había sol. A nosotros no nos pareció que hacía frío, pero los publicadores de Oahú se sintieron mucho más cómodos con chaquetas o sacos de lana.
Los que llegaron primero cambiaron las mesas para comer y formaron cuatro mesas grandes, cada una de cerca de 13 metros de largo. Otros grupos siguieron llegando en carros y pronto había como unas 200 personas, todas ellas interesadas en el reino de Jehová. Entre ellas había algunos hermanos de tierra firme que habían venido a Hawaii en barco para concurrir a la convención. Había otros de tierra adentro presentes también, pero la mayoría de los hermanos era de origen chino, japonés, filipino, coreano o hawaiano. Esto es lo que hizo la comida tan novedosa, porque cada persona o familia llegó trayendo alguna clase de alimento y se extendió en las mesas. Cada publicador preparó algo tradicionalmente conectado con su raza o nacionalidad, por eso hubo pescado crudo, poi, chow mein, camarones fritos, ensaladas, y una multitud de otras cosas de nombres que no sé. Algunos comían con palillos chinos y otros con cucharas. Casi era una aventura ir de una mesa a otra para probar los alimentos. Todos la pasaron bien y todas las nacionalidades se mezclaron con felicidad, agradecidos a Jehová por el conocimiento de la verdad. Algunos habían venido de compañías fuera de Honolulú y se estaban familiarizando unos con otros. Después de que todos habían satisfecho su hambre quedó todavía mucha comida. Los grupos se juntaban y hablaban de sus experiencias en el campo y cómo aprendieron la verdad, y algunos hicieron preguntas y discutieron textos bíblicos. Fué un aperitivo agradable para la convención de ese fin de semana. Cerca de las 8:30 se dió fin a la partida de campo y todos fueron a casa para un sueño agradable después de varias horas al aire libre, preparándose para las actividades delante de ellos.
El 1 de marzo fué un día que hizo recordar la convención en el estadio Yanqui en Nueva York el pasado agosto. Aviones estuvieron llegando durante el día de las otras islas y los convencionistas tuvieron que ser recibidos y llevados a sus alojamientos. En el Salón del Reino se pintaban anuncios, publicadores salían a la obra de anunciar, puestos de refrescos se levantaban, y personas de todas nacionalidades iban y venían al efectuar las actividades de antes de la convención. El hermano Hénschel y yo tuvimos que entrar en asuntos en conexión con la obra de la sucursal y hablarles a los misioneros. Por la tarde los publicadores se dedicaron a la obra de publicidad y a la distribución de revistas en las calles.
ASAMBLEA DE HONOLULÚ
A las 9 horas del 2 de marzo empezó la convención en la escuela Lincoln en la calle Victoria, a cinco minutos a pie del Salón del Reino. Los publicadores oyeron dos discursos y luego se dispersaron en el campo para actividades de servicio del Reino. Los publicadores filipinos se quedaron en el salón, sin embargo, porque a las 10:15 se iba a pronunciar en ilocano el discurso “¿Puede usted vivir para siempre en felicidad sobre la tierra?” Se anunció para que el público viniera, y la concurrencia fué de 41, la cual fué muy buena.
Esa tarde fué posible usar el auditorio de la escuela de enseñanza superior Roosevelt tan pronto como se terminaron las clases. Iba a servir como el sitio de la convención de ahí en adelante. Los publicadores inundaron el auditorio a las 3 de la tarde, y no habían pasado muchos minutos antes de que casi todas las bellas decoraciones para el escenario se hubiesen puesto y el equipo de sonido se hubiese instalado. Fué ésa una de las más hermosas plataformas que jamás se hayan usado en una convención. Hawaii tiene muchas flores y plantas verdes y estas se usaron con habilidad, junto con papeles de color arreglados como un arcoíris doble, y las cortinas verdes del escenario del auditorio sirvieron de fondo. Nadie se cansaría de sentarse en ese auditorio y mirar hacia la plataforma. En la entrada del frente del auditorio se hizo una exhibición especial de literatura en los idiomas que se usan en las islas, y eso atrajo la atención de los extraños y estudiantes de enseñanza superior que pasaban.
Aunque todos los oradores hicieron excepcionalmente bien, hubo una parte del programa que fué muy grandiosa. Un hermano estaba dando un repaso de la convención de Nueva York. Empezó con el primer día y dió, en forma narrativa, un sumario excelente y amplio de todos los acontecimientos de cada día. Si usted concurrió a la convención de Nueva York recordará que cada día se presentó nuevo equipo para el uso de los publicadores del Reino. Cada vez que el hermano mencionaba una de estas presentaciones una hermana joven con un vestido nativo de muchos colores salía al escenario y mantenía en alto la publicación. Luego al cambiar el relato a otro tema la joven se movía del escenario al bastidor. Algunas de las hermanas vestían indumentarias chinas; otras tenían atavío filipino o hawaiano, pero todos eran de colores muy diferentes. Mientras el hermano hablaba siempre parecía que alguien se movía en la plataforma con las presentaciones. Mucho terreno se cubrió en treinta minutos, y luego al tiempo de las observaciones finales todas las hermanas regresaron al escenario a una vez y permanecieron en línea a través del escenario, cada una manteniendo en alto una de las nuevas publicaciones. Fué una demostración poderosa de lo que Jehová proveyó para su pueblo por medio de su organización durante la asamblea de ocho días que se celebró en Nueva York.
Un hermano que habló acerca del servicio de precursor y mostró qué privilegio es estar en el servicio de tiempo cabal contó una de sus experiencias. Había ido a la isla de Maui para trabajar de precursor, y un día que estaba de pie en la calle haciendo la obra de revistas un marino mercante se le aproximó. Le dijo al hermano que había estado en Nueva York al tiempo de la gran convención de los testigos de Jehová y que algunos de los delegados de la convención habían llegado a su casa durante la convención. Se enteró de la verdad durante ese tiempo, pero no se había asociado con la compañía local debido a su trabajo. Su barco estaba en el puerto por algunos días y por eso inmediatamente se unió a la obra de testimonio. Pidió prestadas algunas revistas y en diez minutos regresó para pedir más. El hermano precursor le preguntó como había colocado las que tenía tan rápidamente y dijo que simplemente trató de hacerlo. El nuevo publicador lo estaba haciendo mejor que el precursor. También, durante su visita ahí, el marino trabajó en el servicio de casa en casa y disfrutó mucho de las reuniones. Dijo que había recibido bastante ayuda para comenzar en el servicio de Jehová y que lo continuaría cuando regresara a casa. Así que el hermano precursor mostró a los convencionistas en Honolulú que la manera de tener tales experiencias interesantes es siendo un precursor, porque él nunca hubiera encontrado al marino si no hubiera dejado su casa para ir de precursor a la otra isla.
La concurrencia a las sesiones del primer día fué de 405, y casi todos comieron en el restaurante del Salón del Reino. Eso quería decir una caminata de quince minutos desde la escuela de enseñanza superior. Las comidas fueron preparadas por los publicadores que se presentaron voluntariamente y el alimento fué excelente. El siervo de restaurante dijo que sería la última vez que podrían usar el equipo que tenían para una convención, porque ha habido tan buenos aumentos en publicadores que ya el equipo es inadecuado. Casi todos los publicadores comieron afuera en el patio, sentados debajo de los bananos, palmeras e higueras, un ambiente que sería la envidia de cualquiera de los hoteles o restaurantes mejores.
El sábado por la mañana hubo una asamblea para bautismo a las 8:30. Después del discurso los autos transportaron a todos los candidatos al parque Ala Moana en Honolulú, una playa que puede verse casi desde la colina donde está situada la escuela de enseñanza superior Roosevelt. Fué sorprendente ver cuántos fueron bautizados. El aumento de la Teocracia es una realidad en el territorio de Hawaii, porque 66 personas mostraron su consagración esa mañana. Más tarde en el día otras tres personas que no pudieron estar ahí en la mañana fueron sumergidas, haciendo un total de 69.
Esa misma mañana se usó el auditorio para desarrollar discursos públicos en japonés y coreano, los cuales habían sido anunciados extensamente. El hermano que pronunció el discurso público en japonés estaba haciendo arreglos para salir en unas semanas para unirse a los publicadores en el Japón y adelantar el conocimiento dé la verdad del Reino allá. Los publicadores hawaianos echarán de menos al hermano Hanaoka, pero hay otros ahí que atenderán la obra entre la gente japonesa de las islas.
El programa para el día incluía algunos discursos, demostraciones y la escuela de ministerio. Los oradores lo hicieron muy bien. El hermano Hénschel y yo hablamos todos los días de la asamblea, exhortando a los hermanos a ser fieles en el servicio y llamando a su atención la manera en que Jehová trata con los siervos respecto a su protección y alivio.
Durante la convención se dió atención especial a aprender los cánticos del nuevo libro de canciones que se presentó en la asamblea en Nueva York. Se formó un coro especial y a menudo fué llamado para cantar una estrofa de una nueva canción para que los demás pudieran oírla y aprender la manera correcta de cantarla. Dos hermanas proporcionaron excelente fondo musical para esto. Los publicadores en Hawaii están interesados en hacer todas las cosas bien y deseaban aprender todos los nuevos cánticos apropiadamente.
Un hermano que fué criado en la religión católica contó cuánto se regocijó al tener conocimiento de la verdad. Como católico nunca se le dió ningún estímulo para leer y escribir, por eso nunca aprendió. Pero había muchas cosas que no podía entender acerca de la religión y a menudo se preguntaba acerca de las cosas que enseñaban los sacerdotes. Un día su esposa se interesó en las publicaciones teocráticas y empezó a estudiar la Biblia. El hermano oía a su esposa hablar acerca de las cosas que había aprendido y por eso se determinó a aprender a leer para que él también pudiera aprender la verdad. Ahora puede ayudarse leyendo la verdad del Reino. Este es otro modo en el cual la verdad beneficia a la gente.
Debido a que no hay servicio diario para los viajeros allende el Pacífico, se hizo necesario que saliéramos de Hawaii el domingo 4 de marzo. Eso quiso decir que la reunión pública tendría que efectuarse por la mañana. El título del discurso fué “Proclamen libertad por toda la tierra”. De las 10 a las 11 horas una concurrencia de 707 personas escuchó atentamente mientras que yo explicaba los estatutos de jubileo que Jehová había instituído en Israel, bajo los cuales todos los israelitas esclavizados podían obtener libertad, y mostré cómo la gente hoy en día necesita lo que fué prefigurado por eso, a saber, la libertad del nuevo mundo de justicia, porque todos han sido tomados cautivos por medio del dominio de Satanás. Jehová Dios es el que proporciona libertad, y ahora es el tiempo para proclamar libertad en toda la tierra. El número de concurrentes fué excelente considerando que la asistencia más alta de los hermanos fué de 405. Nos pareció que se dió un buen testimonio, mucho interés se despertó y los hermanos verdaderamente se deleitaron con su asamblea.
Los convencionistas recibieron los saludos enviados por la familia Betel de Brooklyn y por otros publicadores que yo había encontrado recientemente, y estaban muy ansiosos de enviar conmigo el amor y los saludos de los publicadores hawaianos a otros que encontrara en este viaje. Los siervos de Jehová se interesan en sus hermanos dondequiera y en la obra que se está efectuando en la tierra ahora.
El territorio de Hawaii consiste de ocho islas principales y algunas pequeñas. La población es de cerca de medio millón de personas. En 1947; cuando visité las islas, había 130 publicadores en el campo, como promedio, y fué una gran emoción para mí en este viaje ver 426 publicadores, el nuevo máximo para el mes de enero. Los publicadores hawaianos se deleitaron, porque se sintieron seguros de que no pasaría mucho tiempo antes de que lograran su aumento de 34 por ciento el cual se esfuerzan por alcanzar. Necesitan sólo 19 publicadores más para llegar a 445, el esperado máximo de 1951. Están mostrando crecimiento constante: tenían siete compañías hace cuatro años y ahora tienen diez, con tres grupos aislados enviando informes. En este tiempo hay nueve graduados de Galaad trabajando en las islas además de 26 precursores. Algunos de estos precursores expresaron su deseo de ir a Galaad algún día y salir a nuevos campos. No falta mucho tiempo para que los publicadores hawaianos puedan atender todo su territorio sin ayuda exterior. Hay algunos lugares donde se necesita ayuda, y se hicieron arreglos para enviar unos precursores a otras islas del grupo para ayudar a la gente interesada y comenzar nuevas compañías. Todos los publicadores están dispuestos a la expansión, y están ansiosos de continuar proclamando libertad a los que se lamentan y colocarlos en línea para el reino de jubileo libre, donde recibirán el gozo de vivir en paz y prosperidad para siempre.
Demasiado pronto llegó la tarde y el tiempo para que saliera nuestro avión para Fiji. Cuando nos presentamos en el aeropuerto hallamos bastantes convencionistas ahí para desearnos un buen viaje, pero durante la hora que esperamos nuestra partida la muchedumbre aumentó a 200, y de nuevo fué una asamblea muy vívida y gozosa, con guirnaldas puestas sobre nosotros nuevamente. En verdad se nos dió una despedida. Mientras nos sentábamos en el avión y los motores se calentaban, me sentí renuente a dejar a Hawaii debido a las expresiones de amor y la amistad así como también el celo de los publicadores. Realmente en Hawaii hacen sentir a sus convidados como en casa, lo cual puede ser testificado por muchos publicadores de Australia y Nueva Zelandia que pasaron por ahí para concurrir a la convención de Nueva York el año pasado. No se necesita mucho tiempo para que crezca un fuerte afecto entre el pueblo del Señor. Dondequiera que está uno sirviendo a los intereses del Reino y se mantiene ocupado en la obra del Señor, es seguro que se sentirá como en casa y entre verdaderos amigos cuando el espíritu del Señor se demuestra. Pero algún día quizás haya oportunidad para volver a visitarlos. Otros nos esperaban en la siguiente meta. Ellos también tendrían el espíritu de Jehová y habría trabajo que hacer.
Cantad á Jehová un nuevo cántico, su alabanza desde el fin de la tierra; los que descendéis a la mar, y lo que la hinche, las islas y los moradores de ellas. Alcen la voz el desierto y sus ciudades, . . . desde la cumbre de los montes den voces de júbilo. Den gloria a Jehová, y prediquen sus loores en las islas.—Isa. 42:10-12, Va.