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La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1952
w52 1/1 págs. 24-29

Informe sobre el Japón y Corea

Este artículo continúa el informe sobre el viaje de servicio hecho por el presidente de la Sociedad, N. H. Knorr, y su secretario, M. G. Hénschel.

HABIENDO visto la casa misionera en Tokio y habiendo tenido un buen desayuno con 45 graduados de Galaad, me reuní en el Salón del Reino con los misioneros. Los que habían estado en el Japón más de un año les hablaron a los nuevos misioneros para hacer sugestiones y familiarizarlos con los muchos problemas. Describieron las costumbres de la gente. Quince nuevos misioneros acababan de llegar hacía una semana y cinco más hacía seis semanas, y todos necesitaban mucha ayuda. Se indicó que cuando uno se dirige a la puerta en el Japón no toca, sino que la recorre a un lado y llama al interior, “Gomen kudasai” (¡Perdóneme, por favor!), y el amo de casa responde, “Hai” (Sí). Luego el publicador entra y presenta su testimonio. Esto se hace justamente adentro de la puerta, ya que raramente se le invita al interior de la casa. No es extraño que un estudio semanal de la Biblia se conduzca en la entrada de la casa de la persona por muchas semanas hasta que el amo de casa verdaderamente llegue a tenerle confianza al publicador. Las personas son muy amables y corteses, inclinándose cortésmente tan a menudo como la ocasión se presenta, y apreciando el esfuerzo empleado para enseñarles. Son pacientes mientras el misionero lucha para hacer su presentación en japonés, confundiendo a la gente con palabras acentuadas equivocadamente. Sin embargo impresiona mucho el que los misioneros se pongan al mismo nivel que la gente y traten de hablarle en su propio idioma. Los estudios bíblicos se obtienen fácilmente, pero hay que tener cuidado de que el estudiante no pretenda estar interesado con la mira de aprender el inglés. Algunos que han comenzado a estudiar con esta idea, posteriormente se han interesado en la verdad; pero mucho tiempo puede desperdiciarse, también. Es interesante notar que la mayoría de los que han aceptado la verdad no son los que ya pretenden ser cristianos, sino los budistas; los llamados cristianos son los más difíciles de tratar.

Disfruté sus muchas experiencias y luego recalqué la necesidad de realmente tratar de aprender el idioma. Les di ejemplos de otros misioneros, que en catorce meses hablaban siamés y otros español, y les conté cómo se está haciendo la obra en Birmania, Hong Kong y Singapur, donde los problemas son parecidos a los del Japón. La mente oriental piensa diferente a la mente occidental, y los misioneros deben aprender a ser pacientes. Usted no puede darles toda la verdad a una vez. Déjeles pensar en lo que les dijo y no se desanime si tiene que explicárselo de nuevo en el estudio siguiente. Esta fué una reunión muy práctica.

Tenía diligencias en el centro y pude obtener una vista mejor de la vida en Tokio. El hermano Háslett en sólo dos años habla bien el idioma y no tiene dificultad en tratar y darse a entender con la gente japonesa. Vi eso al ir a través de la ciudad. El Japón es una mezcla extraña de vida oriental y occidental; quimonos y trajes, carretas de bueyes y automóviles, palillos y cuchillos y tenedores, sandalias de madera, zapatos de piel, kurumas (vehículos de dos ruedas) y taxímetros, tranvías y trenes eléctricos, etc. ¡Y debería usted ver las bicicletas! No sólo las bicicletas, sino las cargas que transportan: muebles y toda clase de cosas se amontonan en la parte de atrás y en los manubrios o se arrastran en un coche o carreta. En el principal centro de compras de la ciudad uno se abre paso forzosamente a través de una muchedumbre cosmopolita que parece interminable y se congestiona más por hileras de puestos pequeños en las aceras, donde se vende todo, desde batas de quimón de colores brillantes y peces de colores hasta petacas y dulces.

ASAMBLEA DE TOKIO

La asamblea principió el jueves por la mañana en el Nihonishikai Kaikan en Kanda, Tokio, por el hermano Thompson, un misionero que habló el japonés con gran facilidad por cerca de media hora. No usó notas. Considerando que él había estado en el Japón por sólo dieciocho meses, había logrado progreso meritorio para aprender uno de los idiomas más difíciles del mundo. Esto ciertamente regocijó mi corazón, porque demostró que puede hacerse. Los hermanos japoneses lo apreciaron también. Él será siervo de circuito para el Japón comenzando el 1 de junio y se quedará dos semanas con cada compañía. Donde halle misioneros dirigirá una clase por dos horas diarias para enseñarles el japonés.

En seguida de su discurso sobre la obra de servicio se usó el día para anunciar el discurso público que se daría el domingo. Hubo ochenta concurrentes en esta sesión de apertura.

Luego vino el programa de la noche comenzando a las dieciocho horas con cánticos. Un libro de cánticos hecho en mimeógrafo conteniendo veintiocho canciones del Reino traducidas al japonés se había preparado y se presentó en la asamblea. El hermano Bárry, otro graduado de Galaad de Nueva Zelandia, habló en japonés por media hora, para deleite de todos. Luego hablé yo, tomando el tiempo asignado al hermano Hénschel, que se hallaba en Formosa, así como también mi propio tiempo, y usé al hermano Hanaoka, llegado recientemente del Hawaii, quien hizo un trabajo maravilloso al traducir por mí en las asambleas del Japón. Estuve muy agradecido por su ayuda y su celo incansable.

Esa noche, al fin de la reunión, en medio de un tremendo aplauso, se presentó La Atalaya en japonés. Fué exactamente lo que todos querían. Tuvieron ahí mil ejemplares del primer número; y se le obsequió un ejemplar a cada uno de los 128 concurrentes y pudieron obtener ejemplares adicionales para el campo. Dos mil copias de cada número se imprimirán en el futuro, y más se harán a medida que la demanda aumente. Casi todos los concurrentes expresaron que éste era el paso más importante hacia delante para apoyar la expansión inevitable de la adoración pura en el Japón.

Parar tipo japonés es un trabajo grande, habiendo, por ejemplo, cerca de seis mil caracteres de letra usados en la Biblia japonesa; por eso, puesto que la Sociedad no tiene tipos de imprenta en japonés de todos modos, una casa de afuera hará la impresión, y aunque costará un poco más de ese modo valdrá la pena porque se podrá proporcionar este alimento espiritual al día. El primer día de la asamblea terminó con todos yendo directamente al departamento de revistas. Todos querían surtido para la obra del campo y ejemplares para sus estudios bíblicos.

Con la suscripción anual para La Atalaya siendo de 500 yens (cerca de $1.50), algunos creyeron que sería difícil suscribir a la gente; pero éste no fué el caso, porque aun los misioneros que habían estado en el Japón por sólo una semana y podían decir sólo tres oraciones en japonés tuvieron buen éxito en obtener suscripciones al día siguiente.

El resto de la convención siguió armoniosamente, con los publicadores japoneses y los graduados de Galaad participando en demostraciones y dando discursos. Fué muy bueno el ver el progreso excelente, logrado por los misioneros en el idioma. Ellos hicieron gran esfuerzo para aprender, y fueron bendecidos. Un promedio de ciento veinte hermanos concurrió a las reuniones de la asamblea, y el domingo por la mañana catorce fueron sumergidos en un baño público japonés. El hermano Hénschel llegó el sábado por la mañana y participó en la convención los últimos dos días.

El gran suceso que todos esperaban era la reunión pública. El auditorio Kyo Ritsu había sido alquilado para la reunión pública del domingo, un edificio grande y bien conocido que tendría más espacio del necesario para la muchedumbre esperada. Miles de volantes se habían impreso y habían sido distribuídos, y nos preguntábamos cuántos aceptarían la invitación y concurrirían. El discurso había de comenzar a las catorce horas. Cerca del cuarto para las catorce la gente empezó a entrar; y, créalo o no, ¡unas cuantas personas siguieron entrando a las quince y treinta cuando el discurso terminó! Y con la ayuda de mi intérprete tuve gusto en hablar a setecientas personas. Eso significa que más de quinientos fueron extranjeros o gente de buena voluntad. Esto muestra qué potencialidad hay para aumento en Tokio, sin mencionar todo el resto del Japón. Aun los convertidos al “cristianismo” no habían abrigado tal esperanza como la que obtuvieron cuando hablé de vivir en la tierra para siempre en el nuevo mundo. Esto fué algo nuevo para la gente del Japón. Quinientas cincuenta copias del folleto El gozo de todos los pueblos fueron regaladas después del discurso, y muchas personas dejaron sus nombres y direcciones, deseando estudiar más la Biblia. Después de la reunión pública se dieron tres más discursos a los 200 que se quedaron.

Regresamos a la casa misionera de Tokio esa noche, y el siervo de sucursal, sometiéndome a trabajo continuo, arregló una reunión informal donde se efectuó una discusión sobre la parte del padrenuestro que dice: “No nos metas en tentación.” Al fin de esta reunión los misioneros y otros publicadores regresaron a sus hogares. La convención fué un gran estimulante y gozo, ya que todos tuvieron tiempo de familiarizarse mejor unos con otros y conocer personalmente con quienes estaban trabajando hombro a hombro en este país ‘blanco para la siega’.

RUMBO A NAGOYA

El martes por la noche después de la convención salimos para visitar las otras casas misioneras en el Japón, para servir las compañías que se establecieron y para dar discursos públicos en las ciudades de Nagoya, Osaka y Tarumi, un suburbio de Kobe. A las ocho en punto nuestro grupo salió de la estación central de Tokio, y de ahí en adelante gozamos del muy pintoresco viaje a Nagoya. Al viajar a través de Tokio y Yokohama pudimos ver los efectos de los bombardeos de la II Guerra Mundial en el Japón. En muchos lugares la única cosa de pie era una chimenea alta. Todo lo demás, donde una fábrica había estado, estaba arrasado. En muchos de esos sitios chozas temporales o algo parecido a casas se habían edificado para alojar al pueblo japonés. Hay gran escasez de alojamientos en el Japón. En otros lugares fábricas bombardeadas estaban siendo reacondicionadas para usarse de nuevo. Estas cosas siempre se hallan presentes para acordar al pueblo japonés de su derrota, así como también lo hacen el estricto racionamiento de alimentos y escasez de muchas cosas que quisieran tener. Están viviendo en circunstancias adversas, pero es motivo para que piensen y razonen sobre el porvenir, y es una ayuda para los que están ocupados proclamando las buenas nuevas del Reino.

Dondequiera que uno va en el Japón hay gente; hay demasiada gente para ser sustentada por lo que puede producirse en el Japón. Las ciudades y los pueblos están juntos, y no había ninguna sección donde las haciendas se extendieran por millas sin interrupción. Hay techos de tejas y techos bardados y los siempre presentes templos de los budistas y los shintoístas, con sus arboledas.

Lo que vimos del Japón desde el tren y en todos nuestros viajes fué como un jardín bien cuidado. La única evidencia de destrucción por la guerra se hallaba en las ciudades. Las ruinas se habían quitado, pero todavía hay lugares devastados que deben reedificarse. En las estaciones algunos veteranos de la guerra incapacitados pueden verse pidiendo limosna, porque el gobierno no puede proporcionarles sustento, otra señal de la adversidad introducida por los jefes guerreros del Japón, los perdedores de la II Guerra Mundial.

Llegamos a Nagoya a las 14:20. Ocho graduados de Galaad asignados a Nagoya y dos graduados de la casa de Tokio, así como también algunos de los publicadores locales, recibieron a nuestro grupo en la estación. Algunos estaban en la obra de anunciar. El grupo de 17 logramos entrar estrechamente al autobús. A medida que cruzamos la población hacia la casa misionera varios lugares de interés se nos señalaron. Nagayo fué destruída en gran parte durante la guerra. Por eso está emprendiendo un programa de reconstrucción y está eficientemente planeado para la conveniencia y el mejoramiento de todas las condiciones de vida. Nos sorprendimos al encontrar tantos edificios modernos, tantas avenidas anchurosas (la mayoría de ellas no pavimentadas todavía) y tantos autobuses y tranvías nuevos en la tercera ciudad del Japón. Indicó el progreso del pueblo japonés para mejorar sus condiciones de vida.

Los publicadores locales habían hecho un gran estandarte de bienvenida y lo colgaron sobre la puerta de la casa, y este saludo vívido impresionó nuestra vista al llegar a la casa estilo japonés donde viven los misioneros. Esta casa fué una de las pocas en esa parte de Nagoya que no había sido destruída por las bombas. Es una antigua casa japonesa y una de las más grandes de Nagoya. Proporciona comodidad para los misioneros así como también espacio para el Salón del Reino y se halla situada convenientemente para el transporte. Aunque la tarde empezó a desvanecerse rápidamente, estaba deseoso de obtener un informe directo sobre la obra en Corea, donde los misioneros de Nagoya habían sido asignados primero. Aquí están algunas de las cosas que llegué a saber:

INFORME SOBRE COREA

El hermano Steele me dijo que en su conversación final con los hermanos de Corea antes que los misioneros evacuaran ellos declararon enfáticamente que no dejarían de predicar esta vez, no importaba qué circunstancias les vinieran. Información recibida desde ese día de junio de 1950 da evidencia amplia de que los hermanos han cumplido su palabra y han manifestado ser siervos estables de Jehová durante este cambio.

Al tiempo que el ejército comunista estaba completando su primera ocupación de la ciudad de Seúl algunos de los hermanos trataron de salvar algo de la propiedad de la Sociedad de la casa misionera llevándosela a sus propios hogares. Este material se perdió después mediante confiscación, pillaje y destrucción de las casas de los hermanos. Algunos hermanos decidieron quedarse en la ciudad y hacer lo que pudieran, mientras que otros decidieron irse al sur con los millones de refugiados. Un grupo de cuatro, tres precursores y un publicador de compañía, fueron copados por los soldados comunistas y cruelmente ametrallados. Dos fueron muertos. Los otros dos fueron heridos gravemente pero de algún modo se escaparon y finalmente se recuperaron. Estos dos precursores están trabajando ahora en Pusán, la ciudad más al sur de Corea y la única ciudad no devastada por la guerra.

El siervo de compañía de la compañía de Seúl perdió su casa en el bombardeo y fué obligado a irse al campo cerca de Seúl para un lugar donde vivir. Durante la ocupación roja de Seúl cierto día fué señalado para que todos los habitantes se marcharan a las calles y campos mientras los soldados registraban sus casas. A pesar de esto los hermanos pudieron salvar sus Biblias y casi todo su equipo de predicación. Un hombre de buena voluntad que todavía no se había consagrado cuando los misioneros estuvieron ahí tuvo que huir al campo también y esconderse en un lugar oculto durante tres meses de control comunista. Él escribe que pudo llevarse pocas cosas consigo pero se llevó su Biblia y “Sea Dios Veraz”, y los estudió constantemente en su escondrijo. De allí salió como un hermano consagrado listo para empezar a trabajar, y tan pronto como pudo se asoció con los hermanos después que Seúl fué liberada, y empezó su obra predicadora.

Otra, una hermana joven que fué bautizada justamente antes del comienzo de las hostilidades, se disfrazó de anciana y predicó de casa en casa en la misma presencia de los comunistas. Casi todos los que se quedaron fueron preservados. Un hermano ciego y su esposa eran trabajadores muy celosos pero su hogar fué destruído, quedando la esposa enterrada bajo las ruinas. El hermano ciego pudo rescatar a su esposa que fué herida levemente. Toda la familia de otro hermano fué muerta por los invasores, pero él fué preservado.

Después que Seúl fué liberada los hermanos fueron al Salón del Reino en la casa misionera el 3 de octubre de 1950 y hallaron la casa en pie sólo sin ventanas. Todo había sido tomado por los rojos salvo la literatura bíblica y los surtidos para predicar, los cuales no se ocuparon en destruir en su prisa. Los hermanos tomaron posesión de la casa e inmediatamente empezaron a efectuar sus reuniones de nuevo. Día tras día la gente de buena voluntad venía para inquirir sobre la obra y sobre los misioneros. Para el tercer domingo la concurrencia había crecido a 50 de nuevo. A medida que fueron de casa en casa hallaron a la gente mucho más dispuesta a oír el mensaje confortante del reino de Dios. Después un oficial naval sudcoreano se apoderó del segundo piso de la casa y puso todos los vidrios, pero permitió que los hermanos continuaran usando el primer piso para el Salón del Reino.

El Señor provee alimento espiritual para su pueblo aun en Corea azotada por la guerra. Un hermano encontró a un soldado simpatizador cuya familia le había enviado “Esto significa vida eterna”, y así los hermanos en Corea fueron abastecidos con el libro casi tan pronto como los misioneros en el Japón. Un hermano ha estado traduciéndolo capítulo por capítulo para el uso de los hermanos, y es animador el verlos usar las nuevas expresiones en su correspondencia.

Durante la estancia de las Naciones Unidas en Seúl los hermanos pudieron recibir el Informe de la Asamblea de Nueva York, y esto fué nuevas maravillosas para ellos. Hubo correo aéreo por un tiempo entre Seúl y el Japón. Durante este tiempo los hermanos enviaron sus informes de tiempo de servicio del Reino a los misioneros en Nagoya, quienes a su vez enviaban informes de su trabajo a ellos.

Llegó diciembre y el ejército comunista chino amenazó a Seúl de nuevo. Muchos hermanos decidieron irse al sur, pero otros se quedaron en Seúl. Los que se quedaron les dijeron a los que salían, “Nos veremos en el nuevo mundo después del Armagedón.” Los hermanos que se fueron al sur organizaron una compañía nueva en Taegu y han estado enviando informes regularmente desde entonces. Tres precursores y varios publicadores de compañía están trabajando en Pusán. La comunicación entre sí es difícil pero pueden enviar noticias a Nagoya. Sus cartas siempre están llenas de preguntas bíblicas y experiencias gozosas que están teniendo entre los refugiados. Todos han sufrido terriblemente por falta de alimento, combustible y abrigo, pero sus solicitudes no son para su propia comodidad—sólo por más alimento espiritual. Hice arreglos para que reciban ejemplares de La Atalaya y ¡Despertad! en inglés y La Atalaya en japonés por correo aéreo. Espero que puedan reproducir copias de los capítulos que han traducido de los libros de la Sociedad.

Cuando los hermanos supieron que estábamos visitando el Oriente enviaron su amor, pero sintieron mucho que no pudiéramos visitarlos. También lo sentimos nosotros.

En abril cuando Seúl fué liberada por segunda vez ansiosamente se esperaron noticias de los hermanos dejados en Seúl, y por fin fueron recibidas. Los hermanos tuvieron experiencias terribles y maravillosas, pero de nuevo los que se quedaron en Seúl fueron preservados. De nuevo habían vuelto inmediatamente al Salón del Reino el día que los comunistas salieron, hallando la casa de pie pero las ventanas, techos y puertas habían desaparecido. De nuevo los surtidos de literatura que quedaron permanecieron intactos, siendo en verdad las únicas cosas que dejaron.

A los ocho misioneros les gustaría volver a Corea para ayudar a los hermanos allí, pero eso no es posible ahora. Mientras tanto los hermanos coreanos han mostrado su buena voluntad para aceptar su responsabilidad de predicar. Nuestras oraciones ascienden a Jehová en su favor.

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